Foto: Adam Nieś­cio­ruk / Uns­plash

Dicen que los momen­tos difí­ci­les sacan lo mejor de cada cual. Sin duda, esta pan­de­mia ha sido uno de los peo­res momen­tos que muchos hemos vivi­do, y la reac­ción de tan­tas per­so­nas ha con­fir­ma­do el dicho popu­lar. A tra­vés del telé­fono o de las video­con­fe­ren­cias, uti­li­zan­do las pala­bras o las manos, inclu­so hacien­do acto de pre­sen­cia «enmas­ca­ra­da», miem­bros de la comu­ni­dad UOC tam­bién han apor­ta­do su gra­ni­to de are­na de for­ma volun­ta­ria. Mas­ca­ri­llas y batas nue­vas, cla­ses de repa­so, tex­tos leí­dos, poe­mas cosi­dos, con­ver­sa­cio­nes tele­fó­ni­cas, ali­men­tos repar­ti­dos…, tone­la­das de esfuer­zo, tra­ba­jo, ima­gi­na­ción, ilu­sión y soli­da­ri­dad para estar jun­to a los más vul­ne­ra­bles, los que sufrían, los que tra­ba­ja­ban sin des­can­so.

Un día y un hos­pi­tal cua­les­quie­ra, un sani­ta­rio cuyo nom­bre no sabe­mos se pone una bata lim­pia… y poé­ti­ca: lle­va ver­sos de Maria del Puig Ven­tu­ra, estu­dian­te del gra­do de Artes y, duran­te la pan­de­mia de la COVID-19, volun­ta­ria en Sant Celo­ni para coser batas y mas­ca­ri­llas. «Incor­po­ré ‘Poe­sías con­fi­na­das’ a modo de eti­que­ta a las batas que pro­duz­co por­que pen­sé que sería boni­to dar un men­sa­je de apo­yo a todos los sani­ta­rios que se han deja­do la piel cui­dán­do­nos. Escri­bir algo que los hicie­ra des­co­nec­tar unos segun­dos, un res­pi­ro antes de enfren­tar­se a situa­cio­nes duras. Apro­ve­ché unos recor­tes de las bol­sas con las que con­fec­cio­na­mos las batas para escri­bir poe­sías mías. Para mí la poe­sía es huir y refu­giar­me en un mun­do de sen­ti­mien­tos pro­fun­dos. La poe­sía tie­ne muchas lec­tu­ras y es la per­so­na que la lee quien la com­ple­ta con sus expe­rien­cias; por eso, en estos tiem­pos con­vul­sos, la poe­sía pue­de apor­tar sen­si­bi­li­dad, pau­sa y refle­xión», ase­gu­ra.

«Las pala­bras han sido igual que los abra­zos y las cari­cias a dis­tan­cia, a tra­vés de la lite­ra­tu­ra», nos cuen­ta Ana Val­dés, gra­dua­da en Infor­ma­ción y Docu­men­ta­ción y tuto­ra de asig­na­tu­ras de libre elec­ción. Es biblio­te­ca­ria: «Tuvi­mos que cerrar e irnos a casa con los orde­na­do­res» para seguir ofre­cien­do algu­nos de los ser­vi­cios, como los prés­ta­mos en línea o con­cur­sos de micro­rre­la­tos. Pero tiem­pos espe­cia­les requie­ren tam­bién «efec­tos espe­cia­les». Los téc­ni­cos y téc­ni­cas de las biblio­te­cas públi­cas muni­ci­pa­les de Ville­na, don­de tra­ba­ja, pusie­ron en mar­cha la ini­cia­ti­va «Tex­tos por telé­fono (y por sor­pre­sa)»: «A peti­ción, enviá­ba­mos audios con tex­tos rela­cio­na­dos con la situa­ción que vivían las per­so­nes oyen­tes: enfer­mos, sani­ta­rios ago­ta­dos de tan­to tra­ba­jar, per­so­nas que habían per­di­do a un ser que­ri­do, mayo­res que no podían ver a los nie­tos… Nos hemos dado cuen­ta del poder de las pala­bras para ali­viar y sanar». Ana nos expli­ca que «han apor­ta­do ale­gría y feli­ci­dad agra­de­ci­da a per­so­nas que se han sen­ti­do menos solas en este con­fi­na­mien­to que nos ha reclui­do y nos ha exclui­do de las rela­cio­nes». Glo­ria Fuer­tes, Maria Ele­na Walsh, Roald Dahl, Erich Fromm, Gabrie­la Mis­tral, Mario Bene­det­ti, Ale­jan­dra Pizar­nik, Walt Whit­man, Ángel Gon­zá­lez, José Hie­rro… han cru­za­do las calles vacías, han atra­ve­sa­do las pare­des y se han meti­do en casas y hos­pi­ta­les… sin mas­ca­ri­llas. 317 audios por telé­fono «y casi nin­guno repe­ti­do», expli­ca orgu­llo­sa.

