Teresa Ferré contextualiza en una charla en La Nau la labor del valenciano que se convirtió en el fotoperiodista español por excelencia

«Guar­dias de asal­to en la calle Dipu­tación» (AGUSTÍN CENTELLES/MINISTERIO DE CULTURA).

Con el tiem­po, la his­to­ria tien­de a sim­pli­fi­car­se. Los suce­sos aca­ban con­ver­ti­dos en deus ex machi­na y los pro­ta­go­nis­mos colec­ti­vos se redu­cen a un par de nom­bres. En el caso del foto­pe­rio­dis­mo duran­te la Gue­rra Civil pare­ce que todo se resu­me en el tán­dem Robert Capa (Andrei Fried­man y Ger­da Taro) y el valen­ciano Agus­tín Cen­te­lles (Valen­cia 1909 – Bar­ce­lo­na 1985).

Pero ni el autor de la icó­ni­ca ima­gen Guar­dias de asal­to en la calle Dipu­tación fue el úni­co fotó­gra­fo espa­ñol del con­flic­to, ni su bio­gra­fía pro­fe­sio­nal pue­de resu­mir­se en lo que ocu­rrió en lo que un ban­do lla­mó La Cru­za­da. De arro­jar luz sobre la figu­ra del autor —«no se tra­ta de des­mi­ti­fi­car­le, sino de cen­trar­le»— se encar­ga­rá la pro­fe­so­ra de la Facul­tad de Cien­cias de la Comu­ni­ca­ción de la Uni­ver­si­dad Autó­no­ma de Bar­ce­lo­na Tere­sa Ferré, el miér­co­les 14 de diciem­bre (18 h.), en el Cen­tro Cul­tu­ral La Nau.

Naci­do en el Grao de Valen­cia en el seno de una fami­lia humil­de, su fal­ta de recur­sos y una enfer­me­dad de naci­mien­to le impi­die­ron estu­diar más allá de los once años. Aun­que su pri­me­ra gran pasión fue el cine, con 15 años —vivien­do ya en Bar­ce­lo­na— se com­pra su pri­me­ra cáma­ra y se apun­ta a la Agru­pa­ción Foto­grá­fi­ca de Cata­lu­ña: son los pri­me­ros pasos de una carre­ra que le acom­pa­ña­ría has­ta su muer­te.

Pese a que su papel como el «gran foto­pe­rio­dis­ta» de la Gue­rra Civil haya que ver­lo con cier­to dis­tan­cia, expli­ca Ferré, «no ser pue­de negar que fue uno de los gran­des. Pero tam­po­co debe­mos olvi­dar que se dedi­có a la foto­gra­fía duran­te toda su vida y que esa fue solo una de sus eta­pas. Tan impor­tan­te o más fue su labor en el cam­po de con­cen­tra­ción fran­cés de Bram, y sería un error obviar que la mayor par­te de su tra­ba­jo, a par­tir de 1947, estu­vo rela­cio­na­do con la foto­gra­fía indus­trial y publi­ci­ta­ria».

Cola de votan­tes en la calle Cas­pe (Bar­ce­lo­na), el 16 de febre­ro de 1936 (AGUSTÍN CENTELLES).

Centelles en la Guerra Civil

Sobre el tra­ba­jo de Cen­te­lles en la Gue­rra Civil, la auto­ra de libros como Grá­fi­ca anar­quis­ta, recuer­da que «su obra fue muy impor­tan­te, y dejó muchas imá­ge­nes para la His­to­ria, pero la recu­pe­ra­ción de su figu­ra, duran­te la Tran­si­ción, supu­so tam­bién rele­gar al olvi­do la labor de otros como Alfon­so Sán­chez Por­te­la, Luis Ramón Marín o José María Díaz Casa­rie­go, que hace solo unos años se ha empe­za­do a recu­pe­rar».

Pese a que Cen­te­lles era el más joven de todos, no era ni de lejos un inex­per­to. «Había apren­di­do de los mejo­res. En 1927 cono­ció al que fue su maes­tro, el cata­lán Josep Bado­sa, y lue­go fue ayu­dan­te de gran­des foto­pe­rio­dis­tas como Josep M. Sega­rra y Pablo Luis Torrents. Ade­más, por las noches tra­ba­ja­ba en el taller de El Día Grá­fi­co. Solo hay que ver los retra­tos que hacía a prin­ci­pios de los años 30 para Últi­ma Hora para dar­se cuen­ta de que tenía una cali­dad poco habi­tual».

Ade­más de fotó­gra­fo, sus años tra­ba­jan­do en talle­res le hacen domi­nar las téc­ni­cas de repro­duc­ción. «Duran­te meses, en La Van­guar­dia, hace mon­ta­jes foto­grá­fi­cos que se publi­can en pri­me­ra pági­na. No era una téc­ni­ca nue­va, pero se emplea­ba muy de vez en cuan­do y él lo hará de mane­ra sis­te­má­ti­ca y pro­lon­ga­da», apun­ta Ferré.

Ese baga­je es el que le lle­va a tra­ba­jar, una vez movi­li­za­do, en la sec­ción de Pro­pa­gan­da del Comi­sa­ria­do de Gue­rra en Léri­da y lue­go en el Gabi­ne­te Foto­grá­fi­co del SIM (Ser­vi­cio de Inves­ti­ga­ción Mili­tar) del gobierno de la Repú­bli­ca, don­de toma­rá algu­nas de sus imá­ge­nes más icó­ni­cas.

