cantos-arquitectura-moderna-2012.jpg

Han pasa­do dos déca­das. Somos más vie­jos. Nos hemos comi­do la juven­tud y la ple­ni­tud. Casi todos los que par­ti­ci­pa­mos en aque­lla expo­si­ción, Mue­lle de Levan­te, osci­lá­ba­mos entre los trein­ta y pocos o la cua­ren­te­na. Vein­te años des­pués, anda­mos en ese momen­to tan atri­bu­la­do de la edad adul­ta, de los cua­ren­ta y muchos a los casi sesen­ta, jus­to antes de doblar el cabo que nos lle­va a la eta­pa del jubi­leo. Bási­ca­men­te ya no esta­mos para per­der el tiem­po y se supo­ne que somos más sabios para fre­nar el resen­ti­mien­to, domes­ti­car la ira y reco­no­cer lo ver­da­de­ra­men­te valio­so.

La pin­tu­ra, sin embar­go, no es como el cine o la bue­na arqui­tec­tu­ra, que sue­len mejo­rar siem­pre en manos de crea­do­res madu­ros. La pin­tu­ra, en oca­sio­nes, es fru­to de un rap­to juve­nil. Y son muy pocos los artis­tas plás­ti­cos que con­si­guen evo­lu­cio­nar bien y en con­ti­nui­dad. Picas­so, pre­ci­sa­men­te, está con­si­de­ra­do el crea­dor de refe­ren­cia duran­te el siglo XX por su capa­ci­dad cama­leó­ni­ca.


Tere­sa Tomás. Ter­cio­pe­lo Azul, 2014

Picas­so es bueno en casi todos sus perio­dos, y los tie­ne muy dife­ren­tes. A su cole­ga de éxi­tos cubis­tas, Bra­que, le pasa lo con­tra­rio. Pero hay quien siem­pre hace lo mis­mo y resul­ta muy difí­cil esta­ble­cer la jerar­quía entre sus obras: dado que el arte con­tem­po­rá­neo ha pri­ma­do la nove­dad y la rup­tu­ra como valor, enton­ces se sue­le sub­ra­yar el pri­mer ges­to de un esti­lo carac­te­rís­ti­co como el más impor­tan­te para la his­to­rio­gra­fía. A veces, sin embar­go, no es así, por más que se empe­ñen algu­nos exper­tos; hay artis­tas que con­si­guen ser reco­no­ci­bles en su obra muy pron­to y van mejo­ran­do, madu­ran­do esa mis­ma sin­gu­la­ri­dad duran­te un lar­go perio­do.


Joel Mes­tre. Pre­cio nacio­na­lis­ta, 2012

Este preám­bu­lo vie­ne a cuen­to de la sig­ni­fi­ca­ción de la expo­si­ción Tra­ve­sías, pues en pri­me­ra ins­tan­cia su obje­to no es otro que ren­dir home­na­je a la que fue la pri­me­ra gran anda­du­ra colec­ti­va de aquel gru­po de pin­to­res, corrien­do el año 1994 y que se lla­mó Mue­lle de Levan­te. Par­ti­mos de Valen­cia y sur­ca­mos hacia el Círcu­lo de Blan­ca Sán­chez en Madrid, a la Pal­ma de los Pin­ya, Mur­cia y Alme­ría. Nadie qui­so enton­ces, y menos aho­ra, pos­tu­lar una corrien­te, defi­nir una escue­la o agru­par en zafa­rran­cho a los últi­mos pin­to­res de todas las fili­pi­nas. Lo dejó bien escri­to en su momen­to el comi­sa­rio y teó­ri­co de aquel enro­la­mien­to, Juan Manuel Bonet: no hubo pre­ten­sión algu­na de mani­fies­to. Y aho­ra, de nin­gún modo.

