El concejal Alfonso Novo está dispuesto a revolucionar la ciudad. No se basa en la nada, sino en una constante multiplicación del uso de las bicicletas para desplazarse por Valencia, una metrópoli de orografía llana y clima suave, con un tercio de su población en edad joven y casi un quinto de la misma en circunstancias universitarias. A la bicicleta valenciana, pues, sólo le faltaba el empuje político así como una ordenanza reguladora y Novo ha sido quien ha tomado el testigo. A partir de este mes y a lo largo de lo que resta de primavera y del verano, la ciudad se llenará de bicicletas: ahorraremos energía, ganaremos en salud y en mejora del medio ambiente, le echaremos un pulso al stress y hasta veremos florecer viejos/nuevos oficios dedicados a la mecánica ciclista. Las calzadas ya están llenas de señales, entre otras las que obligan a las bicis a bajar de la acera para no perturbar al peatón.
Todo ello mientras vuelven a rugir los motores de la Fórmula 1 en los que también confía Emilio Botín para relanzar su Santander-Ferrari, sobre la que ha depositado una de las mayores campañas publicitarias que se recuerda. Y prácticamente al mismo tiempo las casas de electrodomésticos y las cerveceras apuestan por la Roja en el Mundial para levantar la moral de un país, el nuestro, realmente necesitado de alguna alegría.
Los expertos en marketing y en psicología lo vienen señalando: cuando peor están las cosas más necesario es invertir en herramientas que nos ayuden a vender, más necesario es confiar en el futuro, en nuestras capacidades. Y créanme, este país tiene muchas potencialidades, esta ciudad las tiene casi todas, pero es necesario creérselo, trabajar, apostar por el mérito y la formación antes que por la suerte o el peloteo. Necesitamos creer en nuestros políticos y en nuestros formadores como creemos en nuestros deportistas.
No debe ser tan difícil convencer a los acreedores de España –la banca alemana, China, EEUU…– que somos fiables, que seguimos siendo una de las reservas creativas de Occidente, un pueblo comercial, un lugar donde se sabe vivir, donde se practica la mejor cocina o se pueden criar grandes vinos. Así que elevemos la frágil moral, estamos a la vuelta de un nuevo verano, del apogeo de las terrazas y de la alegría de las noches. Y podemos hacerlo en una cómoda bicicleta.
El concejal Alfonso Novo está dispuesto a revolucionar la ciudad. No se basa en la nada, sino en una constante multiplicación del uso de las bicicletas para desplazarse por Valencia, una metrópoli de orografía llana y clima suave, con un tercio de su población en edad joven y casi un quinto de la misma en circunstancias universitarias. A la bicicleta valenciana, pues, sólo le faltaba el empuje político así como una ordenanza reguladora y Novo ha sido quien ha tomado el testigo. A partir de este mes y a lo largo de lo que resta de primavera y del verano, la ciudad se llenará de bicicletas: ahorraremos energía, ganaremos en salud y en mejora del medio ambiente, le echaremos un pulso al stress y hasta veremos florecer viejos/nuevos oficios dedicados a la mecánica ciclista. Las calzadas ya están llenas de señales, entre otras las que obligan a las bicis a bajar de la acera para no perturbar al peatón.
Todo ello mientras vuelven a rugir los motores de la Fórmula 1 en los que también confía Emilio Botín para relanzar su Santander-Ferrari, sobre la que ha depositado una de las mayores campañas publicitarias que se recuerda. Y prácticamente al mismo tiempo las casas de electrodomésticos y las cerveceras apuestan por la Roja en el Mundial para levantar la moral de un país, el nuestro, realmente necesitado de alguna alegría.
Los expertos en marketing y en psicología lo vienen señalando: cuando peor están las cosas más necesario es invertir en herramientas que nos ayuden a vender, más necesario es confiar en el futuro, en nuestras capacidades. Y créanme, este país tiene muchas potencialidades, esta ciudad las tiene casi todas, pero es necesario creérselo, trabajar, apostar por el mérito y la formación antes que por la suerte o el peloteo. Necesitamos creer en nuestros políticos y en nuestros formadores como creemos en nuestros deportistas.
No debe ser tan difícil convencer a los acreedores de España –la banca alemana, China, EEUU…– que somos fiables, que seguimos siendo una de las reservas creativas de Occidente, un pueblo comercial, un lugar donde se sabe vivir, donde se practica la mejor cocina o se pueden criar grandes vinos. Así que elevemos la frágil moral, estamos a la vuelta de un nuevo verano, del apogeo de las terrazas y de la alegría de las noches. Y podemos hacerlo en una cómoda bicicleta.
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