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Aca­ba de publi­car­se el infor­me anual del Índi­ce Glo­bal de Com­pe­ti­ti­vi­dad para el World Eco­no­mic Forum, y las con­clu­sio­nes de su lec­tu­ra nos debe­rían hacer refle­xio­nar. En pri­mer lugar, debe­ría­mos ana­li­zar por qué hemos pasa­do, en ape­nas 7 años, de ocu­par el pues­to 23 de dicho estu­dio al 42. Las rigi­de­ces de un mer­ca­do con die­ci­sie­te regu­la­cio­nes dis­tin­tas (per­mi­sos de aper­tu­ra, rotu­la­cio­nes, hora­rios, impues­tos loca­les, etc.), unos con­ve­nios labo­ra­les más pro­pios de los sin­di­ca­tos ver­ti­ca­les que de una socie­dad que quie­re basar­se en el cono­ci­mien­to, un sis­te­ma edu­ca­ti­vo que fomen­ta la insur­gen­cia en las aulas y el menin­fo­tis­mo, un sec­tor públi­co que deci­de y ges­tio­na la mitad de los recur­sos del país, una admi­nis­tra­ción de jus­ti­cia poli­ti­za­da, len­ta y mal dota­da de medios, y la mitad del sis­te­ma finan­cie­ro depen­dien­te de la buro­cra­cia inter­na de los par­ti­dos polí­ti­cos, por no seguir con otras deri­va­das, no son el mejor cal­do de cul­ti­vo para la pro­duc­ti­vi­dad.

En segun­do lugar, es impor­tan­te dar­se cuen­ta de lo que supo­ne la inte­gra­ción en la mone­da úni­ca euro­pea. Por de pron­to, la impo­si­bi­li­dad de tomar deci­sio­nes de inter­ve­nir en la fluc­tua­ción de nues­tra mone­da, como suce­día con la pese­ta. His­tó­ri­ca­men­te, Espa­ña deva­lua­ba su mone­da como arma de recu­pe­ra­ción de com­pe­ti­ti­vi­dad, per­mi­tien­do que nues­tros bie­nes y ser­vi­cios vol­vie­ran a ser ase­qui­bles e intere­san­tes para los mer­ca­dos exte­rio­res. Ello per­mi­tía mejo­rar nues­tra balan­za comer­cial y man­te­ner nues­tro sis­te­ma pro­duc­ti­vo acti­vo, aun cuan­do el mer­ca­do inte­rior estu­vie­ra estan­ca­do. Hoy en día, esta posi­bi­li­dad no exis­te, por lo que si que­re­mos que los turis­tas sigan tra­yen­do divi­sas, tene­mos que reba­jar nomi­nal­men­te los pre­cios de nues­tros bie­nes y ser­vi­cios. Y esto inclu­ye, lógi­ca­men­te, bajar los sala­rios de todos los emplea­dos en este fun­da­men­tal sec­tor eco­nó­mi­co.

En ter­cer lugar, y con­se­cuen­cia tam­bién de la pér­di­da de sobe­ra­nía mone­ta­ria, el Ban­co de Espa­ña no tie­ne capa­ci­dad de inter­ve­nir en los tipos de inte­rés del sis­te­ma finan­cie­ro para regu­lar la infla­ción, por lo que esta­mos a expen­sas de la infla­ción de la zona Euro y, por tan­to, del Ban­co Cen­tral Euro­peo. Esto tie­ne con­se­cuen­cias en nues­tra eco­no­mía, tra­di­cio­nal­men­te infla­cio­nis­ta. En ante­rio­res cri­sis eco­nó­mi­cas, el ajus­te de pre­cios se pro­du­cía por el impac­to de la alta infla­ción duran­te 12, 18 ó 24 meses con­ti­nua­dos, y la sim­ple con­ten­ción en tér­mi­nos nomi­na­les de los impor­tes asig­na­dos a bie­nes, ser­vi­cios y sala­rios. En la actua­li­dad hay que apli­car una medi­ci­na más amar­ga. Hay que con­cien­ciar a los asa­la­ria­dos para ver des­cen­der sus sala­rios, a los pro­duc­to­res y comer­cia­li­za­do­res para que reduz­can el pre­cio de lo que fabri­can o ven­den, y así en toda la cade­na pro­duc­ti­va.

Afor­tu­na­da­men­te, la pér­di­da de sobe­ra­nía en pos de la Euro­pa Comu­ni­ta­ria, hará que las rece­tas que no se atre­ve­rían a dic­tar nues­tros man­da­ta­rios loca­les, las tomen los de fue­ra, y por tan­to, poda­mos recu­pe­rar, por nece­si­dad, los pues­tos de ascen­so que mere­ce­mos como país.