Lo que cons­ta es que en aquel año se pro­pu­so una amplia mues­tra colec­ti­va tras que­dar paten­te que en la ciu­dad de Valen­cia y en diver­sas rami­fi­ca­cio­nes –Car­ta­ge­na, por ejem­plo–, un gru­po de artis­tas de eda­des coe­tá­neas había deci­di­do fir­me­men­te expre­sar­se a tra­vés de la pin­tu­ra, de ras­gos figu­ra­ti­vos así como de múl­ti­ples y dis­pa­res fuen­tes, mun­dos per­so­na­les y con­cep­tos. La con­tin­gen­cia tenía un enor­me poder de irra­dia­ción. El Club Dia­rio Levan­te que un ser­vi­dor coor­di­na­ba des­de su naci­mien­to, enten­dió que había que dar voz a aque­lla corrien­te. Otros pro­duc­to­res como el gale­ris­ta Ramón Alca­raz (My name’s Loli­ta Art), el pro­pio Bonet (que pos­te­rior­men­te diri­gió el IVAM y el Rei­na Sofía), o la sala de la Uni­ver­si­tat de Valen­cia al man­do de Sal­va­dor Albi­ña­na, ya lle­va­ban un tiem­po lide­ran­do diver­sos frag­men­tos del gru­po.

El núcleo valen­ciano, con el apo­yo de los cor­púscu­los car­ta­gi­ne­ses, resul­tó tener eco más allá. En Sevi­lla, gale­ris­tas como Rafael Ortiz fue­ron sen­si­bles a la pin­tu­ra con nue­vos ren­glo­nes. Y en San­tan­der lo hizo Juan Rian­cho en su sin­gla­du­ra de Sibo­ney. Y en Madrid fue (es) la gale­ría Estam­pa de Manuel Cue­vas. Para sor­pre­sa de todos, en Bar­ce­lo­na el crí­ti­co de La Van­guar­dia, Juan Bufill, creó el con­cep­to meta­rrea­lis­ta para aglu­ti­nar otro movi­mien­to con foco bar­ce­lo­nés, en pleno man­da­ri­na­to del mini­ma­lis­mo maté­ri­co y el hap­pe­ning com­pro­me­ti­do.

Todo eso ocu­rría en las cer­ca­nías del año 94. Aque­lla vuel­ta a la pin­tu­ra, como tan­tas ante­rio­res, vol­vió a ser con­si­de­ra­da un retorno al orden con­ser­va­dor. De la esté­ti­ca con­ser­va­do­ra, se entien­de, por­que al con­ser­va­dor rico de “buen” gus­to radi­cal se le con­sien­te todo.

En cual­quier caso, en la pin­tu­ra con­tem­po­rá­nea ya había llo­vi­do mucho: la nue­va obje­ti­vi­dad o el rea­lis­mo mági­co, cuya mues­tra de Mar­ga Paz en el IVAM de Bonet dejó a muchos con la boca abier­ta, con­fron­ta­do al expre­sio­nis­mo ale­mán como el pop-art hizo fren­te a la abs­trac­ta escue­la neo­yor­qui­na o aquí el arte social fren­te al infor­ma­lis­mo, por más que un artis­ta como Mano­lo Val­dés haya con­su­mi­do des­pués miles de metros de arpi­lle­ra para esbo­zos figu­ra­ti­vos en su par­ti­cu­lar vía de sín­te­sis.

En Espa­ña, tam­bién, los 80 de la “movi­da” fue­ron figu­ra­ti­vos, reagru­pa­dos por Gor­di­llo, con artis­tas muy influ­yen­tes para los jóve­nes pos­te­rio­res como Alco­lea, Cam­pano –sus tra­ba­jos sobre Pous­sin–, Alba­ce­te, Que­ji­do, Miquel Nava­rro, Car­los Fran­co o, sobre todos, Pérez Villal­ta. Mien­tras, en Sevi­lla sur­gía un gru­po puen­te que depu­ra de exce­sos expre­si­vos la pin­tu­ra y le incor­po­ra una fuer­te car­ga semán­ti­ca: Che­ma Cobo, Curro Gon­zá­lez, Patri­cio Cabre­ra, el agi­ta­dor Roge­lio López Cuen­ca, Agre­dano, Pane­que… la inter­mi­na­ble lis­ta de La Máqui­na Espa­ño­la del atil­da­do gale­ris­ta Pepe Cobo, algu­nos de los cua­les reca­la­ron en la Fúca­res de Nor­ber­to Dotor, vive­ro de dife­ren­tes y atre­vi­dos pin­to­res por enton­ces como Juan Ugal­de u Oriol Vila­puig.


