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Me cuen­tan esta his­to­ria. Una mujer joven se que­da emba­ra­za­da. Pasa el emba­ra­zo cui­dán­do­se, aler­ta, para que nada per­tur­be la salud del bebé que lle­va­ba den­tro. Da luz a un niño sano, per­fec­to, pre­cio­so. Todo el mun­do se ale­gra a su alre­de­dor y nadie pare­ce repa­rar en que la madre se ha que­da­do flo­ja, des­ga­na­da, aba­ti­da. Tan­to, que no se atre­ve a coger en bra­zos a su hijo por mie­do a no poder sos­te­ner­lo. La miran con cari­ño, con con­des­cen­den­cia. Pien­san que qui­zá está des­con­cer­ta­da por la mater­ni­dad. Pasan dos días en el hos­pi­tal. Es fin de sema­na. La mujer tie­ne, ade­más, dia­rrea. Se alar­man. Tra­tan en vano que un médi­co la visi­te. El lunes la abue­la la con­ven­ce de que tome en bra­zos al bebé y se haga una foto con él; la hacen, pero la madre pide un segun­do retra­to por­que en ese se le ve el gote­ro. Quie­ren cam­biar­le la vía. No le encuen­tran la vena. Sal­tan las alar­mas. A las pocas horas, la mujer ha muer­to. Los médi­cos les expli­can que con el esfuer­zo del par­to, se le abrió un poro en la vena por el que se le fue la san­gre, y la vida. Aho­ra hay un niño de casi dos años que sólo tie­ne una foto­gra­fía con su madre. Me cuen­tan esta his­to­ria y des­de que la sé, tra­to de no reñir tan­to a mi hija. Quien sabe cuán­to tiem­po vamos a per­ma­ne­cer aquí, cuán­do nos ire­mos, qué recuer­do deja­re­mos a los que nos quie­ren, a los que ni si quie­ra saben cuán­to les hemos que­ri­do ni cuán­to les vamos a que­rer. No dejo de pen­sar­lo. Pién­sen­lo uste­des. Por favor.
 

Me cuen­tan esta his­to­ria. Una mujer joven se que­da emba­ra­za­da. Pasa el emba­ra­zo cui­dán­do­se, aler­ta, para que nada per­tur­be la salud del bebé que lle­va­ba den­tro. Da luz a un niño sano, per­fec­to, pre­cio­so. Todo el mun­do se ale­gra a su alre­de­dor y nadie pare­ce repa­rar en que la madre se ha que­da­do flo­ja, des­ga­na­da, aba­ti­da. Tan­to, que no se atre­ve a coger en bra­zos a su hijo por mie­do a no poder sos­te­ner­lo. La miran con cari­ño, con con­des­cen­den­cia. Pien­san que qui­zá está des­con­cer­ta­da por la mater­ni­dad. Pasan dos días en el hos­pi­tal. Es fin de sema­na. La mujer tie­ne, ade­más, dia­rrea. Se alar­man. Tra­tan en vano que un médi­co la visi­te. El lunes la abue­la la con­ven­ce de que tome en bra­zos al bebé y se haga una foto con él; la hacen, pero la madre pide un segun­do retra­to por­que en ese se le ve el gote­ro. Quie­ren cam­biar­le la vía. No le encuen­tran la vena. Sal­tan las alar­mas. A las pocas horas, la mujer ha muer­to. Los médi­cos les expli­can que con el esfuer­zo del par­to, se le abrió un poro en la vena por el que se le fue la san­gre, y la vida. Aho­ra hay un niño de casi dos años que sólo tie­ne una foto­gra­fía con su madre. Me cuen­tan esta his­to­ria y des­de que la sé, tra­to de no reñir tan­to a mi hija. Quien sabe cuán­to tiem­po vamos a per­ma­ne­cer aquí, cuán­do nos ire­mos, qué recuer­do deja­re­mos a los que nos quie­ren, a los que ni si quie­ra saben cuán­to les hemos que­ri­do ni cuán­to les vamos a que­rer. No dejo de pen­sar­lo. Pién­sen­lo uste­des. Por favor.
 

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