Maña­na Pla­tea­da. Óleo sobre lien­zo.

La exposición personal de la artista podrá ser apreciada hasta finales del mes de mayo de 2024.

Maña­na Pla­tea­da. Óleo sobre lien­zo.

La artis­ta Isa­bel Gutié­rrez expo­ne en la Gale­ría Alba Cabre­ra su mues­tra titu­la­da “Luces y Momen­tos”. Se com­po­ne de una selec­ción de 24 obras de peque­ño, mediano y gran for­ma­to en las que la artis­ta emplea, esen­cial­men­te, la téc­ni­ca del óleo sobre tabla y lien­zo.

La mayo­ría de las obras que la com­po­nen están ins­pi­ra­das en diver­sos rin­co­nes de un jar­dín fami­liar situa­do al sur de Lon­dres, don­de la artis­ta sue­le pasar lar­gas tem­po­ra­das. En los tra­ba­jos se uti­li­zan dife­ren­tes gamas de color para inter­pre­tar la pro­fu­sión de luces cam­bian­tes del día: gamas apas­te­la­das, con som­bras ilu­mi­na­das sua­ve­men­te, que inten­tan cap­tar la luz pla­tea­da de los días nubla­dos en Ingla­te­rra, como lo hacía Alfted Sis­ley en sus deli­cio­sos pai­sa­jes impre­sio­nis­tas de la cam­pi­ña ingle­sa.

Y para los moti­vos con fuer­te sol se eli­gen gamas con­tras­ta­das: pro­fun­dos ver­di­ne­gros que dan fuer­za a las som­bras de la vege­ta­ción, y tonos altos satu­ra­dos que des­ta­can las for­mas bri­llan­tes.

Spring­ti­me. Oleo sobre lien­zo.

En el pro­ce­so crea­ti­vo, se pre­ten­de des­di­bu­jar la línea que sepa­ra la reali­dad coti­dia­na de la enso­ña­ción, y evi­tar la mera repre­sen­ta­ción de las esce­nas. Cada obra está impreg­na­da de la emo­ción que le pro­du­cen los pecu­lia­res soni­dos de la natu­ra­le­za, la bri­sa que mue­ve las hojas, las luces fil­tra­das que ilu­mi­nan mági­ca­men­te algún rin­cón, o los momen­tos entra­ña­bles con la fami­lia. Se intro­du­cen for­mas abs­trac­tas como metá­fo­ras de lo no aprehen­di­do, de lo sub­cons­cien­te, para Isa­bel Gutié­rrez algo deter­mi­nan­te.

El trán­si­to de la figu­ra­ción a la abs­trac­ción da sen­ti­do a lo que desea expre­sar y crea el diá­lo­go plás­ti­co nece­sa­rio para dar vida a un anhe­lo. Y al final de cada jor­na­da, sur­ge un pen­sa­mien­to recu­rren­te: ¿Quién es el soña­dor? ¿El artis­ta que da for­ma a una idea, o el obser­va­dor cuan­do inter­pre­ta la obra?

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