Participamos en un conformismo público, de reacción automática sea positiva o negativa, enmascarado por la pregnancia de muchos mensajes en ciertas redes sociales.

Las son­ri­sas al móvil son indu­ci­das. Tie­nen que ver con las micro-reco­m­­pe­n­­sar digi­ta­les que pro­du­ce el ver, o ver y escu­char algo que los algo­rit­mos, mer­ced a su esta­dís­ti­ca pre­dic­ti­va, nos envían pre­fe­ren­cial­men­te para acti­var una y otra vez nues­tro cir­cui­to cere­bral de recom­pen­sas ins­tan­tá­nea. Son como golo­si­nas digi­ta­les cog­ni­ti­vas que reci­bi­mos cons­tan­te­men­te en el smartpho­ne.

20 febre­ro 2024

Prac­ti­ca­mos una rela­ción con la tec­no­lo­gía en nues­tra for­ma de vida actual que pare­ce inexo­ra­ble, como algo que no se pue­de evi­tar ni cam­biar. Indu­ci­dos algo­rít­mi­ca­men­te a pres­tar aten­ción a toda infor­ma­ción que se nos envía, como si fue­ra urgen­te e impor­tan­te, nos roban el tiem­po para refle­xio­nar y para deci­dir. Pero no hay tal. No hay un inexo­ra­ble tec­no­ló­gi­co. Pero sin embar­go, no por ello dejan de aumen­tar las con­se­cuen­cias de los usos tec­no­ló­gi­cos que nos impo­nen, y que con­si­guen trans­for­mar en adic­cio­nes digi­ta­les sin sus­tan­cia. Esto nos pro­vo­can muchas difi­cul­ta­des de las que no nos pro­te­ge­mos, inva­di­dos por un esta­do men­tal de nihi­lis­mo aco­mo­da­ti­cio, fru­to, al pare­cer, del con­ven­ci­mien­to de que no se pue­de ir con­tra el inexo­ra­ble tec­no­ló­gi­co y de que toda resis­ten­cia per­so­nal ante él es insig­ni­fi­can­te o inú­til.

El nihi­lis­mo es un con­cep­to muy pro­tei­co. Pue­de abor­dar­se des­de muchos ángu­los. El psi­có­lo­go Solo­mon Asch es uno de los que más se ha acer­ca­do al fenó­meno en sus aspec­tos gre­ga­rios. En los años 50, Asch reali­zó dife­ren­tes expe­ri­men­tos para estu­diar el carác­ter gre­ga­rio humano y el con­for­mis­mo de las per­so­nas. Lle­gó a dos con­clu­sio­nes: la pri­me­ra, que muchos con­ce­den más cre­di­bi­li­dad a las opi­nio­nes aje­nas que a las pro­pias. La segun­da, que algu­nas per­so­nas, pese a pen­sar que están equi­vo­ca­das, acep­tan y asu­men la opi­nión del gru­po por el hecho de sen­tir­se acep­ta­dos. Esto, aho­ra, es deci­si­vo en algu­nos ámbi­tos del inter­net social. El con­for­mis­mo tec­no­ló­gi­co da lugar a una homo­ge­nei­za­ción de con­duc­tas, pese a que la cone­xión siem­pre es indi­vi­dual, tan­to como nues­tra direc­ción IP, que es la que pro­por­cio­na una iden­ti­dad digi­tal a nues­tro dis­po­si­ti­vo, el núme­ro que lo iden­ti­fi­ca den­tro de Inter­net, ya que no se pue­de nave­gar sin él. Un núme­ro que se aso­cia por la algo­rít­mi­ca, final­men­te, a la iden­ti­dad del usua­rio.

El gre­ga­ris­mo digi­tal es algo que pue­de pare­cer sor­pren­den­te pero no lo es, a poco que cai­ga­mos en la cuen­ta que, sim­ple­men­te, nos indu­cen a pri­mar lo emo­cio­nal y, a cam­bio, deja­mos de lado la racio­na­li­dad y el sen­ti­do común, lo cual nos con­du­ce a un com­por­ta­mien­to uni­for­me con la mayo­ría de los otros conec­ta­dos, muchas veces como dice Asch, para sen­tir­nos acep­ta­dos. Los ‘likes’ y otros mil tru­cos de las pla­ta­for­mas beben tam­bién de eso. Ello deri­va en una oxi­da­ción cre­cien­te de nues­tra capa­ci­dad de ini­cia­ti­va para asu­mir el peque­ño esfuer­zo de deci­dir por noso­tros mis­mos nues­tras pro­pias accio­nes, algo que man­ten­dría entre­na­do nues­tro libre albe­drío.

