Mirando-el-Movil

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Mirar la pan­ta­lla del móvil es un meca­nis­mo ins­tin­ti­vo, pero es el telé­fono el que está regis­tran­do inclu­so nues­tro esta­do de áni­mo y actúa en con­se­cuen­cia.

ADOLFO PLASENCIA @adolfoplasencia

6 de octu­bre, 2023.- La inmen­sa mayo­ría de noso­tros usa­mos los telé­fo­nos móvi­les inte­li­gen­tes, o smartpho­nes. Hace­mos uso de ellos por intui­ción, o imi­ta­ción, ya que nadie lee los manua­les, tal de intui­ti­vos han lle­ga­do a ser estos telé­fo­nos y dis­po­si­ti­vos con pan­ta­llas tác­ti­les. En reali­dad, des­co­no­ce­mos casi com­ple­ta­men­te cómo fun­cio­nan la mayo­ría de los múl­ti­ples y pode­ro­sos dis­po­si­ti­vos tec­no­ló­gi­cos inte­gra­dos en su inte­rior que, en gran par­te, no están para ser­vir al usua­rio, sino orien­ta­dos al bene­fi­cio de empre­sas, a las que se conec­ta cons­tan­te­men­te el apa­ra­to sin nues­tra inter­ven­ción; y a las pla­ta­for­mas de ser­vi­cios de soft­wa­re que tene­mos ins­ta­la­dos en nues­tros telé­fo­nos digi­ta­les. Por eso no tene­mos nin­gu­na posi­ble sen­sa­ción de peli­gro sobre su uso, que a la mayo­ría le pare­ce pla­cen­te­ro. Nos cru­za­mos por la calle cons­tan­te­men­te a gen­te que cami­na son­rien­do y miran­do sin des­can­so la dimi­nu­ta pan­ta­lla.

Fru­to de nues­tra radi­cal igno­ran­cia sobre cómo fun­cio­nan real­men­te estos dis­po­si­ti­vos digi­ta­les —saber sobre lo digi­tal no es estar al día de lo que dic­tan las modas—, y de nues­tra nihi­lis­ta como­di­dad, incum­pli­mos dos prin­ci­pios gene­ra­les que me ense­ñó el gran Richard Stall­man, que se pue­den resu­mir así «una máqui­na digi­tal que tú has com­pra­do, y por tan­to es de tu pro­pie­dad, no debe­ría hacer nada que tú no sepas que hace; y, tam­po­co, debe­ría hacer nada que tú no quie­ras que haga». No se pue­de ser más cla­ro.

Está fan­tás­ti­ca tec­no­lo­gía móvil que nos man­tie­ne conec­ta­dos de for­ma cons­tan­te con quien desee­mos —ese es el lado mara­vi­llo­so—, sin impor­tar dis­tan­cias, tam­bién tie­ne un lado tene­bro­so que tie­ne que ver con alte­ra­cio­nes de la salud men­tal como se está demos­tran­do. Los padres y madres con hijos ado­les­cen­tes lo saben muy bien. Las apps o apli­ca­cio­nes móvi­les que hemos ins­ta­la­do (o nos han ins­ta­la­do sin con­sul­tar­nos) en nues­tras máqui­nas y telé­fo­nos entra­ñan peli­gros sobre los que no tene­mos aler­ta algu­na. Casi sin dar­nos cuen­ta aca­ba­mos usán­do­nos mucho más allá de nues­tra volun­tad. En reali­dad, nues­tra volun­tad en esto no cuen­ta ape­nas.

Des­de la inter­faz tác­til has­ta cual­quier app ins­ta­la­da —siem­pre con un aspec­to atrac­ti­vo y enfo­ca­do a acti­vi­da­des lúdi­cas o emo­cio­na­les—, están orien­ta­das a acti­var nues­tros cir­cui­tos de recom­pen­sa cere­bra­les, ins­tan­tá­nea y cons­tan­te­men­te. Y están impul­sa­das por una algo­rít­mi­ca pre­dic­ti­va orien­ta­da a ello, que se ali­men­tan insa­cia­ble­men­te de los pro­pios datos de nues­tra cons­tan­te acti­vi­dad onli­ne, que gen­til­men­te les rega­la­mos renun­cian­do por incom­pa­re­cen­cia a nues­tra pri­va­ci­dad.

