Debord, entre Lothar Fis­cher y Har Oude­jan.

Debord, entre Lothar Fis­cher y Har Oude­jan.

Naci­do en París el 28 de diciem­bre de 1931 (día de los San­tos Ino­cen­tes), Guy Debord aspi­ra des­de su ado­les­cen­cia a una vida de aven­tu­ras, sien­do sus mode­los el con­de de Lau­tréa­mont, y el dadais­ta Arthur Cra­van. No pien­sa en dedi­car­se a nin­gún arte  ni pro­fe­sión  ni cur­sar carre­ra algu­na.

Mien­tras en la exqui­si­ta Eco­le Nor­ma­le Super­ieu­re del Barrio Latino pari­sino la futu­ra eli­te pre­pa­ra­ba sus carre­ras, a pocos pasos de allí, en los tugu­rios que todo estu­dian­te res­pe­ta­ble evi­ta­ba, el joven Debord ini­cia una tra­yec­to­ria que lo habrá de lle­var, a él tam­bién, a ejer­cer una noto­ria influen­cia en el mun­do, pero por otros cami­nos.

El surrea­lis­mo había per­di­do su car­ga inno­va­do­ra; prue­ba de ello era su entra­da en los tem­plos de arte bur­gués y la publi­ci­dad, y la invo­lu­ción espi­ri­tua­lis­ta de algu­nos de  sus com­po­nen­tes. En cuan­to al Par­ti­do Comu­nis­ta fran­cés, ejer­cía un ver­da­de­ro terro­ris­mo sobre los inte­lec­tua­les y logra­ba sofo­car cual­quier pen­sa­mien­to que se apar­ta­ra del doc­tri­nal esta­ble­ci­do.

En 1952, rea­li­za  el film  Aulli­dos en favor de Sade. Casi todo el tiem­po la pan­ta­lla per­ma­ne­ce en negro. Al final del metra­je una voz dice: “el cine ha muer­to”.

En 1957 en la loca­li­dad en Cosio d´Arroscia (Ligu­ria) se crea la Inter­na­cio­nal Situa­cio­nis­ta (I.S) Son 8 miem­bros; la mayo­ría, pin­to­res.                           

La socie­dad del espec­tácu­lo, el tex­to más cono­ci­do de Guy Debord, se publi­ca en 1967. Con el tiem­po se ha con­ver­ti­do en la biblia del situa­cio­nis­mo; es de los pocos tex­tos de teo­ría revo­lu­cio­na­ria  que es aún se lee entre un cier­to públi­co. Tras su muer­te por sui­ci­dio en 1994, pasó de ser un indi­vi­duo  clan­des­tino, cono­ci­do solo por una redu­ci­da éli­te, a con­ver­tir­se en una figu­ra cla­ve de la vida inte­lec­tual euro­pea.

La abun­dan­te biblio­gra­fía sobre Debord se han cen­tra­do en su face­ta artís­ti­ca y en sus con­cep­tos de psi­co­geo­gra­fía (obser­va­ción sis­te­má­ti­ca de los efec­tos que los  ambien­tes urba­nos) , deri­va( vaga­bun­deos metó­di­cos) y el des­vío (extra­viar sen­ti­dos), así como  en su crí­ti­ca a los medios de comu­ni­ca­ción. No hay  hac­ker un poco ins­trui­do que de algún modo no se rei­vin­di­que como situa­cio­nis­ta.

Los situa­cio­nis­tas pro­cla­ma­ban que “en reali­dad noso­tros que­re­mos que las ideas vuel­van a ser peli­gro­sas”. Había un tono de pro­vo­ca­ción fron­tal al gran patri­cia­do del izquier­da  fran­ce­sa de esos años.

El esti­lo de Debord debe mucho a los mora­lis­tas fran­ce­ses del siglo XVII; con­vie­ne seña­lar tam­bién  cier­ta seme­jan­za con el con­cep­tis­mo barro­co espa­ñol.

En sus refi­na­dos tex­tos hay citas o influen­cias del Mani­fies­to comu­nis­ta, el Pane­gi­ri­co de Ber­nar­do de Cla­ra­val del Bos­suet, las Con­fe­sio­nes de  un come­dor de opio de Tho­mas de Quin­cey, Sha­kes­pea­re, Home­ro, el  Ecle­sias­tés, Clau­se­witz (un clá­si­co de cien­cia mili­tar) Gra­cián, Maquia­ve­lo, car­de­nal Retz, Jor­ge Man­ri­que (a quien tra­du­jo al fran­cés), Saint Just, de quien remo­de­la este pos­tu­la­do: Las rela­cio­nes huma­nas deben tener por fun­da­men­to la pasión, y en su defec­to, el terror.”

