Historia de estos últimos años
Nos sugiere la dirección de la Empresa Editora que hagamos una crónica personal sobre los acontecimientos más relevantes que, a nuestro juicio, han ocurrido en nuestro entorno profesional desde aquellos días del año 2007, cuando aún disfrutábamos de los fastos de la America’s Cup, y la enorme burbuja del sector inmobiliario y el financiero.
Corrían años, los de la primera década del recién estrenado siglo, de mucha euforia económica y ocurrencias descabelladas que el tiempo se encargó de poner en su sitio con toda su crueldad. Desde la nominación de Valencia como sede de la 32 America’s Cup, la ciudad empezó a vivir un frenesí de obras, proyectos, inversiones, promesas de más inversiones, visitas de ilustres personajes, presencia de mega yates y aviones privados, de presidentes de Consejos de empresas multinacionales, etc. Dando la impresión que fuera a haber un antes y un después para la tercera ciudad de España por población e importancia económica. Las fiestas que daban los equipos y sus patrocinadores no tenían parangón en todo el territorio nacional, hoy Prada, mañana BMW, el día de en medio Alinghi, etc. etc.
Nos acostumbramos a la presencia de personajes que solo éramos capaces de ver en las páginas de las revistas de sociedad, y sin embargo se paseaban y hacían la compra en el Mercado Central, o daban una cena en el Veles e Vents, o cenaban en una terraza del Carmen o de la calle Conde de Altea.
Soy uno de los que puso mucha ilusión profesional y empresarial en el momento transformador de la ciudad, aunque el tiempo me demostró que era una ilusión óptica, pues los mecanismos de funcionamiento del poder local seguían siendo los mismos. Las fuerzas vivas compuestas por los promotores, gobierno municipal de la alcaldesa Barberá, y las cajas y banco regional, no estaban dispuestas a cambiar la manera de llevar los asuntos urbanísticos, y menos en la zona de expansión de la ciudad más prometedora y en la que confluían muchos intereses económicos diversos: el puerto, la dársena, las playas, los barrios maríti- mos, etc.
Pronto comprendimos que el PAI del Grau era un feudo del stablishment local y que, por muchos vientos y brisas que soplaran allende nuestras fronteras, no estaban dispuestos a compartir con nadie que no viniera avalado por los “pata negra” de la ciudad. La America’s Cup fue un duelo entre las fuerzas locales y las foráneas, y se plasmaba en cada protocolo organizativo de recepciones, ágapes, entregas de premios, presencia en el campo de regatas, etc. Era divertido ver como los suizos, la organización y el resto de equipos, llenaban su agenda con todo tipo de actos, a los que apenas daban entrada a los políticos locales, que solían responder contraprogramando con actos, ágapes y recepciones en el ámbito de sus dominios, es decir, el equipo Iberdrola, el puerto Autónomo de Valencia, el Ayuntamiento y la Generalitat, y el organismo que aglutinaba a las distintas administraciones.
Desgraciadamente para los que pensábamos y apostamos por el cambio en la forma de hacer ciudad, el evento pasó y entró en una fase decadente, empezando por el desafío/amaño que orquestaron las fuerzas vivas locales con el suizo ganador de la 32. ¡Lástima!, se acabó el encanto, empezó una batalla legal que no podía terminar bien para Valencia, y además, nos dimos de repente de bruces con la más larga crisis económica de los últimos cien años, y de la que los indicadores macro dicen que empezamos a salir, 7 u 8 años más tarde.
Esta crónica podría titularla algo así como, “La larga y amarga resaca de una glamurosa celebración”, pues así fue la fiesta, y lo que vino luego también. En el entretiempo todos nos hemos hecho más mayores, más sabios, más pobres, algo más descreídos, aunque personalmente pienso que no hay margen para el desánimo y el decaimiento, y que toda puerta que se cierra abre otra a nuevos escenarios que no tienen que ser peores, solo diferentes. Lo importante no es lamentarse de los errores cometidos por uno, o por lo que entendamos que son de otros, sino aprender de ellos y poner remedio a los daños que hayamos podido infligir a propios y ajenos. Valencia está por hacer, y habrá que hacerlo con nuevos protagonistas y nuevos métodos, con nuevos planes o revisión de los que ya conocemos, pero en todo caso, no debemos quedarnos parados, sino seguir luchando por los ideales que inspiraron nuestros proyectos, pues deben ser igual de buenos hoy, como ayer.
