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La obra que pre­sen­ta Ara­ce­li Carrión per­te­ne­ce a una serie que ella ha titu­la­do Entro­pía. En un prin­ci­pio nos sor­pren­de el títu­lo, por­que nada en esta obra pue­de pro­vo­car en el espec­ta­dor sig­ni­fi­ca­ción algu­na de ener­gía degra­da­da.

Al situar­nos enfren­te de su cua­dro, de inme­dia­to nos sur­ge que bien podría titu­lar­se entro­pía recu­pe­ra­da. Y esto sí que es lo más pro­pio, lo más pecu­liar, de Ara­ce­li. Hace ya tiem­po que segui­mos con aten­ción su obra, y duran­te todo este tiem­po lo que hemos vis­to en ella, lo que la carac­te­ri­za, es la habi­li­dad para recu­pe­rar obje­tos decla­ra­dos insig­ni­fi­can­tes, toma­dos de acá y de allá, de ese lejano, y a la vez cer­cano, lugar don­de habi­tan los obje­tos olvi­da­dos.

Ella reco­ge, con cari­ño minu­cio­so, esos tro­zos de la reali­dad que han deja­do de tener sen­ti­do, obje­tos deja­dos caer, obje­tos a, como diría Lacan, expul­sa­dos de la cir­cu­la­ción sig­ni­fi­can­te. Orde­na ese caos al que han sido des­te­rra­dos, tal como Freud hizo con los res­tos decla­ra­dos insig­ni­fi­can­tes por nues­tro yo cons­cien­te, no tan­to para dar­les sen­ti­do, sino para vol­ver a tejer la tra­ma del suje­to, un suje­to que tan­tas veces,  más de las que sería desea­ble, que­da cer­ce­na­do por cri­te­rios de nor­ma­li­dad.

Hace tiem­po, más de un siglo, que la pin­tu­ra se ale­jo de esos cri­te­rios ofi­cia­les, dic­ta­dos por una nor­ma, para recu­pe­rar no el sen­ti­do sino el ges­to, el ges­to pri­mi­ti­vo que, en los albo­res de la huma­ni­dad, inten­tó alzar, por medio del arte, la car­ga pesa­da con la que la cría del homo sapiens hizo su apa­ri­ción en el mun­do.

La pin­tu­ra, en cier­to modo, siem­pre labo­ra en sen­ti­do con­tra­rio a la entro­pía. Es a ello a lo que lla­ma­mos subli­ma­ción. Des­de Lon­gino subli­mar sig­ni­fi­ca hacer de lo gra­ve algo lige­ro, algo que nos levan­te el áni­mo, que pro­duz­ca en el otro, en el espec­ta­dor, un más de ener­gía. Es por ello por lo que el artis­ta pue­de ser pre­mia­do con el reco­no­ci­mien­to de los otros; satis­fac­ción, gra­ti­tud por ese apor­te que nos lle­ga sin esfuer­zo alguno por nues­tra par­te.


Impre­vi­sual Gale­ría
12 de febre­ro
20:30 h
 

La obra que pre­sen­ta Ara­ce­li Carrión per­te­ne­ce a una serie que ella ha titu­la­do Entro­pía. En un prin­ci­pio nos sor­pren­de el títu­lo, por­que nada en esta obra pue­de pro­vo­car en el espec­ta­dor sig­ni­fi­ca­ción algu­na de ener­gía degra­da­da.

Al situar­nos enfren­te de su cua­dro, de inme­dia­to nos sur­ge que bien podría titu­lar­se entro­pía recu­pe­ra­da. Y esto sí que es lo más pro­pio, lo más pecu­liar, de Ara­ce­li. Hace ya tiem­po que segui­mos con aten­ción su obra, y duran­te todo este tiem­po lo que hemos vis­to en ella, lo que la carac­te­ri­za, es la habi­li­dad para recu­pe­rar obje­tos decla­ra­dos insig­ni­fi­can­tes, toma­dos de acá y de allá, de ese lejano, y a la vez cer­cano, lugar don­de habi­tan los obje­tos olvi­da­dos.

Ella reco­ge, con cari­ño minu­cio­so, esos tro­zos de la reali­dad que han deja­do de tener sen­ti­do, obje­tos deja­dos caer, obje­tos a, como diría Lacan, expul­sa­dos de la cir­cu­la­ción sig­ni­fi­can­te. Orde­na ese caos al que han sido des­te­rra­dos, tal como Freud hizo con los res­tos decla­ra­dos insig­ni­fi­can­tes por nues­tro yo cons­cien­te, no tan­to para dar­les sen­ti­do, sino para vol­ver a tejer la tra­ma del suje­to, un suje­to que tan­tas veces,  más de las que sería desea­ble, que­da cer­ce­na­do por cri­te­rios de nor­ma­li­dad.

Hace tiem­po, más de un siglo, que la pin­tu­ra se ale­jo de esos cri­te­rios ofi­cia­les, dic­ta­dos por una nor­ma, para recu­pe­rar no el sen­ti­do sino el ges­to, el ges­to pri­mi­ti­vo que, en los albo­res de la huma­ni­dad, inten­tó alzar, por medio del arte, la car­ga pesa­da con la que la cría del homo sapiens hizo su apa­ri­ción en el mun­do.

La pin­tu­ra, en cier­to modo, siem­pre labo­ra en sen­ti­do con­tra­rio a la entro­pía. Es a ello a lo que lla­ma­mos subli­ma­ción. Des­de Lon­gino subli­mar sig­ni­fi­ca hacer de lo gra­ve algo lige­ro, algo que nos levan­te el áni­mo, que pro­duz­ca en el otro, en el espec­ta­dor, un más de ener­gía. Es por ello por lo que el artis­ta pue­de ser pre­mia­do con el reco­no­ci­mien­to de los otros; satis­fac­ción, gra­ti­tud por ese apor­te que nos lle­ga sin esfuer­zo alguno por nues­tra par­te.


Impre­vi­sual Gale­ría
12 de febre­ro
20:30 h
 

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