El Museu Valen­cià d’Etnologia pre­sen­ta la expo­si­ción tem­po­ral La tra­di­ción des­ve­la­da. Indu­men­ta­ria tra­di­cio­nal de Alcu­blas sobre la indu­men­ta­ria tra­di­cio­nal de este muni­ci­pio de La Serra­nía, un rico lega­do que toda­vía se uti­li­za en la actua­li­dad en fechas seña­la­das y que per­mi­te estu­diar y cono­cer los tra­jes de nues­tros ante­pa­sa­dos. La expo­si­ción esta­rá abier­ta al públi­co aun­que, siguien­do las indi­ca­cio­nes y pro­to­co­los sani­ta­rios fren­te al coro­na­vi­rus, no se rea­li­za­rán visi­tas guia­das ni en gru­po y el afo­ro esta­rá limi­ta­do.

En la expo­si­ción se mues­tran apro­xi­ma­da­men­te 100 pie­zas (7 mani­quíes com­ple­tos de indu­men­ta­ria tra­di­cio­nal, pie­zas de ropa, docu­men­tos, pen­dien­tes, reli­ca­rios, meda­llas, pañue­los, etc.) pro­ce­den­tes de fami­lias de Alcu­blas y diver­sas ins­ti­tu­cio­nes. Se ha pro­du­ci­do en cola­bo­ra­ción con el Ayun­ta­mien­to de Alcu­blas, la Aso­cia­ción La Vihue­la de Valen­cia y Aso­cia­ción Cul­tu­ral Aires Serra­nos de Alcu­blas. 

Está comi­sa­ria­da por Javier Mar­co Case­ro y Ser­gio Cive­ra Pont, exper­tos y auto­res de nume­ro­sas publi­ca­cio­nes sobre indu­men­ta­ria tra­di­cio­nal, y ha sido coor­di­na­da Pilar Payà, con­ser­va­do­ra del Museu Valen­cià d’Etnologia.

Para el dipu­tado de Cul­tu­ra, Xavier Rius, la expo­si­ción “tra­ta de reve­lar la tra­di­ción y poner en valor el esfuer­zo de con­ser­va­ción, man­te­ni­mien­to y gene­ro­si­dad que han hecho los alcu­bla­nos duran­te gene­ra­cio­nes, para que hoy en día poda­mos dis­fru­tar de este rico patri­mo­nio cul­tu­ral”.

Para la alcal­de­sa de Alcu­blas, Maria Blan­ca Pas­tor, “pre­ser­va­mos bie­nes lega­dos por nues­tros ances­tros que nos man­tie­nen vin­cu­la­dos a los recuer­dos de la infan­cia, a la fami­lia; un árbol de raí­ces invi­si­bles que se va nutrien­do con prác­ti­cas cul­tu­ra­les que here­da­mos de nues­tros ante­pa­sa­dos”.

La herencia

En la loca­li­dad de Alcu­blas es habi­tual que las fami­lias ate­so­ren en un arcón la indu­men­ta­ria reci­bi­da de sus ascen­dien­tes en heren­cia. Esta “caja de las ropas anti­guas” se ha ido con­fi­gu­ran­do de gene­ra­ción en gene­ra­ción con pie­zas de gran valor cul­tu­ral, algu­nas de la cua­les cuen­tan con más de 200 años de vida.

Nor­mal­men­te eran las muje­res las que se encar­ga­ban del cui­da­do y del man­te­ni­mien­to de la indu­men­ta­ria del arcón, del mis­mo modo que tam­bién con­fec­cio­na­ban nue­vas pren­das, que se incor­po­ra­ban al lega­do fami­liar.

El repar­to de la heren­cia se hacía a tra­vés de un sor­teo por lotes entre los des­cen­dien­tes direc­tos. Las joyas y los pañue­los de seda, con­si­de­ra­das las pie­zas de mayor valor, se sepa­ra­ban en pri­mer lugar. Resul­ta­ba fre­cuen­te dis­gre­gar alha­jas y par­tir pren­das a fin de efec­tuar lotes equi­ta­ti­vos: pen­dien­tes recon­ver­ti­dos en bro­ches o col­gan­tes, pañue­los cor­ta­dos simé­tri­ca­men­te, o la con­fec­ción de dos fal­das de niña uti­li­zan­do el teji­do de una saya, mues­tran el reapro­ve­cha­mien­to de unas pren­das trans­for­ma­das que han sobre­vi­vi­do al paso del tiem­po.

