El fotoperiodista pone rostro a diez mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en «Dead Girls», que podrá verse hasta el 8 de marzo en Ca Revolta

Recons­truc­ción del ase­si­na­to a chu­chi­lla­zos de Arantxa (28 años), ante sus hijos, en las Navi­da­des de 2017.

 Una mujer atro­pe­lla­da por su mari­do varias veces has­ta la muer­te, un Guar­dia Civil sacan­do del río el cuer­po de una joven ase­si­na­da por su expa­re­ja, un niño de doce años se refu­gia en la casa de sus veci­nos al gri­to de «han mata­do a mi mamá».

Por des­gra­cia, son noti­cias que lle­gan a los medios con una fre­cuen­cia estre­me­ce­do­ra, «tan­ta que a veces se pro­du­ce una espe­cie de satu­ra­ción con la infor­ma­ción, de mane­ra que pare­ce una sim­ple enu­me­ra­ción de casos y nos olvi­da­dos de que detrás hay una vida, una his­to­ria», expli­ca el foto­pe­rio­dis­ta Daniel Duart (Valen­cia, 1975).

En su últi­mo pro­yec­to, Dead Girls, Duart se acer­ca a la víc­ti­ma de la vio­len­cia de géne­ro a tra­vés de su cáma­ra. Son diez fotos que se expon­drán en Ca Revol­ta, des­de el 17 de febre­ro has­ta el 8 de mar­zo.

Como foto­pe­rio­dis­ta, Duart ha teni­do que cubrir más de un caso de ase­si­na­tos machis­tas. «En esos suce­sos —expli­ca— lo úni­co que pode­mos hacer es tomar una foto­gra­fía de un cadá­ver tapa­do con una sába­na blan­ca o de un char­co de san­gre, pero no lo esce­na en sí. Valién­do­me de mi cáma­ra he recu­rri­do al arte, a la men­ti­ra, para con­tar la ver­dad. He que­ri­do bus­car el momen­to que no vemos y mos­trar­lo con toda su cru­de­za, pero con res­pe­to a la víc­ti­ma, recor­dar que ese char­co o ese cuer­po tapa­do por una sába­na es una mujer ase­si­na­da».

Des­de que tuvo la idea de rea­li­zar esta expo­si­ción, allá por 2017, supo que podría ser polé­mi­ca. «No es un tema fácil y pue­de no gus­tar a todos, pero creo en lo que hago. Las muje­res que han cola­bo­ra­do con­mi­go, todas de mane­ra desin­te­re­sa­da y cedien­do sus dere­chos de ima­gen, lo han hecho por­que creían en el pro­yec­to y eso, sus apor­ta­cio­nes y sus opi­nio­nes, ha ser­vi­do para que las foto­gra­fías incor­po­ren una visión feme­ni­na».

Para­dó­ji­ca­men­te, un tra­ba­jo no lo ha teni­do fácil para lle­gar al públi­co. «He visi­ta­do ayun­ta­mien­tos e ins­ti­tu­cio­nes públi­cas y, cuan­do hablas con el téc­ni­co, la idea les gus­ta. Pero el que tie­ne que fir­mar es el polí­ti­co, y unas fotos tan explí­ci­tas no son lo que quie­ren ver en sus salas de expo­si­ción», apun­ta Duart. Al final, gra­cias a la ayu­da de ami­gos, un crow­fun­ding, y dine­ro de su bol­si­llo, las fotos han sali­do ade­lan­te.

La esté­ti­ca de Dead Girls, pese a su indu­da­ble valor artís­ti­co, no dejan de ser incó­mo­das. «Cuan­do vemos una cam­pa­ña con­tra la vio­len­cia machis­ta, la idea es que se pue­de salir del túnel. Me pare­ce bien, pero no es lo que que­ría con­tar. Yo que­ría con­ge­lar el momen­to del horror», apun­ta. Aña­de que su inten­ción es que, como las cam­pa­ñas de la DGT que mos­tra­ban acci­den­tes, «cum­plie­ron su obje­ti­vo de con­cien­ciar, aun­que el men­sa­je era muy duro».

Ima­gen ins­pi­ra­da en el caso de Dolo­res (31 años); su mari­do le atro­pe­lló varias veces y le dejó morir en una cune­ta.

La semilla de algo más grande

Las imá­ge­nes pre­ten­den ser lo más pró­xi­mo posi­ble a la reali­dad y lle­van una impor­tan­te car­ga docu­men­tal. «Hay datos que salen en la pren­sa, otros que se pue­den leer en las sen­ten­cias y otros que los pue­de cono­cer alguien pró­xi­mo al caso. He inten­ta­do ser todo lo fiel que he podi­do a la reali­dad, como si la poli­cía me hubie­ra deja­do foto­gra­fiar el esce­na­rio del cri­men. Es una recons­truc­ción, pero he inten­ta­do ser todo lo rigu­ro­so con la ver­dad que he podi­do y que el arte me ha per­mi­ti­do», seña­la Duart.

¿Y las crí­ti­cas? «No me asus­tan, e inclu­so creo que Dead Girls será posi­ti­va si sir­ve para crear deba­te. La expo­si­ción es mía, pero las reac­cio­nes no, per­te­ne­cen al públi­co. Cuan­do he ido ense­ñan­do las fotos, hay quien me decía que había dema­sia­da san­gre, otros que no la sufi­cien­te», res­pon­de.

Dead Girls es solo el pri­mer pel­da­ño de un pro­yec­to más ambi­cio­so. «Me gus­ta­ría ir más allá, crear nue­vas esce­nas, pero tam­bién algo más: apro­ve­char para rea­li­zar char­las, o una cam­pa­ña de mayor cala­do con­tan­do con gen­te que se quie­ra sumar a la idea», con­clu­ye.

Daniel Duart es foto­pe­rio­dis­ta, y sus fotos han apa­re­ci­do en medios como El País, Pla­za, Las Pro­vin­cias, BBC News, News Getty, The Times, Der Spie­gel o Finan­cial Times, entre otros muchos. Su serie Up ganó el pre­mio IPOTY (Fotó­gra­fo Inter­na­cio­nal del Año, 2017) y reci­bió la men­ción de Honor, (cate­go­ría foto­gra­fía de autor) en los  Yellow Awards 2018. Por Ciu­da­des des­de un taxi cose­chó el segun­do pre­mio en los Sony Word Pho­to­graphy Awards (2013).

Una mode­lo se pone en la piel de Blan­ca (48 años): su mari­do la estran­gu­ló y tiró el cuer­po al río.

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