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“Una se echa de menos que el esfuerzo realizado por familias y empresas privadas no se equipare en el sector público, donde los cambios necesarios –de aumento de productividad y destrucción de exceso de capacidad operativa–, todavía distan mucho de ser los necesarios”.

En las últi­mas jor­na­das, veni­mos escu­chan­do voces del máxi­mo repre­sen­tan­te del Gobierno de Espa­ña, y de algu­nos de sus minis­tros y secre­ta­rios de Esta­do, amén de los máxi­mos repre­sen­tan­tes del Par­ti­do Popu­lar, que insis­ten en que la cri­sis ofi­cial­men­te está ven­ci­da, supe­ra­da y fini­qui­ta­da para siem­pre.

Es de supo­ner que a medi­da que se apro­xi­ma la mitad de la legis­la­tu­ra, estas voces se harán cada vez más insis­ten­tes y audi­bles para miti­gar y ali­viar el cabreo gene­ral pro­vo­ca­do por el aumen­to de los impues­tos (con­tra todo pro­nós­ti­co elec­to­ral), la baja­da gene­ra­li­za­da de los sala­rios, la des­truc­ción de teji­do pro­duc­ti­vo, y por ende de empleo, así como la dis­mi­nu­ción de todo tipo de sub­ven­cio­nes, sub­si­dios, empre­sas públi­cas rui­no­sas (como las teles auto­nó­mi­cas) y demás reduc­tos adi­po­sos de un mode­lo de Esta­do que hace aguas por todos lados por fal­ta de fon­dos para seguir gas­tan­do en la com­pra de votos aco­mo­da­ti­cios.

Como ya se ha comen­ta­do en esta sec­ción en otros artícu­los (“Ani­mal Spi­rits”), la eco­no­mía tien­de a ser un 50% racio­nal a la hora de tomar deci­sio­nes, y un 50% emo­cio­nal, de tal mane­ra que el esta­do de áni­mo, la fe en el cam­bio, las expec­ta­ti­vas de la mayo­ría –o de mino­rías cua­li­fi­ca­das–, suce­sos que mejo­ran o empeo­ran el espí­ri­tu, influ­yen pode­ro­sa­men­te en la suma de millo­nes de micro-deci­­sio­­nes, que final­men­te alte­ran el cur­so de la macro­eco­no­mía.

En estos momen­tos, Espa­ña está gozan­do de una serie de datos favo­ra­bles macro­eco­nó­mi­cos incon­tes­ta­bles, como varios meses de menor des­truc­ción de empleo, inclu­so de gene­ra­ción del mis­mo en tér­mi­nos des­es­ta­cio­na­li­za­dos, un equi­li­brio, inclu­so supe­rá­vit, por cuen­ta corrien­te pro­duc­to de expor­ta­cio­nes cre­cien­tes, dis­mi­nu­ción de las impor­ta­cio­nes y un aumen­to de los ingre­sos pro­ce­den­tes del turis­mo, una pri­ma de ries­go infe­rior a la mitad de la que tenía­mos hace un año, un défi­cit fis­cal que tien­de a men­guar, o una pro­duc­ti­vi­dad que ha aumen­ta­do un 11’1% des­de 2008, la mayor de la zona Euro, y sin duda con­se­cuen­cia de los datos comen­ta­dos ante­rior­men­te.

Todo ello es cier­to y debe­mos de ale­grar­nos de que suce­da, pues para lle­gar a poder leer o escu­char estas noti­cias todos hemos per­di­do capa­ci­dad adqui­si­ti­va, empleos, aho­rros inver­sio­nes y rique­za en gene­ral. Pero no había más reme­dio que apli­car­nos la amar­ga medi­ci­na de la deva­lua­ción inter­na y la recu­pe­ra­ción de la com­pe­ti­ti­vi­dad, la cre­di­bi­li­dad, la esta­bi­li­dad pre­su­pues­ta­ria y la auto­fi­nan­cia­ción. Pero no es menos cier­to que toda­vía hay más de 4,7 millo­nes de para­dos, de los que más de la mitad son de lar­ga dura­ción y muchos de ellos jóve­nes sin empleo pre­vio, que el PIB sigue sien­do nega­ti­vo (y lle­va­mos 35 meses con tasas decre­cien­tes), y que la deu­da públi­ca espa­ño­la está en volú­me­nes de máxi­mos his­tó­ri­cos (90% del PIB, y subien­do), y otros datos más que podría­mos citar para valo­rar en su jus­ta medi­da la afir­ma­ción del final de la cri­sis.

