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A estas altu­ras de la cri­sis es un hecho inne­ga­ble la esca­sez de liqui­dez que a todos nos afec­ta. Y cuan­do digo a todos, inclu­yo a las dis­tin­tas admi­nis­tra­cio­nes públi­cas, las cua­les no dejan de ser las “más todos de todos los todos”. El acu­sa­do des­cen­so en la recau­da­ción de impues­tos, tasas y otros tipos de gra­vá­me­nes, no es más que la con­se­cuen­cia de la fal­ta de acti­vi­dad de empre­sas y par­ti­cu­la­res. Y ello per­ju­di­ca las cuen­tas públi­cas en un doble sen­ti­do: se tra­ba­ja menos y se recau­da menos, y se soli­ci­tan más sub­si­dios y, por tan­to, se gas­ta mas dine­ro de los con­tri­bu­yen­tes. El uso del angli­cis­mo inclui­do en el enca­be­za­mien­to de este artícu­lo es, cada día, más fre­cuen­te, aun­que no todos los lec­to­res estén fami­lia­ri­za­dos con el mis­mo y, sobre todo, con sus con­se­cuen­cias. Pode­mos tra­du­cir­lo como “des­pla­za­mien­to”, y en con­cre­to de per­so­nas o gru­pos de ellas. Y tie­ne toda la lógi­ca del mun­do el que se lla­me así. El efec­to crow­ding out se emplea para des­cri­bir el fenó­meno por el cual, en el ámbi­to finan­cie­ro, un sec­tor des­pla­za a otro de un mer­ca­do. Y en el caso que nos ocu­pa, habla­mos del des­pla­za­mien­to del sec­tor pri­va­do –por el sec­tor públi­co–, en el mer­ca­do de finan­cia­ción de la deu­da. Para com­pren­der lo ante­rior, sólo bas­ta com­pro­bar cómo, en las últi­mas sema­nas, devie­ne más atrac­ti­vo a cual­quier inver­sor adqui­rir letras del teso­ro que con­tra­tar, con un ban­co o caja, una impo­si­ción a pla­zo fijo. Que “los bonos patrió­ti­cos (o patrio­chi­cos)” dan más ren­ta­bi­li­dad que cual­quier cuen­ta remu­ne­ra­da o depó­si­to ban­ca­rio de alta remu­ne­ra­ción. La men­cio­na­da pre­fe­ren­cia es váli­da para cual­quier par­ti­cu­lar o empre­sa, y entre las últi­mas, debe­mos incluir a los pro­pios ban­cos o cajas. Tenien­do en cuen­ta que los acti­vos líqui­dos (en con­cre­to, el dine­ro con­tan­te y sonan­te), son limi­ta­dos, y en estas cir­cuns­tan­cias más aún, quie­re esto decir que, si no se depo­si­tan en el sis­te­ma finan­cie­ro, o se com­pra deu­da de empre­sas, el poco que hay, está yen­do a finan­ciar al sec­tor públi­co. Aún cuan­do la remu­ne­ra­ción fue­ra pare­ci­da, toda­vía (empie­za a haber excep­cio­nes) se per­ci­be más segu­ra la deu­da públi­ca que la pri­va­da. La con­se­cuen­cia de lo ante­rior no pue­de ser otra que una mayor esca­sez de liqui­dez para finan­ciar cual­quier empre­sa o pro­yec­to empren­de­dor, o inver­sión per­so­nal o fami­liar. En defi­ni­ti­va vemos que, lejos de ser “patrió­ti­cas”, las emi­sio­nes de deu­da públi­ca, de la admi­nis­tra­ción que sea, son más palos en los engra­na­jes de los que son capa­ces de crear empleo, y por tan­to rique­za, que son los peque­ños y media­nos empre­sa­rios. De ellos depen­de el 90% de los pues­tos de tra­ba­jo que se crean en Espa­ña, y el des­pla­za­mien­to de la finan­cia­ción hacia el sec­tor públi­co sólo gene­ra des­truc­ción de este irrem­pla­za­ble teji­do pro­duc­ti­vo. Sola­men­te redu­cien­do el gas­to públi­co, y en espe­cial el corrien­te, y devol­vien­do la finan­cia­ción a los crea­do­res de empleo y rique­za, en con­cre­to a la peque­ña y media­na empre­sa, vol­ve­re­mos a la sen­da del cre­ci­mien­to. Hay que decir­les a nues­tros gober­nan­tes que, si de ver­dad quie­ren ser patrio­tas, reduz­can el gas­to públi­co. Una vez le pillen el tran­qui­llo, les resul­ta­ra muy gra­ti­fi­can­te la sen­sa­ción de poder que con­lle­va devol­ver a la socie­dad lo que es de ella: el dine­ro de los con­tri­bu­yen­tes.

