Alfons el Magnànim repasa el Brines más íntimo a través de un centenar de poesías

El libro, coordinado por Vicente Gallego, se centra en la obra que el poeta escribió en su refugio de Elca

Por­ta­da de la anto­lo­gía dedi­ca­da a Fran­cis­co Bri­nes.

La Ins­ti­tu­ció Alfons el Mag­­nà­­nim-Cen­­tre Valen­cià d’Es­tu­dis i d’In­ves­ti­ga­ció aca­ba de publi­car Por una cie­ga ley del cora­zón, una anto­lo­gía poé­ti­ca del escri­tor valen­ciano Fran­cis­co Bri­nes a car­go del tam­bién poe­ta valen­ciano Vicen­te Galle­go, autor del pró­lo­go.

En el volu­men, Vicen­te Galle­go (Valèn­cia, 1963) ha selec­cio­na­do los 105 poe­mas más sig­ni­fi­ca­ti­vos empla­za­dos en la resi­den­cia valen­cia­na de Elca del poe­ta de la Safor, «el ámbi­to que reve­la la ver­dad más ínti­ma del poe­ta: el ero­tis­mo, la pasión por el via­je, la medi­ta­ción del tiem­po, los recuer­dos mater­na­les y el mis­te­rio de la muer­te».

Galle­go pro­po­ne una lec­tu­ra de la par­te de la obra de Fran­cis­co Bri­nes que mejor refle­ja su sen­ti­mien­to de amor por la natu­ra­le­za, un sen­tir que impreg­na com­ple­ta­men­te su mane­ra de estar en el mun­do y cele­brar­lo des­de la esen­cia mis­ma de la poe­sía de Bri­nes.

Como afir­ma Galle­go en el pró­lo­go del libro: «Situa­da en un encla­ve pri­vi­le­gia­do, fren­te al mar azu­lí­si­mo de Oli­va, con el Mont­gó por hori­zon­te y los valles ardien­do de naran­jos entre medias, Elca, la casa de su infan­cia, la de sus lar­gos vera­neos cuan­do vivía en Madrid, ter­mi­nó por con­ver­tir­se en su cuar­tel de invierno con la vejez. Aga­rra­do a su bas­tón, y con su inago­ta­ble buen humor, fru­to de humil­dad, nos decía Paco: “Pues ya veis, aquí estoy, con­fi­na­do en mi cár­cel de oro, pero no como un pre­so cual­quie­ra, que en esta cár­cel yo soy el direc­tor”, y la son­ri­sa se cre­cía en una car­ca­ja­da sana­do­ra».

El poe­ta, en su refu­gio de Elca, en un foto­gra­ma del docu­men­tal «Fran­cis­co Bri­nes, los sig­nos des­ve­la­dos», de Rosa­na Pas­tor.

«Topo literario»

«El lec­tor que des­co­noz­ca Elca y su entorno, su casa sola­rie­ga, de la que su poe­sía hizo un terri­to­rio míti­co —con­ti­núa Galle­go en su intro­duc­ción—, un topo lite­ra­rio, se encon­tra­rá entre estas pági­nas con el rega­lo de las lumi­no­sas fotos de Sara Este­ban, que, esta­mos segu­ros, le ayu­da­rán a situar el pai­sa­je en que se incar­di­nan muchos de los poe­mas […]».

Así mis­mo, el volu­men está ilus­tra­do por suge­ren­tes fotos en blan­co y negro de Sara Este­ban, la inten­ción de las cua­les es más evo­ca­ción que des­crip­ción del lugar o los poe­mas.

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