Pokey LaFarge

Pokey LaFar­ge

El de Ilinois y su banda defenderán su último trabajo en el escenario del Loco Club el 30 de noviembre

Pokey LaFar­ge (izq.) con su ban­da, duran­te uno de sus direc­tos.

Su músi­ca bebe del swing, el jazz pri­mi­ge­nio y el rag­ti­me blues que here­dó de su abue­lo, miem­bro del St. Louis Ban­jo Club. Tam­bién fue él que le rega­ló sus pri­me­ros ins­tru­men­tos, pero fue su madre la que le puso el mote de pokey (‘cari­ño’, aun­que tam­bién sig­ni­fi­ca ‘pri­sión’) y que uti­li­zó como nom­bre artís­ti­co por su sono­ri­dad. Con estas cre­den­cia­les Andrew Heiss­ler (Ili­nois, 1983), más cono­ci­do como Pokey LaFar­ge, y su ban­da se pre­sen­tan el mar­tes 31 de octu­bre (22 h.) en el Loco Club (29 euros en taqui­lla, 22 anti­ci­pa­da) para pre­sen­tar In the blos­som of their sha­de.

La carre­ra de LaFar­ge comien­za prác­ti­ca­men­te a los 16 años. Tras años de escu­char en casa a Skip James, Robert Wil­kins o Sleepy John Estes, pero fue cuan­do des­cu­brió a Bill Mon­roe —una epi­fa­nía simi­lar a la que sufrió Tom T. Hall la pri­me­ra vez que escu­chó al padre del Blue Grass—. Enton­ces deci­de cam­biar su gui­ta­rra por una man­do­li­na y, un año más tar­de (tras aca­bar el ins­ti­tu­to), se lía el peta­te y se va a la cos­ta oes­te en autos­top con­si­guien­do dine­ro tocan­do en la calle.

Tras tocar en dis­tin­tas ban­das, deci­de tomar las rien­das de su carre­ra con la publi­ca­ción de Mar­ma­la­de (2006) al que segui­ría Beat, move & sha­ke (2008). Pero el gran sal­to, el que defi­ni­rá su esti­lo, lle­ga en 2010 con River­boat soul, gra­ba­do en Nash­vi­lle con The South City Three y en el que Phil Harris, el pro­duc­tor, le ani­ma a mari­dar ins­tru­men­tos tra­di­cio­na­les con gui­ños a la elec­tró­ni­ca. Así con­si­gue el pri­me­ro de sus dos Pre­mios de la Músi­ca Inde­pen­dien­te como mejor álbum de ame­ri­ca­na (el siguien­te lle­ga­ría con su siguien­te tra­ba­jo, Midd­le of Everywhe­re, publiv­ca­do un año des­pués).

En In the blos­som of their sha­de, su noveno tra­ba­jo de estu­dio, LaFar­ge via­ja a Áfri­ca, o Suda­mé­ri­ca y al sur­oes­te ame­ri­cano. En él des­plie­ga un cuer­po de tra­ba­jo que unía unas letras emo­ti­vas con pega­di­zas melo­días y un irre­sis­ti­ble groo­ve.

Video de «Get it ‘fore its gone», inclui­da en «In the blos­som of their sha­de».

LaFarge productor

Así a dife­ren­cia de la melan­co­lía de su Rock Bot­tom Rhap­sody (2020), en esta refe­ren­cia hay una luz más posi­ti­va, un pro­ce­so de salir de la oscu­ri­dad hacia la luz, como la per­fec­ta ban­da sono­ra de una tar­de de verano, sin caer en la repe­ti­ción de los esque­mas de swing y blues de sus pri­me­ros tra­ba­jos, pero sin renun­ciar a estas influen­cias.

Así, con este dis­co en el que por pri­me­ra vez se mete en la pro­duc­ción, con­si­gue dar una vuel­ta más a su esti­lo. «Que­ría agre­gar­le más sim­pli­ci­dad y cru­de­za, así que gra­ba­mos todo en vivo direc­ta­men­te en cin­ta. El encan­to y el alma ya esta­ban inte­gra­dos en la gra­ba­ción de la cin­ta: una Ampex de los años 70, ¡casi con cer­te­za el tipo de cin­ta en la que Van Morri­son habría hecho Astral Weeks! Me encan­ta ese dis­co, su soni­do, los músi­cos en una gran sala y sus ins­tru­men­tos apa­re­cien­do y des­en­fo­cán­do­se como un sue­ño. Esa fue más o menos la ins­pi­ra­ción; tam­po­co se agre­gó mucho más, solo voces armó­ni­cas».

Escri­to ínte­gra­men­te por LaFar­ge y copro­du­ci­do con Chris See­fried, el álbum es uno de los esfuer­zos líri­cos más fuer­tes y madu­ros del can­tau­tor has­ta la fecha. El títu­lo del álbum —a pun­to estu­vo de lla­mar­se Sies­ta love—está toma­do de la letra de la impre­sio­nan­te pero pol­vo­rien­ta My Ideal. Esa can­ción tie­ne influen­cias sono­ras del sur­oes­te, Amé­ri­ca del Sur y el Cari­be. La cali­dez dis­tan­te de la músi­ca, espe­cial­men­te rít­mi­ca­men­te, coin­ci­de hábil­men­te con el anhe­lo que se expre­sa en la letra.

Un dis­co, como el mis­mo expli­ca­ba en una entre­vis­ta para 15question.net, sigue el mis­mo pro­ce­di­mien­to crea­ti­vo que siem­pre ha uti­li­za­do y le ha lle­va­do a tran­si­tar por dis­tin­tos sen­de­ros musi­ca­les. «Mi inves­ti­ga­ción más pro­fun­da es vivir la vida y escu­char mucha músi­ca. He teni­do la suer­te de poder escri­bir prác­ti­ca­men­te en cual­quier lugar y en cual­quier situa­ción, siem­pre y cuan­do me sien­ta cómo­do allí. Eso lle­va tiem­po. Pero el lugar no tie­ne por qué ser ele­gan­te; No tie­ne que ser lim­pio o aco­ge­dor. Sin embar­go, se reco­mien­da el ais­la­mien­to total». En defi­ni­ti­va, músi­ca real como la vida mis­ma.

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