Dis Ber­lin. Can­tos, Arqui­tec­tu­ra moder­na, 2012

Des­de lue­go había simien­tes y fer­men­tos para que se die­ran aque­llas cir­cuns­tan­cias pic­to­ri­cis­tas. Venía­mos de la Escue­la de Lon­dres –Bacon, Freud, Auer­bach, Kitaj…–, se difun­día la obra de Moran­di y los meta­fí­si­cos ita­lia­nos de Valo­ri Plas­ti­ci, mucho más inclu­so que la Trans­van­guar­dia… Se redes­cu­bría a Balthus, a los rea­lis­tas rusos –Dei­ne­ka, defen­di­do con entu­sias­mo por el genial Qui­co Rivas mucho antes de la retros­pec­ti­va en la fun­da­ción Juan March que lle­vó a cabo Manuel Fon­tán–… El Rei­na traía a Rich­ter, Vicent Todo­lí había apos­ta­do por Sig­mar Pol­ke en el Car­men, artis­tas toda­vía más ori­lla­dos como los che­cos del Gru­po Nor­mal: Milan Kunc, Jan Knap o Peter Anger­mann, expo­nían en Valen­cia con otro March, Tomás, o los nor­te­ame­ri­ca­nos Geor­ges Con­do y David Salle se mos­tra­ban con nor­ma­li­dad en el espa­cio de Sole­dad Loren­zo, mien­tras Sal­vo o Dokou­pil se pasea­ban por aquí gra­cias a los tiner­fe­ños de la gale­ría Leyen­dec­ker.

Así que no inven­ta­mos nada ni lo pre­ten­día­mos. Ya está dicho has­ta el har­taz­go. Fue una feliz y nutri­da coin­ci­den­cia, una suma de con­tin­gen­cias de orden esté­ti­co.
¿Y qué ha pasa­do de enton­ces acá, en estos vein­te años?
La mayo­ría de aque­llos jóve­nes han segui­do pin­tan­do, con mayor o menor for­tu­na en el mer­ca­do del arte. De aquel gru­po, algu­nos como Manuel Sáez, el men­cio­na­do Vila­puig, Mar­ce­lo Fuen­tes o Joan Sebas­tian se han des­ca­bal­ga­do. Otros que nun­ca estu­vie­ron y pudie­ron estar­lo –Xis­co Men­sua, Che­ma López…– siem­pre han pre­fe­ri­do cami­nar en soli­ta­rio por­que entien­den que su car­ga inte­lec­tual, sus genea­lo­gías antro­po­ló­gi­cas de la cul­tu­ra les con­vier­te en post-pin­­to­­res. Anto­ni Domè­nec, en cam­bio, ha lle­va­do su poé­ti­ca has­ta el extre­mo de trans­for­mar­la en escul­tu­ras, mien­tras José Vicen­te Mar­tín, tan ami­go de los movi­mien­tos ico­no­clas­tas de raíz dadaís­ta, ha sucum­bi­do a la foto­gra­fía en su obra ampa­ra­da por La Mutua Artís­ti­ca.


Ángel M. Cha­rris. Euro­nó­ma­das, 2011

Se han suma­do, en cam­bio, algu­nos pin­to­res que debie­ron estar y por diver­sas razo­nes per­die­ron aquel bar­co. Otros se han reagru­pa­do más tar­de: La lite­ra­tu­ra y la arqui­tec­tu­ra racio­na­lis­ta de Damián Flo­res, la cine­ma­to­gra­fía negra de Car­los Gar­­cía-Alix, la meta­pin­tu­ra de Alber­to Gál­vez o el surrea­lis­mo tea­tral de Gino Rubert jun­to a la vía sacra de Pedro Este­ban, y las relec­tu­ras de la his­to­ria de la pin­tu­ra de Tomás Men­do­za con el Bos­co y de Jor­di Ribes con sus refe­ren­cias per­so­na­les.

