Por fortuna, pertenezco a una generación que se crió más con los tradicionales dibujos animados norteamericanos que con la agotadora y crispada animación japonesa. Mis referentes infantiles fueron los dibujos animados de los estudios Hanna-Barbera Los Picapiedra, Tom y Jerry, Warner Bros Bugs Bunny, Porky, el Pato Lucas, Silvestre y Walt Disney el Pato Donald, Mickey Mouse y nunca me interesó el anime de los setenta, con series de dibujos animados tan exitosos como Mazinger Z ni las sentimentales y bobaliconas Heidi y Marcos.
Algo similar me sucede con la denominada animación para adultos. No me despertaron ninguna emoción en su día clásicos del cine de animación japonesa como Akira, Ghost in the Shell o El viaje de Chihiro, que llegó a ganar un Oscar a la mejor película de animación en 2002 y un Oso de Oro en la Berlinale. Nunca le encontré la gracia a los dibujos animados nipones ni a sus argumentos. Me parece mucho más imaginativa la animación para adultos que se ha hecho en las últimas dos décadas en EEUU, Gran Bretaña, la República Checa e incluso en países con menos tradición en ese ámbito como Israel o España. Por eso me gustaría recomendar vivamente el ciclo Animatopía: Los nuevos caminos del cine de animación que acoge la Filmoteca de CulturArts IVAC hasta el próximo 29 de diciembre y en el que podrán verse 25 largometrajes de cine de animación de muy diversa procedencia, producidos entre 2001 y 2012. Se trata de una extensa retrospectiva, organizada por CulturArts IVAC junto al Festival de Cine de San Sebastián y la Filmoteca Vasca, que recoge las más sugestivas y originales aportaciones del cine de animación de las últimas dos décadas. La retrospectiva propone un recorrido por películas que van más allá de los límites que erróneamente se le imponen al género. Poco tienen que ver con las cintas de entretenimiento familiar o las aventuras fantásticas. E incluso algunas de ellas parecen haber sido realizadas bajo los efectos de algún poderoso psicotropo como Hair High (2004) de Bill Plympton o Metropía (2009) de Tarik Salehm.
Las películas programadas reflejan la libertad y capacidad que ha venido demostrando la animación para tratar temas complejos y poco habituales dentro del género como los conflictos sociales e históricos, que pueden verse en el documental Waltz With Bashir (2008) de Ari Folman, que denuncia los excesos del ejército israelí en la guerra del Líbano de 1982; o las intrincadas reflexiones filosóficas y sociológicas de Waking Life (2010) de Richard Linklater. Más allá de las tradicionales películas de animación o de las infografías en 3D, en el ciclo se reúnen películas que experimentan y fusionan todo tipo de novedosas técnicas como la stop motion, el rotoscopiado, la animación de recortes y otras formas alternativas de animación digital. El ciclo cuenta con películas no estrenadas o poco conocidas en nuestro país como la canadiense Mary and Max (2009) de Adam Elliot, la checa Alois Nebel (2011) de Tomás Lunák, la rumana Crulic, camino del más allá (2009) de Anca Damian o la española Gordo, calvo y bajito (2011) de Carlos Osuna. El talento valenciano está en cierto modo presente en Chico y Rita (2010) de Fernando Trueba y los valencianos Javier Mariscal y Tono Errando; y Arrugas (2011) de Ignacio Ferreras, que está basada en el cómic homónimo de Paco Roca.
Por fortuna, pertenezco a una generación que se crió más con los tradicionales dibujos animados norteamericanos que con la agotadora y crispada animación japonesa. Mis referentes infantiles fueron los dibujos animados de los estudios Hanna-Barbera Los Picapiedra, Tom y Jerry, Warner Bros Bugs Bunny, Porky, el Pato Lucas, Silvestre y Walt Disney el Pato Donald, Mickey Mouse y nunca me interesó el anime de los setenta, con series de dibujos animados tan exitosos como Mazinger Z ni las sentimentales y bobaliconas Heidi y Marcos.
Algo similar me sucede con la denominada animación para adultos. No me despertaron ninguna emoción en su día clásicos del cine de animación japonesa como Akira, Ghost in the Shell o El viaje de Chihiro, que llegó a ganar un Oscar a la mejor película de animación en 2002 y un Oso de Oro en la Berlinale. Nunca le encontré la gracia a los dibujos animados nipones ni a sus argumentos. Me parece mucho más imaginativa la animación para adultos que se ha hecho en las últimas dos décadas en EEUU, Gran Bretaña, la República Checa e incluso en países con menos tradición en ese ámbito como Israel o España. Por eso me gustaría recomendar vivamente el ciclo Animatopía: Los nuevos caminos del cine de animación que acoge la Filmoteca de CulturArts IVAC hasta el próximo 29 de diciembre y en el que podrán verse 25 largometrajes de cine de animación de muy diversa procedencia, producidos entre 2001 y 2012. Se trata de una extensa retrospectiva, organizada por CulturArts IVAC junto al Festival de Cine de San Sebastián y la Filmoteca Vasca, que recoge las más sugestivas y originales aportaciones del cine de animación de las últimas dos décadas. La retrospectiva propone un recorrido por películas que van más allá de los límites que erróneamente se le imponen al género. Poco tienen que ver con las cintas de entretenimiento familiar o las aventuras fantásticas. E incluso algunas de ellas parecen haber sido realizadas bajo los efectos de algún poderoso psicotropo como Hair High (2004) de Bill Plympton o Metropía (2009) de Tarik Salehm.
Las películas programadas reflejan la libertad y capacidad que ha venido demostrando la animación para tratar temas complejos y poco habituales dentro del género como los conflictos sociales e históricos, que pueden verse en el documental Waltz With Bashir (2008) de Ari Folman, que denuncia los excesos del ejército israelí en la guerra del Líbano de 1982; o las intrincadas reflexiones filosóficas y sociológicas de Waking Life (2010) de Richard Linklater. Más allá de las tradicionales películas de animación o de las infografías en 3D, en el ciclo se reúnen películas que experimentan y fusionan todo tipo de novedosas técnicas como la stop motion, el rotoscopiado, la animación de recortes y otras formas alternativas de animación digital. El ciclo cuenta con películas no estrenadas o poco conocidas en nuestro país como la canadiense Mary and Max (2009) de Adam Elliot, la checa Alois Nebel (2011) de Tomás Lunák, la rumana Crulic, camino del más allá (2009) de Anca Damian o la española Gordo, calvo y bajito (2011) de Carlos Osuna. El talento valenciano está en cierto modo presente en Chico y Rita (2010) de Fernando Trueba y los valencianos Javier Mariscal y Tono Errando; y Arrugas (2011) de Ignacio Ferreras, que está basada en el cómic homónimo de Paco Roca.
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