Por ese camino, y de ese modo, influi­dos y a mer­ced de los peli­gros de las impe­ra­ti­vas modas digi­ta­les, par­ti­ci­pa­mos en un con­for­mis­mo públi­co, de reac­ción auto­má­ti­ca sea posi­ti­va o nega­ti­va, enmas­ca­ra­do por la preg­nan­cia de muchos men­sa­jes en cier­tas redes socia­les, cuyos algo­rit­mos pro­mue­ven siem­pre el radi­ca­lis­mo y, a tra­vés de él, la pola­ri­za­ción, y tam­bién la infor­ma­ción fal­sa, que como demos­tra­ron inves­ti­ga­do­res del MIT en las redes lo fal­so es mucho más nego­cio para las pla­ta­for­mas que lo ver­da­de­ro.

La resul­tan­te pro­ba­bi­lís­ti­ca que pro­mue­ve la esta­dís­ti­ca pre­dic­ti­va de las pla­ta­for­mas de red social, en las que habi­tan nues­tro yo digi­ta­les, con­ver­gen hacia que el con­ven­ci­mien­to pri­va­do y el cita­do con­for­mis­mo se ali­neen y, en muchas deci­sio­nes de con­duc­ta, por ausen­cia, se des­li­cen por la pen­dien­te de la como­di­dad nihi­lis­ta. Den­tro de las inter­fa­ces de las Apps, cual­quier toma de deci­sión no auto­má­ti­ca y pro­duc­to de nues­tro motor inte­rior, está pena­li­za­da o difi­cul­ta­da. El ejem­plo de ello más común es las evi­den­te difi­cul­ta­des que tene­mos los usua­rios para inten­tar negar­nos a que las coo­kies de cual­quier web o las Apps del móvil, reco­lec­ten masi­va­men­te nues­tros datos y meta­da­tos, que lue­go se usa­rán para bom­bar­dear­nos sin des­can­so con spam inva­si­vo e infor­ma­ción no desea­da. Todo ello tie­ne el pro­pó­si­to direc­to de modi­fi­car nues­tra con­duc­ta, robar nues­tro tiem­po y aten­ción, y con­se­guir­nos como usua­rios cau­ti­vos y engan­cha­dos. Algo que gene­ra unas métri­cas que ellos son capa­ces de mone­ti­zar.

Decir que sí a las coo­kies es tri­vial, pero negar­se nos obli­ga­ra en cual­quier web a insis­tir has­ta cli­quear más de 10 veces. Lo sole­mos igno­rar, pero así otor­ga­mos per­mi­so, y es legal esa usur­pa­ción de fun­cio­nes, –el acuer­do legal de esas inter­fa­ces, han sido con­se­gui­das de los legis­la­do­res por los lob­bies de abo­ga­dos de estas empre­sas–. Estos gru­pos de pre­sión ya con­si­guie­ron que legis­la­do­res y leyes les otor­guen impu­ni­dad y les exo­ne­re de los posi­bles daños que cau­sen. Como ejem­plo de ello, tene­mos la famo­sa Sec­ción 230, par­te del Títu­lo 47 del Códi­go de los Esta­dos Uni­dos, imple­men­ta­da inte­gra­da en la Ley de Decen­cia en las Comu­ni­ca­cio­nes de 1996, (Títu­lo V de la Ley de Tele­co­mu­ni­ca­cio­nes de 1996). Si ana­li­zas en pro­fun­di­dad y deta­lle lo que ha lle­va­do a este esta­do ‘legal’ de cosas y la aquies­cen­cia que les han otor­ga­do para ello legis­la­do­res elec­tos de un país demo­crá­ti­co, te lle­va­rás las manos a la cabe­za. Pero así esta­mos.

Contradicciones y la soledad del corredor de fondo conectado

Como en toda noción pro­tei­ca rela­cio­na­da con el nihi­lis­mo, no podía fal­tar con­tra­dic­cio­nes fla­gran­tes en nues­tro com­por­ta­mien­to en el ámbi­to digi­tal. El usar la expre­sión ‘como­di­dad nihi­lis­ta’ con­lle­va tam­bién una con­tra­dic­ción ya que el nihi­lis­mo se con­ce­bía en una de sus acep­cio­nes his­tó­ri­cas como “…el momen­to de la refle­xión de la razón.”. Sin embar­go, en nues­tra vida digi­tal actual en las pla­ta­for­mas no hay refle­xión. La impi­de el cons­tan­te e insis­ten­te flu­jo ubi­cuo de infor­ma­ción de entra­da, –que la algo­rít­mi­ca pre­dic­ti­va prio­ri­za y vehi­cu­la per­so­na­li­za­da­men­te–, has­ta nues­tro sis­te­ma cog­ni­ti­vo. La con­se­cuen­cia es que nues­tra men­te está inmer­sa en un esta­do de satu­ra­ción cons­tan­te, con el con­si­guien­te estrés y su ansie­dad corres­pon­dien­te. Todos repi­ten la fra­se “no ten­go tiem­po” sin ser cons­cien­tes de su paso ni de en qué lo han con­su­mi­do. Por eso nues­tro smartpho­ne nos pre­sen­ta cada día, o sema­na, la esta­dís­ti­ca de tiem­po de uso, cuya cifra siem­pre nos asom­bra.