Nos sugiere la dirección de la Empresa Editora que hagamos una crónica personal sobre los acontecimientos más relevantes que, a nuestro juicio, han ocurrido en nuestro entorno profesional desde aquellos días del año 2007, cuando aún disfrutábamos de los fastos de la America’s Cup, y la enorme burbuja del sector inmobiliario y el financiero.
Corrían años, los de la primera década del recién estrenado siglo, de mucha euforia económica y ocurrencias descabelladas que el tiempo se encargó de poner en su sitio con toda su crueldad. Desde la nominación de Valencia como sede de la 32 America’s Cup, la ciudad empezó a vivir un frenesí de obras, proyectos, inversiones, promesas de más inversiones, visitas de ilustres personajes, presencia de mega yates y aviones privados, de presidentes de Consejos de empresas multinacionales, etc. Dando la impresión que fuera a haber un antes y un después para la tercera ciudad de España por población e importancia económica. Las fiestas que daban los equipos y sus patrocinadores no tenían parangón en todo el territorio nacional, hoy Prada, mañana BMW, el día de en medio Alinghi, etc. etc.
Nos acostumbramos a la presencia de personajes que solo éramos capaces de ver en las páginas de las revistas de sociedad, y sin embargo se paseaban y hacían la compra en el Mercado Central, o daban una cena en el Veles e Vents, o cenaban en una terraza del Carmen o de la calle Conde de Altea.
Soy uno de los que puso mucha ilusión profesional y empresarial en el momento transformador de la ciudad, aunque el tiempo me demostró que era una ilusión óptica, pues los mecanismos de funcionamiento del poder local seguían siendo los mismos. Las fuerzas vivas compuestas por los promotores, gobierno municipal de la alcaldesa Barberá, y las cajas y banco regional, no estaban dispuestas a cambiar la manera de llevar los asuntos urbanísticos, y menos en la zona de expansión de la ciudad más prometedora y en la que confluían muchos intereses económicos diversos: el puerto, la dársena, las playas, los barrios maríti- mos, etc.
Pronto comprendimos que el PAI del Grau era un feudo del stablishment local y que, por muchos vientos y brisas que soplaran allende nuestras fronteras, no estaban dispuestos a compartir con nadie que no viniera avalado por los “pata negra” de la ciudad. La America’s Cup fue un duelo entre las fuerzas locales y las foráneas, y se plasmaba en cada protocolo organizativo de recepciones, ágapes, entregas de premios, presencia en el campo de regatas, etc. Era divertido ver como los suizos, la organización y el resto de equipos, llenaban su agenda con todo tipo de actos, a los que apenas daban entrada a los políticos locales, que solían responder contraprogramando con actos, ágapes y recepciones en el ámbito de sus dominios, es decir, el equipo Iberdrola, el puerto Autónomo de Valencia, el Ayuntamiento y la Generalitat, y el organismo que aglutinaba a las distintas administraciones.
Desgraciadamente para los que pensábamos y apostamos por el cambio en la forma de hacer ciudad, el evento pasó y entró en una fase decadente, empezando por el desafío/amaño que orquestaron las fuerzas vivas locales con el suizo ganador de la 32. ¡Lástima!, se acabó el encanto, empezó una batalla legal que no podía terminar bien para Valencia, y además, nos dimos de repente de bruces con la más larga crisis económica de los últimos cien años, y de la que los indicadores macro dicen que empezamos a salir, 7 u 8 años más tarde.
Esta crónica podría titularla algo así como, “La larga y amarga resaca de una glamurosa celebración”, pues así fue la fiesta, y lo que vino luego también. En el entretiempo todos nos hemos hecho más mayores, más sabios, más pobres, algo más descreídos, aunque personalmente pienso que no hay margen para el desánimo y el decaimiento, y que toda puerta que se cierra abre otra a nuevos escenarios que no tienen que ser peores, solo diferentes. Lo importante no es lamentarse de los errores cometidos por uno, o por lo que entendamos que son de otros, sino aprender de ellos y poner remedio a los daños que hayamos podido infligir a propios y ajenos. Valencia está por hacer, y habrá que hacerlo con nuevos protagonistas y nuevos métodos, con nuevos planes o revisión de los que ya conocemos, pero en todo caso, no debemos quedarnos parados, sino seguir luchando por los ideales que inspiraron nuestros proyectos, pues deben ser igual de buenos hoy, como ayer.
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