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Poder político y sociedad civil.

“Es loable el empeño y el esfuerzo realizado para obtener el mayor consenso posible de la Comunidad Valenciana para salir del letargo en el que permanentemente vive”.

El deba­te de las rela­cio­nes entre el poder polí­ti­co sur­gi­do de las urnas –median­te los pro­ce­sos defi­ni­dos en la Cons­ti­tu­ción y las dis­tin­tas leyes que desa­rro­llan nues­tros pro­ce­di­mien­tos elec­to­ra­les–, y la natu­ra­le­za y fun­cio­nes de la socie­dad civil, está de actua­li­dad en nues­tras tie­rras en los últi­mos tiem­pos.

His­tó­ri­ca­men­te se ha enten­di­do que estos dos mun­dos cir­cu­la­ban por vías para­le­las que difí­cil­men­te lle­ga­ban a con­ver­ger, y más bien, cuan­do lo hacían, era para que la socie­dad civil defen­die­ra su ámbi­to de inde­pen­den­cia y vigi­lan­cia hacia el poder polí­ti­co. No es de espe­rar que la socie­dad civil de un país con tra­di­ción demo­crá­ti­ca sal­ga en defen­sa de sus gober­nan­tes, sal­vo en casos extre­mos de gue­rras con­tra paí­ses enemi­gos, desas­tres natu­ra­les, actos de terro­ris­mo o demás casuís­ti­ca extre­ma por su vio­len­cia o ame­na­za de la mis­ma. Lo hemos vis­to en diver­sos paí­ses, en espe­cial los anglo­sa­jo­nes, cuan­do en epi­so­dios his­tó­ri­cos como los men­cio­na­dos, y siem­pre con una visión tem­po­ral y limi­ta­da a las cir­cuns­tan­cias con­cre­tas, se han uni­do en apo­yo del Gobierno de turno y con el res­pal­do de la opo­si­ción, todo el con­jun­to de aso­cia­cio­nes civi­les, libres e inde­pen­dien­tes del eje­cu­ti­vo, sur­gi­dos de la volun­tad de los inte­gran­tes de dichos colec­ti­vos.

En el mun­do anglo­sa­jón, la sos­pe­cha sobre el des­vío en el uso del poder y el insa­cia­ble afán recau­da­to­rio del Eje­cu­ti­vo, sir­ve de per­ma­nen­te com­pro­ba­ción, con­trol y con­tra­po­der de la pro­pia socie­dad civil, lo cual, uni­do al voto por cir­cuns­crip­cio­nes elec­to­ra­les pró­xi­mas al votan­te, hace que las rela­cio­nes entre el poder sur­gi­do de la urna y la socie­dad civil vigi­lan­te, sean las jus­tas y las nece­sa­rias para que cada par­te lle­ve a cabo su fun­ción social.

El pano­ra­ma, bre­ve­men­te des­cri­to con ante­rio­ri­dad, poco tie­ne que ver con lo que es habi­tual en nues­tras tie­rras. De entra­da, sole­mos equi­vo­car la cele­bri­dad (más o menos mere­ci­da) de deter­mi­na­das per­so­nas, con su auto­ri­dad moral para repre­sen­tar valo­res supe­rio­res de la socie­dad. Por otro lado, no pue­de ser que aso­cia­cio­nes abso­lu­ta­men­te depen­dien­tes del pre­su­pues­to de todos los con­tri­bu­yen­tes pre­ten­dan repre­sen­tar a la socie­dad civil inde­pen­dien­te. Ade­más, si el pro­pó­si­to de un Gobierno es con­tar con el apo­yo de esta­men­tos aje­nos a la polí­ti­ca dia­ria –y trans­ver­sal en sus ideo­lo­gías–, pare­ce más nor­mal que los con­vo­can­tes y ofe­ren­tes del apo­yo sean éstos, y no el pri­me­ro.

Sea cual sea la nece­si­dad de apo­yo, como lo es una mejor finan­cia­ción para nues­tro terri­to­rio y Gobierno, el poder polí­ti­co debe­ría ser muy sutil con las pues­tas en esce­na y la obten­ción de apo­yos, pues es fácil dar la impre­sión con­tra­ria a la desea­da, cuan­do al reca­bar el apo­yo de la socie­dad en gene­ral a tra­vés de sus aso­cia­cio­nes libres e inde­pen­dien­tes, se con­vo­ca des­de el poder polí­ti­co, en un mar­co ges­tio­na­do por el poder polí­ti­co, a los repre­sen­tan­tes de aso­cia­cio­nes o empre­sas depen­dien­tes del poder polí­ti­co.

Dicho lo cual, es loa­ble el empe­ño y el esfuer­zo rea­li­za­do –y pen­dien­te de rea­li­zar–, para obte­ner el mayor con­sen­so posi­ble de la Comu­ni­dad Valen­cia­na para salir del letar­go en el que per­ma­nen­te­men­te vive, para obte­ner una ade­cua­da finan­cia­ción y retorno de los impues­tos que pagan per­so­nas y empre­sas valen­cia­nas. Espe­re­mos que, a base de man­te­ner rela­cio­nes esta­bles (no solo cuan­do con­vie­ne), poder polí­ti­co y socie­dad civil valen­cia­na lle­guen a remar en ésta mis­ma direc­ción.