La apa­ren­te diver­sión de este gru­po en la foto es eso: apa­ren­te. En la ima­gen se les ve físi­ca­men­te jun­tos. Pero cada per­so­na de la foto tie­ne la men­te conec­ta­da a otra cosa y lugar, lejos de don­de están en la foto, por­que está per­ci­bien­do algo dife­ren­te. Y, cada uno y cada una en su cone­xión, están solos.

Y no solo esto. En nues­tra con­duc­ta onli­ne emer­gen más con­tra­dic­cio­nes, como la que ya hace tiem­po deno­mi­né “La inco­mu­ni­ca­ción de la comu­ni­ca­ción ubi­cua” en un post del blog de mi asig­na­tu­ra del Mas­ter de Edu­ca­ción de la UNED. Pero si Colin Smith, el pro­ta­go­nis­ta del famo­so dra­ma car­ce­la­rio ‘sole­dad del corre­dor de fon­do’, usa­ba el correr fon­do para refle­xio­nar y jus­to, ese refle­xio­nar, es el que impi­den nues­tras cons­tan­tes e hiper­ac­ti­vas cone­xio­nes ubi­cuas. Que, por cier­to, son cone­xio­nes que hace­mos en sole­dad, algo per­sis­ten­te en nues­tra vida digi­tal. Siem­pre esta­mos solos en nues­tra cone­xión, que es indi­vi­dual, por más que sufra­mos el espe­jis­mo o la ilu­sión de per­te­ne­cer a una mul­ti­tud vir­tual conec­ta­da, pero en la que nadie pue­de ‘tocar’ físi­ca­men­te a nadie. Y, como nos comu­ni­ca­mos con muchas per­so­nas a las que no hemos cono­ci­do antes en el mun­do físi­co, la ‘pre­sen­cia digi­tal’ de esas per­so­nas, apa­re­cen como ‘alguien’ en for­ma de ava­tar digi­tal, con el que te rela­cio­nas de una mane­ra dife­ren­te a la del mun­do real en tu cere­bro.

Según el neu­ro­cien­tí­fi­co Álva­ro Pas­­cual-Leo­­ne eso es así “por­que, no tie­nes ante ti la mis­ma ‘encar­na­ción’, –entre comi­llas–. Lo cual, es dife­ren­te, si antes has teni­do esa capa­ci­dad de acti­va­ción sen­so­rio­mo­to­ra en el mun­do físi­co. Por­que, final­men­te, nues­tro cere­bro pro­yec­ta o esa reali­dad de pro­xi­mi­dad que tenías antes con esa per­so­na” den­tro de su hipó­te­sis sobre el mun­do que man­tie­ne cons­tan­te­men­te nues­tro cere­bro sobre todo lo que nos rodea, y sobre los otros huma­nos con los que nos rela­cio­na­dos.

Y no solo eso. Hay mucha gen­te que está rela­cio­nán­do­se en inter­net con máqui­nas de soft­wa­re en lugar de per­so­nas, sin que se aper­ci­ba de ello, cosa que suce­de des­de hace tiem­po. Ocu­rrió, por ejem­plo, en el caso de los adúl­te­ros con­fe­sos de la Web auto­de­no­mi­na­da de ‘ser­vi­cios de infi­de­li­dad’ Ash­ley Madi­son.

Emigrantes en el mundo digital y la cultura de nuevos medios sociales

Como decía J. P. Bar­low, “en el mun­do digi­tal todos somos inmi­gran­tes”. Y, como tales, nece­si­ta­mos para des­en­vol­ver­los inte­lec­tual y social­men­te con nue­vas habi­li­da­des que hiy es nece­sa­rio domi­nar. Las prin­ci­pa­les son once y las defi­nió muy bien el gran Henry Jen­kins en su libro, que ya es un clá­si­co Cul­tu­ra de la Con­ver­gen­cia. Don­de los anti­guos y los nue­vos medios coli­sio­nan. A saber, son las siguien­tes:

-Play/Jugar/Participar > expe­ri­men­tar con lo que nos rodea como una for­ma de reso­lu­ción de pro­ble­mas.

-Performance/Actuación > adop­tar iden­ti­da­des alter­na­ti­vas para el pro­pó­si­to de la impro­vi­sa­ción y el des­cu­bri­mien­to.

-Simu­la­ción > inter­pre­tar y cons­truir mode­los diná­mi­cos de los pro­ce­sos digi­ta­les en la vida y el mun­do real.

-Apro­pia­ción > pro­bar dis­tin­tos sig­ni­fi­ca­dos y re-mez­­clar con­te­ni­dos de los medios digi­ta­les.

