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“Fabulaciones de un imaginario”, el laberinto de Manuel Martínez Ojea, en Imprevisual

La actual mues­tra del pin­tor Manuel Mar­tí­nez Ojea pue­de con­si­de­rar­se como la con­so­li­da­ción de una obra pic­tó­ri­ca madu­ra e inago­ta­ble. Atrás que­da esa eta­pa ini­cial dón­de se podían dis­tin­guir con cla­ri­dad las dos direc­cio­nes en que se ver­te­bra­ba su crea­ción: su tra­ba­jo den­tro del Gru­po La Cam­pa­na, en Las Tunas, Cuba, del cual es fun­da­dor (jun­to a los artis­tas Car­los Pérez Vidal y Oscar Agui­rre Comen­da­dor); y sus expo­si­cio­nes per­so­na­les como artis­ta inde­pen­dien­te. La pri­me­ra se incli­na­ba hacia un per­fil de tipo inter­dis­ci­pli­na­rio y social par­ti­ci­pan­do en los dife­ren­tes pro­yec­tos que lle­vó a cabo el gru­po en esta ciu­dad inten­tan­do dina­mi­zar el con­tex­to cul­tu­ral hacien­do par­tí­ci­pe al espec­ta­dor de estas expe­rien­cias. La segun­da seña­la­ba ya los mati­ces per­so­na­les en el cam­po de la inves­ti­ga­ción, refle­xión y bús­que­da en la pro­pia his­to­ria del arte, prin­ci­pal­men­te en la pin­tu­ra.


Manuel, poco a poco, fue aban­do­nan­do el aspec­to polí­ti­co que tan­to carac­te­ri­zó a su pro­duc­ción en Cuba (como la de muchos artis­tas de esa épo­ca incon­for­mes con su pro­pio “sta­tus” y con la reali­dad polí­ti­ca y social del país, artis­tas  que con­for­man hoy la diás­po­ra artís­ti­ca en el exi­lio) para con­cen­trar­se en una obra de carác­ter  más  per­so­nal y uni­ver­sal. Comen­zó a explo­rar las posi­bi­li­da­des que le brin­da­ba el estu­dio del arte y sus varia­das dis­ci­pli­nas para sumer­gir­se en su aná­li­sis y su cono­ci­mien­to y así poder dotar a su obra del asom­bro­so y varia­do con­te­ni­do que hoy dis­fru­ta­mos.
En 1996, para el pro­yec­to “NAVEGANTES”, comen­té algu­nas ideas teó­ri­cas sobre su obra, su preo­cu­pa­ción genui­na­men­te ontológica…”Su pris­ma abar­ca des­de las más sofis­ti­ca­das refle­xio­nes filo­só­fi­cas, teo­ló­gi­cas o éti­cas, has­ta las más sen­ci­llas his­to­rias de amor, román­ti­co nacio­na­lis­mo o los varia­dos recuer­dos de aque­lla isla (Cuba) que no deja de atra­par­nos con su hechi­zo”… (1). Aho­ra, obser­vo cuan­to se ha desa­rro­lla­do y madu­ra­do su obra, cuan­to ha acen­tua­do su per­so­na­li­dad en algo más de una déca­da, cuan­to tesón pone en su tra­ba­jo por­que es un artis­ta dis­tan­te de todos los cir­cui­tos comer­cia­les del arte, des­preo­cu­pa­do por si es cono­ci­da o no su obra, si es adqui­ri­da o no en las expo­si­cio­nes en que par­ti­ci­pa, sólo tra­ba­ja y ama el arte.
Pin­tor per­fec­cio­nis­ta por natu­ra­le­za,  se preo­cu­pa por­que sus pie­zas  ten­gan una ter­mi­na­ción exqui­si­ta. Con­vi­ven en ellas el óleo, el acrí­li­co, cris­ta­les, ele­men­tos de metal y made­ra con­fec­cio­na­dos a mano por él, pero sin lle­gar a ser com­ple­ta­men­te “obje­tua­les”. Pre­fie­ro hablar de peque­ños “ico­nos moder­nos”, peque­ños libros ilus­tra­do­res  que uti­li­zan la téc­ni­ca mix­ta para inten­tar pro­vo­car al espec­ta­dor, obras de peque­ño for­ma­to (del que se ha adue­ña­do para sus crea­cio­nes) dota­das de un carác­ter  monu­men­tal y de muchos con­te­ni­dos que logran que el públi­co ter­mi­ne sucum­bien­do ante su hechi­zo, sumer­gién­do­se en ese mar de sen­sa­cio­nes e his­to­ria que ema­na de sus peque­ñas crea­cio­nes: obras-libros, inti­mis­tas y esen­cia­lis­tas. 

