El Botero más esencial se instala en la Fundación Bancaja
«Sensualidad y melancolía» podrá verse hasta el próximo 3 de noviembre
Pocas obras —sobre todo tratándose de un autor tan prolífico como longevo— pero todas interesantes. Este podría ser el breve resumen de la exposición Fernando Botero. Sensualidad y melancolía que repasa la biografía creativa del pintor colombiano. La exposición abre sus puertas el 10 de marzo en la Fundación Bancaja, y que podrá verse hasta el próximo 3 de noviembre. En total, 45 obras del artista del volumen por excelencia, una lista que incluye pinturas, esculturas dibujos y acuarelas. Muchas de las piezas mostradas —las de los últimos años— se ven por primera vez en España.
La exposición permite, entre otras cosas, romper algunos de los malentendidos sobre la obra de Fernando Botero (Medellín, 1932) y que, a sus 90 años, sigue trabajando a diario. Hace unos siete años, abandonó la escultura que le exigía demasiado esfuerzo físico; hace años y medio, dejó de pintar cuadros; pero ahora, refugiado en el dibujo y la acuarela, su obra no ha perdido ni un ápice de interés ni de calidad.
El recorrido a lo largo de la trayectoria del colombiano, como explicó la comisaria María Oropesa, permite desmontar el tópico de que Botero era un «pintor de gordos». «Es un pintor de volúmenes, y esa misma forma de ver se aprecia en los animales, en la naturaleza, los objetos… ¿acaso decimos que una casa es gorda? ¿O que una jarra es gorda?», preguntó de manera retórica. Naturaleza muerta con espejo (2003) o El cazador (1998) son dos de las obras que cuelgan de las paredes de la Fundación Bancaja que le dan la razón.
Además, insistió, esa utilización del volumen va de la mano de una deformación de las proporciones, de la que es un excelente ejemplo Niña con juguetes (1984), también incluida en la muestra. Pero esa misma técnica la aplica al color, apuntó Oropesa, «algo determinante en su obra; él no emplea colores reales, sino que los crea inspirados por la realidad, y eso es lo que los hace tan vibrantes».
Para resumir el concepto del arte de Botero, la comisaria recurrió a una frase de Picasso aplicable al de Medellín: «si pinto un gato, tengo dos gatos; si pinto lo que veo, tengo un gato y una obra de arte». Ejemplos de esto hay en de sobra en esta, la primera retrospectiva dedicada a Botero que se celebra en Valencia.
Recorrido con cinco paradas
La muestra está compuesta cinco bloques temáticos, que comienzan en los 60 cuando Botero se instala en Nueva York, tras haber pasado por Florencia —donde se enamoró del arte del Quattrocento— y por el Museo del Prado de Madrid, donde ejerció de copista (de ahí la importancia de Las Meninas de Velázquez en su obra). Fue precisamente en Florencia donde deja de pintar retratos estilizados —o delgados, si seguimos con el tópico— y aprecia el valor del volumen. Es, además, el momento en el que rompe con las corrientes estilísticas imperantes, como el action painting o el informalismo, y se decanta por la figuración.
Las obras presentes en Sensualidad y melancolía —«dos caras de una misma moneda», según Oropesa— se agrupan en cinco ejes temáticos, no temporales, que constituyen el universo temático de Botero. El primero (Carnaval, baile y circo), incluye obras como Payaso en su trailer (2007) o la escultura Bailarines (1994), que remite a su mundo más personal, el de su infancia en las calles de Medellín y, posteriormente, Bogotá.
La siguiente, Plein air, muestra un Botero menos conocido, el que sale del estudio y se fija en los espacios abiertos, con obras como Pareja en la plaza (2014) o Courbet en el campo. Esta sección muestra a un autor que evoluciona estéticamente, que entiende que el paisaje (incluso el urbano) también merece ser retratado.
Naturaleza muerta, otro bloque temático, refleja el interés de Botero por la obra de Cézanne (también por Velázquez, Sánchez Cotán o Pacheco), el autor que fue capaz de asombrar a París con una manzana. Naturalezas muertas, sí, pero llenas de vida.
Más fácil será reconocer a Botero en Universo femenino. Figuras solitarias de dimensiones imposibles, melancólicas, llenas de sensualidad y ancladas en los 50 a través de la ropa. Algunas obras tan recientes como la acuarela Mujer con perro (2022) demuestrna que esta no es una etapa sino una constante en su función creadora.
Íntimamente ligado con el anterior, pero separado, está el último bloque: Desnudo. Por supuesto, más femenino que masculino (aunque no solo), en el que el pintor se aleja de la influencia más clásica y muestra a las mujeres activas —como en Familia protestante (1969) o La carta (2018)—, formando parte de la vida, el ocio y la alegría, pero sin olvidar esa melancolía a la que alude el título de la exposición.
En la presentación de la exposición, además de María Oropesa, acudieron presidente de la Fundación Bancaja Rafael Alcón y el galerista colombiano y máximo experto en la obra de Botero Luis Fernando Pradilla.
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