La pala­bra tam­bién es el camino que Lídia Yesa­res ha usa­do para acom­pa­ñar. «Mi con­fi­na­mien­to tie­ne un nom­bre (más allá del de mi peque­ña), y es Sra. Joa­na», afir­ma esta gra­dua­da en Psi­co­lo­gía y Psi­co­pe­da­go­gía y tuto­ra del más­ter uni­ver­si­ta­rio de Neu­ro­psi­co­lo­gía. «El con­fi­na­mien­to me cogió de baja mater­nal, con una niña de dos meses. Mi ayun­ta­mien­to bus­ca­ba per­so­nas volun­ta­rias y me ofre­cí para hacer acom­pa­ña­mien­to tele­fó­ni­co. La Sra. Joa­na tie­ne noven­ta años, no tie­ne apo­yo fami­liar y se sien­te muy y muy sola». ¿En qué ha con­sis­ti­do su tarea? «Le he esta­do hacien­do un peque­ño apo­yo, sobre todo emo­cio­nal, char­lan­do un rati­to cada día con ella, sobre la COVID-19, la situa­ción, sus his­to­rias per­so­na­les… Escu­char­la me apor­ta la sabi­du­ría de una vida lar­ga. Hablar con ella cada día me recon­for­ta; saber que, a pesar de la situa­ción, la sole­dad y las com­pli­ca­cio­nes físi­cas, espe­ra cada día mi lla­ma­da, que haya pasa­do del “quie­ro que mi vida ter­mi­ne ya por­que así no se pue­de vivir” al “a ver si aca­ba todo esto y te veo a ti y a tu peque­ña, que ten­go un rega­li­to”, me recon­for­ta. Para­dó­ji­ca­men­te, tam­bién me gene­ra intran­qui­li­dad ver que el sis­te­ma y el con­fi­na­mien­to pue­den ser tan per­ver­sos en cier­tas situa­cio­nes…». Tam­bién ha hecho ges­tio­nes en el CAP para agi­li­zar­le algún trá­mi­te médi­co, ayu­dar­la con la medi­ca­ción… «No sé si en reali­dad esto entra den­tro del plan de volun­ta­ria­do, pero entra en mi plan per­so­nal de empa­tía y com­pa­sión», y aña­de: «Poco a poco ha cogi­do con­fian­za y hemos esta­ble­ci­do un víncu­lo sufi­cien­te para que pue­da ayu­dar­la en peque­ñas ges­tio­nes».

