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De Madrid al Palau y La Parpalló

No hace fal­ta ser un lin­ce para com­pro­bar la cada vez más nutri­da pre­sen­cia valen­cia­na en los sitios de moda de Madrid. El AVE, con vein­te años de retra­so, ha veni­do a mos­trar­nos cuan cer­ca pode­mos estar las dos capi­ta­les. La reali­dad mide dis­tan­cias de tiem­po, no de kiló­me­tros, y aho­ra Madrid está sepa­ra­da de Valen­cia ape­nas a hora y media, más o menos lo que se tar­da en lle­gar en coche a Beni­dorm. Que nadie se extra­ñe, pues, de la revo­lu­ción que está en cur­so. En la Comu­ni­dad de Madrid ya toman medi­das al res­pec­to, acti­van­do sus cam­pa­ñas de pro­mo­ción entre los valen­cia­nos. A Madrid se va a hacer ges­tio­nes, sí, pero tam­bién a dis­fru­tar de los mejo­res museos, de un pro­gra­ma tea­tral sin paran­gón o del mejor pano­ra­ma gale­rís­ti­co del país, inclu­so de sus par­ques y jar­di­nes his­tó­ri­cos, uno de los cua­les, el Botá­ni­co, fue diri­gi­do por nues­tro gran ilus­tra­do, Cavanilles.Así que mien­tras los madri­le­ños nos visi­tan rum­bo a los chi­rin­gui­tos jun­to al mar, ansio­sos por degus­tar un arroz subli­me, los valen­cia­nos cha­la­nea­mos por los madri­les, recu­pe­ran­do a Veláz­quez y Goya o pasean­do por el Reti­ro. Y man­te­ne­mos lo nues­tro, como el Palau de la Músi­ca, que hace ya 25 años que se inau­gu­ró jun­to al río un 25 de abril, nor­ma­li­zan­do aque­lla ano­ma­lía que sig­ni­fi­có que una de las tie­rras con más amor por la músi­ca, con más músi­cos, no tuvie­ra un audi­to­rio en con­di­cio­nes. Cin­co lus­tros des­pués el Palau es un acti­vo de nues­tra cul­tu­ra total­men­te nor­ma­li­za­do, casi un miem­bro más de nues­tro orga­nis­mo.
Y lo mis­mo cabe espe­rar de la Sala Par­pa­lló, que tras penar por diver­sas sedes al fin reca­la en un espa­cio a la altu­ra de lo que se espe­ra. El MuVIM es el esce­na­rio de esta nue­va pero añe­ja Par­pa­lló que, en su día, fue muy rele­van­te para impul­sar el arte con­tem­po­rá­neo, otra ano­ma­lía valen­cia­na que ayu­dó a sub­sa­nar jun­to a su her­mano mayor y suce­sor, el IVAM.

No hace fal­ta ser un lin­ce para com­pro­bar la cada vez más nutri­da pre­sen­cia valen­cia­na en los sitios de moda de Madrid. El AVE, con vein­te años de retra­so, ha veni­do a mos­trar­nos cuan cer­ca pode­mos estar las dos capi­ta­les. La reali­dad mide dis­tan­cias de tiem­po, no de kiló­me­tros, y aho­ra Madrid está sepa­ra­da de Valen­cia ape­nas a hora y media, más o menos lo que se tar­da en lle­gar en coche a Beni­dorm. Que nadie se extra­ñe, pues, de la revo­lu­ción que está en cur­so. En la Comu­ni­dad de Madrid ya toman medi­das al res­pec­to, acti­van­do sus cam­pa­ñas de pro­mo­ción entre los valen­cia­nos. A Madrid se va a hacer ges­tio­nes, sí, pero tam­bién a dis­fru­tar de los mejo­res museos, de un pro­gra­ma tea­tral sin paran­gón o del mejor pano­ra­ma gale­rís­ti­co del país, inclu­so de sus par­ques y jar­di­nes his­tó­ri­cos, uno de los cua­les, el Botá­ni­co, fue diri­gi­do por nues­tro gran ilus­tra­do, Cavanilles.Así que mien­tras los madri­le­ños nos visi­tan rum­bo a los chi­rin­gui­tos jun­to al mar, ansio­sos por degus­tar un arroz subli­me, los valen­cia­nos cha­la­nea­mos por los madri­les, recu­pe­ran­do a Veláz­quez y Goya o pasean­do por el Reti­ro. Y man­te­ne­mos lo nues­tro, como el Palau de la Músi­ca, que hace ya 25 años que se inau­gu­ró jun­to al río un 25 de abril, nor­ma­li­zan­do aque­lla ano­ma­lía que sig­ni­fi­có que una de las tie­rras con más amor por la músi­ca, con más músi­cos, no tuvie­ra un audi­to­rio en con­di­cio­nes. Cin­co lus­tros des­pués el Palau es un acti­vo de nues­tra cul­tu­ra total­men­te nor­ma­li­za­do, casi un miem­bro más de nues­tro orga­nis­mo.
Y lo mis­mo cabe espe­rar de la Sala Par­pa­lló, que tras penar por diver­sas sedes al fin reca­la en un espa­cio a la altu­ra de lo que se espe­ra. El MuVIM es el esce­na­rio de esta nue­va pero añe­ja Par­pa­lló que, en su día, fue muy rele­van­te para impul­sar el arte con­tem­po­rá­neo, otra ano­ma­lía valen­cia­na que ayu­dó a sub­sa­nar jun­to a su her­mano mayor y suce­sor, el IVAM.

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