-Multitasking/Multitarea/Multifunción > explo­rar el pro­pio entorno y el cam­bio de enfo­que según sea nece­sa­rio para deta­lles sig­ni­fi­ca­ti­vos.

-Cog­ni­ción Dis­tri­bui­da > inter­ac­tuar de mane­ra sig­ni­fi­ca­ti­va con las herra­mien­tas que amplían capa­ci­da­des men­ta­les.

-Inte­li­gen­cia Colec­ti­va > com­par­tir cono­ci­mien­tos y com­pa­rar ideas con otros hacia una meta común.

-Judgement/Análisis obje­ti­vo > eva­luar la fia­bi­li­dad y cre­di­bi­li­dad de la infor­ma­ción de dife­ren­te fuen­tes.

-Nave­ga­ción Trans­me­dia > seguir con cer­te­za el flu­jo de las noti­cias e infor­ma­cio­nes a tra­vés de múl­ti­ples moda­li­da­des y medios digi­ta­les.

-Networking/trabajo en red > la capa­ci­dad de bus­car, sin­te­ti­zar y difun­dir infor­ma­ción.

-Nego­cia­ción > la capa­ci­dad de via­jar a tra­vés de las diver­sas comu­ni­da­des, dis­cer­nir y res­pe­tar múl­ti­ples pers­pec­ti­vas, avan­zar siguien­do nor­mas alter­na­ti­vas.

Estas habi­li­da­des des­ple­ga­das pue­den hacer de nues­tra vida onli­ne algo cons­truc­ti­vo y posi­ti­vo que pue­den per­mi­tir una vida satis­fac­to­ria de rela­cio­nar­nos con otros, sin que medie la dis­tan­cia, y con sen­ti­do, des­de el pun­to de vis­ta humano. Lo cual tam­bién se pue­de hacer si apro­ve­cha­mos éti­ca y racio­nal­men­te las mara­vi­llas de la tec­no­lo­gía digi­tal e Inter­net, don­de, –para­fra­sean­do al pro­fe­sor Jus­to Nie­to– “entre todos los usos posi­bles tam­bién están los bue­nos.”

Estado generalizado de Overflow cognitivo

Sin embar­go, fren­te a esos mag­ní­fi­cos y enri­que­ce­do­res usos de la tec­no­lo­gía cuan­do son éti­cos… –Richard Stall­man advier­te que “cual­quier tec­no­lo­gía des­ple­ga­da sin el auxi­lio de la éti­ca, pro­ba­ble­men­te hará daño”–, se han impues­to otros que no tie­nen en cuen­ta este prin­ci­pio.

Son los que con­si­guen impo­ner con­duc­tas digi­ta­les gre­ga­rias gene­ra­das arti­fi­cial­men­te por las modas digi­ta­les impe­ra­ti­vas que los usua­rios siguen masi­va­men­te y que les man­tie­nen siem­pre conec­ta­dos y en un esta­do ansio­so pare­ci­do a lo que en la jer­ga hac­ker se lla­ma “Over­flow” que en el argot infor­má­ti­co gené­ri­ca­men­te se aso­cia con el ‘des­bor­da­mien­to’ de capa­ci­dad de memo­ria, o sea de capa­ci­dad de compu­tación y alma­ce­na­mien­to, pero en el caso de los huma­nos conec­ta­dos se podría defi­nir como un esta­do de Ower­flow o des­bor­da­mien­to cog­ni­ti­vo y men­tal por exce­so de flu­jo y velo­ci­dad de la infor­ma­ción inva­si­va reci­bi­da no desea­da, y que exce­de en mucho nues­tras capa­ci­da­des de deci­sión pro­pias, de enten­di­mien­to y de tiem­po vital dis­po­ni­ble. Para evi­tar la ansie­dad y el estrés con­si­guien­tes que eso pro­du­ce, inten­ta­mos tomar ata­jos para sobre­vi­vir a ello en nues­tro día a día. Tene­mos la ilu­sión de que nos ais­la­mos de ese des­bor­da­mien­to men­tal, median­te lo que yo lla­mo la “como­di­dad nihi­lis­ta”.

Esto es, seguir sin cues­tio­nar­nos nada, el camino de las accio­nes hacia las que las inter­fa­ces de nues­tras Apps y nues­tras pan­ta­llas de usua­rio nos arras­tran, sin que pen­sa­mos ni deci­da­mos en reali­dad por noso­tros mis­mos y sin pen­sar en posi­bles con­tra­in­di­ca­cio­nes o con­se­cuen­cias nega­ti­vas. Este pro­ce­so se hace repe­ti­ti­vo y cons­tan­te y todo el tiem­po ‘move­mos’ bits –crea­mos con­te­ni­do, envia­mos y re-envia­­mos men­sa­jes, imá­ge­nes. vídeos, memes, sin des­can­so, al mis­mo rit­mo que nos sobre­sal­tan los insis­ten­tes e inva­si­vos avi­sos de noti­fi­ca­cio­nes de men­sa­je­ría que se super­po­nen a cual­quier cosa en la pan­ta­lla y que, la mayo­ría, es inca­paz de des­co­nec­tar.