Hay quie­nes nos avi­san de ello, pero nor­mal­men­te los igno­ra­mos. Estos usos masi­vos y com­pul­si­vos se están reve­lan­do como fuen­te de nue­vos pro­ble­mas de salud men­tal y social en múl­ti­ples per­so­nas de todas las eda­des empe­zan­do por los usua­rios ado­les­cen­tes.

Por ello, diver­sos cien­tí­fi­cos de medi­ci­na están empe­zan­do a usar para sus inves­ti­ga­cio­nes de salud men­tal las pro­pias capa­ci­da­des de los dis­po­si­ti­vos para medir las alte­ra­cio­nes que pro­du­ce en muchas per­so­nas su com­pul­si­vo, pero tam­bién para ayu­dar­se de estas tec­no­lo­gías tan sofis­ti­ca­das para pre­ve­nir y paliar algu­nas enfer­me­da­des de salud men­tal en enfer­mos que sufren mucho con ellas. Voy a expo­ner algu­nos avan­ces de inves­ti­ga­do­res de la salud en los que están usan­do las pro­pias pres­ta­cio­nes en rela­ción a los datos —algu­nas insos­pe­cha­das para la mayo­ría—, de estas máqui­nas digi­ta­les que todo el mun­do lle­va­mos hoy con­si­go.

Con­fie­so mi sor­pre­sa sobre algu­nas capa­ci­da­des de los telé­fo­nos móvi­les gene­ra­das por múl­ti­ples micro­má­qui­nas que inte­gran los telé­fo­nos inte­li­gen­tes actua­les y sobre cómo pue­den ser­vir a la medi­ci­na en su lucha para paliar y com­ba­tir las enfer­me­da­des de la salud men­tal. Aun­que no debe­mos olvi­dar que el uso de esas mis­mas máqui­nas y sus app tam­bién está enfo­ca­do en obte­ner pin­gües bene­fi­cios para algu­nas empre­sas glo­ba­les, sin impor­tar­les que ese uso masi­vo tam­bién gene­re pro­ble­mas de salud men­tal a muchas per­so­nas —han con­se­gui­do que haya leyes que les exo­ne­re de cual­quier res­pon­sa­bi­li­dad legal al res­pec­to—.

Esque­ma con fines médi­cos, que rela­cio­na nues­tro esta­do men­tal y físi­co, y nues­tro com­por­ta­mien­to que es regis­tra­do por múl­ti­ples sen­so­res del telé­fono móvil. 

La explosión del fenotipado digital

Esta­mos en los albo­res de dos nue­vas dis­ci­pli­nas naci­das en par­te, a par­tir de las micro­má­qui­nas impul­sa­das por las fuer­zas Casi­mir, que for­man par­te de los dis­po­si­ti­vos digi­ta­les conec­ta­dos, espe­cial­men­te los telé­fo­nos móvi­les inte­li­gen­tes. Recien­te­men­te, los auto­res de un paper en Natu­re des­cri­bían recien­tes téc­ni­cas basa­das en el uso de los dis­po­si­ti­vos móvi­les conec­ta­dos en la inves­ti­ga­ción: «Cap­tu­ra de los ciclos de sue­­ño-vigi­­lia median­te inter­ac­cio­nes coti­dia­nas con la pan­ta­lla tác­til de telé­fo­nos inte­li­gen­tes».

En su abs­tract los auto­res Jay N. Bor­guer, R. Huber y A. Ghosh, seña­lan que «para cuan­ti­fi­car el sue­ño cap­tu­ra­mos de for­ma con­ti­núa a lo lar­go del tiem­po los movi­mien­tos, median­te ace­le­ró­me­tros de muñe­ca están­dar (acti­gra­fía, en inglés acti­graphy), y regis­tra­mos la situa­ción en el tiem­po de los even­tos coti­dia­nos de inter­ac­ción en la pan­ta­lla tác­til (tap­pi­gra­fía, tap­pi­graphy). Usan­do estas métri­cas ana­li­za­mos cómo los movi­mien­tos cor­po­ra­les bru­tos se sola­pan con el com­por­ta­mien­to digi­tal cog­ni­ti­vo». Estos inves­ti­ga­do­res del sue­ño con­si­guen, gra­cias a los telé­fo­nos móvi­les inte­li­gen­tes, cap­tar perio­dos de vigi­lia que, de otro modo, que­da­rían ocul­tos en las medi­cio­nes están­dar sobre el sue­ño que se hacían has­ta aho­ra.

