Por su inte­rés, com­par­ti­mos este artícu­lo de Por Mar­got San­­ger-KatzClai­re Cain Miller y Quoc­trung Bui publi­ca­do en The New York Times.

A pesar del coro­na­vi­rus, nume­ro­sos exper­tos en epi­de­mias ya se sien­ten tran­qui­los al acu­dir al médi­co, socia­li­zar en gru­pos peque­ños en exte­rio­res o reci­bir correo y paque­te­ría. Sin embar­go, sal­vo que se desa­rro­lle una vacu­na o un tra­ta­mien­to efec­ti­vo, pasa­rá más de un año antes de que muchos epi­de­mió­lo­gos estén dis­pues­tos a ir a con­cier­tos, even­tos depor­ti­vos o ser­vi­cios reli­gio­sos. Y pue­de que algu­nos jamás vuel­van a salu­dar con abra­zos o apre­to­nes de manos.

En qué fecha los epi­de­mió­lo­gos anti­ci­pan rea­li­zar estas acti­vi­da­des en su vida per­so­nal, supo­nien­do que la pan­de­mia y la res­pues­ta se desa­rro­llen como espe­ran.

Estas son las opi­nio­nes per­so­na­les de un gru­po de 511 epi­de­mió­lo­gos y espe­cia­lis­tas en enfer­me­da­des infec­cio­sas a quie­nes The New York Times les pre­gun­tó cuán­do espe­ran reanu­dar 20 acti­vi­da­des de la vida dia­ria, supo­nien­do que la pan­de­mia y la res­pues­ta de salud públi­ca se desa­rro­llen como ellos espe­ran.

Sus res­pues­tas no son direc­tri­ces para el públi­co y refle­jan las cir­cuns­tan­cias indi­vi­dua­les de los encues­ta­dos, su tole­ran­cia al ries­go y sus expec­ta­ti­vas sobre cuán­do se rea­li­za­rán prue­bas, se ras­trea­rán los con­tac­tos, habrá tra­ta­mien­to y vacu­na­ción para la COVID-19 de mane­ra gene­ra­li­za­da. Según dije­ron, esos son los fac­to­res que deter­mi­na­rán sus accio­nes, por­que el virus es el que esta­ble­ce los tiem­pos. “Las res­pues­tas no tie­nen nada que ver con el tiem­po calen­dá­ri­co”, expli­có Kris­ti McClam­roch de la Uni­ver­si­dad de Albany.

Aun así, mien­tras los encar­ga­dos de las polí­ti­cas públi­cas levan­tan las res­tric­cio­nes y sur­gen pro­tes­tas en todo Esta­dos Uni­dos por la vio­len­cia poli­cial, los epi­de­mió­lo­gos, al igual que todos los demás, deben tomar sus pro­pias deci­sio­nes sobre lo que harán, a pesar de la incer­ti­dum­bre. Sin embar­go, es más pro­ba­ble que ellos estén actua­li­za­dos con los datos sobre la COVID-19 y hayan reci­bi­do capa­ci­ta­ción sobre la diná­mi­ca de las enfer­me­da­des infec­cio­sas y cómo pen­sar en el ries­go.

En su mayo­ría estu­vie­ron de acuer­do en que las acti­vi­da­des al aire libre y los gru­pos peque­ños eran más segu­ros que estar en inte­rio­res o en una mul­ti­tud y que los cubre­bo­cas serán nece­sa­rios duran­te mucho tiem­po.

“El aire fres­co, el sol, la socia­li­za­ción y un nivel salu­da­ble de acti­vi­dad serán tan impor­tan­tes para mi salud men­tal como para mi bien­es­tar físi­co”, dijo Ana­la Gos­sai, cien­tí­fi­ca de Fla­ti­ron Health, una empre­sa de tec­no­lo­gía de la salud, que dijo que pla­nea­ba socia­li­zar al aire libre este verano.

Algu­nos dije­ron que se abs­ten­drán de casi todas las vein­te acti­vi­da­des has­ta que se dis­tri­bu­ya de mane­ra gene­ra­li­za­da una vacu­na con­tra el virus. Otros dije­ron que espe­ra­rían a que hubie­ra una vacu­na para par­ti­ci­par en las acti­vi­da­des de la lis­ta que se rea­li­zan en espa­cios cerra­dos.

“Por mucho que odie tra­ba­jar en casa, creo que labo­rar en un espa­cio inte­rior com­par­ti­do es lo más peli­gro­so que hace­mos”, afir­mó Sally Pic­ciot­to, de la Uni­ver­si­dad de Cali­for­nia en Ber­ke­ley. Como ella, el 18 por cien­to de los encues­ta­dos dije­ron que espe­ra­rían al menos un año antes de vol­ver a la ofi­ci­na.