Que haya meca­nis­mos esta­dís­ti­cos diri­gi­dos a alte­rar nues­tro cir­cui­to lím­bi­co de la dopa­mi­na y sus micro-reco­m­­pe­n­­sas de satis­fac­ción ins­tan­tá­nea tie­ne mucho que ver con ello. De esa for­ma, las pla­ta­for­mas con­si­guen que millo­nes de per­so­nas entre­guen su tiem­po de ocio y/o tra­ba­jo a esta tarea (por­que es una tarea, no una diver­sión, por más que los usua­rios son­rían a la pan­ta­lla de su móvil todo el tiem­po por la calle, o en cual­quier lugar).

Pero lo que esta­mos empe­zan­do a com­pro­bar es que este repe­ti­ti­vo e incan­sa­ble meca­nis­mo, ingen­te por su esca­la de apli­ca­ción tie­ne con­se­cuen­cias muy per­ni­cio­sas sobre la salud de las per­so­nas, en con­cre­to sobre la salud men­tal, cosa que no sabía­mos aun­que las empre­sas ya lo sabían, pero lo calla­ban.

El esta­do men­tal gene­ral empeo­ra por­que nues­tro limi­ta­do tiem­po y de capa­ci­dad cog­ni­ti­va están sobre­pa­sa­dos por el mons­truo­so flu­jo de infor­ma­ción que los algo­rit­mos diri­gi­dos por nues­tros pro­pios datos, que rega­la­mos sin resis­ten­cia, y ali­men­tan a una ingen­te algo­rít­mi­ca pre­dic­ti­va, gra­cias esa como­di­dad nihi­lis­ta que nos impi­de pen­sar en las con­se­cuen­cias pos­te­rio­res de que, el aban­do­nar­nos a ella, ten­drá para noso­tros y nues­tras vidas, y las de los que nos rodean.

Vis­to en con­jun­to, se tra­ta de una espe­cie de inopi­na­do y gigan­tes­co expe­ri­men­to social que pusie­ron en mar­cha las pla­ta­for­mas del Inter­net de las redes socia­les. Empie­zan a apa­re­cer datos de que, con su efi­ca­cia, suti­le­za y mani­pu­la­ción com­ple­ja, están pro­du­cien­do una ola cre­cien­te de masi­vos pro­ble­mas de salud men­tal en las socie­da­des. No afec­ta a todos los usua­rios en el mis­mo gra­do, pero en el caso de los ado­les­cen­tes el efec­to está lle­gan­do a nive­les peli­gro­sos, a tra­vés de la como­di­dad nihi­lis­ta y por la per­mi­si­vi­dad de años de inac­ción legis­la­ti­va, que nos han lle­va­do a las cri­sis actua­les.

Esta dura reali­dad, que se está agra­van­do, ha lle­va­do hace pocos días al Ayun­ta­mien­to de Nue­va York a decla­rar a las redes socia­les como un pro­ble­ma social y las ha deman­da­do por­que están gene­ran­do en la ciu­dad una cri­sis gene­ral de salud men­tal. Y la dimen­sión de los pro­ble­mas socia­les ha lle­va­do en EE.UU. a que 41 fis­ca­les gene­ra­les, del total de los 54 esta­dos del país, hayan impul­sa­do una gran deman­da legal públi­ca con­jun­ta con­tra las pla­ta­for­mas de Meta (Ins­ta­gram, WhatsApp y Face­book, entre otras) acu­sán­do­las de ali­men­tar una cri­sis de salud men­tal de los jóve­nes de EE.UU.; de hacer que sus pla­ta­for­mas de medios socia­les sean adic­ti­vas y, ade­más, –según la deman­da–, de “enga­ñar repe­ti­da­men­te al públi­co sobre los peli­gros de sus pla­ta­for­mas e indu­cir a sabien­das a niños y ado­les­cen­tes a un uso adic­ti­vo y com­pul­si­vo de las redes socia­les”. Y en enero, el sena­dor repu­bli­cano Lind­sey Grahamm acu­só en per­so­na, en una audien­cia en el Capi­to­lio, a Mark Zuc­ker­berg, CEO de Meta, de “tener san­gre en las manos” arre­me­tien­do con­tra las redes socia­les por no pro­te­ger a los meno­res.