El tra­ba­jo de A. Ghosh y otros auto­res for­ma par­te de un cam­po rela­ti­va­men­te nue­vo, pero en rápi­do desa­rro­llo, lla­ma­do feno­ti­pa­do digi­tal. Su obje­ti­vo es reco­pi­lar enor­mes can­ti­da­des de datos en bru­to que pue­den reco­ger­se con­ti­nua­men­te del uso coti­diano que la gen­te hace de los telé­fo­nos inte­li­gen­tes, los dis­po­si­ti­vos por­tá­ti­les y otros dis­po­si­ti­vos digi­ta­les, y ana­li­zar­los median­te inte­li­gen­cia arti­fi­cial (IA) para infe­rir com­por­ta­mien­tos rela­cio­na­dos con salud y enfer­me­dad.

Arko Ghosh, que ade­más de neu­ro­cien­tí­fi­co es empren­de­dor y cofun­da­dor de la empre­sa euro­pea Quan­tAc­tions, afir­ma que los «patro­nes de tap­pi­gra­fía» —las series tem­po­ra­les de pul­sa­cio­nes de los usua­rios de dis­po­si­ti­vos con pan­ta­llas tác­ti­les—, pue­den uti­li­zar­se con segu­ri­dad no sólo para dedu­cir hábi­tos de sue­ño (pul­sar a altas horas de la madru­ga­da sig­ni­fi­ca que no estás dur­mien­do), sino tam­bién el nivel de ren­di­mien­to men­tal (los peque­ños inter­va­los en una serie de pul­sa­cio­nes repre­sen­tan un indi­ca­dor del tiem­po de reac­ción), y sus tra­ba­jos lo corro­bo­ran.

Por acla­rar­lo, ya que son con­cep­tos de recien­te for­mu­la­ción, se lla­ma ‘acti­gra­fía’ al cap­tu­rar de for­ma con­ti­nua las posi­cio­nes de los movi­mien­tos cor­po­ra­les en datos bru­tos reco­lec­ta­dos des­de los ace­le­ró­me­tros situa­dos en smartpho­nes, dis­po­si­ti­vos de muñe­ca están­dar (como el iWatch, y otros dis­po­si­ti­vos con sen­so­res bio­mé­tri­cos usa­dos fre­cuen­te­men­te al hacer depor­te, por ejem­plo) y dis­po­si­ti­vos móvi­les.

A su vez, se lla­ma ‘tap­pi­gra­fía’ al regis­tro, a lo lar­go del tiem­po, de accio­nes físi­cas coti­dia­nas y de secuen­cias de teclea­do en las pan­ta­llas tác­ti­les de los telé­fo­nos móvi­les y otros dis­po­si­ti­vos móvi­les conec­ta­dos. Y, en con­se­cuen­cia, se lla­man «patro­nes de tap­pi­gra­fía» a las series de teclea­do e inter­ac­ción sobre las pan­ta­llas tác­ti­les de los smartpho­nes.

Lo impor­tan­te es que median­te ellas se pue­den infe­rir los esta­dos de áni­mo y ansie­dad o ner­vio­sis­mo, o impa­cien­cia; de reac­ción ante una inter­ac­ción con otros, o por algo que apa­re­ce en la pan­ta­lla y pro­vo­ca la reac­ción, es decir, por exten­sión, esta­dos emo­cio­na­les y de aten­ción, y los rela­cio­na­dos con la salud men­tal.

En con­clu­sión, el feno­ti­pa­do digi­tal ofre­ce la posi­bi­li­dad de reco­pi­lar datos con­ti­nuos sobre el com­por­ta­mien­to y las expe­rien­cias de una per­so­na. Así que la velo­ci­dad y la pre­ci­sión de estas tec­no­lo­gías inser­tas en los dis­po­si­ti­vos móvi­les de uso masi­vo nos lle­va­ría a la idea de que nues­tros móvi­les (o, mejor dicho, los reco­pi­la­do­res de estos datos bio­mé­tri­cos median­te ellos), podrían saber, antes inclu­so que noso­tros mis­mos, cuál es nues­tro esta­do de áni­mo, algo que se pue­den infe­rir de los datos obte­ni­dos.

