La Columna Abierta
R. Ballester Añón nos ofrece «un narrar de cámara oscura»

Breve Tratado para una reforma de la ficción (Shangrila, 2024), es uno de los libros más extraños editados en el siglo XXI. Insisto en la idea: Breve Tratado para una reforma de la ficción es uno de los libros más crípticos del siglo XXI. Lo reitero: Breve Tratado para una reforma de la ficción es uno de los libros más enigmáticos del siglo XXI.

Ilustración de la portada del libro.

Conceptualmente he repetido tres veces una verdad. Pero diré también que Breve Tratado para una reforma de la ficción es uno de los libros más generosos, cultos y arriesgados del siglo XXI. Un triple salto mortal, sin red, en el trapecio literario. Un acto de entrega a sus lectores. Buscad y encontrad. «Tomad, este es mi cuerpo y esta es mi sangre», parece decirnos su autor.

Incluso en la autoría de Breve tratado para una reforma de la ficción hay una «R» inicial que desconcierta. En la portada del libro (diseño de Antoine d’Agata) aparece, como es preceptivo, el nombre del autor: R. Ballester Añón (Valencia, 1951). Desde el inicio surgen las dudas y las preguntas. La R ¿es la inicial de Ramón, de Ramiro, de Roberto, de Ronaldo, de Ricardo? No, es la inicial de Rafael. Entonces, ¿por qué R no firma su ambicioso y originalísimo ensayo como Rafael Ballester Añón? Pueden ser por complejos motivos, contrapuestos en algunos casos: por timidez, por ambición, por coherencia con el texto, por discreción psicológica, por desafío, por recato…

Le doy la palabra –en este artículo- a R. Ballester Añón como guía inicial en la lectura de un libro que exige y respeta a sus lectores: “Se hace uso de diversos géneros para recorrer un camino de perfección literario-moral que el texto denomina Ápice interior: relato, dietario, documento historiográfico, aforismos, apólogo pastoral, breviario teoricista…».

Portada del Breve Tratado…

Al leer estas palabras concebidas y escritas por «R.», me asalta enseguida el deseo de consultar el diccionario de la Real Academia Española (RAE), y también el María Moliner, por si acaso hay diferencias. Busco el significado de «Ápice», término que no escuchaba ni leía desde hace años (menos aún ligado audazmente al término «interior»). Dice la RAE: «Ápice, parte más ardua o delicada de una cuestión o una dificultad». Indago en el María Moliner. Esta es una de sus acepciones: Ápice: 1, Punto culminante. 2, En frases generalmente negativas, equivale a nada.

Ballester Añón continúa en el uso de la palabra: “Todo el Tratado se encamina a la noción de Cuarta Persona, que hace posible un narrar de cámara oscura (tomando el símil del proceso fotográfico) al que se accede por pautada clausura del deseo de escribir”. Ese «narrar de cámara oscura», con referencias teológicas “conlleva el propósito de explorar la vinculación entre ficción literaria y lo sagrado”.

Me adentro en las páginas de este insólito Breve Tratado del siempre arriesgado R. Ballester Añón. Las 105 páginas del libro son un muestrario de posibilidades literarias, breves y tan solo esbozadas, con meditaciones que funcionan como semillas que tal vez germinen más adelante en mentes ajenas. Son frases, con un rico arsenal de ideas, algunas de ellas de dos o tres líneas, otras con párrafos de media página o incluso de una página, y que en escasas ocasiones, muy pocas, ocupan varias páginas.

En el capítulo «Libro de oraciones», el más extenso del libro, R. Ballester Añón nos ofrece un compendio de elegantes aforismos (alguno de ellos con un refinado sentido del humor): «Novela, complot contra el lector candoroso» (un 10, querido R.). «Alumbrar o brillar. Elegir» (otro 10, estimado amigo y autor). «Naturaleza altamente experimental de la torpeza». «Leer con ansiedad es malo pero es bueno» (un 12, admirable R.). «Leer el texto de uno como si fuera de otro: prueba cabal de que se anda por el buen camino”. “El ausente acostumbra a tener razón”. “La verdad desnuda –incluso la del perfecto necio– emociona» (un 17, querido R.)…

Finalizo esta crónica reproduciendo un apunte malicioso (es puñetero, sí, pero también divertido y hondo) de R. Ballester Añón: «Literatura sobreactuadamente democrática». No se puede decir más con tan solo tres palabras. Una forma adverbial se erige como la pincelada decisiva: «sobreactuadamente» funciona aquí como un certero misil.

Este aforismo es para mí el resumen exacto de toda una época.

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