Espa­ña ha lle­va­do a cabo una dura trans­for­ma­ción del mode­lo pro­duc­ti­vo, y aún le que­da camino por reco­rrer, y no cabe duda que las medi­das adop­ta­das (y las que debe­rían aña­dir­se a las toma­das) son des­agra­da­bles, pero están sien­do efec­ti­vas para com­pe­tir en los mer­ca­dos inter­na­cio­na­les de bie­nes, ser­vi­cios o finan­zas. Se echa de menos peda­go­gía para que los ciu­da­da­nos entien­dan el por­qué de las mis­mas y sus con­se­cuen­cias, y tam­bién se echa de menos que el esfuer­zo rea­li­za­do por fami­lias y empre­sas pri­va­das no se equi­pa­re en el sec­tor públi­co, don­de los cam­bios nece­sa­rios –de aumen­to de pro­duc­ti­vi­dad y des­truc­ción de exce­so de capa­ci­dad ope­ra­ti­va–, toda­vía dis­tan mucho de ser los nece­sa­rios para mejo­rar el con­jun­to de la eco­no­mía.

Cada euro des­ti­na­do a la admi­nis­tra­ción públi­ca deja de ser emplea­do en la eco­no­mía pro­duc­ti­va pri­va­da, y cada empleo que se des­tru­ye en el sec­tor públi­co es sus­ti­tui­do por 1,3 en el sec­tor pri­va­do (los pro­fe­so­res de La Sor­bo­na, Algan y Zybel­berg, publi­ca­ron en 2002 un estu­dio cen­tra­do en las 17 gran­des eco­no­mías de la OCDE entre 1960–2000, esti­man­do un ratio de 1,3/1,5 empleos pri­va­dos des­trui­dos por cada públi­co crea­do). Es el cono­ci­do efec­to “des­pla­za­mien­to” (crow­ding out), por el que el recur­so finan­cie­ro esca­so se des­ti­na al sec­tor públi­co inefi­cien­te eco­nó­mi­ca­men­te, pri­van­do del mis­mo al sec­tor empre­sa­rial que es mucho más pro­duc­ti­vo.

En defi­ni­ti­va, se per­ci­ben avan­ces, len­tos y dolo­ro­sos, pero cier­tos, y cada paso ade­lan­te es uno menos que nos que­da para reco­brar la sen­da del soña­do cre­ci­mien­to sos­te­ni­ble en el tiem­po y el sosie­go ansia­do por todos los espa­ño­les.

¡Áni­mo, ya que­da menos!

“Una se echa de menos que el esfuerzo realizado por familias y empresas privadas no se equipare en el sector público, donde los cambios necesarios –de aumento de productividad y destrucción de exceso de capacidad operativa–, todavía distan mucho de ser los necesarios”.

En las últi­mas jor­na­das, veni­mos escu­chan­do voces del máxi­mo repre­sen­tan­te del Gobierno de Espa­ña, y de algu­nos de sus minis­tros y secre­ta­rios de Esta­do, amén de los máxi­mos repre­sen­tan­tes del Par­ti­do Popu­lar, que insis­ten en que la cri­sis ofi­cial­men­te está ven­ci­da, supe­ra­da y fini­qui­ta­da para siem­pre.

Es de supo­ner que a medi­da que se apro­xi­ma la mitad de la legis­la­tu­ra, estas voces se harán cada vez más insis­ten­tes y audi­bles para miti­gar y ali­viar el cabreo gene­ral pro­vo­ca­do por el aumen­to de los impues­tos (con­tra todo pro­nós­ti­co elec­to­ral), la baja­da gene­ra­li­za­da de los sala­rios, la des­truc­ción de teji­do pro­duc­ti­vo, y por ende de empleo, así como la dis­mi­nu­ción de todo tipo de sub­ven­cio­nes, sub­si­dios, empre­sas públi­cas rui­no­sas (como las teles auto­nó­mi­cas) y demás reduc­tos adi­po­sos de un mode­lo de Esta­do que hace aguas por todos lados por fal­ta de fon­dos para seguir gas­tan­do en la com­pra de votos aco­mo­da­ti­cios.

Como ya se ha comen­ta­do en esta sec­ción en otros artícu­los (“Ani­mal Spi­rits”), la eco­no­mía tien­de a ser un 50% racio­nal a la hora de tomar deci­sio­nes, y un 50% emo­cio­nal, de tal mane­ra que el esta­do de áni­mo, la fe en el cam­bio, las expec­ta­ti­vas de la mayo­ría –o de mino­rías cua­li­fi­ca­das–, suce­sos que mejo­ran o empeo­ran el espí­ri­tu, influ­yen pode­ro­sa­men­te en la suma de millo­nes de micro-deci­­sio­­nes, que final­men­te alte­ran el cur­so de la macro­eco­no­mía.

