En verano, si vives en la Comunitat Valenciana, hacer una escapadita a Ibiza es casi obligatorio. Aquí van siete propuestas para salir del tópico de que la isla es sinónimo de fiesta.

Ima­gen del puer­to de Ibi­za.

Hay mil moti­vos para ir a Ibi­za, y todos son bue­nos. Se pue­de ir de fies­ta, a des­can­sar, en plan pare­ja, del rollo cul­tu­re­ta… Lo más fácil para lle­gar es uti­li­zar el bus­ca­dor de Omio, des­de el cual se pue­den encon­trar las mejo­res opcio­nes —y al mejor pre­cio— para ir y lue­go que cada uno dise­ñe su plan. Para eso, aquí van algu­nas pis­tas.

1.- Visi­tar el Museo de Arte Con­tem­po­rá­neo (MACE)

Aun­que no se pue­de decir que sea uno de los museos más impor­tan­tes de Espa­ña, sí que se ha gana­do a pul­so su fama de ofre­cer una visión del arte que, a veces, no tie­ne cabi­da en otros cen­tros simi­la­res. Por ejem­plo, aho­ra tie­ne en car­tel la mues­tra Vida y muer­te de nue­vo, de Isa­bel Echa­rri, en la que el blan­co —y no el negro, como es habi­tual al hablar de due­lo o dolor— es el gran pro­ta­go­nis­ta. Muy reco­men­da­ble tam­bién, por el uso del color pre­ci­sa­men­te, de Valky­rie Crown, de Joa­na Vas­con­ce­los.

Inte­rior del MACE.

2. Visi­tar la necró­po­lis

A pocos metros del cas­co anti­guo se sitúa una de las necró­po­lis más gran­des e impor­tan­tes del Medi­te­rrá­neo occi­den­tal, hogar de la dio­sa Tanit, reco­no­ci­da por su sin­gu­la­ri­dad como Patri­mo­nio de la Huma­ni­dad. Fue lugar de ente­rra­mien­to para feni­cios y car­ta­gi­ne­ses has­ta el siglo VII a.C. La visi­ta inclu­ye pasar por el museo Puig des Molins, para cono­cer su colec­ción de res­tos, obje­tos y pie­zas fune­ra­rias.

La necró­po­lis de Puig des Molins.

3. El acua­rio de Cap Blanc

Fun­da­do en 1989, es una visi­ta de lo más reco­men­da­ble entre las cosas que hacer en Ibi­za con niños. Esta cue­va mari­na fue un cria­de­ro y lugar de con­ser­va­ción de lan­gos­tas y un refu­gio de las focas mon­je, pero se recon­vir­tió en acua­rio y sede del Cen­tro de Recu­pe­ra­ción de las Espe­cies Mari­nas, de modo que es posi­ble con­tem­plar todas la espe­cies mari­nas que habi­tan los fon­dos: tor­tu­gas mari­nas, rayas, meros… La cue­va abar­ca una exten­sión de unos 370 metros cua­dra­dos y está atra­ve­sa­da por una pasa­re­la sobre el agua, que per­mi­te obser­var las prin­ci­pa­les espe­cies del mar pitiu­so, como meros, lan­gos­tas, rayas, julias y cas­ta­ñue­las, entre otras.

El acua­rio de Cap Blanc.

4. La pla­ya de Beni­rrás

Si se va a Ibi­za hay que jugar a sen­tir­se hip­pie por un día. ¿Mucho pos­tu­reo? Sin duda, pero esta­mos de vaca­cio­nes así que ¡fue­ra com­ple­jos! Los domin­gos por la tar­de, en esta pla­ya situa­da entre los pue­blos de Sant Miquel y Sant Joan, se cele­bra la fies­ta de los tam­bo­res, cuya nom­bre habla por sí solo. Es, ade­más, uno de los mejo­res luga­res de la isla para ver la pues­ta de sol y apre­ciar cómo el cie­lo va cam­bian­do de color. Un con­se­jo: no espe­rar has­ta la últi­ma hora para ir por­que se lle­na.

Fies­ta de los tam­bo­res en la pla­ya de Beni­rrás.

5.- La Torre de Savi­nar

Más cono­ci­da como la Torre del Pira­ta o des Cap des Jueu, está col­ga­da sobre un acan­ti­la­do den­tro de la Reser­va Natu­ral de Cala d’Hort. Pese a su mote, no es fie­ra como la pin­tan: se aca­bó de cons­truir en 1756 y aun­que debe­ría haber alber­ga­do caño­nes, al final no pasó de ser una torre de vigi­lan­cia. Curio­sa­men­te, el nom­bre de ‘Torre de los pira­tas’ se lo debe a la nove­la Los muer­tos man­dan de Vicen­te Blas­co Ibá­ñez, en la que su pro­ta­go­nis­ta vivían en esta edi­fi­ca­ción. De las sie­te torres de este tipo que hay en Ibi­za, es una de las mejor con­ser­va­das. Por cier­to, es uno de los mejo­res sitios de la isla para ver la pues­ta de sol.

La Torre ‘del pira­ta’.

6.- Par­que Natu­ral Ses Sali­nes

Está a ape­nas diez kiló­me­tros de la ciu­dad de Ibi­za y es un paraí­so con pla­yas que goza de la mayor pro­tec­ción medioam­bien­tal (es a la vez par­que y reser­va). Ses Sali­nes d’Eivissa i For­men­te­ra, nom­bre com­ple­to, es uno de los mejo­res ejem­plos de la rique­za de la bio­di­ver­si­dad del Medi­te­rrá­neo. Es un área de des­can­so y de nidi­fi­ca­ción para las aves en sus migra­cio­nes que englo­ba un con­jun­to de hábi­tats terres­tres y mari­nos, con valo­res eco­ló­gi­cos, pai­sa­jís­ti­cos, his­tó­ri­cos y cul­tu­ra­les de pri­mer orden a esca­la inter­na­cio­nal. Hay muchas for­mas de ir pero las más cómo­das son en bici­cle­ta o trans­por­te públi­co (líneas 11 y 11 b).

Par­que Natu­ral Ses Sali­nes.

7.- Asen­ta­mien­tos feni­cios de Sa Cale­ta

Aso­cia­mos tan­to Ibi­za al hedo­nis­mo y las fies­ta inter­mi­na­bles que, a veces, olvi­da­mos que la isla guar­da tes­ti­mo­nios muy intere­san­tes de nues­tra his­to­ria, la de los pue­blos medi­te­rrá­neos. Decla­ra­do Patri­mo­nio de la Huma­ni­dad por la UNESCO en 1999, este asen­ta­mien­to se encuen­tra al sur de la isla, entre la pla­ya des Codo­lar y el mon­te des Jon­dal, es decir, en la cos­ta sur de la isla. Este embar­ca­de­ro, toda­vía en uso, pue­de com­pa­rar­se a otros pobla­dos simi­la­res del sur de la penín­su­la Ibé­ri­ca. Su ori­gen se remon­ta a fina­les del siglo VIII a.C., aun­que es posi­ble que en un prin­ci­pio fue­se solo una base pro­vi­sio­nal para pros­pec­cio­nes eco­nó­mi­cas y geo­grá­fi­cas en las mis­mas Pitiu­sas (Ibi­za y For­men­te­ra), como para los inter­cam­bios que des­de el sur de la penín­su­la Ibé­ri­ca.

Ima­gen aérea del asen­ta­mien­to feni­cio en Sa Cale­ta.

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