Para­dó­ji­ca­men­te, si que­re­mos salir o lle­gar al final de ese “labe­rin­to” que con­for­man sus crea­cio­nes no siem­pre la sali­da está hacia delan­te, debe­mos mirar hacia atrás, a veces me pare­ce que es un artis­ta per­di­do en el tiem­po, lo ima­gino cami­nan­do por algu­na calle de Flo­ren­cia, esa ciu­dad que tan­to men­cio­na­mos en nues­tras con­ver­sa­cio­nes, camino de su estu­dio o hacia algu­na igle­sia de visi­ta u ora­ción. Debe­ría­mos pen­sar  en los artis­tas ita­lia­nos que él tan­to admi­ra (Cima­bue, Giot­to, Masac­cio, Fra Angé­li­co, Miguel Ángel, Leo­nar­do, Rafael, Vasa­ri y tan­tos otros) y en toda la filo­so­fía y la esté­ti­ca de la Ita­lia de esa épo­ca: el bajo Medioe­vo y el Rena­ci­mien­to. 


Qui­zás sea Giot­to (pin­tor, arqui­tec­to, deco­ra­dor y escul­tor ita­liano) quien más influ­ya en su pin­tu­ra, no sólo por repre­sen­tar la esté­ti­ca medie­val en su tras­cen­den­te paso al Rena­ci­mien­to sino tam­bién por su esti­lo, su maes­tría, la fres­cu­ra y vida que hay en sus crea­cio­nes, la emo­ción que ema­na de sus per­so­na­jes, sus com­po­si­cio­nes bellí­si­mas, la espi­ri­tua­li­dad de sus temas, su apa­sio­nan­te apro­xi­ma­ción al espí­ri­tu humano. La obra de este maes­tro ita­liano es tan  intem­po­ral que podría­mos encon­trar sus influen­cias no sólo en los gran­des artis­tas pos­te­rio­res en los que tan­to influ­yó sino en muchos crea­do­res con­tem­po­rá­neos ya que su lega­do es inmen­so y su obra gran­dio­sa. Reco­noz­co mi atre­vi­mien­to al pro­po­ner este “para­le­lis­mo”, pero sin dudas las obras de Manuel sobre­pa­san ese lími­te que las con­vier­te en tras­cen­den­tes, por sus men­sa­jes, sus metá­fo­ras, la agu­de­za de sus ideas y la com­ple­ji­dad de sus per­so­na­jes.


Pin­tor ator­men­ta­do, admi­ra­dor tam­bién del arte y la músi­ca clá­si­ca, de la ico­no­gra­fía, la arqui­tec­tu­ra y el arte con­tem­po­rá­neo que deno­te  siem­pre un tras­fon­do con­sis­ten­te, Manuel nos invi­ta a rea­li­zar un peque­ño via­je y dete­ner­nos en esas “peque­ñas para­das” (que son las obras selec­cio­na­das para esta mues­tra) para inten­tar com­pren­der algu­nas cla­ves de su pen­sa­mien­to y de su com­ple­ja pro­pues­ta artís­ti­ca. Nos sacu­de en cada para­da como obli­gán­do­nos a reco­no­cer nues­tra medio­cri­dad y pen­sar más en esas esen­cias que inten­ta mos­trar­nos, en esas refle­xio­nes y diser­ta­cio­nes sobre tan diver­sos temas  o pro­ble­má­ti­cas que pudie­ran ser (inclu­so) auto­bio­grá­fi­cas para cual­quie­ra de noso­tros.