Un patrimonio ancestral recuperado

Cuan­do Alcu­blas se vis­te de fies­ta, el tiem­po pare­ce retro­ce­der; el repi­car de las cam­pa­nas y la músi­ca des­bor­dan júbi­lo y las calles se ates­tan de hom­bres y muje­res enga­la­na­das con las ropas here­da­das de sus fami­lias.

A dife­ren­cia de otras comar­cas, que solían alqui­lar los ves­ti­dos en rope­rías espe­cia­li­za­das, en la Serra­nía gene­ral­men­te se han ser­vi­do de la indu­men­ta­ria local a fin de con­fi­gu­rar el ata­vío fes­ti­vo. Las muje­res res­ca­tan de los arco­nes los tres ves­ti­dos más repre­sen­ta­ti­vos uti­li­za­dos en las prin­ci­pa­les fies­tas de Alcu­blas: el tra­je de mayo­ra­le­sa, el de bas­qui­ña y el de chu­rra; así como los ele­men­tos pro­pios de la indu­men­ta­ria mas­cu­li­na, el tra­je de Chu­rro, uti­li­za­do indis­tin­ta­men­te para todos los actos fes­ti­vos, optan­do por el uso del cal­zón o sara­güell.

Del mis­mo modo, se han recu­pe­ra­do estas pren­das para dife­ren­tes espec­tácu­los tea­tra­les, car­na­va­les y en Navi­dad, sien­do fre­cuen­te el uso de sayas rojas, cami­sas y jus­ti­llos que, com­bi­na­das con otras pren­das de nue­va con­fec­ción, como la zama­rra o el zurrón, com­ple­men­tan el tra­je de pas­to­ra en las repre­sen­ta­cio­nes del belén.

Los dife­ren­tes actos y pro­gra­mas de los fes­te­jos han evo­lu­cio­na­do con los años. Algu­nas de estas cele­bra­cio­nes han des­apa­re­ci­do; otras se han incor­po­ra­do con nue­vas modas: cuan­do la Colo­nia Alcu­bla­na en Valen­cia, una socie­dad cons­ti­tui­da por un gru­po de alcu­bla­nos resi­den­tes en la capi­tal, ins­tau­ró las fies­tas patro­na­les en honor a la Vir­gen de la Salud en el año 1954, con la fina­li­dad de fomen­tar y enal­te­cer las tra­di­cio­nes y fies­tas más carac­te­rís­ti­cas de la loca­li­dad.

Vestidos completos

El Traje de Mayoralesa

Al lle­gar la ono­más­ti­ca de San Joa­quín, cua­tro muje­res casa­de­ras pro­ta­go­ni­za­ban las fies­tas de las mayo­ra­le­sas, par­ti­ci­pan­do en diver­sos actos orga­ni­za­dos en torno a la fes­ti­vi­dad del San­to: asis­tían a una misa can­ta­da y a un pasa­ca­lle que reco­rría las prin­ci­pa­les calles de la Villa, par­ti­ci­pa­ban en una pro­ce­sión ves­per­ti­na y en el bai­le de la jota y fan­dan­go a rit­mo de una ron­da­lla.

Enga­la­na­das con sun­tuo­sas joyas y toca­das con man­to blan­co, las mayo­ra­le­sas lucían guar­da­piés de seda, jus­ti­llos bro­ca­dos o jubo­nes de ter­cio­pe­lo labra­do, pañue­los de ramos de oro y delan­ta­les a jue­go o de seda bro­ca­da, así como las dis­tin­ti­vas cin­tas o flocs. Exhi­bían un tipo de indu­men­ta­ria fas­tuo­sa que evo­lu­cio­nó influen­cia­da por el tra­je de labra­do­ra valen­cia­na.

