Rebecca Solnit (San Francisco, 1961) proviene de madre católica irlandesa y padre judío; mezcla que tiende a deparar individuos interesantes. Solnit lo es. Además de escritora, periodista y viajera es activista en conflictos de notoria actualidad.
Desde una actitud autobiográfica esta guía propone una exploración estimulante del perderse, del familiarizarse con lo desconocido. Emplea ejemplos ilustres o extremos como el cautiverio de los pioneros estadounidenses durante el siglo XIX, las exploraciones de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, los encuentros con monjes eremitas, el concepto de Terra Incognita, o glosas sobre la figura del artista pre-conceptual Yves Klein.
Solnit insiste en la idea de que hay que dejar la puerta abierta a lo desconocido, tras la que se encuentra la oscuridad. “Es de ahí de donde vienen las cosas más importantes, de donde viniste tú mismo y también donde irás”.
En su opinión, las cosas que deseamos son transformadoras y no sabemos lo que hay al otro lado de esa transformación. De modo que “la sabiduría, la gracia, la inspiración: ¿Cómo emprender la búsqueda de cosas que, en cierto modo, tienen que ver con desplazar las fronteras del propio ser hacia territorios desconocidos, con convertirse en otra persona?”
Es un arte de reconocer que lo imprevisto desempeña una función de no perder el equilibrio ante las sorpresas, de colaborar con el azar, de admitir que en el mundo existen algunos misterios esenciales, y, por lo tanto, lugares a los que no podemos llegar mediante cálculos, planes o estricto control. Calcular elementos imprevistos quizá es precisamente la paradójica operación que exige la vida.
Solnit menciona la célebre noche del solsticio de invierno de 1817, cuando el poeta John Keats iba charlando con unos amigos de regreso a casa y en su mente se enlazaron extrañas emociones y de pronto comprendió qué cualidad era aquella que, especialmente en literatura, contribuye a conformar un autor de excepción: “Me refiero a la ‘capacidad negativa’, es decir, a la virtud que puede tener un hombre de encontrarse sumergido en incertidumbres, misterios y dudas sin sentirse irritado por conocer las razones y los hechos”.
Esa poética de la capacidad negativa de Keats, la retomaron, entre otros, Walter Benjamin: Desorientarse en la ciudad puede ser poco interesante, y para ello sólo hace falta cierto desconocimiento. Pero perderse de verdad en la ciudad ‑como puede uno perderse en un inmenso bosque- eso requiere un refinado aprendizaje.
“Aquello cuya naturaleza desconoces por completo suele ser la que necesitas encontrar, y encontrarlo es cuestión de perderse”
Matiza la idea en el sentido de que no se trata de acabar perdido, sino ‑cosa distinta- de perderse; lo cual implica consciente elección, rendición voluntaria, un estado psíquico que se hace posible a través, por ejemplo, de una banal geografía urbana.
Solnit hace afirmaciones de radicalidad moral: “Aquello cuya naturaleza desconoces por completo suele ser la que necesitas encontrar, y encontrarlo es cuestión de perderse”.
Ilustra estas ideas con diversas experiencias autobiográficas:
“Esas noches sola en moteles de pueblos perdidos del oeste del país donde no conozco a nadie y nadie que me conozca sepa donde estoy, noches transcurridas en compañía de cuadros extraños, colchas de flores y televisión por cable que me ofrecen un descanso temporal de mi propia biografía y en las que me he perdido pero sé donde estoy”.
Cita también casos extremos de personas deambulando por la selva, como los que estudió el escritor y antropólogo Jaime de Angulo: “Cuando te has vuelto totalmente salvaje, es posible que algunas seres salvajes se acerquen a echarte un vistazo y quizá alguna te coja simpatía, no porque estés sufriendo y tengas frio sino tan solo porque le gusta tu aspecto. En ese momento se acaba de vagar y el indio se convierte en chamán”.
Existe el arte de encontrarse a gusto rodeado de lo desconocido, sin que esto provoque pánico ni sufrimiento. Los teléfonos móviles y GPS “han anulado esa capacidad, y cada vez más gente los utiliza para pedir rescate como quien pide una pizza, aunque por fortuna aún quedan muchos lugares a los que no ha llegado la cobertura”.
Estar perdido es sobre todo un estado mental, y esta afirmación sirve tanto para las formas intelectuales y morales como para quien anda desorientado en medio de un peligroso bosque.
La ciencia convierte lo misterioso en banal; el arte, lo banal en misterioso. La ética del perderse que postula Solnit parece una mezcla de ambos.
Titulo: Una guía sobre El arte de perderse
Autora: Rebecca Solnit
Editorial: Capitán Swing
Páginas: 166
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