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No resul­ta fácil para los empre­sa­rios de este país expo­ner sus ideas con fran­que­za dadas las heren­cias reci­bi­das. Fiel a su lega­do falan­gis­ta, el fran­quis­mo, sin ir más lejos, no fue nada pro­cli­ve a la visión empre­sa­rial del mun­do, y en eso ter­mi­nó coin­ci­dien­do con la ópti­ca sin­di­ca­lis­ta sobre la reali­dad eco­nó­mi­ca en la que, poco menos, se cri­mi­na­li­za­ba al empre­sa­rio como agen­te explo­ta­dor.
A la izquier­da obre­ris­ta, mama­da en lec­tu­ras deci­mo­nó­ni­cas, cuan­do el hom­bre envi­le­cía al hom­bre, le cues­ta reco­no­cer estos argu­men­tos, y mucho menos que fue el Opus Dei y su mora­li­dad en favor del esfuer­zo y el tra­ba­jo de cor­te cal­vi­nis­ta, el que trans­for­mó el país cuar­te­le­ro de la pos­gue­rra en un esce­na­rio don­de empe­za­ron a emer­ger los emprendedores.Luego, es ver­dad, que no hemos teni­do mucha for­tu­na con los lide­raz­gos empre­sa­ria­les, sal­pi­ca­dos de epi­so­dios como los de Ruiz Mateos –cuyo default se repi­te a modo del día de la mar­mo­ta–, Mario Con­de, los Alber­tos, Mariano Rubio y has­ta el recien­tí­si­mo de Díaz Ferrán. Así que, en efec­to, no es fácil hablar como empre­sa­rio en este país, don­de el peso de la admi­nis­tra­ción públi­ca en la acti­vi­dad eco­nó­mi­ca lle­ga a ser asfi­xian­te, en el que se pide mili­tan­cia acti­va para cual­quier cosa, en don­de el que se mue­ve no sale en la foto y no pilla un con­cur­so o una adju­di­ca­ción ni por casua­li­dad.
No es fácil hablar en este país des­de la inde­pen­den­cia eco­nó­mi­ca, y resul­tan sos­pe­cho­sas, inclu­so, las acti­tu­des que algu­nos mues­tran en las cum­bres que se con­ce­le­bran en Mon­cloa o en cua­les­quie­ra otros luga­res don­de resi­de el poder polí­ti­co. Por eso, aho­ra, resue­nan más tro­nan­tes que nun­ca las últi­mas pala­bras de Juan Roig, o las más recien­tes de Vicen­te Bolu­da como nue­vo pre­si­den­te de AVE, la aso­cia­ción valen­cia­na de empre­sa­rios que no depen­de de las sub­ven­cio­nes públi­cas para man­te­ner pala­ce­tes y estruc­tu­ras. Por no hablar de las memo­rias de Jimé­nez de Lai­gle­sia y su cru­za­da con­tra las cáma­ras de comer­cio y sus one­ro­sas actividades.Roig se sien­ta ya a la dere­cha de los dio­ses de la dis­tri­bu­ción, de El Cor­te Inglés y de Zara, y en algu­nos aspec­tos les supera. Pocos le inter­pre­tan como corres­pon­de, cuan­do ha pre­sen­ta­do unos núme­ros de ensue­ño hacien­do de la nece­si­dad, vir­tud. Sus nego­cios son un ejem­plo de adap­ta­bi­li­dad a una deman­da debi­li­ta­da por la cri­sis. Como está ocu­rrien­do en EEUU, Mer­ca­do­na se posi­cio­na barrien­do pre­cios, mul­ti­pli­can­do la can­ti­dad. Indi­tex está en la mis­ma onda. Roig soli­ci­ta para el país más com­pe­ti­ti­vi­dad, capa­ci­dad de sacri­fi­cio y esfuer­zo en el tra­ba­jo.
Bolu­da, prín­ci­pe de los remol­ca­do­res marí­ti­mos, ha empe­za­do su espe­ra­do man­da­to mar­can­do cla­ra­men­te el terreno de jue­go. Ha deja­do cla­ro que la admi­nis­tra­ción públi­ca debe racio­na­li­zar­se, y aba­ra­tar­se. Y ha pedi­do fle­xi­bi­li­dad en el mer­ca­do labo­ral, pro­mo­ver la pro­duc­ti­vi­dad, liqui­dar el anti­guo régi­men de los con­ve­nios colec­ti­vos que pare­cen como fue­ros medie­va­les, cor­sés para un mun­do de alta com­pe­ti­ti­vi­dad.