Todos los demás han segui­do madu­ran­do, cada uno den­tro de sus coor­de­na­das: hop­pe­ria­nas en Cha­rris, más pop en Cué­llar o Joël Mes­tre; cada vez más rich­te­ria­nas en Sicre… suplan­tan­do a la foto­gra­fía como es el caso de Balan­zà o al cine como lo hace San­ti Tena –quien vein­te años des­pués sigue sien­do San­ti… Hay ecos cons­truc­ti­vos y futu­ris­tas en Rober­to Mollá o en Tara­zo­na, más meta­pin­tu­ra pai­sa­jis­ta en Carra­ta­lá, e infi­ni­tas varia­bles de lo surreal en Andrea Bloi­se, Cor­dón, Paco de la Torre, Tere­sa Tomás, Rojas, Aure­lia Villal­ba o Dis Ber­lin, el capi­tán de la nave.

Mariano, qui­zás por­que actuó en el esce­na­rio plás­ti­co des­de muy joven, ha sido siem­pre un poco el padre espi­ri­tual de la tri­pu­la­ción, más bien su Uli­ses, pues fue en la gale­ría Caba­llo de Tro­ya, jun­to a Móni­ca Roig, des­de don­de orga­ni­zó una gran ofen­si­va artís­ti­ca en los 90.

Mariano Dis pone el carác­ter, pero los car­tu­la­nos los ha veni­do cus­to­dian­do como oro en paño Paco de la Torre.

A él se debe esta para­da en la tabe­r­­na-fon­­da del Almi­ran­te Ben­bow, a su tesis doc­to­ral de cien­tos de pági­nas dedi­ca­da a la aven­tu­ra de estos pin­to­res que ha tras­la­da­do al mun­do digi­tal y a la que lla­ma figu­ra­ción postconceptual.com. Ha sido el guar­dián entre el cen­teno, el Fro­do tol­ki­niano. Vein­te años des­pués que cada cual juz­gue, vea y dis­fru­te. Hay don­de ele­gir: de aquel mue­lle situa­do en Levan­te y hoy cubier­to por las aguas par­tie­ron muchas rutas, en tra­ve­sías y sin­gla­du­ras per­so­na­les cuyas reso­nan­cias y ecos pue­den vol­ver­se a ver por unas sema­nas en las impo­nen­tes naves góti­cas que ser­vían de ata­ra­za­nas, el espa­cio cons­pi­cuo para los cala­fa­tes medie­va­les.

Han pasa­do dos déca­das. Somos más vie­jos. Nos hemos comi­do la juven­tud y la ple­ni­tud. Casi todos los que par­ti­ci­pa­mos en aque­lla expo­si­ción, Mue­lle de Levan­te, osci­lá­ba­mos entre los trein­ta y pocos o la cua­ren­te­na. Vein­te años des­pués, anda­mos en ese momen­to tan atri­bu­la­do de la edad adul­ta, de los cua­ren­ta y muchos a los casi sesen­ta, jus­to antes de doblar el cabo que nos lle­va a la eta­pa del jubi­leo. Bási­ca­men­te ya no esta­mos para per­der el tiem­po y se supo­ne que somos más sabios para fre­nar el resen­ti­mien­to, domes­ti­car la ira y reco­no­cer lo ver­da­de­ra­men­te valio­so.

La pin­tu­ra, sin embar­go, no es como el cine o la bue­na arqui­tec­tu­ra, que sue­len mejo­rar siem­pre en manos de crea­do­res madu­ros. La pin­tu­ra, en oca­sio­nes, es fru­to de un rap­to juve­nil. Y son muy pocos los artis­tas plás­ti­cos que con­si­guen evo­lu­cio­nar bien y en con­ti­nui­dad. Picas­so, pre­ci­sa­men­te, está con­si­de­ra­do el crea­dor de refe­ren­cia duran­te el siglo XX por su capa­ci­dad cama­leó­ni­ca.


Tere­sa Tomás. Ter­cio­pe­lo Azul, 2014

Picas­so es bueno en casi todos sus perio­dos, y los tie­ne muy dife­ren­tes. A su cole­ga de éxi­tos cubis­tas, Bra­que, le pasa lo con­tra­rio. Pero hay quien siem­pre hace lo mis­mo y resul­ta muy difí­cil esta­ble­cer la jerar­quía entre sus obras: dado que el arte con­tem­po­rá­neo ha pri­ma­do la nove­dad y la rup­tu­ra como valor, enton­ces se sue­le sub­ra­yar el pri­mer ges­to de un esti­lo carac­te­rís­ti­co como el más impor­tan­te para la his­to­rio­gra­fía. A veces, sin embar­go, no es así, por más que se empe­ñen algu­nos exper­tos; hay artis­tas que con­si­guen ser reco­no­ci­bles en su obra muy pron­to y van mejo­ran­do, madu­ran­do esa mis­ma sin­gu­la­ri­dad duran­te un lar­go perio­do.