A esto se suma que las cáma­ras de carre­te empie­zan a sus­ti­tuir a las de pla­cas, con lo que los pro­fe­sio­na­les ganan en movi­li­dad, algo de lo que supo sacar par­ti­do como pocos gra­cias a su Lei­ca. Cuan­do la Gue­rra Civil con­vier­te a muchos com­pa­ñe­ros en foto­pe­rio­dis­tas, él hace años que ya ha hecho el tran­si­to. Su valía que­da reco­no­ci­da cuan­do algu­nas de sus imá­ge­nes apa­rez­can en las por­ta­das de dia­rios como The illus­tra­ted Lon­don News y L’I­llus­tra­tion de París.

Pri­sio­ne­ros repu­bli­ca­nos hacien­do una tabla de ejer­ci­cios en el cam­po de con­cen­tra­ción fran­cés de Bram (AGUSTÍN CENTELLES / MINISTERIO DE CULTURA).

El campo de concentración de Bram

Aun­que menos reco­no­ci­do, pro­ba­ble­men­te el prin­ci­pal lega­do de Cen­te­lles son sus foto­gra­fías —cer­ca de 600, toma­das en la clan­des­ti­ni­dad— duran­te su paso por el cam­po de con­cen­tra­ción de Bram, en el que fue­ron con­fi­na­dos miles de espa­ño­les que huían de la repre­sión al tér­mino de la gue­rra. Unas imá­ge­nes que, jun­to a los nega­ti­vos que había logra­do sacar de Espa­ña, guar­dó en una caja que ha adqui­ri­do en la pro­fe­sión unas dimen­sio­nes míti­cas com­pa­ra­das del Baúl de la Piquer.

«Por Bram pasa­ron Robert Capa y un fotó­gra­fo fran­cés, pero no hay com­pa­ra­ción posi­ble. Cen­te­lles deja atrás su eta­pa de foto­pe­rio­dis­ta y se con­vier­te en docu­men­ta­lis­ta, en tes­ti­go pri­vi­le­gia­do de unos hechos de los que, si no es por él, no que­da­ría cons­tan­cia», apun­ta Ferré.

Y no solo eso, sino que cuan­do aban­do­na el cam­po se lle­va a los nega­ti­vos y lue­go, cuan­do deci­de dejar Fran­cia tras la Gue­rra Mun­dial —fue cola­bo­ra­dor de la Resis­ten­cia—, se encar­ga de escon­der­los para poder recu­pe­rar­los más ade­lan­te. Así lo hizo, en 1976, con la ayu­da del his­to­ria­dor anar­quis­ta y abdu­ci­do por los extra­te­rres­tres (según con­tó en El men­sa­je de otros mun­dos) Eduar­do Pons Pra­des.

Un refu­gia­do leyen­do una car­ta en su cubícu­lo (AGUSTÍN CENTELLES / MINISTERIO DE CULTURA).

Regreso a España

Cen­te­lles regre­só a Espa­ña en 1946 y, tras una pena bas­tan­te leve (gra­cias a unos con­tac­tos que algu­nos atri­bu­yen a la maso­ne­ría) vuel­ve a dedi­car­se a su anti­gua pro­fe­sión, pero deja de lado el foto­pe­rio­dis­mo. «Pro­ba­ble­men­te fue una espe­cie de exi­lio inte­rior. Tras dos gue­rras y pasar por dos cam­pos de con­cen­tra­ción, y tras haber cono­ci­do todo tipo de penu­rias des­de niño, pro­ba­ble­men­te pen­só en dejar de lado su mili­tan­cia polí­ti­ca y cen­trar­se en su carre­ra».

Una mili­tan­cia que no aban­do­nó del todo, pero que es más difí­cil de docu­men­tar. Sin embar­go, según su fami­lia, su estu­dio fue un cen­tro de reu­nión de mili­tan­tes anti­fran­quis­tas duran­te toda la dic­ta­du­ra.

En ese momen­to empie­za su últi­ma eta­pa «que no hay que menos­pre­ciar —recuer­da la pro­fe­so­ra de la UAB—. Es un fotó­gra­fo muy coti­za­do que tra­ba­ja para fir­mas como Sie­mens y su tra­ba­jo es real­men­te intere­san­te. Su evo­lu­ción per­mi­te seguir la de la publi­ci­dad a lo lar­go de todos esos años».

Y la gran pre­gun­ta ¿fue Cen­te­lles el Robert Capa espa­ñol? «Ambos son exce­len­tes foto­pe­rio­dis­tas, pero no son los úni­cos. El pro­ce­so de miti­fi­ca­ción de Cen­te­lles comien­za en los 80, cuan­do se recu­pe­ra su lega­do y la Tran­si­ción nece­si­ta sím­bo­los. Sus fotos y su tra­yec­to­ria hacen que el perio­dis­ta cata­lán Josep Moya-Agne­­ler, en la revis­ta Des­tino sea el pri­me­ro en hacer la com­pa­ra­ción en un artícu­lo publi­ca­do en 1978», aña­de Ferré.

De todas estas cues­tio­nes que rodean al fotó­gra­fo valen­ciano, y muchas más cosas, se habla­rá el pró­xi­mo miér­co­les en la char­la de Tere­sa Ferré Cen­te­lles: ima­gen, memo­ria y archi­vo, que con­ta­rá con la pre­sen­cia de la foto­pe­rio­dis­ta valen­cia­na Eva Máñez. El acto será pre­sen­ta­do por Raúl Abe­le­do, direc­tor aca­dé­mi­co del Obser­va­to­ri Cul­tu­ral UV.

El foto­pe­rio­dis­ta valen­ciano Agus­tín Cen­te­lles, en una retros­pec­ti­va sobre su obra (AGUSTÍ MARCELI SAENZ).

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