Estu­dio­so de los mate­ria­les pero tam­bién de las ideas, de los sopor­tes y téc­ni­cas para con­se­guir­los, apa­sio­na­do de los libros y las herra­mien­tas, aman­te de la belle­za que nos rega­la el arte, cro­nis­ta y polé­mi­co (tam­bién por natu­ra­le­za), nos pre­sen­ta des­de su incon­for­mi­dad una poé­ti­ca narra­ti­va muy per­so­nal, una obra ínti­ma, vul­ne­ra­ble y ver­da­de­ra, mís­ti­ca por su pro­pia natu­ra­le­za. 
Cons­tan­te­men­te repa­sa y bebe de la pro­pia his­to­ria del arte que tan­to le apa­sio­na pero tam­bién nos habla de la vida, de la fami­lia, sus afec­tos, sus sen­ti­mien­tos y sen­sa­cio­nes, acer­ca de este mun­do en el cual nos ha toca­do vivir,  mos­trán­do­nos un ejem­plo de cohe­ren­cia con­si­go mis­mo y con su tra­ba­jo, cami­nan­do hacia noso­tros como si fue­se “El Caba­lle­ro de la arma­du­ra oxi­da­da” (2).

OSCAR AGUIRRE COMENDADOR

AGUIRRE COMENDADOR, OSCAR. Pala­bras para el catá­lo­go del pro­yec­to “NAVEGANTES”. Gale­ría del Cole­gio Mayor Rec­tor Peset. Valen­cia, 1996.
“El Caba­lle­ro de la arma­du­ra oxi­da­da” (THE KNIGHT IN RUSTY ARMOR). Titu­lo de la nove­la del escri­tor esta­dou­ni­den­se Robert Fisher.

La actual mues­tra del pin­tor Manuel Mar­tí­nez Ojea pue­de con­si­de­rar­se como la con­so­li­da­ción de una obra pic­tó­ri­ca madu­ra e inago­ta­ble. Atrás que­da esa eta­pa ini­cial dón­de se podían dis­tin­guir con cla­ri­dad las dos direc­cio­nes en que se ver­te­bra­ba su crea­ción: su tra­ba­jo den­tro del Gru­po La Cam­pa­na, en Las Tunas, Cuba, del cual es fun­da­dor (jun­to a los artis­tas Car­los Pérez Vidal y Oscar Agui­rre Comen­da­dor); y sus expo­si­cio­nes per­so­na­les como artis­ta inde­pen­dien­te. La pri­me­ra se incli­na­ba hacia un per­fil de tipo inter­dis­ci­pli­na­rio y social par­ti­ci­pan­do en los dife­ren­tes pro­yec­tos que lle­vó a cabo el gru­po en esta ciu­dad inten­tan­do dina­mi­zar el con­tex­to cul­tu­ral hacien­do par­tí­ci­pe al espec­ta­dor de estas expe­rien­cias. La segun­da seña­la­ba ya los mati­ces per­so­na­les en el cam­po de la inves­ti­ga­ción, refle­xión y bús­que­da en la pro­pia his­to­ria del arte, prin­ci­pal­men­te en la pin­tu­ra.


