La pandemia del Covid-19 nos está azotando a todos los países desde hace más de un año y mucho de los esfuerzos para contener la expansión del virus se han centrado en la investigación y posterior administración de la vacunas. Desde el principio, las reacciones de la población han sido diferentes: para la gran mayoría, la noticia de que iba a empezar la vacunación, les produjo alegría y optimismo, mientras que en otras personas, el miedo y recelo han sido notables.

Durante este período de tiempo en el que lentamente se está vacunando a los ciudadanos en función de sus grupos de edad u otros factores de riesgo, por ejemplo, sanitarios, fuerzas de seguridad, docentes, etc., las reticencias para vacunarse se han ido disipando porque muchas de las personas que no tenían claro si vacunarse o no — fundamentalmente por el miedo a los posibles efectos adversos que las vacunas frente al Covid-19 pudieran tener — empezaban a confiar porque parecía que todo iba bien.
Pero la incertidumbre y desasosiego ha vuelto a aparecer al dispararse las alarmas ante la posible relación de trombos tras la administración de la vacuna de AstraZeneca, llegando a paralizar temporalmente su inoculación y su vuelta a administrar en la mayor de países.

Todo ello, ha sumergido a las personas en un mar de dudas y desconfianza no solo en las que inicialmente se sentían reacias sino también en el de aquellas que tenían claro que sí se iban a vacunar o las que ya se les ha aplicado la primera dosis de esta vacuna.
Es algo que podía pasar pero como viene siendo habitual, la salud mental se deja de lado y son pocos los medios que se invierten para realizar campañas de prevención que pudieran haber mitigado el impacto emocional de la difusión de noticias sobre posibles efectos adversos de las vacunas frente al Covid-19.
Noticias que no siempre son reales y corren como la pólvora por Internet. Por ello, la búsqueda y transmisión de estas informaciones siempre tendrán que proceder de fuentes fidedignas, avaladas por Comités Científicos que investiguen si existe o no relación causal entre algún efecto secundario y la administración de las vacunas.
¿Qué reacciones emocionales se están generando frente a este tipo de noticias como las de los posibles efectos adversos de la vacuna Astrazeneca?
La reacción emocional más frecuente es la ansiedad producida por el desconcierto al suspender unos días la vacunación con AstraZeneca. Las dudas, temor y recelo se han generalizado incluso en las personas que esperaban con gozo ser vacunadas cuando llegará su turno.
Por supuesto, el malestar se ha incrementado si cabe todavía más, en aquellas personas que ya eran reacias a vacunarse por el miedo a los efectos adversos que pudieran tener las vacunas frente al Covid-19.
En estos casos, no estamos hablando de que tuvieran miedo a las inyecciones (tripanofobia), ni del rechazo a las vacunas sustentando por movimientos antivacunas, sino el miedo a las vacunas del Covid-19 por la celeridad con la que se han sacado y posibles efectos secundarios.
El que se haya “parado” la vacunación con la vacuna AstraZeneca y ahora se haya vuelto a administrar en la mayor parte de países, está influyendo negativamente en la confianza u otras actitudes, sobre todo en aquellas personas con niveles elevados de intolerancia a la incertidumbre y perfeccionismo “patológico”, esquemas rígidos de pensamiento, necesidad extrema de control y baja tolerancia a la frustración.
Ansiedad desbordada
Es normal, que esta información nos genere cierto nivel de ansiedad pero, en algunas personas, esta situación les está desbordando llegando a desarrollar cuadros ansiosos (palpitaciones, nerviosismo, irritabilidad, problemas de sueño, falta de concentración…) u obsesiones que puede ir acompañadas o no de conductas compulsivas como comer en exceso, búsqueda continua de información, etc. para aliviar sus estados ansiosos.
De igual forma, los estados de ánimo se están viendo afectados. Si ya la pandemia está causando muchos cambios en nuestras rutinas y esta situación está produciendo cansancio y apatía al prolongarse en el tiempo, el verse afectado el ritmo de vacunación o dudas en relación a las vacunas, hace que el decaimiento esté aumentando y se estén consumiendo más psicofármacos.
Por otra parte, problemas psicológicos preexistentes están exacerbándose ante las vacilaciones, desconcierto y temor experimentados, sobre todo en pacientes con miedo a la enfermedad pero no olvidemos que cualquier trastorno psicológico se está viendo afectado de forma negativa.
Ahora bien tanto si hay problemas preexistentes como si no, el dilema al que nos enfrentamos es vacunarse o no vacunarse.
Importancia del trabajo de psicólogos y psicólogas

Vacunarse o no vacunarse es una decisión importante.
Es fundamental el papel de los psicólogos y psicólogas para ayudar a la ciudadanía tanto a prevenir las reacciones emocionales que generan malestar ante la información sobre posibles efectos adversos ante las vacunas del Covid-19, como para tratar terapéuticamente los trastornos psicológicos ocasionados o preexistentes que se relacionan, directa o indirectamente, con el tema que nos ocupa.
Desde la psicología podemos ofrecer tratamientos de probada eficacia, por ejemplo, en el miedo a las inyecciones (la mayor parte de las vacunas son inyectadas) o para controlar y superar la ansiedad u alteraciones de ánimo provocadas por estas noticias.
Escucha activa y no esconder información
Consideramos crucial que se creen equipos multidisciplinares que aborden esta problemática dedicando tiempo a escuchar activamente a las personas que nos manifiestan su incertidumbre, sin menospreciar sus puntos de vista.
Atendiendo a sus dudas podremos facilitarles información objetiva, veraz y transparente, ayudándoles a tomar su decisión sin imponer, convencer u obligar.
En cualquier caso, transmitir a la población cualquier efectos psicológico adverso que pudiera tener cualquier vacuna frente al Covid-19, aunque parezca lo contrario, puede aumentar la confianza porque sería peor ocultar dicha información y el recelo a vacunarse sería mayor.
En este caso no solo la labor de profesionales sanitarios es prioritaria, sino también de los medios de comunicación desde la transparencia e imparcialidad, clara y concisa, alejada del sensacionalismo, alarma y sobre-información.
Salud física y mental van unidas
Las vacunas salvan vidas y, que como puede suceder con cualquier fármaco, puede aparecer algún efecto secundario y, por ello, no se dejan de utilizar cuando es necesario.
La salud física y la mental están intrínsecamente unidas y no podemos olvidar que prevenir y tratar psicológicamente los temores, estados de ánimo decaídos, obsesiones favorecen que nuestro sistema inmunitario esté más protegido, nos sintamos mejor y se generen actitudes positivas desde la calma y serenidad para tomar la decisión más acertada.
Es conveniente enseñar técnicas psicológicas que ayuden a prevenir y/o tratar los problemas emocionales para aprender a manejar el estrés y la ansiedad, técnicas de solución de problemas, reestructuración cognitiva, etc.
No bajar la guardia
Son muchas las estrategias psicológicas de las que disponemos psicólogos y psicólogas validadas científicamente y es esencial que se adapten a cada persona o colectivo en particular, ya hayan recibido todas las dosis, estén esperando la segunda o todavía no se les haya administrado ninguna.
Entre tanto no hay que bajar la guardia. Estamos observando, desde que se empezó la campaña de vacunación frente al Covid-19, que la percepción del riesgo en la población está disminuyendo y las medidas de protección se están relajando en el caso de algunas personas y, más si ya están vacunadas, olvidando que el peligro todavía continua y todavía quedan cuestiones por resolver como el tiempo de inmunización, posibilidad de contagiar a otras personas aunque estemos vacunados, etc
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