Ben­di­to telé­fono… ¡ya casi lo tenía­mos olvi­da­do! Stepha­nie Alva­rez, estu­dian­te del pos­gra­do de Coope­ra­ción Inter­na­cio­nal y Admi­nis­tra­ti­va, reci­bió una lla­ma­da de Cruz Roja para cola­bo­rar «lla­man­do a per­so­nas vul­ne­ra­bles. Final­men­te, fui a Fira de Bar­ce­lo­na como media­do­ra inter­co­mu­ni­ta­ria, don­de cola­bo­ré ayu­dan­do a las per­so­nas sin techo»; eso sí, «sin dejar de pre­sen­tar mis acti­vi­da­des» ¡por­que la UOC ha segui­do! Julio César Rey tam­bién es volun­ta­rio de Cruz Roja y ha coor­di­na­do el cen­tro de los sin­te­cho de su ciu­dad, Torre­mo­li­nos, situa­do en un hos­tel. Su tarea ha con­sis­ti­do en «tra­ba­jar con los ser­vi­cios socia­les, hacer visi­tas y cele­brar reunio­nes indi­vi­dua­les para hacer valo­ra­cio­nes, a pesar de que muchos son cono­ci­dos de los ser­vi­cios socia­les. Y des­pués… ¡he sido “chi­co para todo”! Repar­tir ali­men­tos, com­prar en far­ma­cias y super­mer­ca­dos…».

Aquí y aho­ra, muchas per­so­nas de la comu­ni­dad UOC se han pre­gun­ta­do qué sabían hacer. Era el momen­to de recu­pe­rar habi­li­da­des y cono­ci­mien­tos. Por ejem­plo, Raquel Gar­cía, estu­dian­te de gra­do de Mar­ke­ting e Inves­ti­ga­ción de Mer­ca­dos, ha cosi­do mas­ca­ri­llas para dar­las a hos­pi­ta­les y per­so­nas que tenían que tra­ba­jar. Ase­gu­ra que «es impor­tan­te apor­tar en estos momen­tos por­que no cues­ta nada. Yo sé coser y fal­ta­ban mas­ca­ri­llas. ¿Por qué ser egoís­ta y no hacer­lo o hacer­lo solo para mí?». Mòni­ca Corra­les, estu­dian­te del gra­do de Rela­cio­nes Labo­ra­les y Ocu­pa­ción, se apun­tó a la pla­ta­for­ma www.universitarioscontralapandemia.es y da cla­ses de asig­na­tu­ras téc­ni­cas por Sky­pe. «Me han desig­na­do una fami­lia con dos hijas, de 6.º de Pri­ma­ria y 1.º de ESO, con pro­ble­mas de apren­di­za­je diag­nos­ti­ca­dos. Las chi­cas están super­con­ten­tas y yo sien­to una gran satis­fac­ción. Su esfuer­zo y apli­ca­ción para el estu­dio son con­mo­ve­do­res».

Car­les Sie­rra tam­bién ha dado apo­yo, pero no aca­dé­mi­co, a niños y jóve­nes. Este estu­dian­te de pri­mer semes­tre creó, con su fami­lia, una aso­cia­ción para ado­les­cen­tes con diver­si­dad fun­cio­nal y se dedi­can a hacer acti­vi­da­des depor­ti­vas, de ocio o asis­ten­cia con perros para tra­ba­jar su inclu­sión. Aho­ra, tele­tra­ba­jan­do y con dos hijos peque­ños, han segui­do hacien­do video­lla­ma­das colec­ti­vas para acom­pa­ñar­se, y gra­cias «al chi­co del bar don­de siem­pre vamos con los chi­cos, he repar­ti­do más de 35 menús en un mes entre las fami­lias que lo nece­si­ta­ban».

Estas expe­rien­cias mar­can el con­fi­na­mien­to; lo hacen dife­ren­te para los demás, pero tam­bién para ellos mis­mos. Ana nos com­par­te que, al leer los tex­tos por telé­fono, «sobre todo sen­tí emo­ción en el sen­ti­do más amplio de la pala­bra. ¡Había niños que creían que lo que oían era casi mági­co!». Maria afir­ma que «cuan­do empie­za la pan­de­mia y el mun­do se para, te das cuen­ta de lo que es impor­tan­te y de qué tra­ba­jos son esen­cia­les. Tie­nes cier­to males­tar cuan­do te das cuen­ta de que en estos momen­tos no eres útil a la socie­dad. ¡Así que tenía que bus­car algo para hacer!».

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