Varias voces mediá­ti­cas han com­pa­ra­do el coro­na­vi­rus SARS-CoV‑2 con el VIH (virus de inmu­no­de­fi­cien­cia huma­na) cau­san­te del sida, seña­lan­do la nece­si­dad de levan­tar algu­nas medi­das de dis­tan­cia­mien­to social y con­vi­vir con el coro­na­vi­rus como hace­mos con el VIH. Ya os con­ta­mos por qué el coro­na­vi­rus no es como una gri­pe, aho­ra expli­ca­mos por qué la Covid-19 no es como el sida.

“El SARS CoV‑2 pro­du­ce una infec­ción agu­da, lo que quie­re decir que no per­sis­te en el suje­to. La infec­ción dura unos días y o te mata o te curas”, expli­ca a Maldita.es, Pepe Alca­mí, viró­lo­go del Ins­ti­tu­to de Salud Car­los III. En cam­bio, “el VIH es un virus que pro­du­ce una infec­ción cró­ni­ca, lo que quie­re decir que per­sis­te en el suje­to infec­ta­do toda su vida. La super­vi­ven­cia media en el pacien­te infec­ta­do sin tra­ta­mien­to es de 4–5 años, pero el pacien­te nun­ca se cura, vivi­rá o mori­rá con el VIH en su cuer­po”, aña­de.

Distintas vías de transmisión

Otra dife­ren­cia cla­ve es la dife­ren­te for­ma de trans­mi­sión de estos dos virus. El coro­na­vi­rus se trans­mi­te por el aire mien­tras que el VIH lo hace por la san­gre, rela­cio­nes sexua­les o de madre a hijo, expli­ca Alca­mí.

“Los pri­me­ros casos de sida se diag­nos­ti­can en junio de 1981, antes de cono­cer el pató­geno que lo cau­sa­ba, pero a los pocos meses se sabía que no se trans­mi­tía por vía aérea. En 1983 se des­cu­bre el virus”, cuen­ta a Maldita.es Ramón Espa­cio, pre­si­den­te de CESIDA (Coor­di­na­do­ra esta­tal de VIH y sida). Des­de enton­ces, se han logra­do gran­des avan­ces en la inves­ti­ga­ción y el tra­ta­mien­to de esta enfer­me­dad, algu­nos de ellos los con­ta­mos aquí.

Evolución rápida vs. lenta

Mien­tras el coro­na­vi­rus tar­da sólo días o unas pocas sema­nas en dañar la salud tras la infec­ción, el VIH es un len­ti­vi­rus (virus con un perío­do de incu­ba­ción lar­go) “que has­ta que tie­ne impac­to en la salud pasan años y se trans­mi­te por con­tac­to de san­gre o trans­mi­sión sexual des­de el pri­mer año”, aña­de Espa­cio.

Medidas de contención

Dife­ren­tes for­mas de con­ta­gio impli­can dis­tin­tos méto­dos para con­te­ner su trans­mi­sión. Para el coro­na­vi­rus, cuan­do hay un núme­ro de casos bajo, “las medi­das para fre­nar su pro­pa­ga­ción es uti­li­zar méto­dos barre­ra, esen­cial­men­te las mas­ca­ri­llas, dis­tan­cia de segu­ri­dad y desin­fec­ción de ins­ta­la­cio­nes. A eso hay que aña­dir la detec­ción rápi­da de casos y el con­trol de con­tac­tos. En situa­cio­nes de bro­te epi­dé­mi­co, la úni­ca for­ma de con­tro­lar la dise­mi­na­ción es el con­fi­na­mien­to has­ta que el núme­ro de casos dis­mi­nu­ya en la pobla­ción y el ries­go de trans­mi­sión de la infec­ción sea bajo”.

En el caso del VIH, dado que los pro­duc­tos san­guí­neos están vigi­la­dos y la trans­mi­sión madre-hijo ha des­apa­re­ci­do por el tra­ta­mien­to, “se limi­ta a una enfer­me­dad de trans­mi­sión sexual. La pre­ven­ción es median­te méto­dos barre­ra, pero no mas­ca­ri­llas sino el pre­ser­va­ti­vo”.

Dos pandemias distintas

“El VIH es una pan­de­mia en la que el con­fi­na­mien­to no tie­ne nin­gún sen­ti­do por­que no tie­ne una trans­mi­sión fácil como por el aire. No hay que ais­lar a las per­so­nas que viven con VIH. Con­vi­vi­mos con el VIH pero es un virus que no nos infec­ta por ir pasean­do por la calle, cenar en un res­tau­ran­te o por ir a cla­se. Tam­bién hay una dife­ren­cia: tene­mos un tra­ta­mien­to efi­caz y al con­tro­lar­se la car­ga viral los pacien­tes infec­ta­dos no trans­mi­ten la infec­ción”, algo que de momen­to no ocu­rre con el coro­na­vi­rus, según Alca­mí.

Los pri­me­ros tra­ta­mien­to efi­ca­ces con­tra la infec­ción por VIH apa­re­cen en 1996 con el cóc­tel de fár­ma­cos lla­ma­do tri­te­ra­pia, con una efi­ca­cia muy alta. “Las per­so­nas des­de enton­ces no desa­rro­llan sida”, aña­de Pala­cio. Por su par­te, el tra­ta­mien­to pre­ven­ti­vo para evi­tar la infec­ción por VIH (PReP) se aprue­ba en 2012 en Esta­dos Uni­dos y en 2016 en la Unión Euro­pea.

En cam­bio, los pacien­tes infec­ta­dos con el coro­na­vi­rus, ten­gan o no sín­to­mastrans­mi­ten la infec­ción, acla­ra el viró­lo­go del Ins­ti­tu­to de Salud Car­los III. “Deci­dir cuán­do es nece­sa­rio el con­fi­na­mien­to o no depen­de de si esta­mos en una situa­ción incon­tro­la­ble o con­tro­la­ble según la inci­den­cia y núme­ro de casos. El con­fi­na­mien­to es para evi­tar por una par­te infec­cio­nes, casos gra­ves, muer­tes y por otra par­te el colap­so del sis­te­ma sani­ta­rio”, aña­de.

Esta situa­ción “no tie­ne nada que ver con el VIH”, expo­ne el viró­lo­go, “por­que no se trans­mi­te fácil­men­te ni tie­ne trans­mi­sión aérea ni el con­fi­na­mien­to tie­ne nin­gún sen­ti­do. Ade­más tene­mos un tra­ta­mien­to efi­caz fren­te al VIH, no fren­te a SARS-CoV‑2”.

“El sida siem­pre se usa como com­pa­ra­ción nega­ti­va. No se puso cua­ren­te­na por el VIH por­que no había nin­gu­na razón cien­tí­fi­ca para hacer­lo. Com­pa­rar­lo es bana­li­zar el impac­to del sida y no tie­ne nin­gún sen­ti­do”, con­clu­ye el pre­si­den­te de CESIDA.

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