Y así es. Ya no vivi­mos en un mun­do de oli­go­po­lios, del que sí cabía defen­der­se con legis­la­cio­nes labo­ra­les res­tric­ti­vas para el empre­sa­ria­do. Aho­ra es jus­to al revés. Las empre­sas bus­can deses­pe­ra­da­men­te mano de obra cua­li­fi­ca­da, bue­nos cua­dros inter­me­dios, direc­ti­vos efi­cien­tes… No hay empre­sa­rio que minus­va­lo­re de modo cons­cien­te el capi­tal humano de su nego­cio. Todo lo con­tra­rio.
En buen momen­to, pues, lle­gan los voces de los empre­sa­rios que se sien­ten libres de ata­du­ras. Como bien ha seña­la­do Vicen­te Bolu­da con bas­tan­te más opti­mis­mo que Juan Roig, nos siguen que­dan­do acti­vos muy impor­tan­tes para man­te­ner­nos en la liga de los gran­des: el cli­ma, el saber vivir, la crea­ti­vi­dad.
Cam­bie­mos de regis­tro en con­se­cuen­cia. Si los empre­sa­rios, al fin, se han cons­ti­tui­do en uno de los gran­des con­se­jos del Esta­do mien­tras Mariano Rajoy, sabia­men­te, ha hecho ver la nece­si­dad de con­tar tam­bién con la pymes, ya no es admi­si­ble escu­char a algún que otro nego­cian­te de los vie­jos tiem­pos afir­mar que la cri­sis aca­ba­rá cuan­do vuel­va la acti­vi­dad a la cons­truc­ción. Ese sec­tor, des­de lue­go, se revi­ta­li­za­rá, pero ya nun­ca podrá –ni debe­rá– alcan­zar las cuo­tas locas del pib de hace unos años, ni gene­rar plus­va­lías desor­bi­ta­das sin pro­du­cir ape­nas valor aña­di­do de nada.
La cons­truc­ción ha de vol­ver, sí, pero a están­da­res razo­na­bles, a tra­vés de empre­sa­rios pro­fe­sio­na­li­za­dos, con gus­to por su tarea, con sen­ti­do de la ciu­dad y del pai­sa­je, con los már­ge­nes ade­cua­dos. Lle­ga­rá ese día, aun­que toda­vía no anda a la vuel­ta de la esqui­na.
 

No resul­ta fácil para los empre­sa­rios de este país expo­ner sus ideas con fran­que­za dadas las heren­cias reci­bi­das. Fiel a su lega­do falan­gis­ta, el fran­quis­mo, sin ir más lejos, no fue nada pro­cli­ve a la visión empre­sa­rial del mun­do, y en eso ter­mi­nó coin­ci­dien­do con la ópti­ca sin­di­ca­lis­ta sobre la reali­dad eco­nó­mi­ca en la que, poco menos, se cri­mi­na­li­za­ba al empre­sa­rio como agen­te explo­ta­dor.
A la izquier­da obre­ris­ta, mama­da en lec­tu­ras deci­mo­nó­ni­cas, cuan­do el hom­bre envi­le­cía al hom­bre, le cues­ta reco­no­cer estos argu­men­tos, y mucho menos que fue el Opus Dei y su mora­li­dad en favor del esfuer­zo y el tra­ba­jo de cor­te cal­vi­nis­ta, el que trans­for­mó el país cuar­te­le­ro de la pos­gue­rra en un esce­na­rio don­de empe­za­ron a emer­ger los emprendedores.Luego, es ver­dad, que no hemos teni­do mucha for­tu­na con los lide­raz­gos empre­sa­ria­les, sal­pi­ca­dos de epi­so­dios como los de Ruiz Mateos –cuyo default se repi­te a modo del día de la mar­mo­ta–, Mario Con­de, los Alber­tos, Mariano Rubio y has­ta el recien­tí­si­mo de Díaz Ferrán. Así que, en efec­to, no es fácil hablar como empre­sa­rio en este país, don­de el peso de la admi­nis­tra­ción públi­ca en la acti­vi­dad eco­nó­mi­ca lle­ga a ser asfi­xian­te, en el que se pide mili­tan­cia acti­va para cual­quier cosa, en don­de el que se mue­ve no sale en la foto y no pilla un con­cur­so o una adju­di­ca­ción ni por casua­li­dad.
