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“Estos son los tiempos de hacer mucho más con mucho menos, de la eficiencia y la productividad no imaginada nunca por el ser humano, y para ello las nuevas tecnologías son el principal aliado de los cambios venideros”.

El voca­blo libe­ra­li­zar se usa para ensal­zar las bon­da­des del sis­te­ma capi­ta­lis­ta, y al mis­mo tiem­po, los detrac­to­res de dicho sis­te­ma, lo uti­li­zan para trans­mi­tir todos los exce­sos que, en su nom­bre, la eco­no­mía de mer­ca­do libre pue­de come­ter para pro­fun­di­zar la bre­cha entre los que más y los que menos tie­nen. Como sue­le ser nor­mal, entre ambas posi­cio­nes radi­ca el jus­to sen­ti­do del ver­bo libe­ra­li­zar,y es el que le daré para des­cri­bir la serie de acti­vi­da­des que nues­tro Gobierno (en el sen­ti­do amplio: cen­tral, regio­nal o muni­ci­pal) debie­ra lle­var a cabo para poder adap­tar las direc­tri­ces eco­nó­mi­cas al nue­vo entorno crea­do por la actual cri­sis, y su con­se­cuen­te replan­tea­mien­to de las bases de fun­cio­na­mien­to de los mer­ca­dos mun­dia­les.

Hablar de libe­ra­li­zar, hoy en día, impli­ca poder dar cum­pli­mien­to efi­cien­te a la deman­da de cual­quier ser­vi­cio o pro­duc­to, sin que para ello se dis­pa­ren los cos­tes de pro­duc­ción y entre­ga de dichos bie­nes o ser­vi­cios. Es decir, fabri­car pro­duc­ti­va­men­te y sin gene­rar infla­ción. Algo tan ele­men­tal como lo ante­rior, pare­ce casi una tarea impo­si­ble, cuan­do entran en jue­go todas las legis­la­cio­nes y desa­rro­llos regla­men­ta­rios de las mis­mas, ten­den­tes a la hiper­pro­tec­ción y sal­va­guar­da de dere­chos de deter­mi­na­dos colec­ti­vos que así lo rei­vin­di­can des­de tiem­po inme­mo­rial.

Pero debie­ran recor­dar quie­nes se ven favo­re­ci­dos por deter­mi­na­das leyes garan­tis­tas de sus dere­chos, que los mis­mos tie­nen con­tra­par­ti­das en con­cre­tas obli­ga­cio­nes. Así, el dere­cho a la huel­ga de los con­duc­to­res de trans­por­tes públi­cos, tie­ne como obli­ga­ción, no dejar sin el dere­cho a tran­si­tar o acu­dir en dichos medios de trans­por­te al tra­ba­jo al res­to de los ciu­da­da­nos. O, por ejem­plo, el dere­cho al des­can­so el domin­go del peque­ño comer­cian­te, debie­ra de com­pa­ti­bi­li­zar­se con el dere­cho de los con­su­mi­do­res a hacer sus com­pras, pre­ci­sa­men­te cuan­do tie­nen tiem­po para ello, es decir, los días fes­ti­vos.

Libe­ra­li­zar la eco­no­mía de un país impli­ca “pisar muchos char­cos”, pues es evi­den­te que se alte­ra el sta­tu quoy hace peli­grar la zona de con­fort en la que se encuen­tra ins­ta­la­da una deter­mi­na­da estruc­tu­ra domi­nan­te. Libe­ra­li­zar ámbi­tos como la sani­dad levan­ta ampo­llas polí­ti­cas y se usa para acti­var temo­res atá­vi­cos entre la pobla­ción, espe­cial­men­te en la más vul­ne­ra­ble (como los cró­ni­cos, ancia­nos, los más pobres…), pero tam­bién hay que ver que se tra­ta del 60% del gas­to de las admi­nis­tra­cio­nes, y que jun­to con edu­ca­ción, emplean al 45% de todos los fun­cio­na­rios públi­cos. Cual­quier avan­ce en el uso efi­cien­te de los recur­sos para dar el mis­mo, o mejor, ser­vi­cio, debie­ra de ser explo­ra­do.

