Rojo y negro
Una puerta al futuro
Un mundo revuelto, bélico, cruel, injusto, pero el arte cambia las cosas. Frente al catastrofismo del tercer milenio, hay muchos artistas que trabajan por el futuro. Un tema del grupo indie de Chicago, Wilco, incita al pensamiento positivo.
El caso es que si uno se pone a escuchar la pieza de Wilco, Spiders, entra en un trance inexplicable, provocado por la repetición de un background sonoro sin voces que lo lleva a un territorio desconocido, de especulación futurista. Un enigma a resolver. La banda de Jeff Tweedy es un grupo hippy y folk nacido en el infierno de la ciudad de Chicago, cuna del rock más crudo, del blues universal negro y escenario de la violencia americana por excelencia desde los tiempos de Capone.
De toda esa herencia nace un grupo como Wilco, una formación muy poco comercial que representa lo más exquisito y culto de la aventura americana joven, mezcla el blues negro con el folk vaquero y las baladas más amorosas de un Dylan. Unos músicos que maridan muy bien con las actuales revueltas en la universidad de Columbia por el tema palestino y que recuerdan los viejos tiempos de Berkeley y la guerra de Vietnam.
Esta banda de tipos que no pasan de los cuarenta ha dado la vuelta al calcetín y negándose a seguir la estela popera al uso, se han centrado en contar con excelencia musical los avatares de la contemporaneidad. La América que no sale en los diarios, la que da la espalda a la publicidad mediática amarillista, a la política hipócrita de los partidos, sean estos demócratas o republicanos, y compone un relato sónico de confianza en el arte de las cosas bien hechas.
A la banda de Tweedy hay que darle de comer aparte, como a la gente de Chicago. La ciudad helada de los grandes lagos. Recuerdo una entrevista que hice en los 1980 al gran músico de jazz Archie Shepp, por entonces profesor de música en la universidad de Massachusetts, pionero del free jazz y de la mezcla entre la cultura africana y la de sur que ahora cuenta con 86 años. Lo cosa fue en un céntrico hotel, horas antes de su memorable actuación en el NCC (Nou Café Concert) de Toni Pep, el gran chamán de la modernidad indígena que tenía un local puntero en el Eixample al que trajo en sus buenos tiempos lo mejor de cada casa. Además de figuras internacionales, a toda la movida madrileña, de Alaska, Siniestro Total, Gabinete Caligari… En la entrevista en inglés con Archie, que entendí de la misa la mitad, hubo una de sus frases que recordaré siempre, soltó: “En realidad, amigo, los blancos habéis robado (stolen) a los negros la cultura del blues”.
Estábamos en su habitación del hotel Inglés y recuerdo su reluciente saxo dorado descansando como un ser vivo sobre la cama deshecha. Shepp en calzones y abriendo un cajón de la mesita de noche repleta de marihuana y sin dejar de liarse canutos. Los blancos robaron a los negros no solo la libertad y dignidad sino la música. Y Chicago fue siempre la meca. No es casual pues que uno de los grupos más interesantes del panorama popular del siglo XXI sea el de estos muchachos de Chicago que llevaban pantalones cortos cuando Keith Richards fue a en los 70 a esa ciudad a aprender de Howlin Wolf, Muddy Waters, Elmore James y los demás.
La música, como la literatura, es reflejo fiel del momento histórico que vive el mundo. Las mejores creaciones de ambas artes vienen de las sociedades más desarrolladas, siempre ha sido así. La mejor música sigue llegando de América, ya sea rock ya salsa, igual que los mejores tomates vienen del Mediterráneo. Y a nosotros, el jugoso y feraz sur, la tierra del sol y de los hombres y mujeres hermosos, nos queda la alegría de vivir, la cultura del ocio y de la fiesta, de la calle y la vida al aire libre. La guitarra pura y cristalina de Tomatito y la voz divina de Camarón de la Isla. Ladran los coyotes en el desierto pero la caravana sigue su camino. Escucho a los chicos de Chicago, al bueno de Tweedy y comprendo por fin que no hay fuerza que frene el progreso del arte hacia un futuro luminoso. Spiders, un tema esquizofrénico, brutal, una repetición sónica heredera de los teclados de Bach, que lleva a la paz. Una auténtica puerta al futuro.
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