«Arte Belga. Del impresionismo a Magritte» podrá verse hasta el próximo 30 de julio en la Fundación Bancaja

Tres visi­tan­tes con­tem­plan «El donan­te feliz», una de la obras de René Magrit­te, (FUNDACIÓN BANCAJA).

La oca­sión la pin­tan cal­va… o con los colo­res del impre­sio­nis­mo. Es lo que expli­ca que la expo­si­ción Arte bel­ga. Del impre­sio­nis­mo a Magrit­te haya reca­la­do en la Fun­da­ción Ban­ca­ja, don­de podrá visi­tar­se has­ta el pró­xi­mo 30 de junio. Gra­cias a que el Musée d’Ixelles (Bru­se­las) se encuen­tra de refor­mas has­ta 2025, la ins­ti­tu­ción valen­cia­na ha podi­do dis­po­ner de todos sus fon­dos, de los que se han selec­cio­na­do 77 obras de 53 artis­tas, que per­mi­ten hacer un exce­len­te repa­so a los movi­mien­tos pic­tó­ri­cos que sacu­die­ron el país des­de fina­les del siglo XIX al perio­do de entre­gue­rras.

Aun­que no se tra­ta de una com­pe­ti­ción entre las dis­tin­tas expo­si­cio­nes que hay en Valen­cia, cada una con sus pro­pios méri­tos, el espe­cial ali­cien­te de Del impre­sio­nis­mo a Magrit­te es que abre las puer­tas al arte de un país que rara vez visi­ta nues­tras pina­co­te­cas, y que más allá de René Magrit­te —qui­zás tam­bién de Paul Del­vaux (Her­gé no cuen­ta)— el gran públi­co ape­nas cono­ce otro artis­ta de esa nacio­na­li­dad. Es pues, una puer­ta abier­ta hacia algo nue­vo.

Como expli­có duran­te la pre­sen­ta­ción la comi­sa­ria Clai­re Leblanc, direc­to­ra del Musée d’Ixelles, «aun­que el arte bel­ga es un refle­jo de su épo­ca, y no es ajeno a corrien­tes artís­ti­cas que tam­bién se dan en otros paí­ses, refle­ja tam­bién las carac­te­rís­ti­ca pro­pias del carác­ter bel­ga, más repo­sa­do, más tran­qui­lo, lo que le da su sin­gu­la­ri­dad».

Como ejem­plo cita las obras de fina­les del XIX, sobre el movi­mien­to obre­ro que «mien­tras que en Fran­cia son mucho más rei­vin­di­ca­ti­vas y tie­nen una gran car­ga de denun­cia social, los pin­to­res bel­gas —con Gus­ta­ve Cour­bet, Char­les Degrouz, Eugè­ne Laer­mans y la escue­la de Bar­bi­zon a la cabe­za— se fijan más en el día a día, en la rela­ción con la natu­ra­le­za, en la bús­que­da de la esen­cia». No es casua­li­dad que estas obras figu­ren jun­to a las de Hip­poly­te Bou­len­ger o Louis Artan, más vin­cu­la­dos al pai­sa­jis­mo.

Otro de los ejem­plos que citó Leblanc a la hora de des­ta­car esa sin­gu­la­ri­dad del arte bel­ga es su rela­ción con el surrea­lis­mo. «En Fran­cia este movi­mien­to se arti­cu­la a tra­vés de André Bre­tón y su mani­fies­to, mien­tras que Magrit­te o Del­vaux pre­sen­tan un enfo­que pro­pio que no decons­tru­ye lo real, más oní­ri­co y sim­bó­li­co, en el que el que tie­ne su sitio inclu­so el humor como refle­ja El donan­te feliz [pre­sen­te en la mues­tra] Toman la sus­tan­cia del surrea­lis­mo fran­cés, pero se que­dan con la sus­tan­cia y lo rein­ter­pre­tan».

Vis­ta gene­ral de la sala dedi­ca­da al impre­sio­nis­mo (FUNDACIÓN BANCAJA).

No tan anecdótico

Lo mis­mo se pue­de decir del impre­sio­nis­mo de Théo van Rys­sel­berghe, Willy Finch, Émi­le Claus o el espa­ñol Darío de Reogo­yos —y del colec­cio­nis­ta Octa­ve Maus—, que no lle­ga, ni de lejos, al que se prac­ti­ca en Ale­ma­nia, «es un expre­sio­nis­mo dul­ce», apun­ta Leblanc. Otras obras que refle­jan cla­ra­men­te esa sin­gu­la­ri­dad esti­lís­ti­ca con res­pec­to a cómo se arti­cu­la­ban las van­guar­dias en otros lares, son las de James Ensor, que mar­ca el trán­si­to del impre­sio­nis­mo al expre­sio­nis­mo, pero con una natu­ra­li­dad

Den­tro de los anec­dó­ti­co —aun­que no por ello menos intere­san­te— figu­ra un úni­co cua­dro fir­ma­do por una mujer, la gale­ris­ta y pin­tor Anna Boch. Lo que hace rele­van­te su pre­sen­cia con Dunas al sol (en el que se pue­den encon­trar evi­den­tes para­le­lis­mos con la obra y, sobre todo, el tra­ta­mien­to de la luz de Soro­lla). Fue la colec­cio­nis­ta más impor­tan­te de su épo­ca en lo que a impre­sio­nis­mo se refie­re y la úni­ca que pue­de haber pre­su­mi­do de haber com­pra­do una obra de Van Gogh, por El viñe­do rojo, por la que pagó 400 euros.

Aun­que es difí­cil des­ta­car a algún autor sobre los otros —Leblanc los defi­ne como «loco­mo­to­ras» por su capa­ci­dad de influir en otros pin­to­res y hacer evo­lu­cio­nar los dis­tin­tos movi­mien­tos o corrien­tes—, es difí­cil no des­ta­car la pre­sen­cia de algu­nos como Jan Too­rop, Émi­le Claus, Fer­nand Khnopff o León Spi­lliaert, ade­más de los cita­dos ante­rior­men­te, o de obras como Dunas, de Louis Artan —ejem­plo del naci­mien­to de la moder­ni­dad en el pai­sa­je bel­ga— o La mujer con som­bri­lla, de Too­rop.

La expo­si­ción se com­ple­ta con un exten­so catá­lo­go que reco­ge la repro­duc­ción de las obras expues­tas acom­pa­ña­das de tex­to de la comi­sa­ria las cla­ves de la expo­si­ción, y la pro­yec­ción del docu­men­tal Mon­sieur René Magrit­te, diri­gi­do en 1978 por el cineas­ta Adrian Maben.

Un visi­tan­te escru­ta la obra de Del­vaux (FUNDACIÓN BANCAJA).

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