«Ninots», de La Màqui­na Tea­tro.

De 26 de enero al 18 de febrero, la sala y compañía de teatro valenciana La Màquina presenta su nueva creación. La pieza tiene como referentes la obra de teatro de Thomas Bernhard Minetti y el personaje de Blanche Dubois de Un tranvía llamado deseo, creado por Tennessee Williams.

«Ninots», de La Màqui­na Tea­tro.

La sala y com­pa­ñía valen­cia­na La Màqui­na rea­li­za del 26 de enero al 18 de febre­ro el estreno abso­lu­to de su nue­va pro­duc­ción, «Ninots», una pie­za con la que pro­fun­di­za en su volun­tad de dar pro­ta­go­nis­mo a quie­nes se encuen­tran invi­si­bi­li­za­dos social­men­te.

Ade­más de cola­bo­rar des­de hace años con Entre­la­za­dos, com­pa­ñía resi­den­te en su tea­tro y en la que se inte­gran intér­pre­tes con y sin diver­si­dad fun­cio­nal, esta tem­po­ra­da han tra­ta­do el tema de las tra­ba­ja­do­ras sexua­les en «Les nits de Salus­tia­na» y el de las vio­len­cias invi­si­bles en «Una llu­via irlan­de­sa». Aho­ra ponen el foco en los ses­gos de dis­cri­mi­na­ción social más exten­di­dos. El eda­dis­mo, la apo­ro­fo­bia o el hete­ro­pa­triar­ca­do son los males que sufre la pro­ta­go­nis­ta de este nue­vo espec­tácu­lo, ade­más de un incu­ra­ble amor por las artes escé­ni­cas.

Se tra­ta de María Mon­tiel, actriz migran­te y mayor de 70 años. Acu­de a lo que cono­ció como un tea­tro en bus­ca de un direc­tor de esce­na para empe­zar los ensa­yos de Un tran­vía lla­ma­do deseo, qui­zá su últi­ma opor­tu­ni­dad de subir al esce­na­rio y la úni­ca de repre­sen­tar a su per­so­na­je soña­do, Blan­che Dubois. Pero, para su sor­pre­sa, se irá topan­do con diver­sas per­so­nas y situa­cio­nes de la vida dia­ria de un casal falle­ro. Una con­fron­ta­ción de dos reali­da­des en lucha, pero que tie­nen más en común de lo que los espec­ta­do­res, en un pri­mer momen­to, podrían ima­gi­nar.

Ninotsnació hace unos diez meses, aca­bá­ba­mos de fina­li­zar las fun­cio­nes de Ori­no­co en las que había par­ti­ci­pa­do como actriz Dia­na Vol­pe. Tenía­mos ganas de gene­rar otro pro­yec­to con ella y nos pusi­mos a ima­gi­nar”, expli­ca Rafa Cruz, direc­tor de la pie­za y 50% de La Màqui­na, jun­to a Gre­tel Stuyck. Des­de su peque­ño cen­tro alo­ja­do en la calle Pare Jofre nº7 de Valen­cia, apues­tan por el tea­tro de cor­te con­tem­po­rá­neo y auto­ría viva, pro­po­nien­do encar­gos a dra­ma­tur­gos con los que tra­ba­jar mano a mano para cons­truir espec­tácu­los que cen­tran su mira­da en la vida que sur­ge en los már­ge­nes.

De Venezuela a València

Casual­men­te, el direc­tor, la pro­ta­go­nis­ta y la auto­ra del nue­vo espec­tácu­lo crea­do por La Màqui­na com­par­ten ori­gen vene­zo­lano, aun­que la reali­dad que se repre­sen­ta está pro­fun­da­men­te ancla­da a la ciu­dad de Valèn­cia.

Cruz, asen­ta­do des­de hace tres déca­das en Espa­ña, había coin­ci­di­do hace años en un pro­yec­to en la Sala Bec­ket de Bar­ce­lo­na con Vol­pe, con­si­de­ra­da una dama de la esce­na de Vene­zue­la, ade­más de intér­pre­te y direc­to­ra en múl­ti­ples pro­yec­tos escé­ni­cos inter­na­cio­na­les, des­de Tokio a Lon­dres. De aquel tra­ba­jo sur­gió una amis­tad que les ha uni­do duran­te años y que faci­li­tó que la intér­pre­te se ins­ta­la­ra aquí en 2021.

“Por razo­nes per­so­na­les y pro­fe­sio­na­les me intere­sa­ba estar en Euro­pa. Cono­cía esta ciu­dad y me pare­cía un lugar ama­ble para vivir. Ade­más, admi­ro mucho el pro­yec­to de La Màqui­na, todo lo que están hacien­do para salir ade­lan­te con una pro­pues­ta tea­tral dife­ren­te”, expli­ca Vol­pe. Cual­quie­ra podría pen­sar que enca­ja per­fec­ta­men­te en los ras­gos carac­te­rís­ti­cos de la pro­ta­go­nis­ta de Ninots: actriz de edad madu­ra y migran­te. “La dife­ren­cia es que, afor­tu­na­da­men­te, yo no paro de tra­ba­jar. Ya sea como intér­pre­te, como docen­te o como direc­to­ra de esce­na, algo que me intere­sa muchí­si­mo. Así que, mien­tras pue­da seguir en acti­vo, veo muy leja­na la jubi­la­ción”, expli­ca la artis­ta.