A estas altu­ras de la cri­sis es un hecho inne­ga­ble la esca­sez de liqui­dez que a todos nos afec­ta. Y cuan­do digo a todos, inclu­yo a las dis­tin­tas admi­nis­tra­cio­nes públi­cas, las cua­les no dejan de ser las “más todos de todos los todos”. El acu­sa­do des­cen­so en la recau­da­ción de impues­tos, tasas y otros tipos de gra­vá­me­nes, no es más que la con­se­cuen­cia de la fal­ta de acti­vi­dad de empre­sas y par­ti­cu­la­res. Y ello per­ju­di­ca las cuen­tas públi­cas en un doble sen­ti­do: se tra­ba­ja menos y se recau­da menos, y se soli­ci­tan más sub­si­dios y, por tan­to, se gas­ta mas dine­ro de los con­tri­bu­yen­tes. El uso del angli­cis­mo inclui­do en el enca­be­za­mien­to de este artícu­lo es, cada día, más fre­cuen­te, aun­que no todos los lec­to­res estén fami­lia­ri­za­dos con el mis­mo y, sobre todo, con sus con­se­cuen­cias. Pode­mos tra­du­cir­lo como “des­pla­za­mien­to”, y en con­cre­to de per­so­nas o gru­pos de ellas. Y tie­ne toda la lógi­ca del mun­do el que se lla­me así. El efec­to crow­ding out se emplea para des­cri­bir el fenó­meno por el cual, en el ámbi­to finan­cie­ro, un sec­tor des­pla­za a otro de un mer­ca­do. Y en el caso que nos ocu­pa, habla­mos del des­pla­za­mien­to del sec­tor pri­va­do –por el sec­tor públi­co–, en el mer­ca­do de finan­cia­ción de la deu­da. Para com­pren­der lo ante­rior, sólo bas­ta com­pro­bar cómo, en las últi­mas sema­nas, devie­ne más atrac­ti­vo a cual­quier inver­sor adqui­rir letras del teso­ro que con­tra­tar, con un ban­co o caja, una impo­si­ción a pla­zo fijo. Que “los bonos patrió­ti­cos (o patrio­chi­cos)” dan más ren­ta­bi­li­dad que cual­quier cuen­ta remu­ne­ra­da o depó­si­to ban­ca­rio de alta remu­ne­ra­ción. La men­cio­na­da pre­fe­ren­cia es váli­da para cual­quier par­ti­cu­lar o empre­sa, y entre las últi­mas, debe­mos incluir a los pro­pios ban­cos o cajas. Tenien­do en cuen­ta que los acti­vos líqui­dos (en con­cre­to, el dine­ro con­tan­te y sonan­te), son limi­ta­dos, y en estas cir­cuns­tan­cias más aún, quie­re esto decir que, si no se depo­si­tan en el sis­te­ma finan­cie­ro, o se com­pra deu­da de empre­sas, el poco que hay, está yen­do a finan­ciar al sec­tor públi­co. Aún cuan­do la remu­ne­ra­ción fue­ra pare­ci­da, toda­vía (empie­za a haber excep­cio­nes) se per­ci­be más segu­ra la deu­da públi­ca que la pri­va­da. La con­se­cuen­cia de lo ante­rior no pue­de ser otra que una mayor esca­sez de liqui­dez para finan­ciar cual­quier empre­sa o pro­yec­to empren­de­dor, o inver­sión per­so­nal o fami­liar. En defi­ni­ti­va vemos que, lejos de ser “patrió­ti­cas”, las emi­sio­nes de deu­da públi­ca, de la admi­nis­tra­ción que sea, son más palos en los engra­na­jes de los que son capa­ces de crear empleo, y por tan­to rique­za, que son los peque­ños y media­nos empre­sa­rios. De ellos depen­de el 90% de los pues­tos de tra­ba­jo que se crean en Espa­ña, y el des­pla­za­mien­to de la finan­cia­ción hacia el sec­tor públi­co sólo gene­ra des­truc­ción de este irrem­pla­za­ble teji­do pro­duc­ti­vo. Sola­men­te redu­cien­do el gas­to públi­co, y en espe­cial el corrien­te, y devol­vien­do la finan­cia­ción a los crea­do­res de empleo y rique­za, en con­cre­to a la peque­ña y media­na empre­sa, vol­ve­re­mos a la sen­da del cre­ci­mien­to. Hay que decir­les a nues­tros gober­nan­tes que, si de ver­dad quie­ren ser patrio­tas, reduz­can el gas­to públi­co. Una vez le pillen el tran­qui­llo, les resul­ta­ra muy gra­ti­fi­can­te la sen­sa­ción de poder que con­lle­va devol­ver a la socie­dad lo que es de ella: el dine­ro de los con­tri­bu­yen­tes.

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