Manuel, poco a poco, fue aban­do­nan­do el aspec­to polí­ti­co que tan­to carac­te­ri­zó a su pro­duc­ción en Cuba (como la de muchos artis­tas de esa épo­ca incon­for­mes con su pro­pio “sta­tus” y con la reali­dad polí­ti­ca y social del país, artis­tas  que con­for­man hoy la diás­po­ra artís­ti­ca en el exi­lio) para con­cen­trar­se en una obra de carác­ter  más  per­so­nal y uni­ver­sal. Comen­zó a explo­rar las posi­bi­li­da­des que le brin­da­ba el estu­dio del arte y sus varia­das dis­ci­pli­nas para sumer­gir­se en su aná­li­sis y su cono­ci­mien­to y así poder dotar a su obra del asom­bro­so y varia­do con­te­ni­do que hoy dis­fru­ta­mos.
En 1996, para el pro­yec­to “NAVEGANTES”, comen­té algu­nas ideas teó­ri­cas sobre su obra, su preo­cu­pa­ción genui­na­men­te ontológica…”Su pris­ma abar­ca des­de las más sofis­ti­ca­das refle­xio­nes filo­só­fi­cas, teo­ló­gi­cas o éti­cas, has­ta las más sen­ci­llas his­to­rias de amor, román­ti­co nacio­na­lis­mo o los varia­dos recuer­dos de aque­lla isla (Cuba) que no deja de atra­par­nos con su hechi­zo”… (1). Aho­ra, obser­vo cuan­to se ha desa­rro­lla­do y madu­ra­do su obra, cuan­to ha acen­tua­do su per­so­na­li­dad en algo más de una déca­da, cuan­to tesón pone en su tra­ba­jo por­que es un artis­ta dis­tan­te de todos los cir­cui­tos comer­cia­les del arte, des­preo­cu­pa­do por si es cono­ci­da o no su obra, si es adqui­ri­da o no en las expo­si­cio­nes en que par­ti­ci­pa, sólo tra­ba­ja y ama el arte.
Pin­tor per­fec­cio­nis­ta por natu­ra­le­za,  se preo­cu­pa por­que sus pie­zas  ten­gan una ter­mi­na­ción exqui­si­ta. Con­vi­ven en ellas el óleo, el acrí­li­co, cris­ta­les, ele­men­tos de metal y made­ra con­fec­cio­na­dos a mano por él, pero sin lle­gar a ser com­ple­ta­men­te “obje­tua­les”. Pre­fie­ro hablar de peque­ños “ico­nos moder­nos”, peque­ños libros ilus­tra­do­res  que uti­li­zan la téc­ni­ca mix­ta para inten­tar pro­vo­car al espec­ta­dor, obras de peque­ño for­ma­to (del que se ha adue­ña­do para sus crea­cio­nes) dota­das de un carác­ter  monu­men­tal y de muchos con­te­ni­dos que logran que el públi­co ter­mi­ne sucum­bien­do ante su hechi­zo, sumer­gién­do­se en ese mar de sen­sa­cio­nes e his­to­ria que ema­na de sus peque­ñas crea­cio­nes: obras-libros, inti­mis­tas y esen­cia­lis­tas. 

Para­dó­ji­ca­men­te, si que­re­mos salir o lle­gar al final de ese “labe­rin­to” que con­for­man sus crea­cio­nes no siem­pre la sali­da está hacia delan­te, debe­mos mirar hacia atrás, a veces me pare­ce que es un artis­ta per­di­do en el tiem­po, lo ima­gino cami­nan­do por algu­na calle de Flo­ren­cia, esa ciu­dad que tan­to men­cio­na­mos en nues­tras con­ver­sa­cio­nes, camino de su estu­dio o hacia algu­na igle­sia de visi­ta u ora­ción. Debe­ría­mos pen­sar  en los artis­tas ita­lia­nos que él tan­to admi­ra (Cima­bue, Giot­to, Masac­cio, Fra Angé­li­co, Miguel Ángel, Leo­nar­do, Rafael, Vasa­ri y tan­tos otros) y en toda la filo­so­fía y la esté­ti­ca de la Ita­lia de esa épo­ca: el bajo Medioe­vo y el Rena­ci­mien­to. 


