Rojo y negro
Creadoras rebeldes en La Nau

Criaturas múltiples es un verso de un poema de María Beneyto. Toda una declaración de intenciones porque aquí son múltiples las propuestas.

Expo­si­ción Cria­tu­ras múl­ti­ples en La Nau.

Si uno entra estos días en el claus­tro de La Nau que­da­rá estu­pe­fac­to ante la pre­sen­cia de gran­des dibu­jos, cria­tu­ras múl­ti­ples, muje­res eufó­ri­cas pin­ta­das en vivos colo­res de cómic que deco­ran sus colum­nas neo­clá­si­cas. Un colo­ri­do con­tras­te mon­ta­do por la artis­ta María María Acha Kuts­cher que lle­na de luz el recin­to y anun­cia una mues­tra com­ba­ti­va. Son tres salas, tres atmós­fe­ras que pre­sen­tan el gri­to de gue­rra artís­ti­co de muje­res en lucha por su liber­tad de expre­sión. Cria­tu­ras múl­ti­ples es un ver­so de un poe­ma de María Beney­to. Toda una decla­ra­ción de inten­cio­nes por­que aquí son múl­ti­ples las pro­pues­tas.

Tan­tes dones en una matei­xa, reza el sub­ti­tu­lo del Art con­tra la vio­len­cia mas­clis­ta. La varia­da y suge­ren­te mues­tra ocu­pa las moder­ni­za­das salas del vetus­to recin­to uni­ver­si­ta­rio que des­de hace déca­das es un esplén­di­do foco de difu­sión cul­tu­ral para la ciu­da­da­nía. En este caso, es la sutil iro­nía, el sar­cas­mo, el desa­fío y la deli­ca­de­za de las 31 artis­tas muje­res que expo­nen obra la que ofre­ce un demo­le­dor reco­rri­do por el arte al ser­vi­cio de la refle­xión y la libe­ra­ción sobre la bar­ba­rie que supo­ne el omni­pre­sen­te patriar­ca­do.

Semí­ra­mis Gon­zá­lez, la comi­sa­ria,  ha orga­ni­za­do una suce­sión de espa­cios don­de la acción artís­ti­ca se con­vier­te en denun­cia del tra­to infa­me al que se ve sumi­da la mujer en la cul­tu­ra y la vida coti­dia­na.

Como ape­ri­ti­vo, el visi­tan­te entra en la sala Aca­de­mia para enfren­tar­se a un cua­dro espe­luz­nan­te de nues­tra Car­men Cal­vo inti­tu­la­do los Gran­des mal­di­tos, en tama­ño XXL La ima­gen de un niño cega­do por una des­agra­da­ble nava­ja. Un bal­deo de nava­je­ro cutre que le tapa los ojos. La sor­pre­sa con­ti­núa ante la visión de una foto­gra­fía que mues­tra un tro­zo de la tren­za que los fas­cis­tas cor­ta­ron a Mari­na Torre­sa en los vie­jos tiem­pos de la pri­me­ra pos­gue­rra, cuan­do a las jóve­nes viu­das repu­bli­ca­nas se les rapa­ba el pelo y se les daba acei­te de ricino para que fue­sen ensu­cián­do­se bajo las fal­das mien­tras pasea­ban por el pue­blo. Un recuer­do de los tiem­pos de igno­mi­nia y ven­gan­za.

Car­men Cal­vo.

Comien­za a notar­se la rabia de las auto­ras en esta sala que pro­si­gue con una foto de Ana Tere­sa Orte­ga: un patio deso­la­do de San Miguel de los Reyes, con­ven­to que hoy alber­ga nues­tra genial biblio­te­ca pero que fue pri­sión y sufri­mien­to en los años 40 como es bien sabi­do. Es una sala muy poli­ti­za­da por­que Nuria Güell ha mon­ta­do un vídeo con una per­for­man­ce muy extra­ña en la que una mujer pasea por una ciu­dad sue­ca. Te ente­ras de la asom­bro­sa noti­cia de que en el año 2013 el Gobierno sue­co impul­só el lla­ma­do sis­te­ma REVA; se tra­ta­ba de boni­fi­car a los poli­cías que caza­ran inmi­gran­tes irre­gu­la­res por la calle (¡!).

Uno comien­za a com­pren­der que esta no es una expo­si­ción muy ama­ble sino que escue­ce por su radi­ca­li­dad. Son dar­dos anti­sis­te­ma lan­za­dos por muje­res con­cien­cia­das y rebel­des. Isa­bel Oli­ver pro­po­ne la ima­gen foto­grá­fi­ca de una fami­lia nume­ro­sa cubier­ta de sinies­tras hor­mi­gas rojas. Es una pre­cur­so­ra de la obra de la Cal­vo con sus mon­ta­jes foto­grá­fi­cos, y mas allá, Ales­san­dra Spra­si ofre­ce una serie de foto­gra­fías de hoga­res clá­si­cos envuel­tos en lla­mas. Espa­cios domés­ti­cos como luga­res de vio­len­cia. Son imá­ge­nes que sugie­ren más que cual­quier pro­cla­ma femi­nis­ta. Lucha por los dere­chos de la mujer en imá­ge­nes.