Las res­pues­tas se reca­ba­ron la últi­ma sema­na de mayo, antes de que ini­cia­ran las pro­tes­tas en todo Esta­dos Uni­dos pro­vo­ca­das por la muer­te de Geor­ge Floyd a manos de la poli­cía. Algu­nos epi­de­mió­lo­gos creen que es pro­ba­ble que estas reunio­nes masi­vas cau­sen un aumen­to de casos. “Hay un ries­go, y está afec­tan­do a las comu­ni­da­des más vul­ne­ra­das por la pan­de­mia, lo cual es dolo­ro­so”, comen­tó Andrew Row­land de la Uni­ver­si­dad de Nue­vo Méxi­co.

En algu­nas de las acti­vi­da­des, hubo un des­acuer­do sig­ni­fi­ca­ti­vo.

Algu­nos dije­ron que los salo­nes de belle­za y las pelu­que­rías eran luga­res rela­ti­va­men­te segu­ros ―no sue­len estar aba­rro­ta­dos y siguen nor­mas de higie­ne―, mien­tras que otros dije­ron que un cor­te de pelo impli­ca un alto ries­go debi­do al con­tac­to tan cer­cano. Un 41 por cien­to de los par­ti­ci­pan­tes iría a este tipo de esta­ble­ci­mien­to aho­ra o este verano, pero el 19 por cien­to pla­nea espe­rar al menos un año. Una ter­ce­ra par­te dijo que asis­ti­rá a una cena en la casa de algún ami­go este verano (muchos espe­ci­fi­ca­ron que sería al aire libre y con un dis­tan­cia­mien­to apro­pia­do), en tan­to que una quin­ta par­te dijo que espe­ra­ría más de un año, posi­ble­men­te has­ta que hubie­ra una vacu­na.

Los epi­de­mió­lo­gos dicen que toman deci­sio­nes basa­das en datos regio­na­les dis­po­ni­bles al públi­co en gene­ral sobre asun­tos como la can­ti­dad de infec­cio­nes y prue­bas. Antes de deci­dir si rea­li­zan una acti­vi­dad o no, tal vez eva­lúen si las per­so­nas usan cubre­bo­cas, si es posi­ble el dis­tan­cia­mien­to físi­co y si exis­ten otras alter­na­ti­vas para lle­var a cabo esa acti­vi­dad. Debi­do a que exis­te la posi­bi­li­dad de una segun­da ola de infec­cio­nes, dicen que con el tiem­po qui­zá se sien­tan menos con­fia­dos de rea­li­zar cier­tas acti­vi­da­des.

Como todo el mun­do, tam­bién están sope­san­do con­si­de­ra­cio­nes prác­ti­cas. Los que tie­nen que ir a un con­sul­to­rio o a un hos­pi­tal todos los días lo hacen, aun­que crean que sería más segu­ro que­dar­se en casa. La nece­si­dad de cui­dar a los niños o a los ancia­nos obli­ga a tomar deci­sio­nes difí­ci­les. Las acti­vi­da­des que pare­cen opcio­na­les, como asis­tir a un con­cier­to, son más fáci­les de evi­tar. Más del 70 por cien­to de los epi­de­mió­lo­gos encues­ta­dos dije­ron que ellos o alguien en su casa tenían un alto ries­go de pre­sen­tar com­pli­ca­cio­nes gra­ves o de morir por la enfer­me­dad.

Melis­sa Sharp, quien recien­te­men­te obtu­vo su doc­to­ra­do, pron­to vola­rá a Euro­pa para cola­bo­rar en una inves­ti­ga­ción. Pero por aho­ra, mien­tras vive en Flo­ri­da con su fami­lia, en la que hay per­so­nas alta­men­te vul­ne­ra­bles a la enfer­me­dad, pre­fie­re extre­mar los cui­da­dos, por lo que se res­guar­da y evi­ta inclu­so acti­vi­da­des que con­si­de­ra menos arries­ga­das que tomar un avión.

Dijo que uno de sus pasa­tiem­pos en la cua­ren­te­na ha sido el bor­da­do ins­pi­ra­do en la epi­de­mio­lo­gía: “Este dice: ‘Bueno… depen­de’, por­que ese es real­men­te nues­tro lema”.

Los cien­tí­fi­cos están eva­luan­do los ries­gos del coro­na­vi­rus fren­te a los bene­fi­cios de cier­tas acti­vi­da­des, inclui­do el bien­es­tar emo­cio­nal. Si bien tan­to los fune­ra­les como las bodas con­lle­van ries­gos al reu­nir gran­des gru­pos de per­so­nas, varios dije­ron que prio­ri­za­rían ir a un fune­ral. Algu­nos optan por socia­li­zar o enviar a los niños al cam­pa­men­to debi­do a bene­fi­cios como la salud men­tal, la edu­ca­ción o la armo­nía fami­liar.

Sharp dijo que con­si­de­ra­ría salir en citas des­pués de un perío­do de con­fi­na­mien­to. “Soy joven y sol­te­ra, y una chi­ca no pue­de pasar tan­to tiem­po sola en el mun­do moderno”, dijo.

Para Robert A. Smith de la Socie­dad Esta­dou­ni­den­se con­tra el Cán­cer, un cor­te de pelo podría valer la pena el ries­go: “Real­men­te se tra­ta de una solu­ción inter­me­dia entre un com­por­ta­mien­to arries­ga­do y ver­se al espe­jo con el cabe­llo lar­go de atrás pero cor­to ade­lan­te”.

