Mix to hit

La crisis financiera que teníamos amarraíta a nuestra cintura ha traspasado fronteras y se nos ha tatuado hasta en la cartera y, aún más, en nuestros pensamientos que están a punto de pasar del euro como moneda de cambio y volver al trueque: cambio unos Louboutin por una arroba de clementinas. No hay sector que, infaustamente, no la haya notado, pasando a formar parte de nuestras vidas con tanta naturalidad como tener un perfil en una red social.

En el terreno fashionista hemos venido constatando desde hace tiempo que la moda se volvió tranquila, sin estridencias, y con un adjetivo azaroso que malmetemos mucho, “ponible”. Todo tenía que ser ponible, para así poder ser vendible, exigible y que se nos antojara comprable. Hasta ahora.

El futuro viene a por los diseñadores, que para algo son creadores, que gustan por empezar a arriesgarse y a proponer nuevas siluetas y sobre todo nuevas tendencias. Abandonando las teatralidades, lamentando muertes con pompas, la física de McQueen, y sin pompas, la misa sonada y cantada de Galliano, nuevas y evolutivas formas de presentar colecciones y desfiles se abren paso a modo de una nueva luz en el camino (o pasarela, o la del final del túnel, tanto da).

La gran precursora, cómo no, es la visionaria Miuccia Prada, que por cierto acaba de visitar nuestra ciudad (y yo la suya medio en secreto). Para su colección de este verano ha conseguido un éxito total de un riesgo crucial. Una explosiva ensalada de tendencias que incluye prints tropicales, colores energy, exageradas rayas, formas 40’s con volantes y una renovada vuelta a los trajes de chaqueta y zapatos Oxford con maxi-suelas de goma y esparto.

La polémica del malogrado John Galliano hizo sombra en las candilejas de su última presentación para Dior, acto honorífico y vestálico que ni siquiera pudo despedir ni in person ni in corpore. Mezclas imposibles de distintas décadas del XX se volcaban en el XXI junto a elementos del XVIII. Vestidos 70’s de aire folk, chaquetas de cuadros de lana 50’s, botines victorianos no de la Secret……

Por nuestros lares quien ha decidido arriesgar (por que puede, todo hay que decirlo) es el gallego Roberto Verino. Convirtió su desfile dentro de una cuestionada Cibeles en uno de los momento mágicos de la Week. Mezcla de prendas de estilo claramente oriental y camuflada occidentalizad, algunas siluetas de principios de siglo XX…

Las de estos tres son propuestas interesantes que logran convertirse en objetos de deseo con la fórmula de mezclar batiburrillos dispares. Y hasta aquí podemos leer en cuanto a ejemplos puntuales de ganarse el cielo de la moda con el mix para triunfar.

Aún no sabemos si se trata de una estrategia de marketing, de un gran trabajo estilístico o, simplemente, del aburrimiento y seguridad que ha proporcionado la llamada slow fashion, la más comercialota. El caso es que se agradece un cambio de rumbo y aún más si viene con ciertos toques divertidos, tonadilleros y pasticheros.
 

La crisis financiera que teníamos amarraíta a nuestra cintura ha traspasado fronteras y se nos ha tatuado hasta en la cartera y, aún más, en nuestros pensamientos que están a punto de pasar del euro como moneda de cambio y volver al trueque: cambio unos Louboutin por una arroba de clementinas. No hay sector que, infaustamente, no la haya notado, pasando a formar parte de nuestras vidas con tanta naturalidad como tener un perfil en una red social.

En el terreno fashionista hemos venido constatando desde hace tiempo que la moda se volvió tranquila, sin estridencias, y con un adjetivo azaroso que malmetemos mucho, “ponible”. Todo tenía que ser ponible, para así poder ser vendible, exigible y que se nos antojara comprable. Hasta ahora.

El futuro viene a por los diseñadores, que para algo son creadores, que gustan por empezar a arriesgarse y a proponer nuevas siluetas y sobre todo nuevas tendencias. Abandonando las teatralidades, lamentando muertes con pompas, la física de McQueen, y sin pompas, la misa sonada y cantada de Galliano, nuevas y evolutivas formas de presentar colecciones y desfiles se abren paso a modo de una nueva luz en el camino (o pasarela, o la del final del túnel, tanto da).

La gran precursora, cómo no, es la visionaria Miuccia Prada, que por cierto acaba de visitar nuestra ciudad (y yo la suya medio en secreto). Para su colección de este verano ha conseguido un éxito total de un riesgo crucial. Una explosiva ensalada de tendencias que incluye prints tropicales, colores energy, exageradas rayas, formas 40’s con volantes y una renovada vuelta a los trajes de chaqueta y zapatos Oxford con maxi-suelas de goma y esparto.

La polémica del malogrado John Galliano hizo sombra en las candilejas de su última presentación para Dior, acto honorífico y vestálico que ni siquiera pudo despedir ni in person ni in corpore. Mezclas imposibles de distintas décadas del XX se volcaban en el XXI junto a elementos del XVIII. Vestidos 70’s de aire folk, chaquetas de cuadros de lana 50’s, botines victorianos no de la Secret……

Por nuestros lares quien ha decidido arriesgar (por que puede, todo hay que decirlo) es el gallego Roberto Verino. Convirtió su desfile dentro de una cuestionada Cibeles en uno de los momento mágicos de la Week. Mezcla de prendas de estilo claramente oriental y camuflada occidentalizad, algunas siluetas de principios de siglo XX…

Las de estos tres son propuestas interesantes que logran convertirse en objetos de deseo con la fórmula de mezclar batiburrillos dispares. Y hasta aquí podemos leer en cuanto a ejemplos puntuales de ganarse el cielo de la moda con el mix para triunfar.

Aún no sabemos si se trata de una estrategia de marketing, de un gran trabajo estilístico o, simplemente, del aburrimiento y seguridad que ha proporcionado la llamada slow fashion, la más comercialota. El caso es que se agradece un cambio de rumbo y aún más si viene con ciertos toques divertidos, tonadilleros y pasticheros.
 

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