Estos son los tiem­pos de hacer mucho más con mucho menos, de la efi­cien­cia y la pro­duc­ti­vi­dad no ima­gi­na­da nun­ca por el ser humano, y para ello las nue­vas tec­no­lo­gías son el prin­ci­pal alia­do de los cam­bios veni­de­ros. Y estos cam­bios son trau­má­ti­cos, pero nece­sa­rios. El ferro­ca­rril des­tru­yó muchí­si­mos empleos de jine­tes, mozos de pos­tas, con­duc­to­res de dili­gen­cias, herra­do­res de equi­nos, etc. pero los crea­ron de maqui­nis­tas de ferro­ca­rril, inge­nie­ros, jefes de esta­ción, mecá­ni­cos, etc. por poner unos cuan­tos ejem­plos. Y las ven­ta­jas de los cam­bios estruc­tu­ra­les eco­nó­mi­cos que impli­ca el uso de una nue­va tec­no­lo­gía de la comu­ni­ca­ción, de la infor­ma­ción, de la pro­duc­ción, logís­ti­ca o del trans­por­te son indu­da­bles por mucho que due­la la tran­si­ción entre el mode­lo que des­apa­re­ce y el que sur­ge como pro­duc­to del uso de la nue­va téc­ni­ca.

El gran bene­fi­cia­rio de la libe­ra­li­za­ción de una socie­dad es, y deber ser, la gran mayo­ría de su pobla­ción, pues de lo con­tra­rio no habre­mos libe­ra­li­za­do (empleo efi­cien­te de los recur­sos dis­po­ni­bles para satis­fa­cer nece­si­da­des de la pobla­ción), todo lo con­tra­rio, habre­mos con­tri­bui­do a blin­dar vie­jos pri­vi­le­gios o a crear nue­vos. Libe­ra­li­zar es emplear a fon­do los cri­te­rios de méri­to y capa­ci­dad para ocu­par pues­tos de tra­ba­jo, y tam­bién es con­tra­tar con la empre­sa que dé mejor ser­vi­cio por el mis­mo o menos pre­cio. Ese es el ver­da­de­ro sen­ti­do del ver­bo libe­ra­li­zar, hacer más abier­ta y trans­pa­ren­te la eco­no­mía, dar igual­dad de opor­tu­ni­da­des a los que ofer­tan bie­nes y ser­vi­cios, y que se adju­di­quen a los más bene­fi­cio­sos para el con­jun­to de la socie­dad. Lo con­tra­rio es el pri­vi­le­gio, el abu­so de poder, la des­via­ción en el uso del mis­mo, el anqui­lo­sa­mien­to, la tram­pa y el enga­ño.

Es obli­ga­ción de cada uno de noso­tros deci­dir cada día en qué lado de la his­to­ria esta­mos, si en el orto o en el oca­so del mode­lo eco­nó­mi­co.

“Estos son los tiempos de hacer mucho más con mucho menos, de la eficiencia y la productividad no imaginada nunca por el ser humano, y para ello las nuevas tecnologías son el principal aliado de los cambios venideros”.

El voca­blo libe­ra­li­zar se usa para ensal­zar las bon­da­des del sis­te­ma capi­ta­lis­ta, y al mis­mo tiem­po, los detrac­to­res de dicho sis­te­ma, lo uti­li­zan para trans­mi­tir todos los exce­sos que, en su nom­bre, la eco­no­mía de mer­ca­do libre pue­de come­ter para pro­fun­di­zar la bre­cha entre los que más y los que menos tie­nen. Como sue­le ser nor­mal, entre ambas posi­cio­nes radi­ca el jus­to sen­ti­do del ver­bo libe­ra­li­zar,y es el que le daré para des­cri­bir la serie de acti­vi­da­des que nues­tro Gobierno (en el sen­ti­do amplio: cen­tral, regio­nal o muni­ci­pal) debie­ra lle­var a cabo para poder adap­tar las direc­tri­ces eco­nó­mi­cas al nue­vo entorno crea­do por la actual cri­sis, y su con­se­cuen­te replan­tea­mien­to de las bases de fun­cio­na­mien­to de los mer­ca­dos mun­dia­les.

Hablar de libe­ra­li­zar, hoy en día, impli­ca poder dar cum­pli­mien­to efi­cien­te a la deman­da de cual­quier ser­vi­cio o pro­duc­to, sin que para ello se dis­pa­ren los cos­tes de pro­duc­ción y entre­ga de dichos bie­nes o ser­vi­cios. Es decir, fabri­car pro­duc­ti­va­men­te y sin gene­rar infla­ción. Algo tan ele­men­tal como lo ante­rior, pare­ce casi una tarea impo­si­ble, cuan­do entran en jue­go todas las legis­la­cio­nes y desa­rro­llos regla­men­ta­rios de las mis­mas, ten­den­tes a la hiper­pro­tec­ción y sal­va­guar­da de dere­chos de deter­mi­na­dos colec­ti­vos que así lo rei­vin­di­can des­de tiem­po inme­mo­rial.

