Crece la indignación. Allá por donde uno se mueva, la gente, el pueblo, solo hace que quejarse y señalar a unos culpables: los políticos. Todo es culpa de la política en este país, desde la picaresca barroca a la leyenda negra del Duque de Alba, del reaccionario siglo xix al desastre de la guerra de Cuba, del franquismo a la burbuja inmobiliaria… En fin, creo también que los españolitos de a pie nos lo tenemos que hacer mirar y preguntarnos por nuestros valores sociales, que de los individuales parece que andamos sobrados. No me parece coherente ni sensato culpar a la política y mirar hacia otro lado. La política es el fiel reflejo de nuestro ser, de nuestras formas de entender el mundo y de relacionarnos con él. Así que busquémonos otra escusa. En un país en el que cualquier profesional –desde médicos e ingenieros a sencillos fontaneros– te propone cobrar en negro no es posible exigir una clase política a salvo de las corruptelas. Así que o nos ponemos a darle la vuelta a esta manera de entender la vida y hacemos nuestro ese eslogan que luce en su camiseta el Valencia Basket –“cultura del esfuerzo”–, o estaremos condenados a repetir nuestros desastres como país por mucho tiempo. A las puertas de las Fallas, esa forma tan nuestra de empezar cada año de nuevo, de quemar y ahuyentar los fantasmas del pasado, bueno será que los españoles aprendamos a pasar páginas y a refundarnos. El espíritu de la transición hace tiempo que parece agotado, lo están incluso las generaciones que con tanto tesón y atrevimiento lo hicieron posible. Pero ya no dan más de sí y empieza a ser necesaria una restauración democrática que incluya un relevo generacional. Es la hora de Esteban González Pons, de Carmen Chacón, de Esther Alcocer Koplowicz, de Ana Patricia… Es la hora de intentarlo de nuevo.
Crece la indignación. Allá por donde uno se mueva, la gente, el pueblo, solo hace que quejarse y señalar a unos culpables: los políticos. Todo es culpa de la política en este país, desde la picaresca barroca a la leyenda negra del Duque de Alba, del reaccionario siglo xix al desastre de la guerra de Cuba, del franquismo a la burbuja inmobiliaria… En fin, creo también que los españolitos de a pie nos lo tenemos que hacer mirar y preguntarnos por nuestros valores sociales, que de los individuales parece que andamos sobrados. No me parece coherente ni sensato culpar a la política y mirar hacia otro lado. La política es el fiel reflejo de nuestro ser, de nuestras formas de entender el mundo y de relacionarnos con él. Así que busquémonos otra escusa. En un país en el que cualquier profesional –desde médicos e ingenieros a sencillos fontaneros– te propone cobrar en negro no es posible exigir una clase política a salvo de las corruptelas. Así que o nos ponemos a darle la vuelta a esta manera de entender la vida y hacemos nuestro ese eslogan que luce en su camiseta el Valencia Basket –“cultura del esfuerzo”–, o estaremos condenados a repetir nuestros desastres como país por mucho tiempo. A las puertas de las Fallas, esa forma tan nuestra de empezar cada año de nuevo, de quemar y ahuyentar los fantasmas del pasado, bueno será que los españoles aprendamos a pasar páginas y a refundarnos. El espíritu de la transición hace tiempo que parece agotado, lo están incluso las generaciones que con tanto tesón y atrevimiento lo hicieron posible. Pero ya no dan más de sí y empieza a ser necesaria una restauración democrática que incluya un relevo generacional. Es la hora de Esteban González Pons, de Carmen Chacón, de Esther Alcocer Koplowicz, de Ana Patricia… Es la hora de intentarlo de nuevo.
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