Astiberri cierra con un segundo volumen de lujo la serie de adapataciones de Parker, el antihéroe por excelencia de la novela negra creado por Donald Westlake

Si el año pasado Astiberri nos regaló una lujosísima edición con las tres primeras adaptaciones, estas navidades cierra el ciclo con un segundo volumen en el que incluye las dos restantes (más un relato corto) y abundante material de complemento —que no de relleno—, que comienza con una introducción de Ed Brubaker, continúa con una conversación a tres bandas entre este, el dibujante Bruce Timm (una de las grandes influencias de Cooke) y el editor de IDW Scott Dunbier, y se cierra con páginas y páginas de dibujos, bocetos, portadas… Sin duda, una compra obligatoria para cualquier aficionado a los tebeos.

El candiense, dibujante autodidacta con un talento innato para el noveno arte, heredó el estilo de Jack Kirby y el carácter (insoportable) de Alex Toth. Sus primeros pasos los dio en el mundo de la animación (de ahí el aire cartoon de gran parte de su obra), y entre sus hitos está el haber sido rechazado nada menos que por Archie Goodwin (mítico editor de Marvel). Tras algunas obras menores, en 2001 recibe el encargo de dibujar cuatro números de Catwoman, una serie de segunda división.
Sin embargo, él y Brubaker redefinieron el personaje hasta tal punto que DC optó por reiniciar la colección. Poco después llegaría la consagración definitiva con DC: The new frontier (2004), con la que cosechó un Eisner, un Harvey, y un Shuster (el equivalente canadiense de los anteriores). Eso no es nada si tenemos en cuenta que Alan Moore se rindió a sus pies: era el único dibujante de DC Comics que leía.
En 2009, cuando es un artista total (se encarga de todo el proceso, incluyendo entintado, color, letras…) y con un prestigio a la altura de su ego, decide acercarse a una editorial más pequeña, IDW, para su nuevo proyecto: llevar al papel las novelas de Parker. Aunque la editorial es conocida sobre todo por sus adaptaciones de otros medios (cine y televisión), le abren las puertas de par en par.
Uno de los éxitos de Parker es que Cooke consiguió sacarse una espinita que tenía clavada de su adaptación de The Spirit: no pudo hablar sobre el proyecto con Will Eisner (a quien había conocido en persona), que había fallecido meses antes. En esta ocasión, sí se entrevistó con Donald Westlake, que quedó tan impresionado que le concedió algo que había negado a todos los que habían adaptado su obra hasta la fecha: podría usar el nombre del protagonista.
La serie Parker no es su proyecto más personal —todos lo fueron, no solía permitir intromisiones— ni tampoco se puede decir que fuera la cima de su carrera (casi toda su carrera la hizo en la cima). Sin embargo, sí tenía un elemento nuevo: la idea de llevar el personaje al comic era suya y el proyecto completo estaba en su cabeza.
El resultado es una obra maestra sin paliativos. El estilo es 100% Cooke, pero más seco (se ve la influencia de Alex Toth y Joe Kubert) y con un uso absolutamente novedoso del color en su trayectoria. Él, alumno aventajado del colorista Matt Hollingsworth (con quien trabajó en Selina), opta en esta ocasión por un sobrio bintono (azul o naranja) que traslada mejor al cómic la textura seca de las novelas de Stark.
Fumador empedernido, Cooke murió en 2016 de un cáncer de pulmón fulminante. Es muy probable que, de haber sobrevivido, hubiera añadido alguna adaptación más de la serie Parker: había ampliado el contrato inicial de cuatro títulos, pero también se sabe que tenía otros proyectos en mente. En todo caso, tampoco afecta al resultado. Las novelas del carismático ladrón de Westlake siguen todas un esquema parecido, con mínimas variantes en algún título: cuatro capítulos en los que los dos primeros son el planteamiento del robo y el intento de llevarlo a cabo; el tercero es la traición, y en el último, Parker ajusta cuentas. Con lo que dejó, hay de sobra.

Parker y cia
Aunque poco traducido al castellano (solo cinco de sus aventuras se han publicado en nuestro país y, salvo A quemarropa y El hombre que cambio de cara, hace ya décadas), Parker es una de las grandes referencias de la novela negra. Fue una especie de Mike Hammer —el personaje de Mickey Spillane— que, como el detective, tiene escasos amigos, habla poco y pega mucho. A diferencia de otros antihéroes del género, carece de elementos positivos.
Más allá de la fidelidad a sus compañeros de andanzas, no hay nada en él que le redima como ser humano. Hammer, al menos, luchaba contra el mal; Parker, ni eso. No hay excusas ni coartas, es mala gente y punto. Con carisma, pero mala gente.
Aunque Westlake siempre se imaginó a su protagonista de edad indeterminada —como Tintin, no envejece en las novelas escritas entre 1962 y 2008— con el rostro del actor Jack Palance en Pánico en las calles (Elia Kazan, 1950), a la mente del lector viene siempre la de Lee Marvin en A quemarropa (1967, John Boorman), aunque haya sido encarnado por Mel Gibson, Jason Statham, Robert Duvall, Michael Constantin, Peter Coyote, el afroamericano Jim Brown, la actriz francesa Anna Karina y, si el proyecto sale adelante, será encarnado por en breve por Robert Downey Jr.
Título: Parker Integral. Tomo 2 Autor: Darwin Cooke Editorial: Astiberri Páginas: 368 Características: Tapa dura (bitono) Precio: 36 euros
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