La obra se estrena este miércoles en el Teatro Talia y estará en cartel hasta el próximo 12 de febrero

Mujeres enamorándose de otras mujeres a primera vista, reivindicando el placer por el placer o compartiendo al mismo hombre. Son escenas que hoy no llaman la atención de nadie, pero la interpretación no puede ser a misma cuando hablamos de una obra de teatro, La traición en la amistad, escrita en 1632 por la escritora María de Zayas (1590–1647). El texto, adaptado a los nuevos tiempos, pero conservando toda su esencia original, llega este miércoles al Teatro Talia rebautizada como Adiós, dueño mío, donde permanecerá en cartel hasta el próximo 12 de febrero.
Con dramaturgia y dirección de Magüi Mira, partiendo de la versión de Emilio Hernández, esta obra de enredo regresa a Valencia con el aval del éxito cosechado en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro y en el Teatro Bellas Artes de Madrid. En ella, la valenciana recupera la querencia por el enredo y el humor de este sarao, de una autora que cosechó un gran éxito durante el siglo de Oro, pero cuyo nombra cayó en el olvido hasta hace bien poco, cuando sus obras fueron prohibidas por la Inquisición.
Tal y como explicó el producto Emilio Fayos durante la presentación, «sus obras desaparecieron y durante los siglos posteriores se pasaron de mano en mano ilegalmente como si de un panfleto político se tratara hasta que la corriente feminista en la que estamos ahora la rescató. Es una joya que forma parte de nuestra historia cultural que ha estado desaparecida y que no ha tenido la misma oportunidad que sus coetáneos hombres. Era una deuda que teníamos con ella hacerle este homenaje».
El elenco de este título que vuelve a Valencia —se estrenó en la pospandemia—es 100% valenciano: Marta Calabuig, Pilu Fontán, Rosana Martínez, Laura Valero y Silvia Valero. Estas cinco actrices representan a los siete actores que suben al escenario, dos de ellos hombres, una transformación que se produce, simplemente, al ponerse una chaqueta que permite, por ejemplo, que una de ellas pase de timorata enamorada a Don Juan a la caza de su presa. Sobre el escenario, un simple sofá y un potente juego de luces acompañan a las intérpretes en esta divertida comedia que utilizan el verso en sus diálogos.

Menos traición, más libertad
Sobre el nuevo nombre de la obra, Pilu Fontán señaló —citando a Mira—«que el título Adiós, dueño mío no solo busca que se abogue por que los hombres no sean dueños de las mujeres, sino porque nadie en ninguna relación sea el dueño».
En Adiós, dueño mío, añadió, «se da una vuelta de tuerca para que cumpla con el objetivo de transmitir el mensaje de que las mujeres tienen el mismo derecho que los hombres de disfrutar del amor y de las relaciones como ellos hacen, lo cual queda patente con el personaje de Fenisa [Rosana Martínez], que es la amiga divertida y transgresora que arrastra al resto el concepto que tiene ella sobre el amor».
La versión actual difiere en algunos aspectos de la original, pero, como defendió Silvia Valero, no se trata de reescribir el original «sino de actualizarlo y darle el final que, seguramente Zayas hubiera querido darle, en el que la traición no tiene tanto peso y en el que nadie recibe al final su castigo por haber transgredido la norma. Sobre el escenario, entonces, una mujer podía salir de sus roles sociales, pero siempre lo acababa pagando».
En la historia, tal y como se publicó originalmente, el motor de la trama es Fenisa, que anima a sus amigas a revelarse, y seduce al novia de una de sus amigas, hasta que el desenlace la pone en su sitio, algo que ocurre en esta versión sino que se la da la vuelta y lo que es una infidelidad se convierte en un símbolo de libertad y una defensa del amor sin barreras sociales.
Rosana Martínez defendió el título asegurando que «no se sabe si es una obra clásica modernizada o una obra moderna con referencias clásicas», en alusión sobre todo a la puesta en escena y al doble papel hombre-mujer de algunas de las actrices, «y sobre todo porque tiene un mensaje y un ritmo muy actual».
Martínez, sobre el texto original, también señaló que «María de Zayas, a diferencia de Lope de Vega, no era una virtuosa del verso, de la metáfora o de la imagen. Gran parte de su obra es novela, y se nota en los versos que son sencillos, frescos y con un punto casi naíf. Es un estilo simple, pero por sencillo no por vulgar».
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