Registro y recolección de datos móviles

Pero esto va mucho más allá de los aspec­tos médi­cos, ya que estas inno­va­cio­nes desa­rro­lla­das por algu­nos inves­ti­ga­do­res de cien­cias de la salud están gene­ran­do una expec­ta­ción inusi­ta­da. Ya que es obvio que, si esos datos se tra­tan con la tec­no­lo­gía de esta­dís­ti­ca pre­dic­ti­va, podría usar­se para pre­de­cir y, en su caso, modi­fi­car, los com­por­ta­mien­tos huma­nos a gran esca­la por­que su uso es masi­vo. Ya no solo se tra­ta­ría de pre­de­cir con­duc­tas indi­vi­dua­les, sino tam­bién a esca­la social (algo típi­co de la esta­dís­ti­ca pre­dic­ti­va de la tec­no­lo­gía de machi­ne lear­ning). Obvia­men­te, con cier­tos usos no orien­ta­dos a la salud, esto pue­de trans­for­mar­se tam­bién una enor­me fuen­te de poder, mani­pu­la­ción y bene­fi­cio eco­nó­mi­co,

Como afir­ma Brit David­son, pro­fe­sor de ana­lí­ti­ca en la Uni­ver­si­dad de Bath (Rei­no Uni­do),  Los flu­jos de datos (en reali­dad, bio­mé­tri­cos) inclu­yen regis­tros de acti­vi­dad de los telé­fo­nos inte­li­gen­tes, medi­cio­nes de cual­quie­ra de los sen­so­res inte­gra­dos en el telé­fono (como GPS, ace­le­ró­me­tros, sen­so­res de luz, etc.), así como con­te­ni­dos gene­ra­dos por los usua­rios, de los que se pue­den extraer pala­bras o fra­ses, y tam­bién pau­sas y esta­ble­cer median­te machi­ne lear­ning o IA gene­ra­ti­va, infe­ren­cias que se pue­den usar para pro­pó­si­tos muy intere­sa­dos.

«Sobre todo —pun­tua­li­za Davi­son—, yo lo veo como la clá­si­ca ana­lí­ti­ca de macro­da­tos… que está reuti­li­zan­do los datos para moti­vos y obje­ti­vos dis­tin­tos a aque­llos por los que se reco­gie­ron”. No hay alar­ma algu­na de la gen­te al res­pec­to en cuan­to al regis­tro de nues­tros datos bio­mé­tri­cos ya que pare­ce que lo con­si­de­ra­mos inevi­ta­ble. A este paso, la inva­sión de la pri­va­ci­dad de nues­tra men­te ya se ha vuel­to algo deter­mi­nis­ta.

Las gran­des tec­no­ló­gi­cas ya le están vien­do enor­mes posi­bi­li­da­des de bene­fi­cios eco­nó­mi­cos al feno­ti­pa­do digi­tal, en rela­ción a la salud men­tal. Es una enor­me para­do­ja que las prác­ti­cas de uso que indu­cen las big tech que están cau­san­do enor­mes pro­ble­mas indi­vi­dua­les y socia­les de adic­cio­nes y salud men­tal, se con­vier­tan aho­ra gra­cias a las tec­no­lo­gías del feno­ti­pa­do digi­tal en la avan­za­di­lla de un gran nego­cio glo­bal basa­do en el diag­nós­ti­co, tra­ta­mien­to y pre­ven­ción de los tras­tor­nos del esta­do de áni­mo y la salud men­tal. Ya hay ejem­plos de empre­sas que están yen­do en la direc­ción de explo­tar este nue­vo mer­ca­do con su insa­cia­ble áni­mo de lucro sin medir las con­se­cuen­cias nega­ti­vas.

La salud mental, nuevo ámbito de negocio

Pon­go ejem­plos con­cre­tos: Minds­trong es una empre­sa basa­da en Sili­con Valley, que ha reci­bi­do dece­nas de millo­nes de finan­cia­ción —inclui­da la de la empre­sa de capi­tal ries­go de Jeff Bezos—, ya ofre­ce ser­vi­cios de tera­pia y psi­quia­tría vir­tual. Afir­ma que uti­li­za una tec­no­lo­gía paten­ta­da para ras­trear la for­ma en que los clien­tes tocan, teclean, se des­pla­zan y hacen clic en sus telé­fo­nos, de modo que sus médi­cos pue­den ofre­cer «una aten­ción más per­so­na­li­za­da».

Según Wall Street Jour­nal, Apple está tra­ba­jan­do en fun­cio­nes del iPho­ne para ayu­dar a diag­nos­ti­car la depre­sión y el dete­rio­ro cog­ni­ti­vo. Y, a su vez, Goo­gle ya esta des­ple­gan­do pro­yec­tos rela­cio­na­dos con el tra­ta­mien­to de la salud men­tal; pero, natu­ral­men­te estos datos bio­mé­tri­cos son algo muy sen­si­ble y el anti­guo gigan­te de las bús­que­das ya tuvo pro­ble­mas con ello.