En su opi­nión, los indi­vi­duos se encuen­tran sepa­ra­dos, y solo se reen­cuen­tran en el espec­tácu­lo. El espec­tácu­lo no es un con­jun­to de imá­ge­nes sino una rela­ción social entre per­so­nas media­ti­za­da por imá­ge­nes.

En los paí­ses desa­rro­lla­dos hay un espec­tácu­lo difu­so (EEUU); en los menos desa­rro­lla­dos o no demo­crá­ti­cos, un espec­tácu­lo con­cen­tra­do (Chi­na, Cuba). Hay pues una divi­sión mun­dial de las tareas espec­ta­cu­la­res. La com­pren­sión de este mun­do  no pue­de fun­dar­se sino en el recha­zo a la tota­li­dad.

La orga­ni­za­ción de even­tos (en ese con­cep­to se inclu­yen las gue­rras), par­ques temá­ti­cos, vaca­cio­nes, turis­mo  ‑cada vez más mili­­ta­­ri­­za­­do-…  han  pasa­do a ser las prin­ci­pa­les indus­trias de la socie­dad del espec­tácu­lo.

Su teo­ría de la deri­va le lle­va a afir­ma­ción de “si la poe­sía ha muer­to en los libros, aho­ra está en la for­ma de las ciu­da­des o se lee en los ros­tros. Y no hay que limi­tar­se a bus­car­la ahí don­de está: hay que cons­truir la belle­za de los ciu­da­des y de los ros­tros. La nue­va belle­za será la Situa­ción Cons­trui­da”. Pro­po­ne ela­bo­rar  una “cien­cia de las situa­cio­nes”.

En cuan­to a su con­cep­ción del arte: “No hay lugar para la obra de arte que tien­de a la fijar  la emo­ción y que aspi­ra a  durar: todos los pro­ce­di­mien­tos situa­cio­nis­tas, (como la deri­va, la situa­ción cons­trui­da) con­sis­ten en apos­tar por lo efí­me­ro. El arte debe crear pasio­nes nue­vas. En lugar de refle­jar la vida, debe ensan­char­la”. De ahí su inte­rés por un arte sin obras,  por las accio­nes impro­vi­sa­das, las per­for­man­ces, don­de se disuel­ve  la dife­ren­cia  entre momen­tos artís­ti­cos y bana­les.

“El arte debe crear pasio­nes nue­vas. En lugar de refle­jar la vida, debe ensan­char­la”

Los situa­cio­nis­tas fue­ron emi­nen­tes publi­cis­tas. Uti­li­za­ban un esti­lo que tie­ne su fuer­za  en la com­bi­na­ción de un con­te­ni­do inte­lec­tual suma­men­te ela­bo­ra­do ‑a veces inclu­so her­­mé­­ti­­co- con una trans­gre­sión de for­mas, del todo insó­li­tas en los años 60 ‑aun­que aho­ra  nor­­ma­­li­­za­­das-: uso sis­te­má­ti­co del insul­to, empleo de medios de la cul­tu­ra “infe­rior” (cómics,  pin­ta­das, can­cion­ci­llas popu­la­res…), la metó­di­ca fal­ta de res­pe­to a  auto­ri­da­des y con­ven­cio­nes…

La acti­tud sal­ví­fi­ca hacia la huma­ni­dad explo­ta­da, el aris­to­cra­tis­mo teó­ri­co ‑con ten­den­cia a la pure­za quietista‑, el extre­mis­mo moral… hacen pen­sar en Guy Debord como una suer­te de Miguel de Moli­nos situa­cio­nis­ta.

Los situa­cio­nis­tas de los años 50 y 60 del pasa­do siglo fue un gru­po de hijos mal­cria­dos de la pos­gue­rra euro­pea (diría una per­so­na de orden) o arcán­ge­les visio­na­rios de la his­to­ria recien­te. Qui­zá las dos cosas a la vez.

Por­ta­da.

Títu­lo: Guy Debord

Autor: Anselm Jap­pe

Edi­to­rial: Pepi­tas de cala­ba­za

Pági­nas: 255

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