Como la exigua y modesta nómina de empleado público no me permite grandes lujos asiáticos, como masajes tailandeses o un juego de bolas chinas, soy un comprador habitual de libros de bolsillo pero también de segunda mano, saldo y ocasión. No me complace más que encontrarme por tan sólo 1’95 euros en alguna librería de viejo con una descatalogada novela de Jim thompson o donald Westlake de la mítica colección “Etiqueta negra” de Ediciones Júcar o con una recopilación de artículos periodísticos de Feliz de Azúa o de ensayos taurinos de José Bergamín, como me sucedió recientemente. por eso, soy de los que pasan horas en las casetas de feria del Libro Antiguo y de ocasión en el paseo central de la gran Vía marqués del Turia durante el mes de marzo buscando provisiones lectoras para todo el año. La feria ha sido desde siempre punto de encuentro obligado de los más selectos bibliófilos (los que buscan el incunable y la primera edición) y los menos escrupulosos bibliófagos (los que escarban en las cajas de libros polvorientos buscando rarezas y saldos).
Es una lástima que esta 38 edición de la feria haya sido una de las peores que se recuerdan, con un dramático descenso del 40% de las ventas respecto al año anterior y una caída de las compras de libros de lance por sexto año consecutivo. El descenso de este año puede atribuirse al frío y lluvioso caloret del hivern de los últimos días de fallas, pero también al impacto mortal de la crisis económica sobre el sector del libro, agravado aún más por la irrupción de todo tipo de tabletas y dispositivos electrónicos para la lectura.
Es indudable que los aparatos lectores de libros electrónicos tienen muchas ventajas sobre los libros impresos. Sin embargo, hay un terreno en el que difícilmente pueden competir con el formato tradicional: el libro ilustrado. De momento, es difícil y engorroso contemplar una ilustración de la totalidad del cuadro El Jardín de las Delicias de el Bosco en un ipad y resulta imposible en cualquier otro lector de libro electrónico. En cualquier caso, todo parece indicar que nos encaminamos triste e irremediablemente hacia la desaparición del libro, pero también de los periódicos, las revistas o cualquier otro tipo de publicación impresa.
Al final, tan sólo quedará en papel la publicidad gratuita que se acumula en los buzones de correo, aunque esa misma publicidad en forma de spam ya satura nuestras cuentas de e‑mails. Ignoro cuanto tiempo falta para que se produzca la definitiva defunción del libro tradicional o si realmente llegará a producirse, pero por si acaso yo ya estoy aprovisionándome de montones de libros, como si estuviese a punto de estallar la III guerra mundial y debiera quedarme atrincherado en casa. Casi todos los libros que estoy comprando son naturalmente de saldo, porque mi monedero en estos tiempos de estrecheces no da para más. Dentro de mis más recientes adquisiciones, figura un lote de libros de cine de t&B editores que he comprado a precio de chollo en parís-valencia, una de mis librerías favoritas, aunque en realidad tenga cuatro sedes distribuidas por el centro de Vaencia.
Ignoro la razón por la cual esta editorial especializada fundamentalmente en vistosos libros ilustrados de cine y en biografías de actores y directores, pero también con fondos de temas futbolísticos, ha decidido saldar muchos de los títulos de sus colecciones cinematográficas, pero para mí ha sido una excelente noticia y una oportunidad de comprar libros a granel muy interesantes, aunque sólo sea por sus contenidos gráficos. Con tan sólo sesenta euros, he rellenado casi toda una estantería con una docena de vistosos tochos de colorines sobre actrices como Ava Gardner, Katharine Hepburn, Greta Garbo y nuestra racial Carmen Sevilla y con estudios sobre la vida y la obra de Roman Polanski, George cukor, Alexander Korda, Joseph L. Mankiewicz, Sam Peckinpah y John Huston. Ya puede estallar la guerra, porque aunque no tenga una sola lata de alubias en la despensa estoy bien provisto de libros.
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