En la primera escena de la película Campanadas a medianoche (Orson Welles, 1965), Falstaff, Shallow y Silence están sentados ante el fuego. Reciben la noticia de la muerte del rey Enrique IV y de la coronación de su hijo Hal, que se celebrará esa mañana. Falstaff, exultante, va directamente al castillo. Está convencido de que se convertirá en un personaje poderoso con el apoyo de Enrique V. Tendrá riquezas y mujeres gracias a su gran amigo Hal, ya convertido en rey.

Momentos antes de la coronación, Falstaff se presenta ante Hal, que le vuelve la espalda y proclama que ha terminado con su antigua forma de vivir. Falstaff mira a Hal con desesperación y angustia. El nuevo rey lo destierra y la coronación continúa en el castillo, mientras Falstaff se aleja abatido. Esa noche, Falstaff muere en la taberna Boar’s. Sus amigos lo lloran, afirmando que ha muerto con el corazón roto. El narrador explica que Hal se convirtió en un rey bueno y noble. Campanadas a medianoche aúna temas de Enrique IV y Las alegres comadres de Windsor, dos obras de William Shakespeare (1564-1616), inmortales clásicos del teatro isabelino.
Una mañana mediterránea, hará de esto algunos años ya, coincidí en la terraza del Café Museu con Manuel Ángel Conejero, traductor de Shakespeare y exdirector del Palau de la Música y de Teatres de la Generalitat. El Café Museu está enfrente del Centre del Carme, y justo al lado de la sede del Consell Valencià de Cultura, entidad asesora de la Generalitat Valenciana, de la que Conejero fue miembro desde junio de 2004 hasta julio de 2018. La noche anterior, en La 2 de TVE habían programado la citada Campanadas a medianoche.
«Una hermosa película Campanadas a medianoche», comentó Conejero. Le respondí: «La he visto cuatro veces y sigue emocionándome la penúltima secuencia, en la que Falstaff va a saludar al nuevo rey, Enrique V, del que espera grandes favores porque fue amigo suyo de francachelas cuando el ahora monarca era príncipe de Gales. El nuevo y joven rey le dice: ‘Yo ya no soy el que era, cuando vuelva a serlo regresa a mí…’» Empecé a balbucear, porque no me acordaba del todo bien de las palabras de Enrique V. Manuel Ángel Conejero me atajó, al notar mi impreciso recordatorio, y tomó la iniciativa, citando con exactitud las del joven rey ante su ex compañero de robos y trastadas, el obeso y anciano Falstaff: «No te conozco, viejo. Arrodíllate y reza. Qué mal sientan los cabellos blancos a un viejo bufón de costumbres disolutas…».
En aquel entonces conté esta historia en un artículo y vuelvo a hacerlo ahora. Impresionado, felicité a Conejero por memorizar de forma tan detallada los parlamentos de grandes personajes de Shakespeare. «Es de lo único que sé algo. Fuera de ese terreno, que es el mío, no sé distinguir un geranio de una bicicleta», confesó Manuel Ángel con divertida modestia. Conejero está actualmente en una etapa dulce como autor. Hace quince días la Universidad de Nueva York representó su tragedia Yo no soy el rey Lear, que un año antes se había estrenado en el off-Broadway. Manuel Ángel, creativo e insumiso, siempre tiene cosas que decirnos.

En la historia de la monarquía española han pasado en las últimas décadas muchas cosas, aunque en sentido contrario al de estos dramas históricos de Shakespeare. Falstaff es despreciado por Hal, ya convertido en Enrique V: el hasta hace poco Príncipe de Gales considera a Falstaff una compañía nociva en su nueva etapa como rey.
Algunos analistas bien informados señalaron en su momento —aunque en baja voz, sin contarlo públicamente, solo con unos breves y esporádicos apuntes en algún libro de alcance reducido— que a Sabino Fernández Campo (1918-2009), Jefe de la Casa Real desde el 22 de enero de 1990 hasta el 8 de enero de 1993, le ocurrió todo lo contrario que a Falstaff: el Rey Juan Carlos prescindió de él porque le recomendaba, entre otros asuntos conflictivos, rechazar los millonarios regalos que recibía de algunos poderosos empresarios. Se lo quitó de encima porque le aconsejaba bien, con prudencia y honor. En pocas palabras: Juan Carlos I no soportaba a su Pepito Grillo particular. En ese sentido, Sabino Fernández Campo fue el anti-Falstaff.
En los años ochenta, en los noventa y también en los primeros del siglo XXI, recuerdo haber afirmado en varias ocasiones: «No soy monárquico, soy juancarlista». De haber tenido mejor información, no lo hubiera dicho. Ya no lo diré más. Hice el ridículo con aquellas palabras. Si los reyes no tienen conductas ejemplares, las monarquías se tambalean.
Carlos III fue coronado anteayer en la Abadía de Westminster como rey de Inglaterra y sucesor de su madre, Isabel II. No sabemos si Carlos III tiene actualmente como Jefe de la Casa Real inglesa a un Falstaff o a un anti-Falstaff. También ignoramos si el nuevo rey prefiere tener como asesor a un Falstaff o a un anti-Falstaff.
LA COLUMNA ABIERTA de Rafa Marí
«Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde”
Jaime Gil de Biedma

En ajedrez, otra de las inteligentes actividades de Rafa Marí, una columna abierta es una columna sin peones; en el periodismo, una columna abierta es una columna donde puede reflexionarse sobre el precio de las cosas, la alta cocina, un libro, una película o los amores de Isabel Pantoja.
Pese a ser un periodista tardío, Rafa Marí (Valencia, 1945) ha tenido tiempo para trabajar en muchos medios de comunicación: Cartelera Turia, Cal Dir, Valencia Semanal, cartelera Qué y Donde, Noticias al día, Papers de la Conselleria de Cultura, Levante-EMV, El Hype… Siempre en las páginas de cultura. En 1984 se incorporó a la redacción de Las Provincias, diario donde actualmente ejerce su activismo como gran comentarista.