A veces, la expe­rien­cia pro­fe­sio­nal y la vida per­so­nal de los epi­de­mió­lo­gos cho­can. Ayaz Hyder, de la Uni­ver­si­dad Esta­tal de Ohio, dijo que esta­ba ase­so­ran­do a su mez­qui­ta para poder reabrir y lle­var a cabo las ora­cio­nes del vier­nes. “El equi­li­brio entre las prác­ti­cas de salud públi­ca y las obli­ga­cio­nes reli­gio­sas me ha abier­to los ojos y me ha hecho ser más humil­de como aca­dé­mi­co”, expli­có.

Muchos epi­de­mió­lo­gos dije­ron que pue­de que nun­ca vuel­van a salu­dar a otros de la mis­ma mane­ra. El 42 por cien­to de la mues­tra dijo que no daría abra­zos ni la mano duran­te más de un año y el seis por cien­to dijo que jamás vol­ve­ría a hacer nin­gu­na de las dos cosas.

Para Eduar­do Fran­co de la Uni­ver­si­dad McGill de Mon­treal, “la peor víc­ti­ma de la epi­de­mia es la pér­di­da de con­tac­to humano”.

Otros se lamen­ta­ron menos: “Siem­pre odié esos inter­cam­bios inne­ce­sa­rios de pató­ge­nos y ese con­tac­to físi­co no desea­do”, afir­mó Carl V. Phi­llips, direc­tor de Epiphi Con­sul­ting.

Se invi­tó a unos 6000 epi­de­mió­lo­gos a par­ti­ci­par en la encues­ta, que se dis­tri­bu­yó entre los miem­bros de la Socie­dad de Inves­ti­ga­ción Epi­de­mio­ló­gi­ca (SER, por su sigla en inglés) y entre otros cien­tí­fi­cos. Algu­nos dije­ron que se sen­tían incó­mo­dos hacien­do pre­dic­cio­nes basa­das en el tiem­po por­que no que­rían adi­vi­nar el momen­to en que lle­ga­rían cier­tos tra­ta­mien­tos o datos de infec­cio­nes. “Nues­tra preo­cu­pa­ción es que sus opcio­nes de elec­ción múl­ti­ple se basan solo en el tiem­po del calen­da­rio”, escri­bie­ron 301 epi­de­mió­lo­gos en una car­ta. “Esto limi­ta nues­tra capa­ci­dad de dar opi­nio­nes exper­tas sobre cuán­do nos sen­ti­re­mos lo sufi­cien­te­men­te segu­ros como para dejar de dis­tan­ciar­nos social­men­te”.

Más de las tres cuar­tas par­tes del panel dijo que su tra­ba­jo dia­rio esta­ba rela­cio­na­do con la pan­de­mia de la COVID-19 de algu­na mane­ra. Cer­ca de las tres cuar­tas par­tes tra­ba­ja en la aca­de­mia, el diez por cien­to tra­ba­ja para el gobierno y el res­to tra­ba­ja para gru­pos sin fines de lucro, com­pa­ñías pri­va­das o pro­vee­do­res de ser­vi­cios de salud.

Las encues­tas de esta­dou­ni­den­ses comu­nes mues­tran que muchas per­so­nas sin capa­ci­ta­ción en epi­de­mio­lo­gía tam­bién pien­san que pasa­rán meses o aún más tiem­po antes de que muchas acti­vi­da­des comu­nes pue­dan vol­ver a ser ruti­na­rias. Una encues­ta recien­te de Mor­ning Con­sult encon­tró que más de una cuar­ta par­te de los esta­dou­ni­den­ses no pla­nea visi­tar un cen­tro comer­cial por más de seis meses y que alre­de­dor de un ter­cio no iría a un gim­na­sio, a ver una pelí­cu­la o a un con­cier­to.

Una cosa en la que los epi­de­mió­lo­gos pare­cían estar de acuer­do era en que, inclu­so cuan­do vol­vie­ran a sus acti­vi­da­des nor­ma­les, las harían de for­ma dife­ren­te duran­te mucho tiem­po, como socia­li­zar con ami­gos en espa­cios abier­tos o asis­tir a ser­vi­cios de cul­to en línea. La mayo­ría dijo que pasa­rá más de un año antes de que dejen de usar mas­ca­ri­llas fue­ra de casa.

“La gen­te me pre­gun­ta a menu­do cuán­do vol­ve­re­mos a la nor­ma­li­dad”, dijo T. Chris­topher Bond, direc­tor aso­cia­do de Bris­tol Myers Squibb. “Al prin­ci­pio les decía: ‘El mun­do ha cam­bia­do y será dife­ren­te duran­te mucho tiem­po. Esta es la cri­sis de nues­tra era y tene­mos que acep­tar­la’. Pero eso los depri­mía. Así que aho­ra digo: ‘Bueno, cada día sabe­mos más’”.

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