La cita­da como­di­dad nihi­lis­ta tie­ne varios coro­la­rios en el caso de nues­tro país don­de ape­nas se han toma­do medi­das aún. Uno de ellos, es dar por sen­ta­do que lo que ocu­rre está lejos (aun­que para Inter­net glo­bal no cuen­ten las dis­tan­cias), así que pare­ce que las auto­ri­da­des espa­ño­las deben inter­pre­tar las cita­das cri­sis como algo ‘del extran­je­ro’, como si aquí no hubie­ra tal cosa. Nues­tras auto­ri­da­des edu­ca­ti­vas tam­bién pare­cen pre­sas de inac­ción nihi­lis­ta al res­pec­to. Pero la reali­dad es tozu­da y el pro­ble­ma está tam­bién aquí. El tema de la prohi­bi­ción de los ‘móvi­les’ en las aulas ya lo tene­mos muy pre­sen­te, des­de que la UNESCO publi­có en agos­to pasa­do un demo­le­dor infor­me, que ha ori­gi­na­do un gran deba­te.

Y no solo en Espa­ña, sino en toda Euro­pa. El pres­ti­gio­so The Guar­dian infor­ma­ba sobre él titu­lan­do: “La Unes­co pide la prohi­bi­ción mun­dial de los telé­fo­nos inte­li­gen­tes en las escue­las”. ¿Qué más tie­ne que pasar para que las auto­ri­da­des tomen esto en serio? Por mi par­te, me pare­ce algo deci­si­vo que debe­mos divul­gar y en lo que tene­mos cada uno nues­tra res­pon­sa­bi­li­dad social al res­pec­to. Es un deba­te álgi­do aho­ra. Pero lo de los móvi­les solo es una par­te del pro­ble­ma. El vehícu­lo es el soft­wa­re y las pla­ta­for­mas onli­ne. Hay un cre­cien­te aumen­to de pro­ble­mas de salud men­tal en las socie­da­des, y en la nues­tra, con efec­tos ate­rra­do­res tan­to en gen­te mayor como, sobre todo, en meno­res, como ha denun­cia­do y denun­cia el psi­có­lo­go clí­ni­co Fran­cis­co Villar en su últi­mo libro “Como las pan­ta­llas devo­ran a nues­tro hijos”. Algo aún peor, a mi modo de ver, es que hay sín­to­mas de que las gran­des tec­no­ló­gi­cas saben que el pro­ble­ma social de salud men­tal está cre­cien­do rápi­da­men­te; que los sis­te­mas públi­cos no podrán res­pon­der y, en lugar de corre­gir las cau­sas del daño que ellos mis­mos ori­gi­nan, ya están regis­tran­do paten­tes para auto­ma­ti­zar el tra­ba­jo de cui­da­do de la salud men­tal de psi­có­lo­gos y psi­quia­tras, y  con­ver­tir en nue­vos nego­cios el efec­to del daño que ellos mis­mos pro­vo­can.

¿Y podemos luchar contra ello? ¿O damos, resignados, la batalla por perdida?

Vuel­vo al plano gene­ral. Aban­do­nar­nos a la gene­ra­li­za­da como­di­dad nihi­lis­ta en nues­tra con­duc­ta con la tec­no­lo­gía e inter­net, no es el camino. Lo pri­me­ro, es que sea­mos cons­cien­tes tan­to de las vir­tu­des como de las limi­ta­cio­nes de nues­tros usos de la tec­no­lo­gía. El pro­pó­si­to de usar las tec­no­lo­gías debe­ría ser mejo­rar con ello nues­tra vida y aumen­tar median­te ella nues­tra liber­tad indi­vi­dual, y no lo con­tra­rio. Con­se­guir hacer real­men­te lo que eli­ja­mos libre­men­te, sin mani­pu­la­cio­nes, y no lo que otros quie­ren que haga­mos, como ocu­rre con las gran­des pla­ta­for­mas glo­ba­les. Me reite­ro, esa como­di­dad nihi­lis­ta no es el camino, aun­que sea lo más cómo­do.

Nues­tra como­di­dad sin tener en cuen­ta sus con­se­cuen­cias nega­ti­vas es nues­tra prin­ci­pal debi­li­dad en esto. Tene­mos a nues­tro favor que no lo pue­den con­se­guir sin nues­tra par­ti­ci­pa­ción. Somos cóm­pli­ces nece­sa­rios para ser mani­pu­la­dos o enga­ña­dos. Ten­dría­mos que decir que sí siem­pre a las coo­kies para que con­si­gan apo­de­rar­se de nues­tros datos. Y que cli­quear noso­tros mis­mos en el link fal­so para que con­si­gan timar­nos con un click­bait o con un phishing, etc. Pero si con­si­guen nues­tra com­pli­ci­dad, nos con­ver­ti­re­mos en ‘ton­tos úti­les’ y abne­ga­dos del tec­no­feu­da­lis­mo como nue­vos sier­vos de la gle­ba digi­tal a explo­tar en este caso, ade­más, por tima­do­res digi­ta­les.