Es en la sala Aca­de­mia, la más gran­de de La Nau, don­de  cul­mi­na o mejor esta­lla un reco­rri­do que es el sar­cas­mo puro sobre los este­reo­ti­pos sexis­tas. La vete­ra­na Mavi Esca­mi­lla ofre­ce un cua­dro, terro­rí­fi­co mon­ta­je góti­co en el que una dama del siglo XIX es una cala­ve­ra que nos mira amor­ta­ja­da en su ves­ti­do impe­rio y des­de su barro­ca habi­ta­ción; una obra que pro­du­ce esca­lo­fríos. Esca­mi­lla es una maes­tra del impac­to que inter­pe­la al que mira, sin con­tem­pla­cio­nes, y una refe­ren­te del femi­nis­mo valen­ciano. Es una pie­za de 2010 y se titu­la Seño­ra B. La acom­pa­ña la obra de la legen­da­ria Maru­ja Mallo, pin­to­ra surrea­lis­ta espa­ño­la ami­ga de Dalí.

Una fron­da de muje­res que son  una mis­ma mujer, por­que todas ellas apun­tan con las idén­ti­cas armas, la crea­ción artís­ti­ca, la ima­gi­na­ción, con­tra la bes­tia machis­ta. La irra­cio­na­li­dad e injus­ti­cia de cos­tum­bres y acti­tu­des que hay que ente­rrar pero que aún aso­man, como cue­llos de bui­tres espan­to­sos, en algu­nas pro­cla­mas públi­cas de machos de dien­tes afi­la­dos y puñe­ta­zo fácil.

Muje­res rebel­des en La Nau.

Des­de las imá­ge­nes de arru­gas de mujer de Ingrid Lozano, las fotos publi­ci­ta­rias de San­ja Ive­ko­vic que repre­sen­tan a las heroí­nas anti­fas­cis­tas que lucha­ron y murie­ron en la II Gue­rra Mun­dial, has­ta el iró­ni­co ves­ti­do negro de la valen­cia­na Mari­bel Domé­nech des­ple­ga­do como una prin­ce­sa hue­ca en el cen­tro de la sala.

Pero si el visi­tan­te no ha teni­do sufi­cien­te con eso,  como si en la sala retum­ba­ran los tam­bo­res de gue­rra de la lucha femi­nis­ta que domi­na nues­tra épo­ca, Les espec­ta­cu­lai­res, la serie de foto­gra­fías anti­guas que pre­sen­ta María María Acha Kuts­cher, ya lo des­co­lo­ca del todo. Es una suce­sión de damas freaks que inten­ta mos­trar “la resi­len­cia de las muje­res que no se some­tie­ron al man­da­to mas­cu­lino”, de una épo­ca espan­to­sa de cor­sés, miri­ña­ques y tíos bigo­tu­dos y mal­va­dos toca­dos con som­bre­ros de copa que, cual car­ce­le­ros, las tra­ta­ban como gana­do en casa y la expo­nían cubier­tas has­ta los tobi­llos de ropas vie­ju­nas y horri­bles en los even­tos públi­cos.

Uno que­da per­ple­jo ante la visión en peque­ño for­ma­to de fotos inquie­tan­tes: La mujer bar­bu­da; La gigan­te; La muñe­ca vivien­te; The half woman…, todo muje­res defor­ma­das que son­ríen a la cáma­ra a pesar de su aspec­to.

Des­co­lo­ca­do que­das ante seme­jan­te colec­ción de foto­gra­fías iné­di­tas que recuer­dan a John Peter Wit­kin y sus imá­ge­nes neo­gó­ti­cas de seres mons­truo­sos. A pocos pasos y como un dere­cha­zo en la man­dí­bu­la, Sole­dad Cór­do­ba nos mues­tra Devas­ta­ción III, de 2015, la foto de una mujer des­nu­da arro­ja­da como un tra­po entre una mon­ta­ña de sillas rotas. Solo la gra­cia de Isa­bel Villar, con su naif cua­dro Eva y el tejón, cal­ma la taqui­car­dia. Y eso no es todo, por­que La Nau ha pro­gra­ma­do has­ta el 17 de febre­ro una serie de visi­tas, char­las, dan­zas y per­for­man­ces bajo el rótu­lo Cria­tu­res mul­ti­ples. Entre ellas, una acción de suge­ren­te títu­lo: Cómo expli­car el femi­nis­mo a una mer­lu­za muer­ta, de Blan­ca Matías. Impo­si­ble per­dér­se­lo.

En una entre­vis­ta sobre su últi­ma pelí­cu­la Per­fect days, Wim Wen­ders, el gran cineas­ta ale­mán, lo ha deja­do cla­ro: “La con­cien­cia social está repre­sen­ta­da úni­ca­men­te por las muje­res (…) Este pla­ne­ta no va a tener futu­ro si no hay una con­cien­cia igua­li­ta­ria, pero des­de la pers­pec­ti­va de las muje­res. Somos noso­tros, los hom­bres, los que tene­mos que cam­biar (…) Ya hemos hecho bas­tan­te daño”. Más cla­ro, impo­si­ble.

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