La ter­ce­ra pata vene­zo­la­na del pro­yec­to es Ana Melo, dra­ma­tur­ga ins­ta­la­da en un peque­ño pue­blo sego­viano y que cono­cía al direc­tor y pro­ta­go­nis­ta de esta his­to­ria. Ella fue la esco­gi­da por La Màqui­na para reci­bir este encar­go, que había segui­do avan­zan­do.

Por una par­te, esta­ba la ins­pi­ra­ción en Minet­ti, un clá­si­co con­tem­po­rá­neo del autor aus­tría­co Tho­mas Bernhard, crea­do para ren­dir home­na­je a un gran actor que, por ser mayor, había pasa­do al olvi­do. “Pero noso­tros aña­di­mos muchos deta­lles que enri­que­cían las luchas que ha de sos­te­ner el per­so­na­je en su empe­ño por seguir actuan­do”, expli­ca Cruz. Por ejem­plo, el hecho de que sea una mujer la hace toda­vía más invi­si­ble lle­ga­da a una edad, algo que remar­ca­ron aña­dien­do su obse­sión por Blan­che Dubois, per­so­na­je por Ten­nes­see Williams para Un tran­vía lla­ma­do deseo. Una belle­za madu­ra que se empe­ña en vivir una fan­ta­sía para esca­par de la dure­za del enve­je­ci­mien­to y la sole­dad.

Ade­más, el hecho de que María Mon­tiel ven­ga de un país dis­tin­to le res­ta opor­tu­ni­da­des, sobre todo cuan­do su eco­no­mía está afec­ta­da por la fal­ta de tra­ba­jo, ya que no es igual migrar con dine­ro que sin él. “Es una pes­ca­di­lla que se muer­de la cola: cuan­to menos tra­ba­jas, menos opor­tu­ni­da­des tie­nes de hacer­lo. Y para quie­nes nos hemos vis­to infec­ta­dos por el virus del tea­tro, eso es terri­ble”, expli­ca el direc­tor de esce­na, cons­cien­te de la irre­me­dia­ble nece­si­dad de seguir par­ti­ci­pan­do del hecho escé­ni­co, una vez des­cu­bres ese mun­do.

«Ninots», de La Màqui­na Tea­tro.

Las fallas y el teatro: dos pasiones efímeras

Des­de La Màqui­na seña­lan otro pun­to cla­ve de su nue­va obra. “Nos intere­sa­ba muchí­si­mo hablar de la fuga­ci­dad, de lo efí­me­ro de las artes escé­ni­cas. Y lo hici­mos aña­dien­do un com­po­nen­te más al pro­yec­to, esta­ble­cien­do un para­le­lis­mo con una reali­dad genui­na­men­te valen­cia­na: las Fallas”, comen­ta Cruz.

En su opi­nión, el tra­ba­jo duro duran­te meses, la pre­pa­ra­ción de una esce­ni­fi­ca­ción que bus­ca la belle­za, la ale­gría y pasión con la que se viven… hay muchos pun­tos en común con la crea­ción de un espec­tácu­lo tea­tral que, como el monu­men­to falle­ro des­pués de La Cre­mà, des­apa­re­ce cuan­do cae el telón y hay que vol­ver a empe­zar. “Tene­mos una fra­se en la obra que nos fas­ci­na. Dice que, al morir, a un arqui­tec­to le sobre­vi­ven sus edi­fi­cios; un médi­co deja a sus pacien­tes cura­dos… ¿qué deja un actor cuan­do aca­ba la fun­ción?”, refle­xio­nan des­de La Màqui­na.

Esa es la cara ama­ble de la fies­ta. Pero, ade­más de esta equi­pa­ra­ción por su carác­ter efí­me­ro, la com­pa­ñía que­ría remar­car cómo el fol­klo­re y lo popu­lar han ido ganan­do terreno a las dis­ci­pli­nas artís­ti­cas. En una socie­dad caní­bal, que hace des­apa­re­cer a cier­ta cla­se de indi­vi­duos, tam­bién se devo­ran algu­nas expre­sio­nes de la crea­ti­vi­dad más humil­des, sen­si­bles y arte­sa­na­les. “Duran­te la pan­de­mia nos lle­gó una pro­pues­ta des­de una agru­pa­ción falle­ra para alqui­lar­nos de mane­ra per­ma­nen­te el local por­que ellos seguían cre­cien­do y esta­ban con­ven­ci­dos de que el tea­tro no iba a resis­tir”, recuer­dan diver­ti­dos des­de la com­pa­ñía.

Aspi­ran­do a ser un ‘ninot indul­tat’, tan­to las artes escé­ni­cas como la pro­ta­go­nis­ta de este espec­tácu­lo invi­tan al espec­ta­dor a dejar­se lle­var por la expe­rien­cia úni­ca de este dra­ma con toques de absur­do, de come­dia y de poe­sía. Des­de este vier­nes 26 de enero y duran­te cua­tro sema­nas, has­ta el 18 de febre­ro, per­ma­ne­ce­rá en car­tel esta pro­pues­ta que mues­tra la cara más dul­ce y amar­ga de la pasión por el tea­tro, de una socie­dad don­de lo masi­vo engu­lle a los peque­ños reduc­tos de crea­ción. Una con­mo­ve­do­ra pie­za que, como los monu­men­tos o la pól­vo­ra falle­ra, des­apa­re­ce una vez pre­sen­ta­da al públi­co, dejan­do úni­ca­men­te la este­la de su emo­ción.

 

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