Joel Mes­tre. Pre­cio nacio­na­lis­ta, 2012

Este preám­bu­lo vie­ne a cuen­to de la sig­ni­fi­ca­ción de la expo­si­ción Tra­ve­sías, pues en pri­me­ra ins­tan­cia su obje­to no es otro que ren­dir home­na­je a la que fue la pri­me­ra gran anda­du­ra colec­ti­va de aquel gru­po de pin­to­res, corrien­do el año 1994 y que se lla­mó Mue­lle de Levan­te. Par­ti­mos de Valen­cia y sur­ca­mos hacia el Círcu­lo de Blan­ca Sán­chez en Madrid, a la Pal­ma de los Pin­ya, Mur­cia y Alme­ría. Nadie qui­so enton­ces, y menos aho­ra, pos­tu­lar una corrien­te, defi­nir una escue­la o agru­par en zafa­rran­cho a los últi­mos pin­to­res de todas las fili­pi­nas. Lo dejó bien escri­to en su momen­to el comi­sa­rio y teó­ri­co de aquel enro­la­mien­to, Juan Manuel Bonet: no hubo pre­ten­sión algu­na de mani­fies­to. Y aho­ra, de nin­gún modo.

Lo que cons­ta es que en aquel año se pro­pu­so una amplia mues­tra colec­ti­va tras que­dar paten­te que en la ciu­dad de Valen­cia y en diver­sas rami­fi­ca­cio­nes –Car­ta­ge­na, por ejem­plo–, un gru­po de artis­tas de eda­des coe­tá­neas había deci­di­do fir­me­men­te expre­sar­se a tra­vés de la pin­tu­ra, de ras­gos figu­ra­ti­vos así como de múl­ti­ples y dis­pa­res fuen­tes, mun­dos per­so­na­les y con­cep­tos. La con­tin­gen­cia tenía un enor­me poder de irra­dia­ción. El Club Dia­rio Levan­te que un ser­vi­dor coor­di­na­ba des­de su naci­mien­to, enten­dió que había que dar voz a aque­lla corrien­te. Otros pro­duc­to­res como el gale­ris­ta Ramón Alca­raz (My name’s Loli­ta Art), el pro­pio Bonet (que pos­te­rior­men­te diri­gió el IVAM y el Rei­na Sofía), o la sala de la Uni­ver­si­tat de Valen­cia al man­do de Sal­va­dor Albi­ña­na, ya lle­va­ban un tiem­po lide­ran­do diver­sos frag­men­tos del gru­po.

El núcleo valen­ciano, con el apo­yo de los cor­púscu­los car­ta­gi­ne­ses, resul­tó tener eco más allá. En Sevi­lla, gale­ris­tas como Rafael Ortiz fue­ron sen­si­bles a la pin­tu­ra con nue­vos ren­glo­nes. Y en San­tan­der lo hizo Juan Rian­cho en su sin­gla­du­ra de Sibo­ney. Y en Madrid fue (es) la gale­ría Estam­pa de Manuel Cue­vas. Para sor­pre­sa de todos, en Bar­ce­lo­na el crí­ti­co de La Van­guar­dia, Juan Bufill, creó el con­cep­to meta­rrea­lis­ta para aglu­ti­nar otro movi­mien­to con foco bar­ce­lo­nés, en pleno man­da­ri­na­to del mini­ma­lis­mo maté­ri­co y el hap­pe­ning com­pro­me­ti­do.

Todo eso ocu­rría en las cer­ca­nías del año 94. Aque­lla vuel­ta a la pin­tu­ra, como tan­tas ante­rio­res, vol­vió a ser con­si­de­ra­da un retorno al orden con­ser­va­dor. De la esté­ti­ca con­ser­va­do­ra, se entien­de, por­que al con­ser­va­dor rico de “buen” gus­to radi­cal se le con­sien­te todo.

