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¡Vaya vuel­tas que da la vida en cues­tión de un mes! Está­ba­mos pre­pa­ran­do las can­gre­je­ras, la die­ta y el after-sun cuan­do nos pilló a todos nada menos que un cam­bio de Pre­si­dent de la Gene­ra­li­tat, y ape­nas sin res­pi­ro, con la pri­ma de ries­go ram­pan­te, con­vo­can elec­cio­nes gene­ra­les anti­ci­pa­das para noviem­bre… ¡qué fre­ne­sí! Y en medio la sali­da a bol­sa de Ban­kia, que Ban­ca­ja ya es pasa­do, la nacio­na­li­za­ción de la CAM, rumo­res inten­sos de macro­fu­sio­nes en pren­sa, EEUU en el abis­mo del default, el fút­bol que vuel­ve con más garra que nun­ca a mitad de mes de agos­to, los con­se­je­ros de algu­nas auto­no­mías pos­tu­lan­do devol­ver com­pe­ten­cias de sani­dad y edu­ca­ción…
Pero no nos apu­re­mos. Pon­ga­mos en sol­fa este exce­so de infor­ma­ción y démos­le al ferra­gos­to lo que tie­ne de mejor: su tem­po mode­ra­do, pau­sa­do, vaca­cio­nal… de lec­tu­ras y paseos. Para quie­nes se que­dan en la gran ciu­dad, bus­can­do refri­ge­rios, sepan que la ofer­ta sigue sien­do sóli­da. La zona del puer­to, las de los mer­ca­dos, en espe­cial el Cen­tral, ofer­tan ser­vi­cios muy atrac­ti­vos y adap­ta­dos a la caní­cu­la.
Y si deci­den mover­se, ten­gan en cuen­ta varias alter­na­ti­vas. La más clá­si­ca e his­to­ri­cis­ta: vol­ver a Xàti­va, como a Howards End, para dis­fru­tar de la Fira, la más anti­gua: firar­se un rega­lo a los niños, asis­tir al home­na­je a Bruno Lomas, comer porrat mien­tras se pasea por la Ala­me­da a la caí­da de la tar­de, tomar chu­rros con cho­co­la­te antes de les albaes… Dis­fru­tar en suma de la ciu­dad más bor­gia­na, más ita­lia­ni­zan­te y de mayor sabor patri­mo­nial rena­cen­tis­ta. Y cenar en el Por­tal Fosc.
Otra alter­na­ti­va más actual nos lle­va has­ta Dénia, cuyas pla­yas, a ele­gir, pue­den ser de roca con fon­dos para la prác­ti­ca del sub­ma­ri­nis­mo, o de fina are­na en Les Mari­nes, don­de fecun­dan res­tau­ran­tes subli­mes como el de Qui­que Dacos­ta y alter­na­ti­vas de rigu­ro­sa tra­di­ción mari­ne­ra: Casa Fede­ri­co y La Cui­na. Dénia, mucho más allá del con­sa­bi­do arròs a ban­da, se está eri­gien­do en la capi­tal culi­na­ria de la Comu­ni­dad.
La últi­ma alter­na­ti­va mira al nor­te, hacia Cas­te­llón, y no por­que el nue­vo Pre­si­dent de la Gene­ra­li­tat sea un cas­te­llo­ne­ro públi­co y con­fe­so, no pero tam­bién. Cas­te­llón, su pro­vin­cia, es la per­la turís­ti­ca por des­cu­brir. Su inte­rior es uno de los más vír­ge­nes en esta zona medi­te­rrá­nea, don­de es posi­ble des­cu­brir pue­blos con todo el sabor como Vila­fran­ca, Vila­fa­més y tan­tos otros del Maes­trat. Y de allí vie­nen impor­tan­tes pro­duc­tos agra­rios. Pero sin suce­sión de con­ti­nui­dad se alcan­za la pla­ya, mar y mon­ta­ña, de un modo más inme­dia­to inclu­so que en otros lares, con pun­tos como el Grao de Cas­te­llón, las pla­yas de Beni­càs­sim y Borria­na, o el feno­me­nal atrac­ti­vo de Peñís­co­la. Casua­li­dad o no, el eje valen­ciano pivo­ta hacia Cas­te­llón, miran­do a Euro­pa. Bien­ve­ni­do mis­ter Alber­to Fabra, molt hono­ra­ble.