En estos momen­tos, Espa­ña está gozan­do de una serie de datos favo­ra­bles macro­eco­nó­mi­cos incon­tes­ta­bles, como varios meses de menor des­truc­ción de empleo, inclu­so de gene­ra­ción del mis­mo en tér­mi­nos des­es­ta­cio­na­li­za­dos, un equi­li­brio, inclu­so supe­rá­vit, por cuen­ta corrien­te pro­duc­to de expor­ta­cio­nes cre­cien­tes, dis­mi­nu­ción de las impor­ta­cio­nes y un aumen­to de los ingre­sos pro­ce­den­tes del turis­mo, una pri­ma de ries­go infe­rior a la mitad de la que tenía­mos hace un año, un défi­cit fis­cal que tien­de a men­guar, o una pro­duc­ti­vi­dad que ha aumen­ta­do un 11’1% des­de 2008, la mayor de la zona Euro, y sin duda con­se­cuen­cia de los datos comen­ta­dos ante­rior­men­te.

Todo ello es cier­to y debe­mos de ale­grar­nos de que suce­da, pues para lle­gar a poder leer o escu­char estas noti­cias todos hemos per­di­do capa­ci­dad adqui­si­ti­va, empleos, aho­rros inver­sio­nes y rique­za en gene­ral. Pero no había más reme­dio que apli­car­nos la amar­ga medi­ci­na de la deva­lua­ción inter­na y la recu­pe­ra­ción de la com­pe­ti­ti­vi­dad, la cre­di­bi­li­dad, la esta­bi­li­dad pre­su­pues­ta­ria y la auto­fi­nan­cia­ción. Pero no es menos cier­to que toda­vía hay más de 4,7 millo­nes de para­dos, de los que más de la mitad son de lar­ga dura­ción y muchos de ellos jóve­nes sin empleo pre­vio, que el PIB sigue sien­do nega­ti­vo (y lle­va­mos 35 meses con tasas decre­cien­tes), y que la deu­da públi­ca espa­ño­la está en volú­me­nes de máxi­mos his­tó­ri­cos (90% del PIB, y subien­do), y otros datos más que podría­mos citar para valo­rar en su jus­ta medi­da la afir­ma­ción del final de la cri­sis.

Espa­ña ha lle­va­do a cabo una dura trans­for­ma­ción del mode­lo pro­duc­ti­vo, y aún le que­da camino por reco­rrer, y no cabe duda que las medi­das adop­ta­das (y las que debe­rían aña­dir­se a las toma­das) son des­agra­da­bles, pero están sien­do efec­ti­vas para com­pe­tir en los mer­ca­dos inter­na­cio­na­les de bie­nes, ser­vi­cios o finan­zas. Se echa de menos peda­go­gía para que los ciu­da­da­nos entien­dan el por­qué de las mis­mas y sus con­se­cuen­cias, y tam­bién se echa de menos que el esfuer­zo rea­li­za­do por fami­lias y empre­sas pri­va­das no se equi­pa­re en el sec­tor públi­co, don­de los cam­bios nece­sa­rios –de aumen­to de pro­duc­ti­vi­dad y des­truc­ción de exce­so de capa­ci­dad ope­ra­ti­va–, toda­vía dis­tan mucho de ser los nece­sa­rios para mejo­rar el con­jun­to de la eco­no­mía.

Cada euro des­ti­na­do a la admi­nis­tra­ción públi­ca deja de ser emplea­do en la eco­no­mía pro­duc­ti­va pri­va­da, y cada empleo que se des­tru­ye en el sec­tor públi­co es sus­ti­tui­do por 1,3 en el sec­tor pri­va­do (los pro­fe­so­res de La Sor­bo­na, Algan y Zybel­berg, publi­ca­ron en 2002 un estu­dio cen­tra­do en las 17 gran­des eco­no­mías de la OCDE entre 1960–2000, esti­man­do un ratio de 1,3/1,5 empleos pri­va­dos des­trui­dos por cada públi­co crea­do). Es el cono­ci­do efec­to “des­pla­za­mien­to” (crow­ding out), por el que el recur­so finan­cie­ro esca­so se des­ti­na al sec­tor públi­co inefi­cien­te eco­nó­mi­ca­men­te, pri­van­do del mis­mo al sec­tor empre­sa­rial que es mucho más pro­duc­ti­vo.

En defi­ni­ti­va, se per­ci­ben avan­ces, len­tos y dolo­ro­sos, pero cier­tos, y cada paso ade­lan­te es uno menos que nos que­da para reco­brar la sen­da del soña­do cre­ci­mien­to sos­te­ni­ble en el tiem­po y el sosie­go ansia­do por todos los espa­ño­les.

¡Áni­mo, ya que­da menos!

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