En cual­quier caso, en la pin­tu­ra con­tem­po­rá­nea ya había llo­vi­do mucho: la nue­va obje­ti­vi­dad o el rea­lis­mo mági­co, cuya mues­tra de Mar­ga Paz en el IVAM de Bonet dejó a muchos con la boca abier­ta, con­fron­ta­do al expre­sio­nis­mo ale­mán como el pop-art hizo fren­te a la abs­trac­ta escue­la neo­yor­qui­na o aquí el arte social fren­te al infor­ma­lis­mo, por más que un artis­ta como Mano­lo Val­dés haya con­su­mi­do des­pués miles de metros de arpi­lle­ra para esbo­zos figu­ra­ti­vos en su par­ti­cu­lar vía de sín­te­sis.

En Espa­ña, tam­bién, los 80 de la “movi­da” fue­ron figu­ra­ti­vos, reagru­pa­dos por Gor­di­llo, con artis­tas muy influ­yen­tes para los jóve­nes pos­te­rio­res como Alco­lea, Cam­pano –sus tra­ba­jos sobre Pous­sin–, Alba­ce­te, Que­ji­do, Miquel Nava­rro, Car­los Fran­co o, sobre todos, Pérez Villal­ta. Mien­tras, en Sevi­lla sur­gía un gru­po puen­te que depu­ra de exce­sos expre­si­vos la pin­tu­ra y le incor­po­ra una fuer­te car­ga semán­ti­ca: Che­ma Cobo, Curro Gon­zá­lez, Patri­cio Cabre­ra, el agi­ta­dor Roge­lio López Cuen­ca, Agre­dano, Pane­que… la inter­mi­na­ble lis­ta de La Máqui­na Espa­ño­la del atil­da­do gale­ris­ta Pepe Cobo, algu­nos de los cua­les reca­la­ron en la Fúca­res de Nor­ber­to Dotor, vive­ro de dife­ren­tes y atre­vi­dos pin­to­res por enton­ces como Juan Ugal­de u Oriol Vila­puig.


Dis Ber­lin. Can­tos, Arqui­tec­tu­ra moder­na, 2012

Des­de lue­go había simien­tes y fer­men­tos para que se die­ran aque­llas cir­cuns­tan­cias pic­to­ri­cis­tas. Venía­mos de la Escue­la de Lon­dres –Bacon, Freud, Auer­bach, Kitaj…–, se difun­día la obra de Moran­di y los meta­fí­si­cos ita­lia­nos de Valo­ri Plas­ti­ci, mucho más inclu­so que la Trans­van­guar­dia… Se redes­cu­bría a Balthus, a los rea­lis­tas rusos –Dei­ne­ka, defen­di­do con entu­sias­mo por el genial Qui­co Rivas mucho antes de la retros­pec­ti­va en la fun­da­ción Juan March que lle­vó a cabo Manuel Fon­tán–… El Rei­na traía a Rich­ter, Vicent Todo­lí había apos­ta­do por Sig­mar Pol­ke en el Car­men, artis­tas toda­vía más ori­lla­dos como los che­cos del Gru­po Nor­mal: Milan Kunc, Jan Knap o Peter Anger­mann, expo­nían en Valen­cia con otro March, Tomás, o los nor­te­ame­ri­ca­nos Geor­ges Con­do y David Salle se mos­tra­ban con nor­ma­li­dad en el espa­cio de Sole­dad Loren­zo, mien­tras Sal­vo o Dokou­pil se pasea­ban por aquí gra­cias a los tiner­fe­ños de la gale­ría Leyen­dec­ker.

Así que no inven­ta­mos nada ni lo pre­ten­día­mos. Ya está dicho has­ta el har­taz­go. Fue una feliz y nutri­da coin­ci­den­cia, una suma de con­tin­gen­cias de orden esté­ti­co.
¿Y qué ha pasa­do de enton­ces acá, en estos vein­te años?
La mayo­ría de aque­llos jóve­nes han segui­do pin­tan­do, con mayor o menor for­tu­na en el mer­ca­do del arte. De aquel gru­po, algu­nos como Manuel Sáez, el men­cio­na­do Vila­puig, Mar­ce­lo Fuen­tes o Joan Sebas­tian se han des­ca­bal­ga­do. Otros que nun­ca estu­vie­ron y pudie­ron estar­lo –Xis­co Men­sua, Che­ma López…– siem­pre han pre­fe­ri­do cami­nar en soli­ta­rio por­que entien­den que su car­ga inte­lec­tual, sus genea­lo­gías antro­po­ló­gi­cas de la cul­tu­ra les con­vier­te en post-pin­­to­­res. Anto­ni Domè­nec, en cam­bio, ha lle­va­do su poé­ti­ca has­ta el extre­mo de trans­for­mar­la en escul­tu­ras, mien­tras José Vicen­te Mar­tín, tan ami­go de los movi­mien­tos ico­no­clas­tas de raíz dadaís­ta, ha sucum­bi­do a la foto­gra­fía en su obra ampa­ra­da por La Mutua Artís­ti­ca.