Pero debie­ran recor­dar quie­nes se ven favo­re­ci­dos por deter­mi­na­das leyes garan­tis­tas de sus dere­chos, que los mis­mos tie­nen con­tra­par­ti­das en con­cre­tas obli­ga­cio­nes. Así, el dere­cho a la huel­ga de los con­duc­to­res de trans­por­tes públi­cos, tie­ne como obli­ga­ción, no dejar sin el dere­cho a tran­si­tar o acu­dir en dichos medios de trans­por­te al tra­ba­jo al res­to de los ciu­da­da­nos. O, por ejem­plo, el dere­cho al des­can­so el domin­go del peque­ño comer­cian­te, debie­ra de com­pa­ti­bi­li­zar­se con el dere­cho de los con­su­mi­do­res a hacer sus com­pras, pre­ci­sa­men­te cuan­do tie­nen tiem­po para ello, es decir, los días fes­ti­vos.

Libe­ra­li­zar la eco­no­mía de un país impli­ca “pisar muchos char­cos”, pues es evi­den­te que se alte­ra el sta­tu quoy hace peli­grar la zona de con­fort en la que se encuen­tra ins­ta­la­da una deter­mi­na­da estruc­tu­ra domi­nan­te. Libe­ra­li­zar ámbi­tos como la sani­dad levan­ta ampo­llas polí­ti­cas y se usa para acti­var temo­res atá­vi­cos entre la pobla­ción, espe­cial­men­te en la más vul­ne­ra­ble (como los cró­ni­cos, ancia­nos, los más pobres…), pero tam­bién hay que ver que se tra­ta del 60% del gas­to de las admi­nis­tra­cio­nes, y que jun­to con edu­ca­ción, emplean al 45% de todos los fun­cio­na­rios públi­cos. Cual­quier avan­ce en el uso efi­cien­te de los recur­sos para dar el mis­mo, o mejor, ser­vi­cio, debie­ra de ser explo­ra­do.

Estos son los tiem­pos de hacer mucho más con mucho menos, de la efi­cien­cia y la pro­duc­ti­vi­dad no ima­gi­na­da nun­ca por el ser humano, y para ello las nue­vas tec­no­lo­gías son el prin­ci­pal alia­do de los cam­bios veni­de­ros. Y estos cam­bios son trau­má­ti­cos, pero nece­sa­rios. El ferro­ca­rril des­tru­yó muchí­si­mos empleos de jine­tes, mozos de pos­tas, con­duc­to­res de dili­gen­cias, herra­do­res de equi­nos, etc. pero los crea­ron de maqui­nis­tas de ferro­ca­rril, inge­nie­ros, jefes de esta­ción, mecá­ni­cos, etc. por poner unos cuan­tos ejem­plos. Y las ven­ta­jas de los cam­bios estruc­tu­ra­les eco­nó­mi­cos que impli­ca el uso de una nue­va tec­no­lo­gía de la comu­ni­ca­ción, de la infor­ma­ción, de la pro­duc­ción, logís­ti­ca o del trans­por­te son indu­da­bles por mucho que due­la la tran­si­ción entre el mode­lo que des­apa­re­ce y el que sur­ge como pro­duc­to del uso de la nue­va téc­ni­ca.

El gran bene­fi­cia­rio de la libe­ra­li­za­ción de una socie­dad es, y deber ser, la gran mayo­ría de su pobla­ción, pues de lo con­tra­rio no habre­mos libe­ra­li­za­do (empleo efi­cien­te de los recur­sos dis­po­ni­bles para satis­fa­cer nece­si­da­des de la pobla­ción), todo lo con­tra­rio, habre­mos con­tri­bui­do a blin­dar vie­jos pri­vi­le­gios o a crear nue­vos. Libe­ra­li­zar es emplear a fon­do los cri­te­rios de méri­to y capa­ci­dad para ocu­par pues­tos de tra­ba­jo, y tam­bién es con­tra­tar con la empre­sa que dé mejor ser­vi­cio por el mis­mo o menos pre­cio. Ese es el ver­da­de­ro sen­ti­do del ver­bo libe­ra­li­zar, hacer más abier­ta y trans­pa­ren­te la eco­no­mía, dar igual­dad de opor­tu­ni­da­des a los que ofer­tan bie­nes y ser­vi­cios, y que se adju­di­quen a los más bene­fi­cio­sos para el con­jun­to de la socie­dad. Lo con­tra­rio es el pri­vi­le­gio, el abu­so de poder, la des­via­ción en el uso del mis­mo, el anqui­lo­sa­mien­to, la tram­pa y el enga­ño.

Es obli­ga­ción de cada uno de noso­tros deci­dir cada día en qué lado de la his­to­ria esta­mos, si en el orto o en el oca­so del mode­lo eco­nó­mi­co.

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