Nues­tra sumi­sión a los algo­rit­mos pro­du­ce a las big tech bene­fi­cios ingen­tes, como nun­ca antes han teni­do una empre­sa en la his­to­ria de la eco­no­mía. Nun­ca ha habi­do en la his­to­ria una mano de obra ‘escla­va’ tan bara­ta, dócil, irre­fle­xi­va e inclu­so, arti­fi­cial­men­te, tan con­ten­ta con ello. En cual­quier caso, las pla­ta­for­mas de red social son solo una par­te de inter­net, pero en Inter­net hay mucho más.

No hay algo­rít­mi­ca al ace­cho ni publi­ci­dad en Wiki­pe­dia (para que no te la pon­gan en Face­book, has de pagar una sus­crip­ción de 9,99 euros al mes). Tam­bién pode­mos usar ven­ta­nas de incóg­ni­to en nues­tro nave­ga­dor para evi­tar el ras­treo bru­to de nues­tra IP, al que, ade­más, pode­mos aña­dir blo­quea­do­res de anun­cios. Pode­mos pro­te­ger­nos de exce­so de spam y de infor­ma­ción no desea­da, y prac­ti­car una ‘sana’ die­ta digi­tal. Todo ello está a nues­tro alcan­ce, no cues­ta dine­ro, y la recu­pe­ra­ción de tiem­po que con­lle­va este tipo de prác­ti­cas es sen­ci­lla y nos com­pen­sa­rá con cre­ces.

Pero reco­noz­co que no es fácil cam­biar esta diná­mi­ca en una socie­dad en la que casi todos  somos adic­tos digi­ta­les en mayor o en menor gra­do, y en la que se prac­ti­ca gre­ga­ria­men­te un alto por­cen­ta­je de sumi­sión digi­tal. El pro­ble­ma es que todo suce­de qui­zá dema­sia­do rápi­do. Vivi­mos muy al segun­do, –en un esta­do de ‘des­bor­da­mien­to cog­ni­ti­vo’–, debi­do al flu­jo ingen­te y cons­tan­te de infor­ma­ción, no pedi­da y/o no desea­da, ape­nas dis­po­ne­mos de tiem­po para para­mos a pen­sar, refle­xio­nar, deci­dir, y todo lo demás. Esta­mos, por como­di­dad, deján­do­nos lle­var a hacer casi todo lo digi­tal en los móvi­les y con ellos aca­ba­mos cayen­do en su tram­pa cog­ni­ti­va gene­ra­da por las pla­ta­for­mas, que a tra­vés de ellos con­si­guen influir y modi­fi­car nues­tra con­duc­ta a gran esca­la.

Por ejem­plo, mucha gen­te, masi­va­men­te cada vez más sus­ti­tu­ye el orde­na­dor por el móvil para casi todo. Más como­di­dad. Pero en el soft­wa­re de las Apps, casi todas las sal­va­guar­das están ausen­tes o escon­di­das, –eso ayu­da a nues­tro más cómo­do nihi­lis­mo. Un libro de papel impre­so no regis­tra toda tu apti­gra­fía y tu tap­pi­gra­fia como sí lo hace el móvil conec­ta­do. Y el mejor perio­dis­mo que nos mue­ve a pen­sar no sue­le fre­cuen­tar los feed socia­les, ni es solo titu­la­res bre­ves en el móvil. Pero cede­mos a la cita­da como­di­dad y en lugar de ele­gir­lo y bus­car­lo noso­tros, deja­mos esto en manos de sis­te­mas de reco­men­da­ción, o de bús­que­das ana­bo­li­za­das con IA gene­ra­ti­va, una nue­va moda digi­tal, que en ambos casos sue­len aca­bar lle­ván­do­nos, vía pro­ba­bi­li­dad apa­ren­te, en reali­dad, a don­de noso­tros libre­men­te no hubié­ra­mos ele­gi­do ir, ya que son meca­nis­mos como robots bizan­ti­nos (que mien­ten).

A esto hay que aña­dir­le un pro­ble­ma extra en rela­ción al cono­ci­mien­to sobre lo tec­no­ló­gi­co. Muchos jóve­nes, sobre todo ado­les­cen­tes, dan por hecho que saben mucho más de tec­no­lo­gía que la gen­te de más edad pero, en reali­dad no saben que no saben sobre tec­no­lo­gía ya que no com­pren­den las con­se­cuen­cias que van a tener, o a qué va a con­du­cir, para ellos mis­mos y para quien se rela­cio­na con ellos, cada uso tec­no­ló­gi­co que prac­ti­can. En gene­ral, man­te­nien en masa su gre­ga­ria como­di­dad nihi­lis­ta siguien­do las modas digi­ta­les como autén­ti­cos inter­net fashion vic­tims o móbi­le fashion vic­tims. El hecho de que sepas usar una App o una inter­faz no sig­ni­fi­ca que conoz­cas las con­se­cuen­cias que va a tener su uso y ni la infor­ma­ción que reco­lec­ta sobre tu con­duc­ta onli­ne, de tu vida y las con­se­cuen­cias de ello.