¡Vaya vuel­tas que da la vida en cues­tión de un mes! Está­ba­mos pre­pa­ran­do las can­gre­je­ras, la die­ta y el after-sun cuan­do nos pilló a todos nada menos que un cam­bio de Pre­si­dent de la Gene­ra­li­tat, y ape­nas sin res­pi­ro, con la pri­ma de ries­go ram­pan­te, con­vo­can elec­cio­nes gene­ra­les anti­ci­pa­das para noviem­bre… ¡qué fre­ne­sí! Y en medio la sali­da a bol­sa de Ban­kia, que Ban­ca­ja ya es pasa­do, la nacio­na­li­za­ción de la CAM, rumo­res inten­sos de macro­fu­sio­nes en pren­sa, EEUU en el abis­mo del default, el fút­bol que vuel­ve con más garra que nun­ca a mitad de mes de agos­to, los con­se­je­ros de algu­nas auto­no­mías pos­tu­lan­do devol­ver com­pe­ten­cias de sani­dad y edu­ca­ción…
Pero no nos apu­re­mos. Pon­ga­mos en sol­fa este exce­so de infor­ma­ción y démos­le al ferra­gos­to lo que tie­ne de mejor: su tem­po mode­ra­do, pau­sa­do, vaca­cio­nal… de lec­tu­ras y paseos. Para quie­nes se que­dan en la gran ciu­dad, bus­can­do refri­ge­rios, sepan que la ofer­ta sigue sien­do sóli­da. La zona del puer­to, las de los mer­ca­dos, en espe­cial el Cen­tral, ofer­tan ser­vi­cios muy atrac­ti­vos y adap­ta­dos a la caní­cu­la.
Y si deci­den mover­se, ten­gan en cuen­ta varias alter­na­ti­vas. La más clá­si­ca e his­to­ri­cis­ta: vol­ver a Xàti­va, como a Howards End, para dis­fru­tar de la Fira, la más anti­gua: firar­se un rega­lo a los niños, asis­tir al home­na­je a Bruno Lomas, comer porrat mien­tras se pasea por la Ala­me­da a la caí­da de la tar­de, tomar chu­rros con cho­co­la­te antes de les albaes… Dis­fru­tar en suma de la ciu­dad más bor­gia­na, más ita­lia­ni­zan­te y de mayor sabor patri­mo­nial rena­cen­tis­ta. Y cenar en el Por­tal Fosc.
Otra alter­na­ti­va más actual nos lle­va has­ta Dénia, cuyas pla­yas, a ele­gir, pue­den ser de roca con fon­dos para la prác­ti­ca del sub­ma­ri­nis­mo, o de fina are­na en Les Mari­nes, don­de fecun­dan res­tau­ran­tes subli­mes como el de Qui­que Dacos­ta y alter­na­ti­vas de rigu­ro­sa tra­di­ción mari­ne­ra: Casa Fede­ri­co y La Cui­na. Dénia, mucho más allá del con­sa­bi­do arròs a ban­da, se está eri­gien­do en la capi­tal culi­na­ria de la Comu­ni­dad.
La últi­ma alter­na­ti­va mira al nor­te, hacia Cas­te­llón, y no por­que el nue­vo Pre­si­dent de la Gene­ra­li­tat sea un cas­te­llo­ne­ro públi­co y con­fe­so, no pero tam­bién. Cas­te­llón, su pro­vin­cia, es la per­la turís­ti­ca por des­cu­brir. Su inte­rior es uno de los más vír­ge­nes en esta zona medi­te­rrá­nea, don­de es posi­ble des­cu­brir pue­blos con todo el sabor como Vila­fran­ca, Vila­fa­més y tan­tos otros del Maes­trat. Y de allí vie­nen impor­tan­tes pro­duc­tos agra­rios. Pero sin suce­sión de con­ti­nui­dad se alcan­za la pla­ya, mar y mon­ta­ña, de un modo más inme­dia­to inclu­so que en otros lares, con pun­tos como el Grao de Cas­te­llón, las pla­yas de Beni­càs­sim y Borria­na, o el feno­me­nal atrac­ti­vo de Peñís­co­la. Casua­li­dad o no, el eje valen­ciano pivo­ta hacia Cas­te­llón, miran­do a Euro­pa. Bien­ve­ni­do mis­ter Alber­to Fabra, molt hono­ra­ble.

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