Revolución del arroz en la ciudad de Valencia

No hace ni veinte años que cualquier valenciano sospechaba de los arroces que se comían fuera de casa. La mejor paella era la de la madre o la abuela. Jamás se comía un buen arroz en los restaurantes. Tan solo en los pueblos con alta población chaletera tenían éxito los locales que hacían paellas para llevar mientras que en las playas se desarrollaban los arroces de marisco, a banda o del senyoret (marisco pelado, para comer como un señorito) importados de la comarca de la Marina y de los primigenios calderos alicantinos.
Hacer una paella de carne, y mucho menos a leña, era una gran complicación logística en la ciudad, además de tratarse de un plato que necesita bastante tiempo de preparación salvo que organices todo un túnel de precocinado para ganarle minutos a la cocción.
Todo ello, sin embargo, ha sido posible en los últimos años; los de la revolución del arroz en la ciudad de Valencia. Algunas paellas de la restauración urbana superan, por fin, a las de nuestras abuelas. La calidad media ha subido como la espuma. La mayor parte de los cocineros desarrollan un eficaz sistema logístico que les posibilita, con la comprensión de la clientela entendida, llevar a cabo una gran variedad de arroces, incluyendo los caldosos, aunque estos sean preferibles para el invierno dada su potencia calórica.
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