Sería impor­tan­te que las per­so­nas sea­mos cons­cien­tes de nues­tras limi­ta­cio­nes y del balan­ce de lo que no sabe­mos fren­te a lo que sí sabe­mos de la tec­no­lo­gía. Esto aumen­ta­ría nues­tra liber­tad indi­vi­dual, ayu­da­ría a que haga­mos lo que real­men­te que­re­mos, y evi­ta­ría que otros deci­dan subrep­ti­cia­men­te que aca­ba­mos hacien­do.

Con­clu­yo vol­vien­do al gené­ri­co social del mun­do digi­tal actual, con las pala­bras de Tim O’Reilly quien afir­ma, rotun­do, en un impac­tan­te tex­to: “Sos­pe­cho que lle­ga­re­mos a acep­tar la cien­cia basa­da en el apren­di­za­je auto­má­ti­co…” ­–o sea, machi­ne lear­ning, apren­di­za­je auto­má­ti­co y no IA, que no es tal–. Y con­clu­ye:

“…al igual que hemos acep­ta­do los ins­tru­men­tos que nos per­mi­ten ver mucho más allá de las capa­ci­da­des del ojo humano. Si no com­pren­de­mos mejor a nues­tras ‘máqui­nas ayu­dan­tes’, es posi­ble que las con­duz­ca­mos por cami­nos que nos lle­ven al bor­de del pre­ci­pi­cio, como hemos hecho con las redes socia­les y nues­tro frac­tu­ra­do pano­ra­ma infor­ma­ti­vo. …Ese pai­sa­je frac­tu­ra­do no es lo que se pre­di­jo: los pio­ne­ros de Inter­net espe­ra­ban la liber­tad y la sabi­du­ría de las mul­ti­tu­des, no que todos estu­vié­ra­mos bajo el con­trol de gran­des empre­sas que se bene­fi­cian de un mer­ca­do de enga­ños e infor­ma­ción fal­sa. Lo que inven­ta­mos no era lo que espe­rá­ba­mos. Inter­net se esta con­vir­tien­do en la mate­ria de nues­tras pesa­di­llas, más que en la de nues­tros sue­ños.”

Como el pro­pio O’Reilly : “En cada caso tec­no­ló­gi­co, sin embar­go, el futu­ro lar­ga­men­te pre­di­cho no está aún pre­des­ti­na­do. De noso­tros depen­de que sea­mos arro­lla­dos por acon­te­ci­mien­tos que esca­pan a nues­tro con­trol, o que ten­ga­mos el poder colec­ti­vo de inven­tar un futu­ro mejor.”

Bien. A eso, aña­do yo, que la cosa pasa por recu­pe­rar el con­trol de nues­tra pro­pia liber­tad de con­cien­cia y de su motor inte­rior; nues­tro racio­nal sen­ti­do común en el uso de la tec­no­lo­gía e inter­net y, dejar de guiar­nos en nues­tras inter­ac­cio­nes solo por la seduc­ción de las emo­cio­nes de orden digi­tal más allá del sen­ti­do común, o por el agra­da­ble efec­to de la micro-reco­m­­pe­n­­sa digi­tal ins­tan­tá­nea. Mejor tomar par­ti­do por nues­tra cali­dad de vida digi­tal, y aban­do­nar nues­tra como­di­dad nihi­lis­ta y nues­tro con­for­mis­mo tec­no­ló­gi­co. Las tec­no­lo­gías y nues­tro uso de ellas no son deter­mi­nis­tas y no está escri­to cómo las hemos de usar. Lo digi­tal usa­do a nues­tro favor pue­de mejo­rar nues­tra vida dia­ria, nues­tro esta­do aní­mi­co y men­tal. No la use­mos en nues­tra con­tra y vaya­mos median­te ella más hacia nues­tros sue­ños, en lugar de ir hacia nues­tras pesa­di­llas. Es algo que, en reali­dad, depen­de solo de noso­tros si recu­pe­ra­mos nues­tra cons­cien­cia sobre ello. Nues­tra salud men­tal esta­rá así a sal­vo.

He deja­do para otra oca­sión el tema de la enor­me insos­te­ni­bi­li­dad de la infra­es­truc­tu­ra infor­má­ti­ca que ali­men­tan las pla­ta­for­mas glo­ba­les; y la amne­sia, o fal­ta de con­cien­cia de los usua­rios –otro tipo de nihi­lis­mo men­tal–, sobre las emi­sio­nes de efec­to inver­na­de­ro que pro­du­cen sus pro­pias accio­nes en las redes socia­les e inter­net. Pero este es tema, tam­bién impor­tan­te, es obje­to para otro artícu­lo. Hoy lo dejo aquí.

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