Un periodista que informa sobre esto y sobre aquello, que cita siempre las fuentes, que intenta ser exacto en sus comentarios, que desea colaborar en el éxito editorial de libros y revistas y que, pese a la buena voluntad de mis propósitos, podría ser multado por ello. No es justo.
Las once de la noche. Tengo entre manos una antigua revista de cine (Interfilms, julio-agosto de 2011). Me atrae un reportaje titulado Leyendas sobre la actriz Jane Wyman (EE.UU., 1914–2007), protagonista de dos hermosos melodramas de Douglas Sirk (Obsesión, 1954, y Solo el cielo lo sabe, 1955). También de la película más floja de Hitchcock (Pánico en la escena, 1950). Fue la primera esposa del actor, y más tarde presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, con el que tuvo tres hijos.
Me interesa la crónica sobre Jane Wyman. Pienso: ‘Voy a utilizar alguno de los datos de este reportaje, citando la fuente, para una de mis crónicas periodísticas’. Pero, hojeando arriba y abajo las páginas de la revista, descubro una advertencia en letra pequeñísima: Reservados todos los derechos. Se prohíbe la reproducción total o parcial de este número, por cualquier medio electrónico o mecánico incluyendo fotocopias, grabados o cualquier otro sistema de información escrita o gráfica, sin la autorización expresa por escrito del titular del copyright. Ya que no tengo dicha autorización, decido prudentemente no escribir nada sobre Jane Wyman, no sea que me pongan una multa de tomo y lomo.
Me refugio en la lectura de Relatos de Kolimá, de Varlam Shalámov (Rusia, 1907–1982), editados por Minúscula. Veinticinco cuentos estremecedores sobre la vida de confinados en campos de trabajo siberianos, en los terribles años del estalinismo. Decido: Reproduciré en mi próximo artículo algunos párrafos de estos relatos. El engorroso obstáculo aparece de nuevo: leo en las primeras páginas del libro un aviso similar al de la revista Interfilms: Queda rigurosamente prohibido, sin la autorización expresa de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial…. Etcétera.
Frustrado, dejo el volumen de Shálamov en un estante y me enfrasco en las páginas de Billy Wilder. Nadie es perfecto (Grijalbo), detallada aproximación del historiador y guionista Hellmuth Karasek (Chequia, 1934-Hamburgo, 2015) a la trayectoria personal y profesional del gran cineasta Billy Wilder (Austria, 1906- Hollywood, 2002). Pero, ¡ay!, en la página seis también aparece el castrador aviso (‘Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización…’) Todo lo que cuenta Karasek me interesa, por lo que, para no ser multado por la autoridad competente, no volveré a citar en mis columnas culturales ninguna de las frases de Karasek o de Wilder.
No volveré a hacerlo digo…. ¡porque el otro día, ajeno al peligro de la posible multa, ya lo hice! ¿Me siento culpable por ello? Pues no. Me veo como lo que soy: un periodista que informa sobre esto y sobre aquello, que cita siempre las fuentes, que intenta ser exacto en sus comentarios, que desea colaborar en el éxito editorial de libros y revistas y que, pese a la buena voluntad de mis propósitos, podría ser multado por ello. No es justo.
Esta súbita preocupación mía se ha visto acrecentada ante la dura vivencia de Julio Cob, amigo mío de toda la vida. Sin más fuentes de ingresos que su jubilación, Julio es autor del blog Valencia en blanco y negro, que desde hace más de quince años se dedica diariamente a divulgar los usos, modos y costumbres de la ciudad de Valencia. Julio Cob parte de una fotografía antigua y, sin ánimo de lucro alguno, con el mayor de los respetos a las fuentes y remontándose a tiempos antiguos, nos informa de los avatares del cap i casal. En algunas ocasiones, muy pocas y por desconocimiento, no ha citado la autoría de las fotos que pone en su blog. Julio se documenta recurriendo a los archivos y la prensa antigua. Cuenta con muy buenos colaboradores que le ayudan en su diario quehacer desde diferentes observatorios urbanos. Valencia en blanco y negro es también un grupo privado de Facebook que cuenta con numerosos miembros, sabedores de lo que ha ocurrido: ante su sorpresa y pesadumbre, Julio Cob ha sido demandado por el autor de algunas fotos cuyo nombre, en alguna ocasión, no fue citado en el blog de Julio. La multa ha sido considerable. Entre las costas de abogados a los que recurrió y la propia sanción económica, la desorbitada cuenta supera los 10.000 euros. A Julio no le resulta nada fácil pagarlos.
Los numerosos amigos del autor de Valencia en blanco y negro se pusieron inmediatamente en marcha para ayudarle. Ha tenido contribuciones de 1 euro, aportado por una solidaria niña, a los 200 o 300 euros entregados por personas que lo estiman de verdad (ese es el lado positivo del asunto). Le pregunto a Julio Cob, un hombre desinteresado, quién es el autor de las fotografías que han motivado la querella. Julio prefiere no decírmelo. “Dejémoslo así, Rafa”. Y así lo dejamos.
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