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La reco­no­ci­da mar­ca de ron Flor de Caña cele­bra su 125º ani­ver­sa­rio. Tras cin­co gene­ra­cio­nes, la mar­ca con­ti­núa con su tra­di­ción fami­liar y una gran his­to­ria que, sin duda, pre­ser­va la per­fec­ción de sus rones.

Este ron añe­jo nica­ra­güen­se, de incues­tio­na­ble pro­yec­ción inter­na­cio­nal, con­me­mo­ra sus 125 años de vida refor­zan­do su posi­cio­na­mien­to a tra­vés de un lega­do que tras­cien­de gene­ra­cio­nes. Flor de Caña es uno de los rones más dis­tin­gui­dos de toda el área del Cari­be des­de 1890, año en el que Alfre­do Pellas fun­da el Inge­nio de San Anto­nio, en Chi­chi­gal­pa.

De hecho, hoy en día, la quin­ta gene­ra­ción de la fami­lia Pellas sigue guian­do a la com­pa­ñía en su com­pro­mi­so por la exce­len­cia arte­sa­nal, los ingre­dien­tes más finos y el pro­ce­so úni­co de len­to añe­ja­mien­to –Slow-Aged–, los tres pila­res de Flor de Caña.

Flor de Caña ofre­ce una amplia selec­ción de pro­duc­tos añe­jos, tales como el ron blan­co de 4 años de añe­ja­mien­to, así como los de 5, 7, 12, 18 y 25 años. Todos ellos se des­ti­lan y ela­bo­ran arte­sa­nal­men­te, median­te un cui­da­do­so pro­ce­so, con la caña de azú­car que se cul­ti­va en tie­rras vol­cá­ni­cas jun­to a las fal­das del vol­cán de San Cris­tó­bal en Chi­chi­gal­pa y en ins­ta­la­cio­nes auto­su­fi­cien­tes. Son estas tie­rras vol­cá­ni­cas, el exclu­si­vo pro­ce­so de añe­ja­mien­to natu­ral y la tra­di­ción arte­sa­nal los que dan a Flor de Caña su genuino sabor y con­vier­ten a esta mar­ca de ron en la más pre­mia­da del mun­do.

Bajo estas pre­mi­sas, hace un año y medio, la mar­ca deci­dió reno­var su ima­gen a tra­vés de un redi­se­ño com­ple­to en sus eti­que­tas, bote­llas y cajas (indi­vi­dua­les que con­tie­nen las refe­ren­cias más altas de la gama). En este redi­se­ño tam­bién se qui­so uti­li­zar la silue­ta del vol­cán de San Cris­tó­bal.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La reco­no­ci­da mar­ca de ron Flor de Caña cele­bra su 125º ani­ver­sa­rio. Tras cin­co gene­ra­cio­nes, la mar­ca con­ti­núa con su tra­di­ción fami­liar y una gran his­to­ria que, sin duda, pre­ser­va la per­fec­ción de sus rones.

Este ron añe­jo nica­ra­güen­se, de incues­tio­na­ble pro­yec­ción inter­na­cio­nal, con­me­mo­ra sus 125 años de vida refor­zan­do su posi­cio­na­mien­to a tra­vés de un lega­do que tras­cien­de gene­ra­cio­nes. Flor de Caña es uno de los rones más dis­tin­gui­dos de toda el área del Cari­be des­de 1890, año en el que Alfre­do Pellas fun­da el Inge­nio de San Anto­nio, en Chi­chi­gal­pa.

De hecho, hoy en día, la quin­ta gene­ra­ción de la fami­lia Pellas sigue guian­do a la com­pa­ñía en su com­pro­mi­so por la exce­len­cia arte­sa­nal, los ingre­dien­tes más finos y el pro­ce­so úni­co de len­to añe­ja­mien­to –Slow-Aged–, los tres pila­res de Flor de Caña.

Flor de Caña ofre­ce una amplia selec­ción de pro­duc­tos añe­jos, tales como el ron blan­co de 4 años de añe­ja­mien­to, así como los de 5, 7, 12, 18 y 25 años. Todos ellos se des­ti­lan y ela­bo­ran arte­sa­nal­men­te, median­te un cui­da­do­so pro­ce­so, con la caña de azú­car que se cul­ti­va en tie­rras vol­cá­ni­cas jun­to a las fal­das del vol­cán de San Cris­tó­bal en Chi­chi­gal­pa y en ins­ta­la­cio­nes auto­su­fi­cien­tes. Son estas tie­rras vol­cá­ni­cas, el exclu­si­vo pro­ce­so de añe­ja­mien­to natu­ral y la tra­di­ción arte­sa­nal los que dan a Flor de Caña su genuino sabor y con­vier­ten a esta mar­ca de ron en la más pre­mia­da del mun­do.

Bajo estas pre­mi­sas, hace un año y medio, la mar­ca deci­dió reno­var su ima­gen a tra­vés de un redi­se­ño com­ple­to en sus eti­que­tas, bote­llas y cajas (indi­vi­dua­les que con­tie­nen las refe­ren­cias más altas de la gama). En este redi­se­ño tam­bién se qui­so uti­li­zar la silue­ta del vol­cán de San Cris­tó­bal.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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