Hace tres años, The Guar­dian  tuvo acce­so a docu­men­tos que incluían esque­mas alta­men­te con­fi­den­cia­les de su Pro­yec­to Nigh­tin­ga­le, que des­cri­ben cua­tro eta­pas o pila­res de un pro­yec­to secre­to. El dia­rio cal­cu­ló enton­ces que se habrían trans­fe­ri­do datos per­so­na­les y de salud de más de 50 millo­nes de pacien­tes en 21 esta­dos a Goo­gle, y ya se habrán trans­fe­ri­do unos 10 millo­nes de archi­vos, sin avi­sar a pacien­tes, ni a los médi­cos.

Esque­ma en la Web de la Inter­faz de Cogi­to Com­pa­nion, la App de IA para ser­vi­cio médi­co de la empre­sa Cogi­to.

Has­ta los mili­ta­res están intere­sa­dos. Cogi­to, una empre­sa emer­gen­te con sede en Bos­ton, con finan­cia­ción de la Agen­cia de Pro­yec­tos de Inves­ti­ga­ción Avan­za­da de Defen­sa (Dar­pa) está tra­ba­jan­do con una App lla­ma­da Cogi­to Com­pa­nion para poder uti­li­zar­la con fines médi­cos en vete­ra­nos y per­so­nal mili­tar, y actual­men­te se está pro­ban­do clí­ni­ca­men­te en 750 mari­ne­ros que regre­san de sus des­plie­gues en el extran­je­ro. (Cogi­to tam­bién ha intro­du­ci­do la tec­no­lo­gía en un pro­duc­to de coaching de IA para ayu­dar al per­so­nal de los cen­tros de aten­ción tele­fó­ni­ca a ser más empá­ti­cos, que ven­de comer­cial­men­te). La App ins­ta­la­da en el telé­fono del par­ti­ci­pan­te, bus­ca pasi­va­men­te sig­nos de colap­so en las inter­ac­cio­nes socia­les e indi­cios de que se están evi­tan­do acti­vi­da­des, exa­mi­nan­do los cam­bios en los patro­nes de men­sa­jes de tex­to, lla­ma­das y datos de movi­li­dad.

Sky­ler Pla­ce, direc­tor cien­tí­fi­co de com­por­ta­mien­to de Cogi­to, expli­ca que esta App tam­bién bus­ca seña­les de esta­do de áni­mo depre­si­vo ana­li­zan­do no solo lo que se dice, sino la for­ma en que los par­ti­ci­pan­tes hablan en bre­ves dia­rios de voz que gra­ban. Según Pla­ce, ana­li­za unas 200 seña­les dis­tin­tas de la voz, des­de la ener­gía a las pau­sas y la ento­na­ción. Y expli­ca, que se envía una «pun­tua­ción de ries­go» glo­bal al médi­co de la per­so­na para faci­li­tar el diag­nós­ti­co y apo­yo.

Nuevos problemas éticos y diagnósticos

Sur­gen dudas y nue­vos tipos de pro­ble­mas en rela­ción a qué es un uso del feno­ti­pa­do digi­tal con pro­pó­si­tos de tipo médi­co —paliar pro­ble­mas de enfer­me­da­des—, y cuá­les usos ten­drían pro­pó­si­tos ente­ra­men­te comer­cia­les y con obje­ti­vos estric­tos de nego­cio, por­que tam­bién exis­te la posi­bi­li­dad de que el feno­ti­pa­do digi­tal per­tur­be o com­pi­ta con los médi­cos y los pro­fe­sio­na­les de la salud.