Aca­ba de publi­car­se el infor­me anual del Índi­ce Glo­bal de Com­pe­ti­ti­vi­dad para el World Eco­no­mic Forum, y las con­clu­sio­nes de su lec­tu­ra nos debe­rían hacer refle­xio­nar. En pri­mer lugar, debe­ría­mos ana­li­zar por qué hemos pasa­do, en ape­nas 7 años, de ocu­par el pues­to 23 de dicho estu­dio al 42. Las rigi­de­ces de un mer­ca­do con die­ci­sie­te regu­la­cio­nes dis­tin­tas (per­mi­sos de aper­tu­ra, rotu­la­cio­nes, hora­rios, impues­tos loca­les, etc.), unos con­ve­nios labo­ra­les más pro­pios de los sin­di­ca­tos ver­ti­ca­les que de una socie­dad que quie­re basar­se en el cono­ci­mien­to, un sis­te­ma edu­ca­ti­vo que fomen­ta la insur­gen­cia en las aulas y el menin­fo­tis­mo, un sec­tor públi­co que deci­de y ges­tio­na la mitad de los recur­sos del país, una admi­nis­tra­ción de jus­ti­cia poli­ti­za­da, len­ta y mal dota­da de medios, y la mitad del sis­te­ma finan­cie­ro depen­dien­te de la buro­cra­cia inter­na de los par­ti­dos polí­ti­cos, por no seguir con otras deri­va­das, no son el mejor cal­do de cul­ti­vo para la pro­duc­ti­vi­dad.

En segun­do lugar, es impor­tan­te dar­se cuen­ta de lo que supo­ne la inte­gra­ción en la mone­da úni­ca euro­pea. Por de pron­to, la impo­si­bi­li­dad de tomar deci­sio­nes de inter­ve­nir en la fluc­tua­ción de nues­tra mone­da, como suce­día con la pese­ta. His­tó­ri­ca­men­te, Espa­ña deva­lua­ba su mone­da como arma de recu­pe­ra­ción de com­pe­ti­ti­vi­dad, per­mi­tien­do que nues­tros bie­nes y ser­vi­cios vol­vie­ran a ser ase­qui­bles e intere­san­tes para los mer­ca­dos exte­rio­res. Ello per­mi­tía mejo­rar nues­tra balan­za comer­cial y man­te­ner nues­tro sis­te­ma pro­duc­ti­vo acti­vo, aun cuan­do el mer­ca­do inte­rior estu­vie­ra estan­ca­do. Hoy en día, esta posi­bi­li­dad no exis­te, por lo que si que­re­mos que los turis­tas sigan tra­yen­do divi­sas, tene­mos que reba­jar nomi­nal­men­te los pre­cios de nues­tros bie­nes y ser­vi­cios. Y esto inclu­ye, lógi­ca­men­te, bajar los sala­rios de todos los emplea­dos en este fun­da­men­tal sec­tor eco­nó­mi­co.

En ter­cer lugar, y con­se­cuen­cia tam­bién de la pér­di­da de sobe­ra­nía mone­ta­ria, el Ban­co de Espa­ña no tie­ne capa­ci­dad de inter­ve­nir en los tipos de inte­rés del sis­te­ma finan­cie­ro para regu­lar la infla­ción, por lo que esta­mos a expen­sas de la infla­ción de la zona Euro y, por tan­to, del Ban­co Cen­tral Euro­peo. Esto tie­ne con­se­cuen­cias en nues­tra eco­no­mía, tra­di­cio­nal­men­te infla­cio­nis­ta. En ante­rio­res cri­sis eco­nó­mi­cas, el ajus­te de pre­cios se pro­du­cía por el impac­to de la alta infla­ción duran­te 12, 18 ó 24 meses con­ti­nua­dos, y la sim­ple con­ten­ción en tér­mi­nos nomi­na­les de los impor­tes asig­na­dos a bie­nes, ser­vi­cios y sala­rios. En la actua­li­dad hay que apli­car una medi­ci­na más amar­ga. Hay que con­cien­ciar a los asa­la­ria­dos para ver des­cen­der sus sala­rios, a los pro­duc­to­res y comer­cia­li­za­do­res para que reduz­can el pre­cio de lo que fabri­can o ven­den, y así en toda la cade­na pro­duc­ti­va.

Afor­tu­na­da­men­te, la pér­di­da de sobe­ra­nía en pos de la Euro­pa Comu­ni­ta­ria, hará que las rece­tas que no se atre­ve­rían a dic­tar nues­tros man­da­ta­rios loca­les, las tomen los de fue­ra, y por tan­to, poda­mos recu­pe­rar, por nece­si­dad, los pues­tos de ascen­so que mere­ce­mos como país.

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