La lonja de los mercaderes

Luis Trigo Sierra
Abogado y asesor patrimonial

LOS BROTES VERDES DEL MERCADO… CENTRAL 

La visita sabatina al Mercado Central de Valencia es un rito pagano que practico desde que está tierra me acogió y que en estos tiempos de incertidumbre y arrepentimiento me procura paz e inspiración.
Los ajetes tiernos, la albahaca fresca, el eneldo aromático, el perejil, humilde y cotidiano, los berros jugosos y la rúcula sabrosa que María ofrece en su puesto, son para mi la mejor muestra de los brotes verdes que tanto anhelamos y que este templo ancestral del comercio ortodoxo nos ofrece con ejemplar dignidad. María mima la selección de los productos que vende y mima a sus clientes. Te llama cariñet y, regalándote la mejor de sus sonrisas, te invita, con indudable éxito, a volver cada sábado. Y como ella, los cientos de familias que trabajan, tal y como se viene llevando a cabo desde hace siglos, para procurarnos lo mejor de la huerta, la mar y la granja, convirtiendo el Mercado Central en un ejemplo del buen camino por el que debería transitar nuestra maltrecha economía. Los analistas llevan varios trimestres deseosos de ver arraigar los esquejes del crecimiento económico global, pero el terreno sobre el que se está sembrando, con improvisado sacrificio y acusados bandazos, tiene quebrantada su fertilidad por la enorme losa de la deuda, fruto de la ingenuidad de unos y la avaricia de otros, que, alimentadas con inusitadas dosis de liquidez a mínimo coste, han propiciado una descomunal asunción de pasivos ciertos para adquirir activos cuestionables en su valoración cuando no en su propia materialidad.

Para pagar los platos rotos el único abono capaz de fertilizar las semillas del progreso económico es el compuesto, en dosis adecuadas, por trabajo, competitividad y tiempo. El ejemplo del Mercado Central es sencillo y aleccionador. Una organización basada en la experiencia de siglos, que satisface demandas reales, que lo hace con unos niveles de calidad y servicio incomparables, austera y exigente y que, además, se sabe adaptar a las necesidades de sus clientes con agilidad, siendo muestra de ello el ofrecimiento constante de nuevos y más selectos productos, la incorporación de nuevas tecnologías al envasado y la conservación, la presencia en Internet o la distribución a domicilio a la que, por otra parte, prometo no apuntarme, pues faltaría a un precepto y, lo que es peor, me perdería la sonrisa de María.
 

Luis Trigo Sierra
Abogado y asesor patrimonial

LOS BROTES VERDES DEL MERCADO… CENTRAL 

La visita sabatina al Mercado Central de Valencia es un rito pagano que practico desde que está tierra me acogió y que en estos tiempos de incertidumbre y arrepentimiento me procura paz e inspiración.
Los ajetes tiernos, la albahaca fresca, el eneldo aromático, el perejil, humilde y cotidiano, los berros jugosos y la rúcula sabrosa que María ofrece en su puesto, son para mi la mejor muestra de los brotes verdes que tanto anhelamos y que este templo ancestral del comercio ortodoxo nos ofrece con ejemplar dignidad. María mima la selección de los productos que vende y mima a sus clientes. Te llama cariñet y, regalándote la mejor de sus sonrisas, te invita, con indudable éxito, a volver cada sábado. Y como ella, los cientos de familias que trabajan, tal y como se viene llevando a cabo desde hace siglos, para procurarnos lo mejor de la huerta, la mar y la granja, convirtiendo el Mercado Central en un ejemplo del buen camino por el que debería transitar nuestra maltrecha economía. Los analistas llevan varios trimestres deseosos de ver arraigar los esquejes del crecimiento económico global, pero el terreno sobre el que se está sembrando, con improvisado sacrificio y acusados bandazos, tiene quebrantada su fertilidad por la enorme losa de la deuda, fruto de la ingenuidad de unos y la avaricia de otros, que, alimentadas con inusitadas dosis de liquidez a mínimo coste, han propiciado una descomunal asunción de pasivos ciertos para adquirir activos cuestionables en su valoración cuando no en su propia materialidad.

Para pagar los platos rotos el único abono capaz de fertilizar las semillas del progreso económico es el compuesto, en dosis adecuadas, por trabajo, competitividad y tiempo. El ejemplo del Mercado Central es sencillo y aleccionador. Una organización basada en la experiencia de siglos, que satisface demandas reales, que lo hace con unos niveles de calidad y servicio incomparables, austera y exigente y que, además, se sabe adaptar a las necesidades de sus clientes con agilidad, siendo muestra de ello el ofrecimiento constante de nuevos y más selectos productos, la incorporación de nuevas tecnologías al envasado y la conservación, la presencia en Internet o la distribución a domicilio a la que, por otra parte, prometo no apuntarme, pues faltaría a un precepto y, lo que es peor, me perdería la sonrisa de María.
 

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