Hay una ten­ta­ción muy exten­di­da ya de pen­sar en sus­ti­tuir a los médi­cos por algo­rit­mos. Lee­mos cons­tan­te­men­te noti­cias en el sen­ti­do de que apli­ca­cio­nes de machi­ne lear­ning y de IA gene­ra­ti­va hacen defi­ni­ti­va­men­te diag­nós­ti­cos mejo­res inclu­so que pro­fe­sio­na­les de la medi­ci­na con lar­ga expe­rien­cia. Hay en el fon­do de muchas afir­ma­cio­nes de este tipo —pro­ba­ble­men­te impul­sa­das intere­sa­da­men­te por los ven­de­do­res—, un inten­to de con­ven­cer a la opi­nión públi­ca sin mati­ces de que los algo­rit­mos pue­den ser, o son ya, más efi­cien­tes en los diag­nós­ti­cos que huma­nos expe­ri­men­ta­dos. Y esto sí es un nue­vo pro­ble­ma que se une el de la algo­rít­mi­ca pre­dic­ti­va; aho­ra tam­bién exis­ti­rá la posi­bi­li­dad de que el feno­ti­pa­do digi­tal per­tur­be o com­pi­ta en su fun­ción con los médi­cos.

Natu­ral­men­te, van a sur­gir pre­gun­tas de pura lógi­ca: ¿Y si la eva­lua­ción de un algo­rit­mo lle­ga­rá —qui­zá, en par­te, influen­cia­da por noti­cias intere­sa­das en favor de la algo­rít­mi­ca—, a ser con­si­de­ra­da más obje­ti­va por médi­cos o pacien­tes? ¿Qué ocu­rri­rá cuan­do las reco­men­da­cio­nes diag­nós­ti­cas de una herra­mien­ta algo­rít­mi­ca difie­ran fron­tal­men­te de las del médi­co?

No todo el mun­do está a favor de lan­zar­se sin más en manos de estas nue­vas téc­ni­cas con un afán sus­ti­tu­to­rio. Lisa Cos­gro­ve, pro­fe­so­ra de psi­co­lo­gía en la Uni­ver­si­dad de Mas­sa­chu­setts, que estu­dia cues­tio­nes de jus­ti­cia social en psi­quia­tría, plan­tea una cues­tión más pro­fun­da sobre estas tec­no­lo­gías: «Al cen­trar­se tan­to en el indi­vi­duo, la feno­ti­pi­fi­ca­ción digi­tal des­vía la aten­ción de lo que pue­den ser las cau­sas socio­po­lí­ti­cas pre­vias de los pro­ble­mas de salud men­tal, como pér­di­das de empleo, desahu­cios, dis­cri­mi­na­ción y otras».

Y aña­de Cos­gro­ve: «No cabe duda de que hay lugar para la aten­ción indi­vi­dual, pero el feno­ti­po digi­tal no tie­ne en cuen­ta el con­tex­to en el que las per­so­nas expe­ri­men­tan el sufri­mien­to emo­cio­nal».

Mi opi­nión está ali­nea­da con la de esta pro­fe­so­ra, pero mi razón es con­cep­tual. Todos estos datos se extraen, ges­tio­nan y se apli­ca­rán con algo­rít­mi­cas esta­dís­ti­cas que son cuan­ti­ta­ti­vas y no cua­li­ta­ti­vas. Así que cual­quier fac­tor cua­li­ta­ti­vo no va a ser con­si­de­ra­do por este mar­co algo­rít­mi­co por­que no está en su autén­ti­ca natu­ra­le­za.

La salud men­tal tie­ne mucho de ‘cua­li­dad’, así que ges­tio­nar esta­dos de áni­mo y salud men­tal, que son pura cua­li­dad indi­vi­dua­li­za­da, no va a tener, estoy con­ven­ci­do, mucha efi­ca­cia. Cada per­so­na es un mun­do, es dis­tin­ta, úni­ca y com­ple­ja, con sus pro­pias cir­cuns­tan­cias y for­ma de ser. Cada uno tie­ne su pro­pia pers­pec­ti­va. Cada per­so­na per­ci­be lo que le rodea de una mane­ra dis­tin­ta a cual­quier otra.

Esto guar­da, (sal­va­das las dis­tan­cias), cier­ta rela­ción con el prin­ci­pio de incer­ti­dum­bre, enun­cia­do por Wer­ner Hei­sen­berg. Y hay mucho de ello en la salud men­tal que cuan­do nece­si­ta una solu­ción debe­rá ser cua­li­ta­ti­va e indi­vi­dual. Dicho esto, no hay que dejar de reco­no­cer la efi­ca­cia de la algo­rít­mi­ca de las pla­ta­for­mas de las redes socia­les para coop­tar la aten­ción y gene­rar adic­cio­nes sin sus­tan­cia. Pero no veo una solu­ción tec­no­ló­gi­ca autén­ti­ca a los pro­ble­mas de salud men­tal huma­na, que no sea cua­li­ta­ti­va y per­si­ga el bien común.

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