“Es loable el empeño y el esfuerzo realizado para obtener el mayor consenso posible de la Comunidad Valenciana para salir del letargo en el que permanentemente vive”.

El deba­te de las rela­cio­nes entre el poder polí­ti­co sur­gi­do de las urnas –median­te los pro­ce­sos defi­ni­dos en la Cons­ti­tu­ción y las dis­tin­tas leyes que desa­rro­llan nues­tros pro­ce­di­mien­tos elec­to­ra­les–, y la natu­ra­le­za y fun­cio­nes de la socie­dad civil, está de actua­li­dad en nues­tras tie­rras en los últi­mos tiem­pos.

His­tó­ri­ca­men­te se ha enten­di­do que estos dos mun­dos cir­cu­la­ban por vías para­le­las que difí­cil­men­te lle­ga­ban a con­ver­ger, y más bien, cuan­do lo hacían, era para que la socie­dad civil defen­die­ra su ámbi­to de inde­pen­den­cia y vigi­lan­cia hacia el poder polí­ti­co. No es de espe­rar que la socie­dad civil de un país con tra­di­ción demo­crá­ti­ca sal­ga en defen­sa de sus gober­nan­tes, sal­vo en casos extre­mos de gue­rras con­tra paí­ses enemi­gos, desas­tres natu­ra­les, actos de terro­ris­mo o demás casuís­ti­ca extre­ma por su vio­len­cia o ame­na­za de la mis­ma. Lo hemos vis­to en diver­sos paí­ses, en espe­cial los anglo­sa­jo­nes, cuan­do en epi­so­dios his­tó­ri­cos como los men­cio­na­dos, y siem­pre con una visión tem­po­ral y limi­ta­da a las cir­cuns­tan­cias con­cre­tas, se han uni­do en apo­yo del Gobierno de turno y con el res­pal­do de la opo­si­ción, todo el con­jun­to de aso­cia­cio­nes civi­les, libres e inde­pen­dien­tes del eje­cu­ti­vo, sur­gi­dos de la volun­tad de los inte­gran­tes de dichos colec­ti­vos.

En el mun­do anglo­sa­jón, la sos­pe­cha sobre el des­vío en el uso del poder y el insa­cia­ble afán recau­da­to­rio del Eje­cu­ti­vo, sir­ve de per­ma­nen­te com­pro­ba­ción, con­trol y con­tra­po­der de la pro­pia socie­dad civil, lo cual, uni­do al voto por cir­cuns­crip­cio­nes elec­to­ra­les pró­xi­mas al votan­te, hace que las rela­cio­nes entre el poder sur­gi­do de la urna y la socie­dad civil vigi­lan­te, sean las jus­tas y las nece­sa­rias para que cada par­te lle­ve a cabo su fun­ción social.

El pano­ra­ma, bre­ve­men­te des­cri­to con ante­rio­ri­dad, poco tie­ne que ver con lo que es habi­tual en nues­tras tie­rras. De entra­da, sole­mos equi­vo­car la cele­bri­dad (más o menos mere­ci­da) de deter­mi­na­das per­so­nas, con su auto­ri­dad moral para repre­sen­tar valo­res supe­rio­res de la socie­dad. Por otro lado, no pue­de ser que aso­cia­cio­nes abso­lu­ta­men­te depen­dien­tes del pre­su­pues­to de todos los con­tri­bu­yen­tes pre­ten­dan repre­sen­tar a la socie­dad civil inde­pen­dien­te. Ade­más, si el pro­pó­si­to de un Gobierno es con­tar con el apo­yo de esta­men­tos aje­nos a la polí­ti­ca dia­ria –y trans­ver­sal en sus ideo­lo­gías–, pare­ce más nor­mal que los con­vo­can­tes y ofe­ren­tes del apo­yo sean éstos, y no el pri­me­ro.

Sea cual sea la nece­si­dad de apo­yo, como lo es una mejor finan­cia­ción para nues­tro terri­to­rio y Gobierno, el poder polí­ti­co debe­ría ser muy sutil con las pues­tas en esce­na y la obten­ción de apo­yos, pues es fácil dar la impre­sión con­tra­ria a la desea­da, cuan­do al reca­bar el apo­yo de la socie­dad en gene­ral a tra­vés de sus aso­cia­cio­nes libres e inde­pen­dien­tes, se con­vo­ca des­de el poder polí­ti­co, en un mar­co ges­tio­na­do por el poder polí­ti­co, a los repre­sen­tan­tes de aso­cia­cio­nes o empre­sas depen­dien­tes del poder polí­ti­co.

Dicho lo cual, es loa­ble el empe­ño y el esfuer­zo rea­li­za­do –y pen­dien­te de rea­li­zar–, para obte­ner el mayor con­sen­so posi­ble de la Comu­ni­dad Valen­cia­na para salir del letar­go en el que per­ma­nen­te­men­te vive, para obte­ner una ade­cua­da finan­cia­ción y retorno de los impues­tos que pagan per­so­nas y empre­sas valen­cia­nas. Espe­re­mos que, a base de man­te­ner rela­cio­nes esta­bles (no solo cuan­do con­vie­ne), poder polí­ti­co y socie­dad civil valen­cia­na lle­guen a remar en ésta mis­ma direc­ción.

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