Traje de basquiña

En los albo­res del siglo XX las Mayo­ra­le­sas de San Joa­quín recu­pe­ra­ron los ves­ti­dos de novia de sus pre­de­ce­so­ras a fin de poder lucir­los en las fies­tas de San Agus­tín.

La varian­te más anti­gua de este tra­je con­sis­te en una fal­da y un jubón de ter­cio­pe­lo labra­do, que pos­te­rior­men­te fue sus­ti­tui­do por un ves­ti­do de dos pie­zas con­fec­cio­na­do en seda; un man­tón de Mani­la o toqui­lla, las joyas del des­po­so­rio, así como un man­to redon­do negro para cubrir la cabe­za, com­ple­men­tan el con­jun­to.

En 1954 la Colo­nia Alcu­bla­na ins­ti­tu­cio­na­li­zó el uso del tra­je de bas­qui­ña, lucien­do las cla­va­rias este indu­men­to en las fies­tas patro­na­les en deter­mi­na­dos actos reli­gio­sos. Su uti­li­za­ción ha ido varian­do en fun­ción de las comi­sio­nes orga­ni­za­ti­vas de los fes­te­jos, de tal for­ma que fue en la déca­da de los años 90 cuan­do las fes­te­ras ins­tau­ra­ron la tra­di­ción de ves­tir la bas­qui­ña en la pro­ce­sión de la Vir­gen de la Salud.

Traje de Churra

El tra­je de chu­rra es con­si­de­ra­do el atuen­do más iden­ti­fi­ca­ti­vo de la mujer alcu­bla­na. Cons­ti­tui­do por un saya­le­jo de faran­do­la, una cami­sa de man­gas bufas y un jus­ti­llo, este indu­men­to se com­ple­men­ta con un pañue­lo de seda, de algo­dón o merino estam­pa­do, un delan­tal y unos ade­re­zos en pla­ta sobre­do­ra­da. Al lle­gar las bajas tem­pe­ra­tu­ras, las muje­res sus­ti­tu­yen las pren­das del tor­so y optan por el uso de una cami­sa de man­ga pega­da y jubón.

En repre­sen­ta­ción de la mujer alcu­bla­na, jóve­nes y niñas de la loca­li­dad lucían el tra­je de chu­rra en los dife­ren­tes actos ins­ti­tu­cio­na­les, así como en las fies­tas de San Isi­dro Labra­dor, des­fi­lan­do en la pro­ce­sión del san­to sobre gru­pas enga­la­na­das, has­ta su des­apa­ri­ción a fina­les de la déca­da de los años 70 del siglo XX.

Jus­ti­llo de emba­ra­za­da

En la socie­dad tra­di­cio­nal los naci­mien­tos en una mis­ma fami­lia se suce­dían con cier­ta asi­dui­dad, de tal for­ma que podía pro­du­cir­se el sola­pa­mien­to del emba­ra­zo con la lac­tan­cia de alguno de los hijos.

Res­pec­to al tipo de indu­men­ta­ria feme­ni­na uti­li­za­da duran­te esta eta­pa de desa­rro­llo, úni­ca­men­te se cono­ce la exis­ten­cia de jus­ti­llos adap­ta­dos para dar el pecho, de mane­ra que esta pren­da resul­ta excep­cio­nal al haber per­te­ne­ci­do, según ale­gan los pro­pios des­cen­dien­tes, a una mujer lac­tan­te que se encon­tra­ba en perio­do de ges­ta­ción. Con­fec­cio­na­do en seda espo­li­na­da y seda ada­mas­ca­da, este jus­ti­llo del siglo XIX mues­tra dos aber­tu­ras late­ra­les que faci­li­tan la lac­tan­cia. Las palas, de cur­va­tu­ra pro­nun­cia­da, con­tor­nean la silue­ta, de modo que el vien­tre no per­ma­ne­ce cons­tre­ñi­do duran­te el perio­do de puer­pe­rio, favo­re­cien­do la recu­pe­ra­ción del esta­do físi­co de la madre, así como duran­te el desa­rro­llo ges­ta­cio­nal. Esta pren­da feme­ni­na evo­ca la heren­cia reci­bi­da, la trans­mi­sión gene­ra­cio­nal.

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