La familia Serrano da de comer mejor que nadie en la esquina de Conde Altea con Maestro Gozalbo. Su restaurante Labarra es una sabia combinación de comida casera que se renueva a diario y productos frescos del mar y excelentes carnes, con unos espacios interiores amables y una terraza concurrida en el exterior.
Hace dos décadas pocos conocían la existencia de Lehman Brothers. A partir de 2007 se empezó a oír, pero la banca de Estados Unidos quedaba muy lejos. Jose Serrano detectó desde su inmobiliaria de la Gran Vía de Valencia que ese negocio empezaba a resentirse. Uno de los bajos que comercializaba no había manera de colocarlo en el mercado a pesar de ser perfecto para un negocio de hostelería. El ladrillo se hundía, Serrano reunió a la familia y tomaron la decisión. Siempre le había gustado comer, y comer bien. Se quedó el bajo, nacía así Labarra.
El concepto estaba claro. Una casa de comidas, con una cocina sencilla y distinguible, de buen producto y sin artificios. Todo el mundo sentado, porque en Valencia las barras no funcionan, no lo han hecho nunca. Así que Labarra cuenta en efecto con una barra central, bonita, de mármol, pero solo se utiliza para mostrar género y como eje de apoyo para el servicio de sala.
A su alrededor, las mesas, como si fuera un casino valenciano de toda la vida, con mantelería de tela, pizarras a la francesa anunciando las especialidades y las paredes con buen vino y docenas de fotografías y objetos que componen un collage de amistades y personas que acuden al local. Y sobre todo, las mesas del exterior, en la esquina de Conde Altea con Maestro Gozalbo, una de las más apacibles y cercanas del Ensanche al sur de la Gran Vía.
Continúa leyendo la crítica de Juan Lagardera en el Almanaque Gastronómico CV.
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