«VER BIEN VISTO LO QUE ESTÁ CERCA DE UNO»

Años 80. Entrevistaba a Gil-Albert en su casa de Taquígrafo Martí (Valencia). De pronto y de pasada, hablando de esto y de aquello, el exquisito e insobornable escritor hizo una reflexión que he citado varias veces desde entonces: «Tengo unos amigos que se han ido de vacaciones a Japón. ¿A Japón? ¿Tan lejos? ¡Con lo que hay que ver cerca de uno! Verlo bien visto, claro». Una enseñanza de vida.

Algunas de las fotografías que Eliseo Benavent expone en Punt de Trobada (JOSEL FERNÁNDEZ).

Es todo un reto ver bien visto lo que está cerca de uno. Lo muy próximo a nosotros muchas veces ni lo vemos. Sabemos que están ahí –objetos o personas– pero apenas prestamos atención a su imagen o sus palabras. La observación de Juan Gil-Albert (Alcoi, 1902) revela una mente creativa a partir de lo inmediato, aunque quizá, hombre cultísimo como era, se limitaba a parafrasear a Goethe: «Nada es más difícil de ver que lo que está delante de los ojos».

El pasado martes 24 salí a las calles de Mislata con la meditada idea fija de «ver bien visto» lo que está cerca de mí en el día a día sin que me dé cuenta realmente de lo que estoy viendo. Recurrí a las herramientas de mi oficio y ahí me tienes, bolígrafo y libreta en mano, por la plaza de la Constitución y su popular Pasaje, y luego por la calle Padre Santonja, sin dejar de tomar notas de lo que he visto mil veces sin haberlo visto nunca.

En la Iglesia de la Plaza de la Constitución leo (por primera vez) la pequeña lápida que hay en su fachada: «En recuerdo de la Mare de Deu dels Desamparats que visitó Mislata los días 20 y 23 de junio de 2013 con motivo de su peregrinaje, siendo párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles D. José Cremades Pellicer y alcalde de nuestra ciudad D. Carlos Fernández Bielsa».

Enfrente, a la entrada del Pasaje, veo una baldosa de cerámica con la inscripción 3-D. Es una numeración de calle, está claro, pero no puedo evitar rememorar emociones infantiles: me refiero a la vez que vi en el cine Tyris de Valencia Los crímenes del museo de cera (André de Toth, 1953) en 3-D. Es decir, en relieve, con la ayuda de unas pintorescas gafas bicolores (azul y rojo) que permiten ver en tres dimensiones imágenes que en la pantalla son bidimensionales. ¡Cómo disfruté, siendo un niño, con aquella proyección!

Han pasado varias décadas y ahora no me apetece nada ver la versión en 3-D de Avatar. El sentido del agua (James Cameron, 2022). Prefiero quedarme en casa volviendo a ver en la tele una buena película de Martin Scorsese (¡o incluso una mala protagonizada por Rocío Dúrcal!). No hay persona que cambie más que la que no cambia nada, y yo he cambiado mucho (no he podido evitarlo).

Sigo con mi ruta por las calles de Mislata. En el bar Punt de Trobada, ubicado en el Pasaje, Eliseo Benavent expone hasta el 20 de marzo sus elegantes fotografías. Retratos sensibles y sugerentes, sin subrayados. Plena confianza con el espectador. Eliseo y yo tomamos un café mientras hablamos de sus obras. «¿Qué quieres expresar con tus fotografías?», le pregunto. «Aquello que el sujeto no sabe que tiene. Busco la verdad de la persona, su personalidad oculta».

Nueva pregunta: «La fotografía, ¿cuándo pasó de ser una expresión artesanal a ser considerada un arte?». Eliseo responde enseguida: «Cuando fue evidente que podía plasmar sonrisas, miradas y gestos imprevistos que antes de la fotografía no era posible captar. La fotografía ayudó al cine a ser un arte, porque el cine es fotografía en movimiento, no es otra cosa».

Le pido que destaque tres realizadores en cuyas películas la fotografía es un elemento esencial. No lo duda: «Almodóvar, Kurosawa y Bergman». Nos despedimos. Eliseo Benavent también expondrá sus fotografías en el Hospital de Manises desde el próximo 10 de febrero al 5 de marzo.

Sigo con mi ruta mislatera. Veo pintadas en las cristaleras de una tienda cerrada («se alquila»): firmas ilegibles, letras feas a más no poder, trazos informes… ¿Qué lleva a la gente a manifestarse así, con manchurrones tan horrendos? Me resulta difícil de entender. En uno de los muros de la calle Padre Santoja veo una pintada estéticamente no mucho mejor, pero que al menos dice algo concreto y bajo el noble mandato del amor: «¡Si te quiero pequeña!». Yo hubiera puesta una coma tras la palabra «quiero», pero quizá así, sin coma, sea más correcto. Dudo y eso me gusta.

Dire Straits, durante uno de sus directos (WIKIPEDIA).

En esa misma calle Padre Santoja hay un bar-restaurante de nombre casi impronunciable, Knopfler, ruidoso, encantador y donde se come de maravilla. El treintañero Héctor Enemigo sirve a los clientes con gentileza y rapidez mientras su madre cocina como un ángel inspirado. En Knopfler sirven el mejor tataki de atún de toda Valencia y su entorno. Arroces estupendos. Y la ensalada Bob Dylan es deliciosa. ¿La relación calidad-precio? Extraordinaria. Pues bien, pese a tener muy cerca de mi casa a este bar-restaurante, abierto desde hace más de diez años, no lo conocía ni de referencia (y vivo en Mislata desde tiempos inmemoriales).

He de volver más veces a Knopfler. Cuando llego a casa hago indagaciones con el recurso de Wikipedia: Mark Freuder Knopfler (Glasgow, Escocia, 1949), músico, guitarrista, productor discográfico, cantante y compositor. Es el fundador de la banda Dire Straits. Creo que Héctor Enemigo admira a Mark Freuder.

Positivo balance: tras mi excursión con libreta en mano, conozco mejor a mi pueblo. Repetiré pronto la jugada.

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