Ángel M. Cha­rris. Euro­nó­ma­das, 2011

Se han suma­do, en cam­bio, algu­nos pin­to­res que debie­ron estar y por diver­sas razo­nes per­die­ron aquel bar­co. Otros se han reagru­pa­do más tar­de: La lite­ra­tu­ra y la arqui­tec­tu­ra racio­na­lis­ta de Damián Flo­res, la cine­ma­to­gra­fía negra de Car­los Gar­­cía-Alix, la meta­pin­tu­ra de Alber­to Gál­vez o el surrea­lis­mo tea­tral de Gino Rubert jun­to a la vía sacra de Pedro Este­ban, y las relec­tu­ras de la his­to­ria de la pin­tu­ra de Tomás Men­do­za con el Bos­co y de Jor­di Ribes con sus refe­ren­cias per­so­na­les.

Todos los demás han segui­do madu­ran­do, cada uno den­tro de sus coor­de­na­das: hop­pe­ria­nas en Cha­rris, más pop en Cué­llar o Joël Mes­tre; cada vez más rich­te­ria­nas en Sicre… suplan­tan­do a la foto­gra­fía como es el caso de Balan­zà o al cine como lo hace San­ti Tena –quien vein­te años des­pués sigue sien­do San­ti… Hay ecos cons­truc­ti­vos y futu­ris­tas en Rober­to Mollá o en Tara­zo­na, más meta­pin­tu­ra pai­sa­jis­ta en Carra­ta­lá, e infi­ni­tas varia­bles de lo surreal en Andrea Bloi­se, Cor­dón, Paco de la Torre, Tere­sa Tomás, Rojas, Aure­lia Villal­ba o Dis Ber­lin, el capi­tán de la nave.

Mariano, qui­zás por­que actuó en el esce­na­rio plás­ti­co des­de muy joven, ha sido siem­pre un poco el padre espi­ri­tual de la tri­pu­la­ción, más bien su Uli­ses, pues fue en la gale­ría Caba­llo de Tro­ya, jun­to a Móni­ca Roig, des­de don­de orga­ni­zó una gran ofen­si­va artís­ti­ca en los 90.

Mariano Dis pone el carác­ter, pero los car­tu­la­nos los ha veni­do cus­to­dian­do como oro en paño Paco de la Torre.

A él se debe esta para­da en la tabe­r­­na-fon­­da del Almi­ran­te Ben­bow, a su tesis doc­to­ral de cien­tos de pági­nas dedi­ca­da a la aven­tu­ra de estos pin­to­res que ha tras­la­da­do al mun­do digi­tal y a la que lla­ma figu­ra­ción postconceptual.com. Ha sido el guar­dián entre el cen­teno, el Fro­do tol­ki­niano. Vein­te años des­pués que cada cual juz­gue, vea y dis­fru­te. Hay don­de ele­gir: de aquel mue­lle situa­do en Levan­te y hoy cubier­to por las aguas par­tie­ron muchas rutas, en tra­ve­sías y sin­gla­du­ras per­so­na­les cuyas reso­nan­cias y ecos pue­den vol­ver­se a ver por unas sema­nas en las impo­nen­tes naves góti­cas que ser­vían de ata­ra­za­nas, el espa­cio cons­pi­cuo para los cala­fa­tes medie­va­les.

Comparte esta publicación

amadomio.jpg

Suscríbete a nuestro boletín

Reci­be toda la actua­li­dad en cul­tu­ra y ocio, de la ciu­dad de Valen­cia