El ir de compras o de tiendas cuando esto se realiza con una decidida intención de visitar sólo comercios de grandes firmas, se convierte en lo más top del consumo. También esta práctica, si se limita a la mera observación, puede ser sociológicamente interesante, siempre que no se caiga en la tentación de comprar algo y uno se encuentre con un objeto nuevo y con una cartera triturada.
En reiteradas visitas a esta clase de tiendas en las ciudades más punteras: París, Milán, Londres, Nueva York, o el mismo Moscú –donde este tipo de comercio se ha despertado con gran virulencia tras largos años de abstinencia–, hemos llegado a la conclusión de que la mayor parte de clientes no procedían del país de situación, sino de las más diversas naciones, a veces las menos esperadas: Desde observar tiendas de firmas en las galerías Gum de Moscú, o en la calle Lubyanka –cuyo nombre contrasta tristemente con el edificio central del KGB y la prisión anexa–, u otra calle como la Kuznetsky o la Teverskaya, etc., donde los consumidores son mayormente orientales y en segundo lugar turistas europeos, hasta las firmas Versace y Armani en Milán, donde se formaban largas colas para llegar a las cajas y eran copadas en su mayoría por personas niponas, que además no sólo cargaban con una bolsa si no con cinco o más, cada una con un objeto distinto. Hasta hace unos días en París donde en tiendas de la rue Saint-Honoré o en la misma rue Royale, desde Chanel a Louis Vuitton la clientela era foránea. En esta última tienda, Vuitton, se observaba el caso que comentamos ampliamente, en cuyo recinto de considerables dimensiones los clientes eran en su mayoría de color, hablando un inglés muy estadounidense. También había turistas europeos pero siempre superados por los orientales, tanto nipones como chinos. ¿Existirá un cierto aire despectivo de los residentes hacia estas famosísimas tiendas, donde los compradores con más poder adquisitivo observado no son millonarios americanos ni europeos?
Las míticas firmas, que tanto hacen por subir el P.I.B. de su país de origen, los establecimientos con historia, son ahora terreno de otros clientes, tan respetables como los anteriores, pero mucho más exóticos, no en vano China es el país más emergente con un crecimiento apabullante del 11%. Sus carteras parecen mucho más nutridas que otras con más tradición pero mucho menos posibles.
El ir de compras o de tiendas cuando esto se realiza con una decidida intención de visitar sólo comercios de grandes firmas, se convierte en lo más top del consumo. También esta práctica, si se limita a la mera observación, puede ser sociológicamente interesante, siempre que no se caiga en la tentación de comprar algo y uno se encuentre con un objeto nuevo y con una cartera triturada.
En reiteradas visitas a esta clase de tiendas en las ciudades más punteras: París, Milán, Londres, Nueva York, o el mismo Moscú –donde este tipo de comercio se ha despertado con gran virulencia tras largos años de abstinencia–, hemos llegado a la conclusión de que la mayor parte de clientes no procedían del país de situación, sino de las más diversas naciones, a veces las menos esperadas: Desde observar tiendas de firmas en las galerías Gum de Moscú, o en la calle Lubyanka –cuyo nombre contrasta tristemente con el edificio central del KGB y la prisión anexa–, u otra calle como la Kuznetsky o la Teverskaya, etc., donde los consumidores son mayormente orientales y en segundo lugar turistas europeos, hasta las firmas Versace y Armani en Milán, donde se formaban largas colas para llegar a las cajas y eran copadas en su mayoría por personas niponas, que además no sólo cargaban con una bolsa si no con cinco o más, cada una con un objeto distinto. Hasta hace unos días en París donde en tiendas de la rue Saint-Honoré o en la misma rue Royale, desde Chanel a Louis Vuitton la clientela era foránea. En esta última tienda, Vuitton, se observaba el caso que comentamos ampliamente, en cuyo recinto de considerables dimensiones los clientes eran en su mayoría de color, hablando un inglés muy estadounidense. También había turistas europeos pero siempre superados por los orientales, tanto nipones como chinos. ¿Existirá un cierto aire despectivo de los residentes hacia estas famosísimas tiendas, donde los compradores con más poder adquisitivo observado no son millonarios americanos ni europeos?
Las míticas firmas, que tanto hacen por subir el P.I.B. de su país de origen, los establecimientos con historia, son ahora terreno de otros clientes, tan respetables como los anteriores, pero mucho más exóticos, no en vano China es el país más emergente con un crecimiento apabullante del 11%. Sus carteras parecen mucho más nutridas que otras con más tradición pero mucho menos posibles.
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