Qui­zás sea Giot­to (pin­tor, arqui­tec­to, deco­ra­dor y escul­tor ita­liano) quien más influ­ya en su pin­tu­ra, no sólo por repre­sen­tar la esté­ti­ca medie­val en su tras­cen­den­te paso al Rena­ci­mien­to sino tam­bién por su esti­lo, su maes­tría, la fres­cu­ra y vida que hay en sus crea­cio­nes, la emo­ción que ema­na de sus per­so­na­jes, sus com­po­si­cio­nes bellí­si­mas, la espi­ri­tua­li­dad de sus temas, su apa­sio­nan­te apro­xi­ma­ción al espí­ri­tu humano. La obra de este maes­tro ita­liano es tan  intem­po­ral que podría­mos encon­trar sus influen­cias no sólo en los gran­des artis­tas pos­te­rio­res en los que tan­to influ­yó sino en muchos crea­do­res con­tem­po­rá­neos ya que su lega­do es inmen­so y su obra gran­dio­sa. Reco­noz­co mi atre­vi­mien­to al pro­po­ner este “para­le­lis­mo”, pero sin dudas las obras de Manuel sobre­pa­san ese lími­te que las con­vier­te en tras­cen­den­tes, por sus men­sa­jes, sus metá­fo­ras, la agu­de­za de sus ideas y la com­ple­ji­dad de sus per­so­na­jes.


Pin­tor ator­men­ta­do, admi­ra­dor tam­bién del arte y la músi­ca clá­si­ca, de la ico­no­gra­fía, la arqui­tec­tu­ra y el arte con­tem­po­rá­neo que deno­te  siem­pre un tras­fon­do con­sis­ten­te, Manuel nos invi­ta a rea­li­zar un peque­ño via­je y dete­ner­nos en esas “peque­ñas para­das” (que son las obras selec­cio­na­das para esta mues­tra) para inten­tar com­pren­der algu­nas cla­ves de su pen­sa­mien­to y de su com­ple­ja pro­pues­ta artís­ti­ca. Nos sacu­de en cada para­da como obli­gán­do­nos a reco­no­cer nues­tra medio­cri­dad y pen­sar más en esas esen­cias que inten­ta mos­trar­nos, en esas refle­xio­nes y diser­ta­cio­nes sobre tan diver­sos temas  o pro­ble­má­ti­cas que pudie­ran ser (inclu­so) auto­bio­grá­fi­cas para cual­quie­ra de noso­tros.

Estu­dio­so de los mate­ria­les pero tam­bién de las ideas, de los sopor­tes y téc­ni­cas para con­se­guir­los, apa­sio­na­do de los libros y las herra­mien­tas, aman­te de la belle­za que nos rega­la el arte, cro­nis­ta y polé­mi­co (tam­bién por natu­ra­le­za), nos pre­sen­ta des­de su incon­for­mi­dad una poé­ti­ca narra­ti­va muy per­so­nal, una obra ínti­ma, vul­ne­ra­ble y ver­da­de­ra, mís­ti­ca por su pro­pia natu­ra­le­za. 
Cons­tan­te­men­te repa­sa y bebe de la pro­pia his­to­ria del arte que tan­to le apa­sio­na pero tam­bién nos habla de la vida, de la fami­lia, sus afec­tos, sus sen­ti­mien­tos y sen­sa­cio­nes, acer­ca de este mun­do en el cual nos ha toca­do vivir,  mos­trán­do­nos un ejem­plo de cohe­ren­cia con­si­go mis­mo y con su tra­ba­jo, cami­nan­do hacia noso­tros como si fue­se “El Caba­lle­ro de la arma­du­ra oxi­da­da” (2).

OSCAR AGUIRRE COMENDADOR

AGUIRRE COMENDADOR, OSCAR. Pala­bras para el catá­lo­go del pro­yec­to “NAVEGANTES”. Gale­ría del Cole­gio Mayor Rec­tor Peset. Valen­cia, 1996.
“El Caba­lle­ro de la arma­du­ra oxi­da­da” (THE KNIGHT IN RUSTY ARMOR). Titu­lo de la nove­la del escri­tor esta­dou­ni­den­se Robert Fisher.

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