La obra inspirada en la vida de Julia Pastrana, escrita e interpretada por Manuel Valls, podrá verse del 12 al 22 de enero en la sala Russafa

Manuel Valls, Lucía Aibar y Juan Car­los Garés.

Se le cono­ció como «La Mujer Oso», «El Híbri­do Mara­vi­llo­so» —fru­to de los amo­res de un humano y una mona— y «La indes­crip­ti­ble». Se lle­gó a decir que era un cru­ce entre una mujer y un oran­gu­tán. El ita­liano Mar­co Ferre­ri se ins­pi­ró en ella para La mujer mono (1964) y Dar­win la des­cri­bió como «extra­or­di­na­ria­men­te fina».

Ella fue Julia Pas­tra­na (1834–1860), naci­da en el seno de la tri­bu de Root Dig­gers en algún lugar de Sina­loa (Méxi­co), que pade­cía hiper­tri­co­sis (más cono­ci­do como sín­dro­me del hom­bre lobo) y prog­na­tis­mo (una defor­mi­dad en la man­dí­bu­la) que le con­de­nó a vivir exhi­bi­da de feria en feria como un mons­truo vivien­te, y que a su muer­te fue momi­fi­ca­da para seguir man­te­nien­do el nego­cio. Su vida ha ins­pi­ra­do al dra­ma­tur­go Manuel Valls, que la ha con­ver­ti­do en la pro­ta­go­nis­ta de La mujer más fea del mun­do, que se repre­sen­ta­rá del 12 al 22 de enero en la sala Rus­sa­fa den­tro del XII Ciclo de com­pa­ñías valen­cia­nas.

«La idea de escri­bir esta obra sur­ge de mi ante­rior espec­tácu­lo, Las hijas de Siam. En un momen­to dado, sus pro­ta­go­nis­tas con­ta­ban la his­to­ria de Pas­tra­na y cómo que­rían reu­nir dine­ro para dar­le una sepul­tu­ra dig­na. Y es que lo que ocu­rrió con esta mujer es un cla­ro refle­jo de que la cruel­dad huma­na pue­de no tener lími­tes», comen­ta Valls.

Aun­que sobre su infan­cia hay varias ver­sio­nes, lo cier­to es que tra­ba­ja­ba como sir­vien­te del gober­na­dor del Esta­do Fede­ral mexi­cano de Sina­loa, Pedro Sán­chez, y cuan­do deci­dió vol­ver a casa, en 1854, se cru­zó en su vida un empre­sa­rio cir­cen­se que se la lle­vó a Esta­dos Uni­dos para exhi­bir­la como rare­za en un freak show y que, tras pasar por varias manos, aca­bó sien­do repre­sen­ta­da por Theo­dor Lent, con el que aca­bó casán­do­se.

Pas­tra­na giró por Ingla­te­rra, Vie­na, Rusia, Ale­ma­nia (don­de su espec­tácu­lo se prohi­bió), y allá dón­de estu­vo sor­pren­dió por su voz (era mez­zo­so­prano y can­ta­ba en espa­ñol e inglés). Aun­que su vida fue la de una espe­cie de muñe­co de feria, lo que le hizo ganar mucho dine­ro, ella ase­gu­ra­ba que era feliz. En 1890, tras dar a luz a su úni­co hija, murió. Enton­ces Lent deci­dió ven­der su cadá­ver al pro­fe­sor Suko­lov de la Uni­ver­si­dad de Mos­cú para que la momi­fi­ca­ra y siguie­ra exhi­bién­do­la (qui­so inclu­so poner­le un meca­nis­mo y ani­mar­la). Tras muchas vici­si­tu­des, sus res­tos regre­sa­ron a Méxi­co en 2013, don­de fue ente­rra­da con todos los hono­res.

En un for­ma­to de dra­ma sal­pi­ca­do de momen­tos cómi­cos y con algu­nas licen­cias narra­ti­vas, La mujer más fea del mun­do repa­sa en poco más de una hora 30 años de una his­to­ria ver­da­de­ra, que inclu­ye una gira euro­pea, con­ver­ti­da en espec­tácu­lo por su físi­co.

Ima­gen real de Julia Pas­tra­na.

Con aroma a circo y vodevil

La pues­ta en esce­na home­na­jea los ambien­tes del vode­vil y el cir­co del siglo XIX. Y los per­so­na­jes se pre­sen­tan al prin­ci­pio con una pica­res­ca diver­ti­da que des­pier­ta la son­ri­sa del públi­co para ir helán­do­la con­for­me avan­za la tra­ma a medi­da que Lent encuen­tra nue­vas argu­cias para seguir explo­tan­do a su espo­sa, inclu­so des­pués de muer­ta.  

El espec­tácu­lo se ha desa­rro­lla­do den­tro del pro­gra­ma de estí­mu­lo a la esce­na valen­cia­na Gra­ners de Crea­ció, con una resi­den­cia crea­ti­va y téc­ni­ca en Sala Rus­sa­fa. El papel pro­ta­go­nis­ta lo inter­pre­tan el pro­pio Valls jun­to a Juan Car­los Garés y Lucía Aibar, quien apa­re­ce en esce­na con su aspec­to natu­ral.

«No carac­te­ri­zar a Aibar ha sido una deci­sión pre­me­di­ta­da. Pro­yec­ta­mos en el esce­na­rio mucho mate­rial docu­men­tal, fotos reales de los pro­ta­go­nis­tas… La inten­ción era que, mien­tras Lent y Bar­num [el míti­co empre­sa­rio cir­cen­se, autor de mil y un frau­des] la van des­cri­bien­do como un mons­truo, el públi­co pudie­ra ver lo pre­cio­sa que era Pas­tra­na en su inte­rior y las cua­li­da­des extra­or­di­na­rias que tenía», seña­la el direc­tor, quien ha que­ri­do recrear sus dotes musi­ca­les hacien­do que Aibar inter­pre­te en esce­na unas haba­ne­ras de la épo­ca, con arre­glos del músi­co valen­ciano Car­les Chi­ner.

El resul­ta­do de este tra­ba­jo en equi­po es una pie­za bella a nivel esté­ti­co y emo­cio­nan­te a nivel inter­pre­ta­ti­vo, cuyo tex­to invi­ta a la refle­xión y la auto­crí­ti­ca como socie­dad.

«Este es ya mi sex­to espec­tácu­lo, pero es la pri­me­ra vez que apor­to par­te del pre­su­pues­to y asu­mo el papel de pro­duc­tor, jun­to a Dac­sa Pro­duc­cions, con com­pa­ñía pro­pia. He toma­do muchos ries­gos, inclu­so a la hora de esco­ger esta temá­ti­ca y for­ma­to. Pero siem­pre que voy a escri­bir una obra pien­so en qué me gus­ta­ría ver como espec­ta­dor y me pare­ce que esta his­to­ria toca al públi­co, le inter­pe­la, le habla de algo que es humano y sobre lo que tene­mos que refle­xio­nar por­que todos, de una u otra mane­ra, algu­na vez, hemos for­ma­do par­te», expo­ne el dra­ma­tur­go, actor y direc­tor.

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