No es fácil hablar en este país des­de la inde­pen­den­cia eco­nó­mi­ca, y resul­tan sos­pe­cho­sas, inclu­so, las acti­tu­des que algu­nos mues­tran en las cum­bres que se con­ce­le­bran en Mon­cloa o en cua­les­quie­ra otros luga­res don­de resi­de el poder polí­ti­co. Por eso, aho­ra, resue­nan más tro­nan­tes que nun­ca las últi­mas pala­bras de Juan Roig, o las más recien­tes de Vicen­te Bolu­da como nue­vo pre­si­den­te de AVE, la aso­cia­ción valen­cia­na de empre­sa­rios que no depen­de de las sub­ven­cio­nes públi­cas para man­te­ner pala­ce­tes y estruc­tu­ras. Por no hablar de las memo­rias de Jimé­nez de Lai­gle­sia y su cru­za­da con­tra las cáma­ras de comer­cio y sus one­ro­sas actividades.Roig se sien­ta ya a la dere­cha de los dio­ses de la dis­tri­bu­ción, de El Cor­te Inglés y de Zara, y en algu­nos aspec­tos les supera. Pocos le inter­pre­tan como corres­pon­de, cuan­do ha pre­sen­ta­do unos núme­ros de ensue­ño hacien­do de la nece­si­dad, vir­tud. Sus nego­cios son un ejem­plo de adap­ta­bi­li­dad a una deman­da debi­li­ta­da por la cri­sis. Como está ocu­rrien­do en EEUU, Mer­ca­do­na se posi­cio­na barrien­do pre­cios, mul­ti­pli­can­do la can­ti­dad. Indi­tex está en la mis­ma onda. Roig soli­ci­ta para el país más com­pe­ti­ti­vi­dad, capa­ci­dad de sacri­fi­cio y esfuer­zo en el tra­ba­jo.
Bolu­da, prín­ci­pe de los remol­ca­do­res marí­ti­mos, ha empe­za­do su espe­ra­do man­da­to mar­can­do cla­ra­men­te el terreno de jue­go. Ha deja­do cla­ro que la admi­nis­tra­ción públi­ca debe racio­na­li­zar­se, y aba­ra­tar­se. Y ha pedi­do fle­xi­bi­li­dad en el mer­ca­do labo­ral, pro­mo­ver la pro­duc­ti­vi­dad, liqui­dar el anti­guo régi­men de los con­ve­nios colec­ti­vos que pare­cen como fue­ros medie­va­les, cor­sés para un mun­do de alta com­pe­ti­ti­vi­dad.
Y así es. Ya no vivi­mos en un mun­do de oli­go­po­lios, del que sí cabía defen­der­se con legis­la­cio­nes labo­ra­les res­tric­ti­vas para el empre­sa­ria­do. Aho­ra es jus­to al revés. Las empre­sas bus­can deses­pe­ra­da­men­te mano de obra cua­li­fi­ca­da, bue­nos cua­dros inter­me­dios, direc­ti­vos efi­cien­tes… No hay empre­sa­rio que minus­va­lo­re de modo cons­cien­te el capi­tal humano de su nego­cio. Todo lo con­tra­rio.
En buen momen­to, pues, lle­gan los voces de los empre­sa­rios que se sien­ten libres de ata­du­ras. Como bien ha seña­la­do Vicen­te Bolu­da con bas­tan­te más opti­mis­mo que Juan Roig, nos siguen que­dan­do acti­vos muy impor­tan­tes para man­te­ner­nos en la liga de los gran­des: el cli­ma, el saber vivir, la crea­ti­vi­dad.
Cam­bie­mos de regis­tro en con­se­cuen­cia. Si los empre­sa­rios, al fin, se han cons­ti­tui­do en uno de los gran­des con­se­jos del Esta­do mien­tras Mariano Rajoy, sabia­men­te, ha hecho ver la nece­si­dad de con­tar tam­bién con la pymes, ya no es admi­si­ble escu­char a algún que otro nego­cian­te de los vie­jos tiem­pos afir­mar que la cri­sis aca­ba­rá cuan­do vuel­va la acti­vi­dad a la cons­truc­ción. Ese sec­tor, des­de lue­go, se revi­ta­li­za­rá, pero ya nun­ca podrá –ni debe­rá– alcan­zar las cuo­tas locas del pib de hace unos años, ni gene­rar plus­va­lías desor­bi­ta­das sin pro­du­cir ape­nas valor aña­di­do de nada.
La cons­truc­ción ha de vol­ver, sí, pero a están­da­res razo­na­bles, a tra­vés de empre­sa­rios pro­fe­sio­na­li­za­dos, con gus­to por su tarea, con sen­ti­do de la ciu­dad y del pai­sa­je, con los már­ge­nes ade­cua­dos. Lle­ga­rá ese día, aun­que toda­vía no anda a la vuel­ta de la esqui­na.
 

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